LOS SIGNOS SEXUALES DE LOS TIEMPOS

Por Octavio Agustín Sequeiros

Objetivo: lingüística y fuentes

Seguramente Ud. conoce por la prensa anticatólica los escándalos sexuales dentro de la Iglesia, que en los últimos años han inundado los grandes medios del mundo. A diferencia de USA, en la Argentina los católicos no han tenido mayor información propia de estas graves circunstancias y menos aún existió una polémica. De eso obviamente no se habla, y por muy malas razones. Ni siquiera el ataque contra el P. Grassi, planeado y financiado para un objetivo mayor que por el momento fracasó, hizo variar tal decisión moral. Por eso ofrecemos para Gladius esta pequeña síntesis de una prensa ortodoxa en la Fe, aunque por eso mismo a veces algo díscola en materia de obediencia indebida. Sólo hemos tenido acceso a los trabajos citados, pretender más sería ahogarnos en esos mares de tinta que repudiaba Platón. Citamos la fuente en cada caso.

Previamente vaya un observación lingüística. Solicitamos el correspondiente perdón y si es posible la impunidad por emplear palabras como homosexual con sus afines: pedofilia, heterosexualidad, etc., o sea el lenguaje del enemigo, plagado de términos y expresiones prefabricadas por especialistas para promocionar el vicio e imponer la represión lingüística universal. Es evidente que no podemos, y en particular por razones estéticas no conviene, utilizar siempre el lenguaje tradicional, previsiblemente democrático, a saber: degenerado, contra natura, tragón, buffa, trolo, puto, (la expresión más popular, reivindicada por las minorías específicas, por la gran poesía española y utilizada hasta por las angelicales doncellitas televidentes), etc. Tampoco la palabra “traidor” que la Divina Providencia permitió se le escapara al Papa al referirse a ciertos religiosos, y posteriormente censurada. Le pasó como a Bush cuando habló de “cruzada”. No se dicen malas palabras en público sin que el  Big Brother de Orwell nos ponga en vereda, especialmente después de 1984, ya oficializado el sistema.

Para empezar adelantémonos a dos objeciones: no habría, dicen, que preocuparse: 1) porque se trata de una maniobra mediática [1], 2) porque el porcentaje de homosexualidad es menor en la Iglesia Católica que en otros grupos  religiosos, judíos, protestantes, musulmanes, etc, y menor también que el promedio de la sociedad norteamericana.

1) El periodismo yanki es tan perverso como el argentino y ambos tiene las peores intenciones respecto de la Iglesia. Son las reglas de juego del mundo, a pesar del ecumenismo, de modo que nadie tiene derecho a quejarse o a criticarles su coherencia, pero siempre en casos parecidos vale la pena preguntarse quiénes dan de comer a las fieras, cómo y cuándo. De eso se trata en este articulito algo pretencioso.

Sin duda el periodismo actúa profesionalmente, le saca toda la plata posible a este filón difícilmente mejorable y lo difunde también con toda la ideología y los intereses de los monopolios que dominan los medios. Pero ‘la nigocio’ no hubiera sido tan próspero si  la “Iglesia itinerante”,  y más concretamente sus jerarcas no hubieran abonado, es la expresión más  precisa, el terreno del escándalo. Maniobra sí, pero gracias a nosotros.

2) En cuanto a las estadísticas, nunca tan cierto como en este caso que constituyen una forma de mentir. No son lo mismo tres tristes trolos en un prostíbulo que en un confesionario: hay una diferencia de cualidad que las cantidades no pueden expresar. La perversión que aquí nos motiva es inconmensurablemente más grave en la Iglesia Católica que en cualquier otro grupo, por aquello de que la corrupción de lo mejor es lo peor.

 Historia sintética

 Vaya uno a saber cuándo empezó, baste decir que se hizo público en Louisiana hacia 1985 con el intento de tumbarlo al Cardenal Bernardin de Chicago mediante acusaciones falsas. Pronto se nos vino rodando una bola, no precisamente de nieve, formada con  los abusos sexuales de los sacerdotes, avanzó gracias a la revelaciones mediáticas y judiciales de Boston en enero de 1992 y culminó con la rendición incondicional de los obispos, a pesar su tardía reacción desde 1993, convertidos al fin en el tradicional eje del mal, durante la pasada cuaresma en Dallas, según veremos.

Los puritanos exageran el alboroto al afirmar que estamos ante la más grave crisis de la Iglesia desde la reforma protestante, pero parecen estar equivocados, pues no hubo escisiones o cismas, por lo menos formales, y las estadísticas recogen un número ínfimo (3%) de renegados potenciales. Ahora, recordemos, la táctica de los heterodoxos es permanecer bien insertos en el sistema eclesiástico de poder [2]. De todos modos el relaje sexual no da para tanto y, cuando da, el Buen Dios se encarga de reprimirlo con unas cuantas fogatas, pestes, guerras etc., según dicen la Biblia y otros textos inspirados.

Los especialistas mencionan también varios otros malos pasos de la Amchurch, la Iglesia Católica Norteamericana. En el siglo XIX,, se discutía sobre el llamado control laico, es decir, si los fieles iban a ser gobernados por obispos y curas o por jerarcas tipo protestante supuestamente más democráticos y racionales -al estilo de Bush diríamos ahora. Y por las logias masónicas (aunque esto no lo dicen los especialistas). De todos modos el problema sigue existiendo.

 Al llegar masivamente los indeseables irlandeses, la opinión protestante consideró durante décadas que se les venía abajo la patria y habría inquisición contra la usura. Según un observador algo cínico, la inquietud religiosa se aplacó con algunas medidas de whiskey, y luego con unos balazos cuando los Kennedy se pusieron pesados.

En fin y saltando varias etapas, a principios del siglo XX buena parte de la Amchurch consideró que la moral, la teología dogmática y la disciplina católica eran cosa de la Europa medieval e italiana: había que salir del ghetto e integrarse en Wall Street y sus costumbres. Ya existía aggiornamento  en esos tiempos, pero Roma se opuso, les cantó las cuarenta en un documento especial sobre el “americanismo” y los recluyó de nuevo en el corralito espiritual de la Fe y la moral. Ahí quedaron de mala gana.

Pues bien la presente crisis no es sino parte del “americanismo” o sea de un liberalismo nominalista desbocado, donde no existe ninguna verdad, ningún orden, natural, sobrenatural o eclesiástico y cada uno actúa como se le canta. Así las cosas, en la post guerra buena parte de la jerarquía se inculturizó, se adaptó a los criterios y las modernas costumbres sexuales norteamericanas, pero lo hizo con mayor inteligencia y marketing, porque a la masa es más fácil venderle la pasión desordenada que la asumida en un orden superior. Lo explicaremos con cierto detalle, pero basta decir que como táctica fue todo un acierto empezar por las nalgas y no por las ideas, como que lograron notable éxito pastoral. Los intelectuales de puro amargos lo apodan la revolución sexual y un severo juez gastó 382 páginas para decir lo mismo en Cayendo hacia Gomorra[3].

 Es imprescindible avivarse de que el “americanismo” no se reduce a la táctica escabrosa o a la ideología liberal y su lingüística. Tiene otro aspecto mucho más interesante que no he visto tratado sino muy de paso en la bibliografía consultada[4]: El Imperio Americano tiene un Capitolio, pero no tiene un Vaticano, aunque lo necesita para hacer lo que es del César, o sea gobernar al mundo. Por eso busca crear una Iglesia Americana, la mencionada Amchurch, independiente de Roma y sobre todo de la Europa de la Fe, iglesia con aires imperiales, ideología “práctica”, y teología “postmoderna”, vaciada de contenido permanente pero llena de habilidades políticamente correctas. Esta vez inesperadamente le fue mal, si no me equivoco, a pesar de que recurrió a los “bajos instintos” que todos adoramos y parecía adoptar una técnica insuperable, veremos cómo se las arreglan en la próxima.

El espectacular desprestigio del clero católico tiene en estos momentos repercusiones negativas para la diplomacia vaticana pro paz en el Medio Oriente, al punto de que Bush se ha permitido invitar a los cardenales americanos para explicarles la política de su gobierno, y a la vez darle una bofetada al presidente de la conferencia episcopal, “olvidándose” de su existencia[5].

Toda historia es infinita por los matices, influencias y motivos a considerar. Este caso  exige una aclaración importante, dicha sólo a las apuradas, porque se trata de un tema mayor que encuadra todo asunto y permite atenuar la responsabilidad de la Amchurch, evitándonos además el reproche de antiyankismo latinoamericano y resentido. La política y la moral que estamos exponiendo no responde sólo, quizá ni siquiera principalmente, a la decisión de los obispos norteamericanos, más bien ellos fueron elegidos según criterios postconciliares bastante precisos. El ejecutor de  semejantes manejos y estrategias fue el arzobispo Jean Jadot, famosísimo diplomático y delegado apostólico en EEUU desde 1973 a 1980, cuando el actual Papa lo rajó sin contemplaciones y le cortó la carrera al cardenalato. Una de las tantas joyitas promovidas como “hombres del pueblo” fue el arzobispo Rembert Weakland de Milwaukee con el que el lector se encontrará más abajo. En síntesis dice un observador: “ Cada uno de estos prelados (los apadrinados por Jadot) fue un firme abogado de la agenda pro homosexual en la Iglesia de USA, ordenando homosexuales, imponiendo una educación pro homosexual en las escuelas católicas, ayudando y apoyando  la legislación de derechos especiales para homosexuales en el ámbito civil, y dando rienda suelta a homosexuales y lesbianas en las órdenes religiosas que administraban escuelas, universidades, parroquias, seminarios y casas de retiro en sus diócesis y arquidiócesis[6]. Así en el cielo como en la tierra y en el infierno, la cabeza es el responsable principal.

 Evitar el escándalo… ¿o provocarlo?

 Con este panorama volvamos a la rendición. Para enfrentar el estrépito se reunieron en Dallas más de 300 obispos, y terminaron  pariendo un pequeño ratón, El Estatuto de Protección de los Niños y Jóvenes, lo cual de hecho les agenció una absolución provisional del Gran Gato, el New York Times, que ponderó con títulos catástrofe el atonement, la reparación y expiación de los obispos. El apoyo del diario más influyente de la comunidad inversora (es un eufemismo, no se despiste), se debió a que reconocieron sus culpas y además prometieron tolerancia cero contra  el rebaño descarriado, a pesar de dos suicidios de sacerdotes y el levantamiento de  ciertas feligresías a favor de curas acusados por hechos cometidos muchos años ha, a veces treinta. Además el apoyo periodístico supo premiar los silencios cómplices de este cuerpo eclesial: a saber, que no condenaron el trolaje o la “homosexualidad” sino solamente el abuso contra niños y jóvenes, distinción clave para los que están en la pomada, en el mundo y en el vicio. Hasta la periodista del Times Laurie Goodstein  se escandalizó de que los epíscopos se comportaran más como senadores que como pastores, y adoptaran los criterios políticamente correctos que les dictaba la prensa.

Bueno, en honor a la verdad, no todos. Howard J. Hubbard, por ej., obispo de Albany, New York, considerado un “liberal” – o sea un izquierdista- alegó contra la “zero tolerance»  a favor de una justicia reeducadora, basada en la defensa de la comunidad que incluya la defensa de los sacerdotes cuestionados . Otro crítico, y muy importante ya a partir del apellido, fue el Cardenal Avery  Dulles: el documento oficial, dijo, “establece una relación  conflictiva (adversarial) entre  obispo y sacerdote. El cura ya no puede acercarse confiadamente al obispo con su problema. Debe ser muy cuidadoso con lo que le dice, porque el obispo puede expulsarlo de su ministerio de por vida”.

La decisión de Dallas toma partido dentro de un viejo dilema ético: para evitar el escándalo corta por lo sano, elige “el bien de la Iglesia” y sacrifica alguna pieza como en el ajedrez, en este caso puede ser la almita de algún prójimo.

 Abstractamente considerado no está del todo mal, sobre todo si uno no es el sacrificado, pero una primera objeción es que precisamente este hábito moral y político es el que ha producido la crisis,  pues durante muchos años “El bien de la Iglesia fue definido desde la perspectiva de evitar el escándalo; así los recursos de la evasiva, la negación, la coima y el encubrimiento. Era necesario, se dijo, hacer algunos actos vergonzosos para evitar el escándalo, todo lo cual desembocó en un escándalo monumental. Ahora dudosas medidas morales son necesarias para el bien de la Iglesia, a fin de dejar atrás el escándalo. El resultado puede ser un mayor escándalo; no, seguramente, a los ojos de los medios sino en la interpretación de aquellos cuya principal inquietud es la integridad de la Fe y la vida de la Iglesia”. (Neuhaus)

El dictamen se suscribió en un ambiente de gran presión, pues los  obispos, arzobispos y cardenales fueron puestos en la picota como delincuentes por  periodistas,  abogados y unas víctimas o “supervivientes”, ya creciditas y bien entrenadas -que aceptamos como reales por mero anticlericalismo y porque los mismos obispos las llamaron así-. En síntesis, la decisión se adoptó con escasa libertad durante una vergonzosa asamblea dedicada a la autodenigración, la humillación y al masoquismo hipócrita por los errores en la conducción de la política sexual de la Iglesia norteamericana.

            Todo en el más puro estilo staliniano o maoísta con tribunales populares, confesión pública de los aterrorizados jerarcas y ese fusilamiento mediático de que por ahora gozamos hasta que vengan los verdaderos. Cada uno lloró, invocó a Dios y se terminó rajando como pudo en medio de las carcajadas y el escupitajo general.

En plena batahola le preguntaron[7] a Richard John Neuhaus conocido estudioso norteamericano cuyos artículos nos sirven de guía: “ Hicimos Watergate y cayó Nixon, hicimos Enron y cayó, ¿Cómo la Iglesia todavía se mantiene?” No sé cuál fue la respuesta en este caso, pero entre los católicos corre una digna de la fe del centurión: cierto tirano revolucionario tras afirmar que liquidaría la Iglesia, recibió esta sabia observación de un eclesiástico: “Imposible, señor, ni nosotros durante dos milenios hemos podido destruirla”, incluyendo en nosotros también papas, obispos y cardenales. Esos jerarcas norteamericanos, auténticos self made men religiosos, no inventaron pues nada nuevo, pero con esa confianza en sí mismos que los honra están cumpliendo una buena performance.

            Como se desprende de los datos y anécdotas que reproduzco, buena parte de la jerarquía católica norteamericana aceptó “las reglas de juego”: concretamente las costumbres morales contrarias a la ley natural enseñada por la Iglesia, por lo menos oficialmente. Sin meternos en mayores honduras al respecto, agreguemos que de acuerdo con la más ortodoxa filosofía “quien quiere el fin, quiere los medios adecuados a ese fin”, de modo que al proponerse como fin inmediato principal evitar el escándalo, adoptó los medios indispensables. Por ejemplo  1) la arbitraria renuncia al derecho canónico y a la moral que éste supone y defiende; 2) el menosprecio de las  posibles víctimas menores, expuestas a las pasiones malsanas de los clérigos culpables;  3) la aceptación más que explícita de la sodomía en general y sus mil ramificaciones, por ej. en los seminarios, como un elemento válido de la sociedad al que la Iglesia debe adaptarse; 4) cuando los escándalos se hicieron insoslayables, el arreglo económico y la coima al periodismo hasta que pasase el mal momento, etc. 

 Abogado canonista se necesita 

 Veamos el medio principal para quedar bien, hacerse tardíamente los malos y de paso concentrar el poder.

           Votaron un estatuto más riguroso que la ley civil. La “ofensa sexual”  considerada punible con la expulsión de la función sacerdotal tiene una definición o “tipo” abierto, donde entra cualquier conducta y no debe “necesariamente ser equiparada con las definiciones de abuso sexual u otros delitos en la ley civil”… “El abuso sexual incluye contactos  o interacciones entre un niño y un adulto cuando el niño es usado como objeto de gratificación sexual por el adulto. Un niño es abusado ya sea que este acto incluya o no fuerza explícita, incluya o no contacto físico o genital, sea o no iniciado por el niño, haya o no resultados dañosos discernibles”.

Basta que el cura se haga el bocho con una de las tantas  papusas que andan anunciando su producto por la calle para que el obispo le quite la parroquia, y lo hunda en la vergüenza, a pesar de que en realidad no haya víctima ninguna, pues la agraciada ni siquiera se enteró. El adulterio interior criticado explícitamente por Jesús se convierte en delito canónico, y objeto de condena jurídica contra el ocasional chivo emisario. Ni hablemos de los problemas que la prueba presenta en los otros casos mencionados en este curioso texto. En la práctica el obispo concentra el máximo poder canónico de manera discrecional. Esto no es protección de menores: es mero pánico que desemboca en atolondramiento, según concluye un comentarista.

Ni qué decir del nuevo escándalo judicial consistente en que, muchas veces, se trata de destruir a un sacerdote que supuestamente cometió una aberración hace muchos años, a veces décadas, y que no ha reincidido, o sea que se ha redimido, pero cuya condena es necesaria para cobrar una buena indemnización, sin hablar de fines más viles. La presunción de inocencia (nadie puede sufrir una pena hasta que algún juez, aunque sea venal, haya declarado su culpabilidad) fue expresamente abolida, y también la prohibición de aplicar retroactivamente una ley inventada hoy, pero que pena una conducta anterior que era lícita cuando se realizó. Menos mal que declaman el verso de los “derechos humanos”, sino directamente los fusilan[8].

San Lucas (15, 1-2) relata que “Se acercaban a Él todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y escribas murmuraban, diciendo: Éste acoge a los pecadores y come con ellos”. Esa Iglesia será imposible si se aceptan esos criterios puritanos o mejor dicho jacobinos.

Basta hojear el Nuevo Testamento para enterarse de que estas y otros desenfrenos sexuales eran comunes dentro y fuera de las primeras comunidades cristianas y -no hace falta decirlo- eran de práctica cotidiana en la sociedad de su época. Por ello el derecho canónico los reglamentó durante centurias, y fue codificado desde hace un siglo.

Pues bien el sacerdote castigado por estas nuevas disposiciones de tolerancia cero puede sin duda apelar al Papa o a donde sea, pues Roma hasta el momento no cometió el error  de aceptar el estatuto de Dallas, pero el Vaticano suele tener plazos aptos más bien para el juicio eterno; entre tanto el presunto reo ya está privado de sus funciones, cocinado por la prensa y la TV, que se convierten en los verdaderos jueces eclesiásticos.

El caso muy repetido del sacerdote o religioso inocente, víctima de la maledicencia, el chantaje o la calumnia es particularmente repulsivo, porque deberá recurrir a virtudes en grado heroico para mantener su inserción en la Iglesia. Lo peor es que a veces los acusadores serán los propios hermanos de Fe o por lo menos de adhesión institucional según una profecía evangélica que se ha cumplido a diario en estos milenios: “El hermano entregará a la muerte a hermano, padre e hijo” (Mateo, 10, 21).

El Papa se divierte

A esa edad, con balazo y toda la Iglesia encima, debe constituir una especie de sano esparcimiento y hasta un ejercicio de eutrapelia, tener que conversar sobre este erotismo de cuarta y estupidez de primera con los, a lo que parece, presuntuosos obispos norteamericanos.

Pero el polaco, como se le dice con todo el desprecio allí implícito, se las arregló bastante bien. Ante todo sabía que estos American boys le estaban jugando sucio, al tratar de  pasarle el fardo de la crisis[9]“Nosotros –éste es el archiconocido mensaje subliminar– fuimos duros, decididos, sin compromisos, y sobre todo “prácticos” (palabra mágica en ese Norte), pero Ud. y la burocracia romana no nos dejan las manos libres.” Un lenguaje completamente imperial. En realidad, pensaban, el único que podía sacarlos del hoyo era el Papa[10]. Para motivarlo el obispo norteamericano Bruskewitz en una audiencia le entregó la carta que San Bernardo de Clairvaux le enviara la Papa Eugenio III advirtiéndole que su salvación eterna dependía de la destitución de los malos obispos[11]. 

Pero el Papa no lo haría sin tratar de tomar de nuevo las riendas de la Amchurch y poner en claro que sus dirigentes son incapaces de gobernarla por sí solos. 

Ellos mismos desenmascararon oportunamente sus limitaciones cuando se vieron humillados al extremo de nombrar una comisión de laicos, presidida por Franck Keating, gobernador de Oklahoma[12], para controlar a los controladores, que eso significa ‘epíscopos’. Integraba también esa comisión Robert Bennet, el defensor de Clinton en su metejón con la Lewinsky. Todo pues en familia.

Pero el despreciable polaco no se limitó a los asuntos del César Vaticano –el gobierno de la Iglesia –sino que  apuntó a los asuntos de Pedro (San), y dio en el blanco durante la conferencia realizada en abril anterior con la presencia de Mons. Wilton Gregory, el presidente de la Conferencia episcopal: “El fiel católico, le dijo como dirigiéndose a un alumno de catecismo– debe saber que los obispos y los sacerdotes están completamente obligados (committed) a la plenitud de la verdad católica en asuntos de moralidad sexual, una verdad tan esencial para la renovación del clero y episcopado como lo es para la renovación del matrimonio y de la vida familiar”.

Lógicamente en el aquelarre de opiniones e intereses episcopales, estas palabras del Papa no suelen citarse y menos comentarse, porque al fin de cuentas, les refriegan que si los pastores no cumplen ni creen, mal pueden las ovejas obedecerles.

Otro pasaje del Papa ignorado en Dallas: “No podemos olvidar el poder de la conversión cristiana, esa radical decisión de alejarse del pecado y volver a Dios, que alcanza hasta las honduras del alma personal y puede obrar un cambio extraordinario”.

Juan Pablo II, en resumen, los desafió a considerar que el meollo de la crisis está en la falta de Fe y, lógicamente, las obispos no estaban como para llevarle el apunte, ni siquiera el buen Gregory, hombre de Mons. Bernardin y su famosa “máquina de políticas eclesiales” instalada en Chicago. Por eso lo eligieron presidente en Dallas y por la simpática presencia de un negro en ese sitial.

Claro: no era negocio para nadie, o sólo para ese 10 % que votó en contra. La mayor parte de las publicaciones sobre la reunión de Dallas y las diferencias o enfrentamientos con el Vaticano[13] consisten en propaganda sobre liquidación del celibato, ordenación de las mujeres, los errores milenarios de la enseñanza moral católica, democratización de los mandos (traducir: toda la manija para nosotros), y cualquier disparate antes que la Fe.

 Cae el papa americano y benedictino

 Vayan algunos ejemplos de los que saturaron el mercado del primer mundo:

Tuvo que renunciar el Arzobispo Rembert Weakland de Milwaukee por buenas razones y aprovechando que ya estaba cerca de los 75 años, después de publicarse su pago de casi medio millón de dólares a un chantajista crápula con el cual se había revolcado más de veinte años antes cuando éste tenía trece. Si los dólares hubieran sido del bolsillo propio, lo hubiéramos considerado digno de indulgencia plenaria, por haber sufrido como Job, pero pertenecían a su curia.

Weakland era (y es) no sólo un hombre refinado, sino una de las cabezas desembozadas del purpurado izquierdista y para colmo capo mundial de la orden benedictina. Su estilo literario, algo meloso para mi sensibilidad postmoderna, logró  una cuota de la fama merecida al publicarse en la prensa su extensa correspondencia con el  relajado.

 Homosexualidad, la bomba H

 Aquí la referencia obligada es Michael Rose[14], aunque el tema de la inversión del clero, en particular entre 1970 y 1990, viene siendo tratado desde hace años por la prensa católica y hasta el cardenal Dulles reseñó[15] uno de los trabajos más frontales.

            Rose sostiene que la crisis de las vocaciones es “artificial y fabricada (contrived)”, porque los curas trolos se apoderaron de la dirección de los seminarios seleccionando propia tropa y rechazando al resto (los Goodmen) mediante un sistema “científico”: los  directores de vocaciones y su equipo («formation teams») compuesto por sociólogos y psicólogos del palo.

También explica como algunos obispos creen que con el abandono del celibato sacerdotal y la ordenación de mujeres[16] habrá más vocaciones, convencidos de que el llamado divino comienza por la bragueta. Pero Rose prueba que sin excepciones las diócesis con vocaciones florecientes son las de enseñanza tradicional u ortodoxa, y obispos de la misma línea ej.: Denver, Colorado; Arlington, Virginia; Lincoln, Nebraska; Peoria, Illinois and Rockford, Illinois.[17] 

Pero Dios los puso aprueba: al frente tienen la Catholic Theological Society of America (CTSA) usina oficial y lobby de oposición a la moral sexual de la Iglesia, en especial a la encíclica Humanae Vitae (1968), al extremo de que inmediatamente largó su campaña y publicó su contraencíclica, Human Sexuality[18], leída mejor que la Biblia en los seminarios y dando el árbol los frutos sexuales esperados. En concreto, se opuso frontalmente a toda la enseñanza de la Iglesia en asuntos de contraconcepción, celibato, castidad, homosexualidad e incluso en cuanto a la bestialidad, aunque aquí con mayor delicadeza, seguramente para no inquietar a Green Peace y otras entidades ambientalistas. Por lo menos con los vegetales no se mete.

Los obispos no mencionan la homosexualidad en su tolerancia cero[19]: al contrario, para ella tienen tolerancia 1000, sencillamente porque, en el mejor de los casos, tienen terror a ser acusados de “homofobia”, palabrota esotérica que se las trae, y que significa no solo temor al  semejante, sino su atemorización, es decir concretamente contra el trolo, o sea que de por sí implica una acusación de amenaza o discriminación sexual.

Eso explica que hasta el Vaticano sea astuto como la serpiente, y apenas se haya atrevido en marzo del 2002, por medio de su vocero Joaquín Navarro-Valls, a afirmar que los homosexuales “precisamente no podían ser ordenados”, sugiriendo que se trataría de un “impedimento” para recibir el  orden sagrado, análogamente a los impedimentos que  invalidan el matrimonio. Toda su evangélica astucia no le sirvió de nada, debido entre otras causas a que se pasó de ofídico al usar el lenguaje trolificante del enemigo. En efecto: le contestaron con toda razón, que muchos de los santos canonizados podrían, con los criterios actuales, ser destituidos de su gloria por poseer tendencias homosexuales aunque no las hayan puesto en práctica, o sea, en el idioma de putilandia, aunque no hayan sido “gays”, sino simples personas con inclinaciones sodomíticas especiales, pero sin llevarlas a la práctica.

Una vez que una cosa ha sido dicha en latín, dice un estudioso no católico, no hay manera de decirla mejor en ningún otro idioma, especialmente, agreguemos, cuando se trata de las invisibilia humanas y divinas.  Hablar oficialmente de homosexuales, como en este episodio, cuando el tesoro moral de la Iglesia nos ha legado el ‘peccatum’, o más modestamente, ‘vitium contra naturam’, cargados de toda la metafísica aristotélica y escolástica del hábito moral y la naturaleza, es un verdadero desatino.

En cuanto a los santos arbitrariamente reclutados entre los  tentados e inclinados hacia Gomorra, amén de que estamos ante meras proyecciones imaginativas, baste decir que por el pecado original –hoy motivo de vergüenza entre los intelectuales católicos– tenemos en comunión con los santos las tendencias o inclinaciones a todos los pecados, ej. sodomía, modernismo, usura, nazismo, etc. y los que Ud. le confesaba al cura en sus buenos tiempos, pero lo que hace la diferencia es la firmeza ante las tentaciones, pues como es sabido, somos capaces de resistir y aguantarnos todo, menos la tentación.

La sodomía es en realidad el centro de la crisis católica americana y por eso la llaman “la bomba H”, pues la Homosexualidad hará estallar a la clerecía, o “el elefante en la sacristía” (Mary Eberstadt, en un escandaloso artículo del Weekly Standard). La pedofilia, es decir la sodomía practicada sobre criaturas[20] existe sólo una mínima  proporción, pero la propaganda se concentra en ella por dos razones 1ª) porque permite cobrar dinero en juicios contra las diócesis, y 2ª) porque se argumenta falsamente que este tipo de degeneración se arregla con el casamiento de los curas.

Si anda escaso de cuentos verdes, el libro de Rose y otros por el estilo le proporcionarán abundante material y además perfectamente documentado.

Se vienen los orcos

Aterricemos de nuevo en los tribunales del Norte. Uno de los abogados más aguerridos representantes de las víctimas es Mitchell Garabedian, la dirección de cuyo estudio, – quizá Ud. esté interesado -, es State Street 100, Boston, desde donde patrocinó víctimas al por mayor. Es él precisamente quien interrogó en directo al cardenal Bernard Law por el caso del Padre John Geoghan acusado de abusar unos 100 muchachitos en 30 años, muchos patrocinados por este letrado, asunto que tumbó al cardenal  a pesar de que era el hombre del Papa en USA y una de las cabezas bien pensantes en el primer mundo, “de buena formación”, pero pésimo analista del momento político. Además cuando más lo necesitaba le falló la “cogitativa”, como con tanta sonoridad llaman los tomistas a la facultad del alma que capta directamente las dificultades del momento.

El abogado Garabedian no se limita a la “defensa técnica” como dicen los cuervos locales, sino que vende bien en los medios y de entrada le asienta una bofetada al periodista,  por si las moscas fuera católico, pues con los italianos nunca se sabe: “creo que la pedofilia constituye una parte de la cultura de la Iglesia”, y el mismo periodista se acuerda que esta perspectiva no es novedosa[21], pues otro tanto  dijo el Padre Doyle hablando del abogado Ray Mouton, su socio en un desgraciado escándalo ya en 1985: “Ray se debate en una cultura en la que era aceptable que los sacerdotes se dieran el gusto( facessero i loro commodi) con los muchachitos hasta que alguno  tumbara el barco y fuera confundido como todos nosotros[22].

A confesión de parte….” dirían los dirigentes de la comunidad homosexual. Doyle no era un cualquiera sino el abogado de Derecho Canónico de la embajada vaticana en Washington y su informe fue cajoneado en la sesión secreta de la Conferencia Episcopal, todo democráticamente como ocurre en el mundo civilizado.

Pues bien, precisamente por eso, muchos opinan que la remoción del cardenal Law es sólo un cosmético y que el asunto se puede extender a Europa. ¿Y la Argentina? – Puede estar al caer, mejor dicho debía haber caído, pero el caso del P. Grassi no les produjo el éxito ni el dinero esperado en una maniobra preparada cuidadosamente con los capitalistas o sponsors comerciales. Hay varios jerarcas religiosos en la gatera, alguno con gran apoyo televisivo, veremos a quién sacrifican con todo el dolor del alma ( y otras zonas sensibles del cuerpo) las logias venéreas.

Nosotros, modestamente observamos que el “discurso” de Garabedian & Cia. no es casual, es un verso político digno de ser estudiado por algún congreso de lingüistas católicos, que para eso debieran estar. Pero entre tanto léase de Enrique Díaz Araujo, La Rebelión de la Nada o los ideólogos de la subversión cultural, y últimamente, (Gladius 55), el clarificador artículo de Alberto Pablo Claps El Freudomarxismo, donde nos recuerda que la estrategia anticatólica es pública hace un siglo, a pesar de lo cual no hemos escuchado su desenmascaramiento y el de sus capitostes, específicamente Wilhem Reich, en los infinitos y generalmente aburridos sermones sobre la familia, la educación de la niñez y anacronismos similares. El temor paralizó a la jerarquía norteamericana, de modo que ahora le llueven los juicios. 

El comentario final de Buccini lo dice con lenguaje de Tolkien:  “Ésta ( la de Garabedian y las víctimas más o menos reales), naturalmente, es también la historia de un asalto a la dirigencia. Pero, gracias a quien cerró los ojos y las orejas en el 85, para decirlo hoy se” termina en la parte equivocada: la de los orcos” que nos dan lecciones de moral y para peor se llevan la guita grossa. En verdad cerraron las orejas y los ojos espirituales mucho antes, pero para ser un periodista del Corriere escribe como un Santo Padre.

Eso del asalto a la dirigencia[23] tiene su miga, pues bien la dirigencia o esta iglesia (con minúscula para no confundir con el Cuerpo Místico) está fornicando pasivamente, con la bestia, según la bella imagen del Apocalipsis, donde «la» bestia no es femenino, detalle exegético que coincide con la realidad y nuestro papel en la cópula.

Semejante relación con la bestia no es sólo ni ante todo física, sino primordialmente intelectual y moral, al extremo que ha impuesto de hecho el modernismo (eludiendo la formalidad de los documentos oficiales, que no se cumplen ni se hacen cumplir) e instaurado una inquisición al revés en nombre de la obediencia, la unidad, la caridad, etc. Para sintetizarlo con el título de una película que no he visto: la iglesia está «durmiendo con el enemigo», hace demasiado tiempo y muy a gusto, pero es el enemigo quien se está aburriendo. Ahora sus logias aprovechan la volada para humillar a toda la Iglesia y también para avanzar en el seno del poder eclesiástico, pues atrás de esta propaganda, está el cisma real y no el inventado para mantener una obediencia de fantasía. La fornicación física tiene su origen en la teológica y metafísica, pues públicamente estos verdaderos «amantes malditos» han invertido el orden natural de la inteligencia y de la religión católica, enseñando sin reprensiones que Cristo no es el hijo de Dios, que la Virgen no es virgen, que no existe el pecado original (como el gran personajón conciliar y modelo oficial del laico, Jean Guitton, cf. su libro Cosas del cielo, cosas de la tierra, B. Aires, Sudamericana, 2000, p.77), etc., etc.

Seminarios

El celibato de los sacerdotes ha sido siempre un problema y posiblemente la Iglesia se incline a modificar el régimen actual, cuestionado por tanto cura a la caza de feligresas y a la inversa. Más aún, teniendo en cuenta lo que pasó con la liturgia luego del último concilio es muy previsible que la autorización para el matrimonio se convierta en la obligatoriedad práctica del mismo. Será una forma de universalizar el nuevo sistema y  evitar que alguno ceda a la tentación de vivir en castidad y les dé mal ejemplo. No se ilusione: son meros futuribles y nos atendremos a las resoluciones canónicas, que es de esperar no se tomen  bajo la presión de estos escándalos. Simplemente señalamos una inclinación evidente en la clerecía y el laicado, en la democracia eclesial, muy semejante a la otra desde el raillement de León XIII.

Pero distingamos, una cosa es casarse o incluso amancebarse y otra organizar y administrar la putización general desde los seminarios: por lo menos en USA canónica y pastoralmente están bajo control de los obispos que en consecuencia son cómplices del asunto.

No es de ahora, en 1979 el Arzobispo de Boston, cardenal Humberto Medeiros, respondía en el Vaticano a un alto prelado, mientras observaban los videos de Fray Paul Shanley, el famoso cura sodomita que públicamente apoya a la trolísima North American Man-Boy Love Association, el mismo que durante largo tiempo sin decir agua va, fue trasladando de parroquia en parroquia por el Cardenal Law, hasta que el escándalo ocasionó la caída de este papabile.

Medeiros fue claro: “El peligro de los seminarios, Eminencia, es obvio…Donde en un seminario hay un gran número de homosexuales, otros homosexuales son atraídos rápidamente. Otros jóvenes más sanos tienden a ser rechazados…” ya que nuestros seminarios reflejan la cultura local Americana, el problema de la homosexualidad ha brotado aquí de manera extendida y muy profunda”. Confiaba sin embargo en mejorar el record y al parecer algo se ha logrado.

Medeiros conocía muy bien El Triunfo de la Terapéutica, de Philip Reiff un clásico de 1965 donde describe acabadamente el asunto y afirma que la pruebas psicológicas a las que recurrían los obispos eran en realidad no la solución sino una parte del problema, o mejor dicho una vuelta más a la tuerca En efecto, como expone Reiff, la terapeútica politizada e ideologizada  introdujo un sistema novedoso, el que ahora se esta por ponerse en práctica en  algún seminario del como sur: se trata del Gatekeeper Phenomenon (Rose), el asunto del portero o del guardabarreras, a saber el equipo de psicólogos sodomizantes e ideólogos modernistas encargados de la depuración religiosa. La “terapia” se identifica casi con la pastoral y parece “parte de un único continuum de discernimiento espiritual y desarrollo”. Uno se vuelve buen cura en la medida en que se hace psicoanalizar y sale recauchutado como sugiere otro libro de gran llegada entre estos religiosos: The Wounded Healer, El sanador herido, de Henri Nouvents, ahora puesto en la picota por los críticos ortodoxos. Los curas terminan  almacenados  en el “Centro de Nueva Vida” o la “Casa de Afirmación” y los seminaristas contestatarios se apiñan por una terapia más convincente para la “revaluación de la actitud sexual”. Al final es más sana la sodomía.

Lo dicho de los seminarios vale más aún para las órdenes religiosas, tema  imposible de abordar en estas líneas, como muestra este botoncito: el cardenal Dulles ha expuesto muy bien que a pesar del «gaying and graying» -traduzca Ud. pero sin exagerar-, de la Compañía de Jesús[24], ésta puede recuperarse de tan desconcertante caída como pasó con las de otros tiempos (cf. nota y op. cit.), pero,  según dice uno de los jóvenes entrevistados, la dificultad consiste en que a medida que uno sube en las jerarquía más se encuentra inserto en el ”lavender regime” régimen perfumado o mafia rosa.

Sin embargo precisamente en USA y entre los jesuitas se produce la más vigorosa reacción en estos aspectos. En ninguna parte del mundo existe una polémica y actitud combativa de los católicos como la que aquí hemos esbozado. Un autor como el jesuita, lógicamente castigado y al fin separado, Malachi Martin, ampliamente difundido por Gladius y Patricio Randle, con su obra múltiple y sus dos novelas Vaticano y El Último Papa, no tiene desperdicio ni competidor.

Volvamos a Rose, que se ha tomado hace poco el trabajo de entrevistar a cuanto seminarista se le puso a mano en un libro de investigación o periodismo verdad, y para su solaz le cuento esta anécdota, no de las más subidas, de Neuhaus: “Un amigo que es ahora feliz padre de familia y distinguido académico cuenta como, cuando era joven advirtió que tenía vocación sacerdotal. Se acercó a una orden religiosa y junto con otros novicios fue enviado a un retiro. Cuando los novicios bajaron del ómnibus, fueron alegremente saludados por miembros mayores de la orden que se juntaron alrededor discutiendo atolondradamente cuál novicio era el más lindo. Él inmediatamente tomó sus maletas y se fue. Ello ocurrió hace más de veinte años”. 

Sintetizando con un dicho argentino irremplazable: “culo veo, culo quiero”, y aunque no lo vea. Con muchos seminarios y órdenes religiosas convertidos en el gran supermercado de la nueva prostitución y sus enfermedades[25], no hay muchas esperanzar de florecimiento vocacional ni parece el mejor método para la “nueva evangelización”.

Biblismo: vida de perros

La cosa no termina en los curas: ni la Biblia se salva. Hay que sodomizarla a toda costa, porque “de hecho, la convicción religiosa es probablemente el factor individual más importante en el casi universal rechazo de la conducta homosexual”[26], nos advierte el cubano Enrique T. Rueda, un estudioso del tema a escala mundial y no sólo en USA donde se ha inculturizado. Y prosigue: “Esto no es sino una Revolución religiosa Copernicana.  Mientras la religión tradicional usaría la Biblia como guía, vemos aquí la Biblia como la sirvienta de las tendencias de los tiempos. En otras palabras, es puesta al servicio de la ideología homosexual. Desaparece toda base objetiva para la religión, sacrificada en el altar de las necesidades sexuales individuales, por grotescas que sean” (p. 246).

“Las Iglesias, una vez infiltradas por el movimiento homosexual, constituyen uno de sus más importantes aliados. No sólo por  el apoyo humano e ideológico que proveen, sino también por la disponibilidad de salas para reuniones y otros bienes físicos. La colaboración de las iglesias puede constituir la diferencia entre el éxito y el fracaso de la operación homosexual”(p. 248). Por eso hasta tienen un código propio, un lenguaje de propaganda, ej. si Ud escucha que su feligresía alcanzó ”la completa luz de la gracia de Dios por la aceptación total del amor de Dios por el pueblo”, alégrese porque se ha producido la “conversión de su Iglesia a la ideología homosexual” (p. 249).

            “Hasta hace poco casi nadie ponía en duda que la Biblia condenaba los actos contra natura, pero simultáneamente con la aparición del movimiento homosexual, y por una misteriosa coincidencia, ciertos eruditos bíblicos que aceptan el enfoque crítico a las Escrituras han llegado a la conclusión de que todos los textos conocidos antes para presentar la conducta homosexual como equivocada en realidad se refieren a otros temas. Nadie aparentemente, ha observado que estos eruditos bíblicos contemporáneos han llegado a conclusiones que convienen a las necesidades del movimiento homosexual. No hay pruebas de que haya una ‘conspiración’ entre los eruditos y el movimiento homosexual, sin embargo desde el punto de vista religioso este es un fenómeno siniestro” (p. 252). Tradicionalmente la relación judeocristiana con el mundo tenía como norma la Escritura pero “lo que parece haber sucedido es que los eruditos bíblicos han utilizado como guía al mundo y procedido a reinterpretar la religión para adecuarse a las necesidades del mundo. De otro modo ¿por qué sólo cuando surgió el movimiento homosexual los eruditos comenzaron a interpretar la Biblia en armonía con la ideología homosexual? Aunque no obligatoriamente, esta observación vuelve altamente sospechosa todas las” recientes interpretaciones pro-homosexuales de la Biblia” (p. 252).

            “ Además de despojar todos los textos citados supra (los que condenan la sodomía) de toda interpretación homosexual por una hábil aplicación de los métodos históricos-críticos, el movimiento homosexual dentro de la iglesia ha tratado de utilizar la Biblia en beneficio propio” (p. 258), y así desde Jesucristo para abajo todos somos del gremio.

            No hace falta citar  a Sodoma y Gomorra del Génesis, el Levítico, los libros de los Jueces, etc., pero sí el libro de la Sabiduría 14, 26-27 donde la idolatría es causa de esta torpeza y conductas similares. San Pablo en Romanos I, 21-32 desarrolla esta relación, particularmente en v. 26-27 donde es Dios mismo quien entrega a los gentiles a la sodomía en castigo por su sistemática conducta idólatra. Seguir sería tedioso. Aportaré en cambio no un razonamiento sino una imagen, la última imagen sodomítica de la Biblia, por inspiración divina o por casualidad en el epílogo del Apocalipsis (22, 15), cuando San Juan pierde la paciencia: “Afuera los perros…

            Estos inquietantes perritos teológicos no ha merecido demasiados estudios bíblicos, filosóficos, literarios, ni estrictamente teológicos, en parte, a mi modestísimo juicio, para no molestar a los amigos o a los jerarcas poderosos. Lo cierto es que siendo tan importantes pues ladran al terminar la Revelación, todos nos hacemos los distraídos, precisamente como los perros en circunstancias comprometidas, según una comparación tan soez como nacional. Los mismos eruditos alemanes del Kittel, el superdiccionario bíblico alemán en infinitos tomos, se toman el trabajo de ignorar estos canes apocalípticos y sus antecedentes hebreos. Mejor no menearlo habrán dicho estos profesores mirando a su alrededor.

Además de la conspiración del silencio, para matar a estos perros espiritualmente rabiosos se recurre a diversos procedimientos garantizados por la ciencia exegética: 1) se los reduce a  perros históricos, es decir, que carecen de importancia actual y sólo era una ocurrencia de la época, es el argumento historicista que de paso vale para la Biblia entera y para toda la realidad; 2) se completa el texto con una nota erudita, donde nos aclaran, por si se nos ocurre tomarlos en serio, que los perros se refieren a los “prostitutos” de los templos paganos, unos muchachitos avisados que satisfacían las urgencias de fieles cargados con las ansias de un marinero. En síntesis, los perros valdrían sólo para los paganos en esas circunstancias, no para los refinados “homosexuales” del tercer milenio y los subsiguientes; 3) puede recurrirse a la Formgeschichte y similares, es decir a jugarretas literarias para concluir que los perros en cuestión son la ocurrencia de una ignota comunidad tardía, o la interpolación malévola realizada por  algún reprimido cuyo nombre y dirección ignoramos.

Cave canem, “cuidado con el perro” era una advertencia constante en las ciudades romanas, y debería serlo también en la ciudad eclesial y entre los biblistas para no terminar compartiendo esa vida de perros.

La docta ignorancia

La consideración de la homosexualidad sacerdotal, de los religiosos y de los fieles es complejísima y exige distinciones y políticas muy diversas, de modo que resulta indispensable para su mera intelección realizar por lo menos algunas distingos elementales que no pueden reducirse a una idéntica condena global. Ante todo la diferencia entre el pecado y el pecador, por demás obvia, y entre los pecadores las mil y una circunstancias particulares. Se ha señalado que la antigua máxima cristiana “odiar al pecado y amar al pecador”se convirtió en “ama el pecado y odia al pecador” porque pertenece a una Iglesia intolerante, más aún “ama al pecado y al pecador, pero odia a cualquiera que lo llame pecado”. La misma palabra “pecado” en materia sexual está siendo expulsada del vocabulario eclesiástico cotidiano, incluso en la Argentina donde el Pastor Palau hace poco aprovechó la ocasión para reivindicarla en público.

 Pero en el caso norteamericano y “postmoderno” importa especialmente la presencia no de un pecador aislado sino una organización, una logia de poder eclesial inserta o por lo menos evidentemente aliada a  sus hermanas homosexuales de la Ciudad del Mundo, que disponen de medios económicos extraordinarios, incluso para pasatiempos  auxiliares como el turismo pedófilo, neologismo cuya sonoridad sabrán valorar los estetas, de todos conocido.

¿Dónde refugiarse? En una doctora de la Iglesia, aunque sea para no parecer machista. Santa Catalina de Siena a pesar de ser joven y felizmente iletrada, no le hacía asco a nada ni al Papa, ni a la peste, ni a la política, y los curas contra natura no fueron excepción. Veamos estas observaciones sobre la sodomía, las causas de las pestes (que Ud. puede dejar a un lado por espíritu científico), la maldición divina (ni nombrarla, por si acaso), el infierno (prohibido por motivos pastorales y ecuménicos), la sensibilidad del demonio, donde sí que podemos detenernos, aunque más no sea por nuestra afinidad. Las observaciones son de Nuestro Señor a menos que Catalina estuviera chiflada, y constituyen una “revelación privada” de esas que Ud. puede tirar por la ventana, porque como dicen “no integran el canon” y “no son indispensables para la salvación del alma”, pero parecen utilísimas para advertirnos y quizá salvarnos de la sodomización eclesial. Va el texto sin anestesia:

«Te hago saber, queridísima hija, que exijo de ti y de mis sacerdotes, en la recepción de este Sacramento (la Eucaristía) toda la pureza de que el hombre es capaz en esta vida…¡Desgraciados! ¡Hacen todo lo contrario! Se acercan a este misterio absolutamente manchados, y no solamente con la impureza a la que vosotros estáis inclinados por la inclinación misma de vuestra frágil naturaleza – aunque la razón, cuando lo quiere el libre arbitrio, puede reprimir esta rebelión-, sino que además, lejos de superar esta incitación, hacen algo todavía peor y cometen el pecado maldito ( el pecado contra natura).

¡Están como ciegos, como locos! La luz de su inteligencia se ha oscurecido, ya no ven la corrupción y la miseria en la que están sumergidos. Pecado tan horrible sin embargo, y que tanto me disgusta, ¡a Mí, la soberana y eterna Verdad, que, por este solo pecado, he sepultado cinco ciudades, después de la sentencia de mi divina justicia, que ya no los podía soportar! Mira el horror y el asco que este pecado me causa y no solamente a mí, sino a los demonios mismos, que estos desgraciados han elegido por amos. No es el mal lo que disgusta a los demonios: no pueden ellos soportar ningún bien, pero a su natura, que fue la de los ángeles, le repugna ver realizar exteriormente este enorme pecado.  Por cierto lanzan la flecha emponzoñada de la concupiscencia, pero no soportan la vista del acto exterior: huyen por la razón que he relatado.

 Antes de la peste, te mostraba, si de ello te acuerdas, cuán horroroso consideraba ese pecado y hasta qué punto había infectado al mundo. Elevándote entonces por sobre ti misma, por un santo deseo y un impulso de tu espíritu, hice pasar bajo tus ojos el mundo entero con todas las naciones que lo componen y pudiste ver tu este abominable pecado y los demonios que huían ante ese espectáculo… Chico y grandes, jóvenes y viejos, religiosos y clérigos, prelados y súbditos, amos y servidores, todos, espíritus y cuerpos, estaban manchados por esta maldición.

 En el seno de los malvados hay ciertas almas preservadas que son mías, cuyas obras de justicia detienen mi justicia y le impiden mandar a las piedras lapidar a los culpables, a la tierra tragárselos, a los animales devorarlos, a los demonios llevárselos en alma y cuerpo. Encuentro incluso el medio de tenerles misericordia llevándolos a cambiar de vida….» si no está aburrido siga leyendo (Diálogo, Misericordia con la Sta. Iglesia, L II, cap. XV).

En síntesis nos hemos preocupado de esta gran olimpíada de genitales, que aventaja la prostitución sagrada de algunos templos paganos, porque es más grotesca e hipócrita: al fin y al cabo Astarté o Venus eran y son divinidades realmente veneradas. No se trata de un tema superior, sino de un instrumento de poder y una estupidez sin duda providencial porque, además de desenmascarar a bufones y bufarrones (como dice Quevedo, el único gran poeta que gracias a su verbo católico destapó esta letrina), es ante todo indicio y prueba de esa corrupción superior en el ámbito de la Fe según explicamos. Los mejores futuristas apocalípticos como Solovieff, Benson, Newman, Castellani, Hugo Wast, etc., ni se atrevieron a mirar de frente estas miserias que ya estaba ante sus ojos, de modo que en materia de clarividencia espiritual para ver los signos sexuales de los tiempos sólo se salva, por ahora, Santa Catalina de Siena, aunque corría con ventaja, porque se los reveló Nuestro Señor.

Por Octavio Agustín Sequeiros[27]


[1] Obviamente la propaganda anticatólica actual no inventa nada, véase entre la extensa literatura al respecto The forbidden Best – sellers of Pre-Revolucionary France de Robert Darnton, Norton & Company, New York, 1995, con ilustraciones dignas de Página 12. El autor investiga lo que leían realmente los franceses podridos en el siglo XVIII, la TV de la época, que no era la filosofía, sino los panfletos y las novelas verdes. “sodomy was equated with Jesuitism throughout libertine literature”, p. 92, aunque por cierto con menor fundamento que en ciertos ambientes de la USA actual.

[2] Desde Nueva Zelandia el distinguido filósofo y teólogo P. Duggan G. H., The Collapse of the Church in the West, Christian Order 2000, comenta el libro del historiador Mons George A. Kelly, The Battle for the American Church, de 1979 que adelantaba casi todo y cita estas palabras de Teilhard de Chardin tan científicas y descriptivas en cuanto a la táctica de los disidentes internos, antiguamente llamados herejes: “Tengo tantos amigos en buenas posiciones estratégicas, que estoy muy seguro respecto del futuro”.

[3] Bork, Robert H. Cayendo hacia Gomorra: el neoizquierdismo y la decadencia de América, Harper & Collins; New York, 1996 (reseñado en Gladius 43). Reagan quería sentarlo en el Tribunal Constitucional de USA, pero le cortaron las piernas a tiempo.

[4] Destaquemos el esfuerzo en esta dirección hecho por Mary Jo Anderson, una mujer de negocios y madre de familia,  ahora notable especialista de la revolución eclesial, cf. su Bishops Betraying The Catholic Church, World Net Daily, Posted: June 14, 2002, donde sin relacionarlo con la política exterior de USA, lo que es comprensible, pone bien en claro que la homosexualidad es sólo un medio para dominar “las llaves de San Pedro”, la cultura y la moral del mundo: ”Una guerra invisible se desarrolla por la vida de la Iglesia Católica en USA – y es una guerra a muerte….por un coup d’état dentro de la Iglesia Católica…”, etc.

[5] Melloni, Alberto. Quel muro di silenzio tra cattolici e Casa Bianca, Corriere della Sera 12- III- 2003, p. 5. El autor que no es precisamente un tradicionalista, observa la división y la parálisis del catolicismo americano que permanece aislado y humillado, (la Iglesia anglicana de Boston, por ejemplo, no ha invitado a su  cofrade católica a las oraciones por la paz) lo que le impide adoptar la actitud viril con que se dirigió a Reagan. No por casualidad el militante partidario de Bush, Ralph Mc Inerny, fundador de Crisis, no se calló una palabra en cuanto a la responsabilidad  episcopal, The Shame of the Shepherds en Crisis, 1 april 2002.

[6] Paul Licoudis, Archbishop Jadot at 93… Still Proud of Bishops He Gave U.S., The Wanderer, september 26, 2002. Licoudis sobriamente comenta la entrevista realizada por una publicación trolizante amargada porque el pobre hombre se perdió el cardenalato: Robert Blair Kaise, Where’s the red hat?, The Tablet, 07/09/2002. En realidad el Archbishop Jadot no era pobre sino archimillonario gracias a los negocios paternos en China y en el Congo. Con toda esa herencia a cuestas, de puro piadoso y arrepentido, tenía que volverse “anticolonialista” y elegir “los peores obispos” según la calificación del Cardenal de New York, Edward Egan, que todavía los soporta.

[7] Crisis, June /July 2002 Scandal Time III. Utilizaré constantemente a Neuhaus y su serie de artículos.

[8] Cf. Hitchcock, James. Conservative Bishops, Liberals Results, a view of the C. World Report, May 1995, 7912, Catholic Church in America. La lectura de este profesor de la Univ. de Saint Louis es especialmente recomendable por su  criterio político y no sólo piadoso o moralizante. En este caso recalca el hecho “sistemáticamente oscurecido durante tres décadas de que la iglesia post conciliar es más clerical de lo acostumbrado, no menos. De muchas maneras el clericalismo de la Iglesia pre-conciliar estaba atemperado por el legalismo que denuncian los modernistas (liberals) – sacerdotes y obispos tenían una autoridad que estaba cuidadosamente circunscripta por el derecho canónico”.

[9] El mismo Cardenal Dulles con un famoso artículo en el Times, ya antes de Dallas había expresado la esperanza de que Roma arreglara los entuertos en que el “pánico” había hecho incurrir a los obispos.

[10] La National Review, que no es católica vio claramente el asunto, cf. Rod Dreher, When in Rome, April 25, 2002 . También Hudson Deal, 8 points Rome need to consider, Crisis Magazine, April 22, 2002, el último de los ocho es el clericalismo anti-romano de la Amchurch.

[11] Citado por Rose, op. cit. nota 13.

[12] Hombre temible por lo que surge de sus declaraciones: “En cuanto laico católico, estoy horrorizado, furioso y conmovido, y confundido y asombrado de que actos tan criminales, tan horrendos, tan pecaminosos pudieran ocurrir dentro de mi comunidad de fe. Es una horrorosa y lamentable manifestación que gente que ha sido ordenada en el ministerio haga semejantes cosas”. No es para bromas pues Keating es un firme defensor de la pena de muerte, pero sabe donde le aprieta el zapato y se cuida tanto como los obispos de atacar a la homosexualidad, porque en las elecciones los degenerados suelen componer la minoría decisiva. Véase Zenit del 22 marzo 2003, los “fieles” católicos están divididos en todo el mundo.

[13] Entre la minoría bulliciosa: Weigel, George. The Courage to be Catholic,  Basic Books, 2002, que ya ha sido comentado en la Argentina.

[14] Su  notable best seller Goodbye, Good Men, que podríamos traducir por ejemplo como Adiós a los Buenos o, en la Argentina,  Chau, Machos, o al vesre, Bienvenidos los Trolos. Good Bye, Good Men. How Catholic Seminaries Turned Away Two Generations of Vocations from the Priesthood  by Michael S. Rose, Aquinas Publishing, Ltd., P.O. Box 11260, Cincinnati, Ohio 45211, 2002, 368 pp. PB $21.95.

Es interesante seguir los comentarios como el del Rev. Robert J. Johansen, M.A en Culture Wars Magazine de mayo 2002, que critica su método y su falta de matices. La respuesta de Rose Diocese Report, July 18, 2002, Points in response to Nathional Catholic Register’s Attac on Good. Idem: Bye, Good Men. Editor’s note appended to Michael Rose’s response Register, July 7-13, 2002 y Michael Rose’s methodology, July 14-20, 2002. Una defensa cerrada de esta obra: CatholicNet.com 2002, Fr. Baker praises Good Bye, Good Men! Orthodoxy begets vocations. También Steigerwald, Hill. Origins of Scandal, Tribune Review, Saturday, June 22, 2002, con las respuestas y comentaros de Rose.

[15] Mc Donough-Bianchi, Passionate Uncertainty, FT, April 2002, un notable estudio sobre las consecuencias en los jesuitas. El Padre Donald Cozzens, The changing Face of the Priesthood, habla abiertamente de la homosexualización del clero al igual que Another Face of the Priesthod de Earl Boyeas, FT, febrero 2001. Entre las revistas son notables las informaciones que brindan Nacional Catholic Reporter, Catholic World Report y The Wanderer.

[16] P Edwards, Martins, A very Cosstick Solution –Dissolving the Priesthood in Portsmouth, Christian Order, January 2002. La activista Vicky Cosstick en Inglaterra propone “supervisores” laicos para controlar al clero por sobre el obispo, e insinúa que en la práctica se tratará de “supervisión femenina”, o sea un matriarcado teológico y burocrático. La imitación sodomítica no puede tardar.

[17] Cf. Roger Finke and Rodney Stark. The Churching of America, 1776–1990: Winners and Losers in Our Religious Economy (Rutgers University Press, 1992), pp. 259–261.

[18] Doubleday, 1979.

[19] Vayan estas citas sobre un tema amplísimo: “Un hecho de la más grave importancia fue categóricamente descartado por la gran mayoría de los obispos americanos: la homosexualidad en las filas de los sacerdotes. Más del 90 % de los casos de abusos que involucran sacerdotes eran muchachos adolescentes, lo que indica no un problema de pedofilia – abuso contra muchachos y niñas prepúberes – sino de efebofilia, u homosexualidad depredadora”. A pesar de las propuestas del obispo Bruskewitz, el asunto fue obviado por los dignatarios eclesiales. Un conocido activista “gay” preguntó públicamente a los obispos sobre el documento vaticano de 1961 que impide la ordenación de homosexuales . Respuesta: “Nada en la ley canónica impide que los homosexuales sean ordenados sacerdotes”. En su reportaje del 19 de junio para Village Voice predijo que “la purga de gays” en el sacerdocio “no sería fácil, ya que están en todas partes desde la curia vaticana hasta las parroquias locales”.

 27, 2002 (www.thewandererpress.com), Adressing a Scandal…Bishops’ Actions Expose More Corruption, by Michael S. Rose and Paul Likoudis.

[20] Actualmente el escándalo del Internet pedófilo en Italia incluye niños de seis meses, Corriere della Sera, martes 12 de marzo de 2002, p. 12.

[21] Cf. Robert Darnton, Op. cit ., quien muestra como el catolicismo y el cristianismo en general era presentado por los libertinos y los filósofos revolucionarios del s. XVIII como una táctica o pretexto de seducción sexual y obtención de mayor placer, incluso en los fenómenos místicos cuyo lenguaje imitaba las descripciones sacrílegas de tipo pornográfico. Estamos en lo mismo de siempre.

[22] Corriere della Sera, 11-I- 03, p. 16 “Vittima del prete pedofilo a 11 anni, ora combato con l’Aids” por Goffredo Buccini.

[23] Cf. Hitchcock, James. Op cit. Conservative… quien muestra cuán factible es reemplazar una dirigencia eclesial por otra. Cf. también del mismo Remembering “the long hot Summer” How the Church and American Society have changed since 1968, The Catholic World Report, 1998, donde traza la historia de este proceso y muestra como Clinton, primer alumno de una universidad católica, la jesuita de Georgetown, que llega al Salón Oval,  utilizó el escándalo sexual para vulgarizar la aceptación de la nueva moral. No lo hizo sin el apoyo de un sector importante del catolicismo americano, como las monjas feministas que acusan a las autoridades de cristofascistas y reivindican –desgraciadamente algo a destiempo – a Eva y su manzana.

[24] Consúltese también Jesuits in Dissarray de Peter McDonough and Eugene C. Bianchi, University of California Press, 2002, 380 pp., y de George Neumayr, Jesuits Implode, The American Prowler,13 de marzo, 2002.

[25] El doctor Jean-Pierre Dickè, presidente de ACIM (Le Quilier. 2 route d`Equihen, 02360 Saint Etienne-au-Mont, Francia) en una publicación reciente sobre el Sida y su vacuna, especialidad de la casa, afirma con todo escepticismo que nada será eficaz para detener esta pandemia originada en las relaciones sexuales contra natura, que en el mundo aflige a unos 10 millones. “El virus es el caballo de Troya . Los científicos ya han anunciado que esta cifra será multiplicada por 5 en los 8 años por venir: o sea 200 millones de enfermos en el 2010” y agrega el Sida “es probablemente el más grande desafío”  que debió enfrentar la Humanidad pues “El virus es el caballo de Troya que se va a apoderar de toda la ciudad terrestre para destruirla. Está ante sus puertas. Y nosotros mismos lo introducimos. Todo el mundo sabe ahora que la homosexualidad es una de las principales causas de la pandemia”. Cf. los datos sobre el Sida en las órdenes religiosas en Philip Jenkins, Pedophiles and Priests: Anatomy of a Contemporary Crisis, Oxford University Press, 1996.

[26] Rueda, Enrique T. The homosexual network –Privates lives & public policy. Free Congress Research and Education Foundation, Devin Adair, Old Greenwich, Connecticut, 1982, p. 243. Todas las citas con cifra entre paréntesis de este subtítulo remiten a este erudito ladrillo de 680 p. repletas de información. Valdría la pena traducir como separata el capítulo VI: Homosexuality and Religion.

[27] De revista Gladius. Nº 57, págs. 53-77. Buenos Aires, Agosto de 2003.

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