Nadie vio Matrix. Por Octavio Sequeiros

Graziano, Walter. Nadie vio Matrix. Buenos Aires, Planeta, 2007.

Por Octavio A. Sequeiros

Matrix es una película alegórica o simbólica sobre la vida actual donde el feliz ciudadano del mundo ha perdido toda libertad, de modo que el grueso de la población vive programada, es decir controlada como en un programa de computación y no tiene nociones de la “historia real” o “verdadera” (p.449) -que por lo demás ni el autor puede definir (329)-, menos aún de la “verdadera democracia si la hay” (p.13, cf. además cita de J. Baudrillard, p.454), y la “falsa ‘democracia’ prostituida por intereses económicos” (p.449).
El film es un pretexto para que Graziano, un inteligente economista y político con inquietudes esotéricas, exponga una realidad diferente de la que el hombre común consume en los medios. ¡Que lo entienda Dios! Pero Dios no entra en su plan, ni Graziano en el de Dios, aunque por ahí… uno nunca sabe.

Logias castradas
Tratemos de entenderlo nosotros partiendo de sus principios confesos e implícitos. El sistema esclavista universal “ha ido progresando con el tiempo” (p.16), y no es para menos porque la humanidad “ha nacido para ser esclava”, dice Morfeo, (p.15) “en el enigmático y críptico film Matrix, que encierra un saber cercano a lo muy poco que existe de sano esoterismo” (p.15). Nuestro hombre se cura en salud, pero observa atinadamente tres hechos trágicos ocurridos en 1776:

1) la fundación de USA y su imperio esotérico;
2) la aparición de La Riqueza de la Naciones de Adam Smith;
3) la fundación y expansión de los Illuminati de Baviera “con fondos del clan Rotschild” (p.18).

De las sociedades secretas y sus conspiraciones sólo le interesan “sus objetivos políticos, económicos y geoestratégicos. No sus creencias religiosas, esotéricas, morales o filosóficas, que aunque puedan haber sido su fundamento inicial han perdido, en el mundo moderno, casi toda su importancia” (p.22). Entendámonos, Graziano: afirmar eso es como vaciar una empresa, quitarle el contenido, la gracia y sobre todo la causa final que se reduce a la toma del poder deportivamente, como si los capos de las logias fueran intercambiables, producto de la sociología, y en consecuencia insignificantes. Por eso Graziano puede situarse cómodamente “más allá” del satanismo y la diferencias “ritualísticas” (que eso es para este economista el culto divino, p.288). Aunque en verdad la “globalización total” haya sido “la meta milenaria de las sociedades secretas” (p.457) y se haya gestado imperialmente en los últimos cuatro siglos (p. 450. cf. 399).
“Es muy difícil hacer que un hombre entienda algo, cuando su salario depende de que no entienda”, Upton Sinclair, citado por nuestro autor como epígrafe. En este caso la venta y publicación de este libro y Hitler Ganó la Guerra depende de que se oculte el contenido y los objetivos espirituales de las logias; con los límites auto-impuestos por Graziano hasta podríamos reeditar los Protocolos de los Sabios de Sion.

Esperanzas truchas
“Cuando Prometeo abrió la caja de Pandora, de ella se escaparon todos los males. Menos uno. Ese mal que quedó adentro es el peor de todos, es la esperanza. La esperanza es el peor de todos los males porque prolonga el tormento” (F. Nietzsche).
Habiendo tomado en serio semejante epígrafe, correspondía interrumpir las expectativas y no hacernos el chiste de encontrar “evidentes signos de resquebrajamiento” y autodestrucción en este Matrix de carnaval (p.455). Tampoco es aceptable esa falsa esperanza de que la elite mundial se derrumbe por los eventuales cambios de combustibles (p.439) “un golpe mortal para la elite globalista” (cf. 430 y p.399): una treta para vendernos la ilusión de “que primero haya un cambio de manos en el poder financiero, a fin de que después sea posible la transformación tecnológica en materia energética” (p.399) y el fin de las aventuras militares (p.433). Todo se arregla, pues, automáticamente en la cátedra de Economía Política o Recursos Naturales de alguna Universidad de la Matrix, claro que eso sólo se lo traga la clientela descabezada filosófica, religiosa y políticamente como la presenta Graziano, según vimos. Así pues que entonces, con la crisis global de combustibles, tendremos “la gran ocasión para que el mundo se saque de encima definitivamente el yugo impuesto por la elite de negocios petrolera-financiera anglonorteamericana…” (p.406).
¿Vendrá entonces la Civilización del Amor? No parece, sobre todo si uno lee a Jaques Attali, formidable propulsor del mundialismo y el inmediato gobierno mundial, que acaba de publicar un vigoroso pro Matrix: Breve storia del futuro, ed Fazi, 2007. La verdad, es que entre las dos prógnosis o profecías sociopolíticas, apuesto por Attali que tiene los fierros y Mamón.

Vive le Roi!
Se nota en Graziano un lamentable residuo popular y marxista pues demagógicamente supedita la liberación universal a la bronca de la pobre gente: al referirse a la “alucinación colectiva” que producen los medios nos da otra esperanza: “Sin la sepultura general que la realidad requiere de la prensa y la historia oficial, el nivel de disgusto que tendrían las masas populares… generaría un caldo de cultivo muy peligroso para la elite globalista” (p.328).
Claro que ahora el abuelito Marx ya no nos puede envolver la víbora con el cuento de Caperucita: la desaparición del gobierno luego de la dictadura del proletariado. ¿Quién nos librará pues de las finanzas masónicas? Aunque haciéndose el opa, Graziano responde: el rey, o sea un poder absoluto (p.448). La división de poderes de Montesquieu era funcional al Imperio inglés frente a Francia y ahora lo es para el imperio anglo-america­no frente a la globalización. Demos marcha atrás con la guillotina y restauremos el poder real, “absoluto”, es decir personal y desligado (ab-soluto) de los poderes económicos, financieros, mediáticos y logísticos, pero nuestro economista no está en condiciones de meterse con este tema eterno de la gran moral que han profundizado sobre todo los modernos pensadores tradicionalistas de Francia y España.

Iglesia
El capítulo cinco Vaticano: De enemigo eterno a socio no tiene desperdicio tanto por los aciertos como por las tonterías y las falencias.
Podemos aceptar que el Vaticano sea “socio” de los poderes y estados que promueven la globalización, la instauración de un gobierno mundial controlado por organizaciones esotéricas, la existencia de logias masónicas en el interior de la Iglesia, la funcionalidad de los dos últimos Papas a los respectivos presidentes norteamericanos y de cualquier otro. Al fin y al cabo nada nuevo bajo el sol del anti-Evangelio: ¿no resulta Cristo y sus apóstoles, para una extendida interpretación judía, funcionales al Imperio Romano? Además el Vaticano junto a Wall Street (p.299), instrumentos conscientes de la CIA o al revés, el “pacto perverso” entre el Opus Dei y la masonería (p.306) y otro pacto perverso entre Roma y Wall Steet, hasta hacer de la Iglesia “un peligro mucho más importante para el mundo” de lo que antes era (p.312), etc. ; en fin, casi todos los lugares comunes de la izquierda gramsciana o no que Ud. puede leer, ver y escuchar en cualquiera de los medios, precisamente en poder del famoso complot, denunciado por Graziano quien no da la más mínima muestra de haber percibido su contradicción. Vuelva a meditar la cita de Upton Sinclair.
Todo esto tiene algo o mucho de verdad, pero lo que no tiene perdón de Dios y ni siquiera de los débiles mentales es suponer que unos “progresistas”, los teólogos de la liberación, o un genérico “progresismo religioso” (p.315) “puedan complicar la agenda globalizadora de la elite” (315). Graziano debería saber muy bien que los teólogos de la liberación, en general tan infieles como él y más hipócritas que los straussianos yankis, no pueden ni quieren levantar a las masas, a lo más pueden levantarse alguna feligresa antes de colgar la sotana.
Para colmo piensa que “una iglesia muy cercana a la gente” (p.288) podría resultar peligrosa para la elite; por “cercana a la gente” Graziano entiende la que repudia “alguno de sus dogmas más anticuados” como el rechazo del condon, que nuestro improvisado teólogo ubica entre los dogmas (p.290), para convertirse en “algo mucho más que una religión: Una verdadera institución terrenal con el poderío suficiente para enfrentar durante casi veinte siglos el poder de los más importantes reyes europeos” (p.290). Tarde piaste Walter, porque eso era la Cristiandad y su indispensable Inquisición que están muertas y enterradas junto con libertad que no resucitará ni al tercer día, ni al tercer año, ni al tercer siglo, como dice Donoso Cortés en uno de los discursos más famosos de la oratoria moderna.
Hay además ingenuidades y desinformaciones que alarman: Pio XI resulta antibelicista (p.317) y Pio XII, como era fatal en un esclavo de los medios, amigo de Hitler y todo el resto de un verso mal aprendido. Por lo menos debía haber consultado La Papisa, o sea, Pascualina Lehner, la enfermera y custodia de Pío XII, que le hubiera contado para qué diablos su antecesor “pacifista” lo envió USA.
Un parrafito para la bibliografía. Graziano privilegia a la anglosajona, lo que es explicable por su tema central, pero en cuanto a la Iglesia Católica (la única atacada tal como corresponde a un miembro de Matrix) es sintomático que silencie a los grandes autores católicos que descubrieron el tema mucho antes que él y hasta los best sellers actuales como Massoneria e Sette Segrette de Epiphanius, comentado en Gladius. Da la impresión de que no ha leído los pocos libros católicos que cita al fin de cada capítulo; por lo pronto no expone ni critica sus tesis. Ni enterarse quiso de la indispensable revista RISS que reprodujo los textos más importantes de los archivos masónicos incautados por un innombrable (para los Matrix) gobierno francés. Prefirió censurar la competencia católica como Pierre Virion, fundamental para el tema negado por Graziano (la relación entre el gobierno financiero político de las logias y los poderes superiores del espíritu), también a Ian Moncomble, especialmente en el enfoque del mundialismo, Pierre Faillant de Villemarest, Leon de Poncins, Loczac’hmeur, también comentado en Gladius, los tomos de La Cara Oculta de la Historia Moderna de Jean Lombard con su específico análisis histórico, y tantos otros; hasta el P. Pío que encargó a un joven sacerdote, el P. Luigi Villa, la creación de una revista exclusivamente dedicada a la Masonería dentro del mundo eclesial, Chiesa Viva, y muy viva desde hace décadas. ¿Cómo eludir la confrontación con el mejor polemista católico francés de posguerra, el Abbé George de Nantes? Una obra enorme y específica para los asuntos ventilados por Graziano, que hasta popularizó la sigla MASDU, Movimiento de Animación de la Democracia Universal, a fin de caracterizar la política eclesial. Por otra parte estamos en la tierra de Meinvielle y de Rivanera Carlés, pero es como si Graziano hubiera nacido en Ingoldstadt.

¿Esclavo yo?
Sí, porque lo dice Graziano, aunque cuidándose muy bien de definir en qué consiste la esclavitud, o sea la enfermedad, de modo que tampoco definirá la medicina. Ante semejante falencia no hay más remedio que volverse “enemigo vuestro por deciros la verdad” (Gálatas IV, 19), y la verdad es que como buenos esclavos modernos, posmodernos o lo que sea, el mejor consejo, y el menos hipócrita, es que obedezcáis a los amos: “Siervos, obedeced a los amos según la carne en simplicidad de corazón, con respetuosos temor, como a Cristo” (Efesios VI, 5, et multa alia), es decir a Matrix.
Aunque se lo hayan hecho creer, Cristo no vino a promover la rebelión social contra el Imperio Romano o Anglosajón, ni siquiera contra el del Sanedrín, su templo y sus falsos Mesías como Bar Khoba, sino a redimir a los hombres por la Fe (Gálatas IV, 1-7 et multissima alia), lo que ni se le pasa por la cabeza a Graziano; así pues que los aleatorios cambios socioeconómicos se darán, y se dieron, por añadidura y no por la intervención de promocionados monseñores modernistas con camiseta y calzoncillos de colores. Sin conversión de esclavos y esclavistas, ni la Iglesia, ni la Tradición, ni el NT prometen salvación alguna o mejoramiento social o liberación ante la esclavitud de Matrix, ni menos cursis paraísos sentimentales como la poesía final y su nidito de amor.

Virtudes
Hasta aquí las principales observaciones críticas, pero – lo dijimos al principio – Walter Graziano es un destacado economista y político, en consecuencia es valioso precisamente cuanto se mantiene en los límites de su ciencia o disciplina, lejos de las divagaciones esotéricas y pseudo-filosóficas. Como Nesta Webster, la historiadora que hace décadas descubrió el complot originado en los Illuminati y cambió el rumbo de su investigación, Graziano nos descubre el evidente Matrix: la esclavización progresiva de la humanidad, y va describiendo sus mecanismos, desde la música al deporte, y sobre todo a los organizadores y aprovechadores del gran negocio, encarnado en las logias ya mencionadas, la oligarquía financiera y petrolera sistemáticamente belicista; en especial vale la pena detenerse en el terrorismo sumiso, funcional a la mafia globalizadora, creado como sustituto del muro de Berlín con su esquema político mundial y mental.
Sus explicaciones son claras y pueden ser entendidas casi siempre por un lego, salvo cuando se extiende sobre las argucias y procedimientos del Wall Street, páginas que necesitan un conocimiento más preciso que el mío de esos recovecos morales y financieros. De todos modos un asesoramiento elemental permite entenderlos y ampliar al infinito las críticas de Graciano y sus posibles consecuencias. Vale la pena el esfuerzo.
En síntesis un “aggiornamento” de Orwell y muchos otros, cuyas peripecias dejo para goce del lector, en especial la situación económica y financiera de USA, ahora (febrero 2008) popularizada por los medios y uno de los anzuelos del libro.
En el caso de Gladius y sus amigos previsibles, esta lectura es útil para rescatar clericales desorientados por importantes líneas de la política eclesial a quienes les hicieron creer que ni las logias, ni el complot existen y que el Nuevo Testamento es antijudío e imperialista; Graziano trata esto de modo parcial y a veces caricaturesco, pero por eso mismo resulta ventajosa su meditación crítica para quien, sabiendo leer y escribir, tenga la mínima información y formación católica.

Por Octavio A. Sequeiros

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