Rusell Kirk. La Mentalidad Conservadora en Inglaterra y en EEUU. Ed. Rialp, 1956. 337 pp.
Por Octavio A. Sequeiros
“El partido de los estúpidos”: tal es la denominación que John Stuart Mill da a los conservadores en el siglo XIX y en Inglaterra, así comienza el libro de Kirk y hay que reconocer que no sólo Mill, no sólo en el siglo XIX y no sólo en Inglaterra merecieron el apodo… Bien, pero la tesis consiste en que los estúpidos son precisamente los revolucionarios y progresistas y no los Conservadores. Aclaro, antes de proseguir, que el autor nos ha convencido absolutamente.
La forma del trabajo consiste en el desfile en rápida síntesis del pensamiento conservador anglosajón, desde Burke a Santayana y el mismo Kirk. Un libro indispensable para nuestros conservadores, tan anglófilos ellos, pues, dejando a un lado el prurito científico, les permitiría superar su ámbito vocacional: “The high Society”, el vergonzante vegetar actual con citas eruditas de Hamilton, Calhoum, y Adams, irrefutables aquí y ahora dado el nivel intelectual de nuestros universitarios progresistas.
Aclaremos que no es un trabajo de mera erudición: es un esfuerzo desesperado en busca de una salida, lo menos apocalíptica posible al atolladero histórico contemporáneo. Un cúmulo de sugerencias y comentarios surgen de sus páginas, pero tomaré sólo la concepción escatológica de Kirk.
El autor tipifica el conservatismo poniendo como fundamento insustituible del sistema el Pecado Original, y su consecuencia “sociológica”: la perversión humana, (sólo superable individualmente por la interiorización y la gracia y socialmente por la rutina y los prejuicios) la existencia del mal y el dolor “esos hechos terribles e inexorables” que debe conocer todo gobernante, pues si no “no es digno de que le confíe la dirección del espíritu moderno”.
“La verdadera civilización -dice por boca de Baudelaire- no radica en el progreso ni en el vapor… radica en la disminución de las huellas del pecado original”. De allí extrae la estructura social conservadora:
1) Dios motor del Cosmos: “Los problemas políticos son en el fondo problemas religiosos y morales”.
2) Tradición, rutina y prejuicios, indispensables para el orden social y moral.
3) Necesidad de órdenes y clases sociales.
4) Propiedad individual, fundamento de la liberad.
5) Desconfianza de la razón como guía suprema de lo político-social.
6) Auspiciar el cambio, no la reforma social. Fijado ese programa para conservadores, el dilema es de hierro: o se lo sigue o la civilización perece.
Kirk vuelve los ojos a Inglaterra y EEUU: en Inglaterra quedan los elementos fundamentales, aunque es dudoso que los mantenga “una generación más de confusión”, y son: aristocracia, Iglesia, gobiernos locales e imperio (al que pertenecemos….[1]). Si cae, el mundo habrá perdido uno de los dos o tres contrapesos fundamentales contra la anarquía que parece cada vez más cerca…”
Pero ¿y EEUU? Ellos tienen la mayor constitución conservadora de Occidente, división de poderes, propiedad, “el más fuerte sentido de los intereses económicos”, economía próspera, elevación moral e intelectual y autoconfianza. Pero les falta Iglesia, aristocracia, tradición, clase media y orgullo imperial.
Eso no es todo. Poseen los yanquis una tendencia natural al radicalismo social que los lleva a luchar mesiánicamente, tan mesiánicamente como los rusos por “la norteamericanización del mundo” consistente en “música más barata, historieta más barata y más la barata moral que pueda ser proporcionada”; USA se convierte en agente de la “Nueva Revolución”, “la revolución de las revoluciones, el infierno de la vulgaridad universal”: “un terrible conflicto de apetitos que ni el estado ni la naturaleza puedan posiblemente atenuar suponiendo que la actual pasión por los deseos materiales aumente irrefrenablemente”.
Kirk cree que los EEUU pueden convertirse en la potencia conservadora que salve al mundo si “dejan de ser revolucionarios”, y éste es el meollo del libro: los EEUU son actualmente una potencia revolucionaria y, aunque no lo dice, allí radica una de las causas de su fracaso frente a la otra Revolución: la bolchevique. Esta afirmación de Kirk y, por supuesto nuestra realidad económica y moral, pueden constituir un buen breviario de meditación para más de un intelectual argentino de la clase de que Alsogaray es sólo un prototipo político y parlante.
Los yanquis siguen entretanto exportando su revolución por el mundo: “El gran engaño de nuestro tiempo es la doctrina de la satisfacción inmediata de los sentidos. Los norteamericanos más que ningún otro pueblo han llegado a venerar al Dios de la Riqueza a corto plazo” a diferencia de los rusos que a adoran a ese Dios “a largo plazo”.
Las diferencias son pues mera cuestión de comodidad crediticia. Nosotros, como todos los miserables, hemos elegido el crédito más largo y más cómodo y ya pagamos las primeras cuotas, sin recibir la mercancía. En fin, para eso, para salvar al mundo por medio de EEUU ha redactado Kirk, con mucho brillo, su programa para conservadores anglosajones, aunque como honestamente lo da a entender, no tiene mucha seguridad en su eficacia por lo que se ve hoy en día ni nosotros tampoco. Pero el libro vale.
Octavio A. Sequeiros
[1] Nota del comentarista.