El caso de GIORDANO BRUNO: ni mártir ni científico
“la leyenda de que Bruno fue procesado como pensador filosófico,
fue quemado por sus atrevidas opiniones sobre innumerables mundos
o sobre el movimiento de la Tierra, ya no puede sostenerse” (Frances Yates).
“Bruno fue quemado en la hoguera, pero las autoridades de la Iglesia
estaban más angustiadas por su negación de la divinidad de Cristo
y su supuesto diabolismo que por sus doctrinas cosmológicas” (Steven J. Dick)
Si uno camina por las hermosas calles romanas, seguramente, casi sin quererlo, llegará alguna vez al Campo de’ Fiori, un lugar donde casi a diario las ferias se mezclan entre las risas y las fotos de los turistas. Allí, impávido, con su capucha a cuestas, se alza la imponente estatua de un fraile mirando hacia abajo, desafiante, con un libro en sus manos.
Debajo, se lee:
“9 de Junio de 1889
A Bruno –
De parte del siglo que él predijo –
Aquí donde ardió el fuego”.
Pocos sabrán a qué se refiere; sin embargo, muchas veces surgirá su nombre en las discusiones universitarias o en las asambleas estudiantiles. Si hasta nos animaríamos a decir que es quizás uno de los temas más remanidos al hablar sobre la Iglesia Católica y la inquisición.
– “¡Quemaron a Galileo!” -se nos dice- sin saber que Galileo murió lo más campante en su casona de Florencia.
– “¿A Galileo?¡si murió de muerte natural!” –respondemos.
– “¡Bueno!¡a ese!¡a este fraile!¡Giordano Bruno!¡lo mataron porque la Iglesia estaba en contra de la ciencia!”.
Es que estas frases junto a las palabras “persecución”, “intolerancia”, “discriminación”, son algunos de los tópicos habituales que es necesario aguantar hasta el hastío aún de parte de gente “culta” que ha pasado por esos lugares de adoctrinamiento que hoy llamamos “universidades”.
Y, sin lugar a dudas, uno de los caballitos de batalla es el caso de Giordano Bruno, el famoso religioso que, a inicios de 1600, fue quemado públicamente en la hoguera, inmortalizado como “el librepensador” que, por oponerse a las “creencias religiosas” de su época y afirmar la existencia de “otros mundos”, debió padecer el martirio “en defensa de la ciencia”, así, en un símbolo de la lucha entre la fe y la razón.
Pero vayamos de a poco.
¿Quién fue Giordano Bruno?[1]
Nacido en Nola, reino de Nápoles en 1548, en el seno de una familia católica, el joven Giordano comenzó sus estudios de humanidades a los once años para, poco tiempo después, ingresar a la Orden de los predicadores.
Como novicio, atraerá desde un inicio la atención de sus superiores ante dos características bien marcadas: su inquietud intelectual y, al mismo tiempo, una abierta crítica a las doctrinas católicas tradicionales a raíz de una excelente mezcla de formación neo-averroísta, lecturas de Raimundo Lulio y libros esotéricos que había encontrado en el convento Domenico Maggiore.
Una vez sacerdote (1576) y apenas cuatro años después de su ordenación, al no verse una corrección en sus comentarios públicos acerca de la doctrina católica, sus superiores lo enviarán a Roma, al convento de Santa María sopra Minerva, a fin de estar más controlado y poder enmendarse, desde donde, furtivamente, huirá de modo definitivo de la vida religiosa para nunca más regresar.
Desde ese momento, su vida se convertirá en un constante vagar de un lugar a otro: Suiza, Francia, Alemania e Inglaterra.
De Ginebra será expulsado y excomulgado por los calvinistas en 1579. De allí pasará a Francia: Toulouse, París y Lyon, donde escribirá su Clavis Magna o “El arte de recordar” (un sistema de reglas mnemotécnicas), junto con ciertos trabajos de humor obsceno, magia y filosofía ecléctica.
En 1583 estará en Inglaterra gozando del favor de la reina Isabel; un año después visitará Oxford donde el mundo protestante le rehusará el privilegio de dar clases por su neopaganismo filosófico y teológico, a lo responderá despechadamente con un escrito: “Cena del Miércoles de Ceniza”: un ataque furibundo a los catedráticos de esa universidad.
En 1587 probará suerte en Alemania donde será excomulgado -una vez más- por los luteranos ante lo cual decidirá regresar a su Italia natal y, en 1591, ya en Venecia, tendrá una nueva acusación de “herejía” y “magia”.
Será entonces cuando la inquisición romana, uno de los tribunales más serios de su época, pedirá su extradición con el fin de juzgarlo por sí misma. Seis años estará detenido en Roma donde se le dará la posibilidad de arrepentirse hasta que, en la primavera de 1599, al no retractarse de sus errores, será condenado por el pecado y delito de herejía y entregado al brazo secular para ser quemado en la hoguera el 17 de febrero de ese año.
¿Ciencia o mística?
Bruno era, sin lugar a dudas, un hombre del Renacimiento y, como tantos otros de su época, se encontraba inmerso en un ambiente en el que la Cristiandad comenzaba a languidecer. Sin embargo, mientras se mantuviese el depósito de la Fe custodiado por la Iglesia, de nada tenía que temer un científico (Galileo no sería condenado por decir que la tierra giraba sobre su eje, sino por las consecuencias teológicas que intentaba deducir de ello).
En este sentido, Giordano Bruno era también un pensador ecléctico (tan ecléctico como el Cardenal Nicolás de Cusa, a quien seguía en algunos puntos) e intentaba abarcar varias disciplinas como si en todas fuera infalible: Metafísica, Astronomía, Mnemotécnica, Teología, y hasta Magia, eran algunas de las “ramas del saber” a las que se dedicaba.
Es que luego de la decadencia de la inteligencia que implicó el abandono de la filosofía y teología de Santo Tomás de Aquino, la corriente de pensamiento que lleva por nombre “nominalismo” terminaría por descentrar el eje intelectual de los pensadores que, con un mismo envión, se volcarán, por un lado, al empirismo y, por otro, al idealismo.
Pero a diferencia de otros pensadores que creían tener una cierta misión “profética” (Colón, por ejemplo), Bruno hacía depender sus hipótesis de sus intuiciones, independientemente de la realidad natural o sobrenatural.
Poseía,
“un desagrado bien conocido y claramente expresado por las nuevas matemáticas, a las que veía como una abstracción esquemática que intentaba aprisionar las vicisitudes vitales de la materia en fórmulas estáticas de validez universal”[2].
Y, lejos de unirse a sus contemporáneos en la adopción de lo que se convertiría en el método científico clásico, utilizará cierta “intuición mística”, llegando a hallazgos
“alcanzados a través de un proceso de razonamiento lógico-filosófico con un marcado sesgo hacia la visualización a través de imágenes y símbolos en lugar de a través del experimento o la observación”[3].
Es decir: no solo no se uniría a lo que podemos llamar la Revolución Científica de su período, sino que rechazó activamente sus métodos, no aceptándolos cuando no encajaban con sus ideas acientíficas.
En su Cena del Miércoles de Ceniza que hemos citado, por ejemplo, comienza alabando a Copérnico por estar “poseído de una mente seria” pero rápidamente pasa a decir que “no se movió demasiado más allá… Estaba más interesado en el estudio de las matemáticas que en el de la naturaleza”. Sólo él, Bruno era quien había encontrado “el modo de escalar los cielos, de hacer un recorrido por las esferas, por los planetas, y dejar atrás la superficie convexa del firmamento… liberando el espíritu humano y el conocimiento que estaba retenido en la estrecha prisión del aire turbulento…”.
Más.
En su De inmenso, obra en la que expone su visión acerca del universo y su relación con el modelo copernicano, enfrenta el problema de que los planetas en realidad no se movían como su visión mística decía que debían hacerlo…
Es decir: tenía ideas preconcebidas y, si éstas no concordaban con la realidad, pues peor para la realidad…Aceptaba, sí, los planteos científicos pero sólo cuando se adaptaban a su misticismo.
Estudiosos poco proclives a la Iglesia como es el caso de Frances, descartaron abiertamente el poner a Giordano Bruno como uno de los expositores de la “nueva ciencia” de su época, calificando su pensamiento en el ámbito de la “filosofía mística”, análoga a la de “Hermes Trismegisto” su ideas confusas sobre la religión del antiguo Egipto.
Es decir: no ciencia, sino mística religiosa.
Es que, como bien lo expresa Gatti,
“en la época de Bruno, la palabra ‘ciencia’ no era todavía moneda corriente, y sólo figuras posteriores como Galileo empezarían a utilizarla en el sentido restringido que conocemos hoy. Bruno todavía se consideraba un filósofo natural… Aun así, los filósofos naturales de la época, como Paracelso, Johannes Kepler, Tycho Brahe, William Gilbert, William Harvey y, más tarde y Galileo… pueden considerarse practicantes de la nueva ciencia, activamente involucrados en investigaciones más o menos metódicas sobre causas y efectos naturales… Bruno, desde luego, no lo está. Nunca hizo una observación astronómica propia”[4].
Pero… ¿de qué se acusaba a Giordano Bruno?
La propaganda moderna se ha esmerado en presentar a Bruno como un innovador valiente que, aplastado por el fundamentalismo de su época fue quemado injustamente por plantear la existencia de nuevos mundos, la vida más allá de la tierra, etc., etc…
El problema está en que, lamentablemente, las ordenadas y minuciosas actas de su proceso desaparecerían luego de las invasiones napoleónicas, lo que ha permitido a sus adeptos a repetir hasta el cansancio sólo algunas de las acusaciones que había recibido, como ser, el afirmar la existencia de múltiples mundos… Pero nada más se dice del resto, a saber, de lo más importante para una época la que, todavía, la herejía rompía el orden social y, por ende, era considerada delito penal por el estado.
Las principales acusaciones contra Bruno serían, según uno de sus máximos defensores (Luigi Firpo, Il processo di Giordano Bruno, Salerno, 1993), las que, sumando o restando, se le habían hecho en el proceso de Venecia:
– Tener opiniones contrarias a la Fe católica y hablar en contra de ella y sus ministros.
– Tener opiniones contrarias a la fe católica sobre la Trinidad, la divinidad de Cristo y la encarnación.
– Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación a Jesús como Cristo.
– Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación con la virginidad de María, la madre de Jesús.
– Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación con la transubstanciación y la misa.
– Tener opiniones favorables de la transmigración del espíritu en otros seres humanos después de la muerte.
– Decir que existen múltiples mundos.
– Brujería.
Además, se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad, siendo, las enseñanzas acerca de los múltiples mundos sistemas solares, algo menor…
De hecho, Galileo Galilei, juzgado por el mismo tribunal inquisitorial romano dirigido por San Roberto Bellarmino, no sería condenado a muerte incluso cuando profería ideas cosmológicas aún más arriesgadas (heliocentrismo).
Pero si bien no existen registros del proceso romano, subsisten los de la inquisición veneciana de 1591, como también un resumen de su juicio en Roma donde, entre otras cosas y más allá de la “ciencia” y de su afirmación heliocéntrica, niega la Fe de la Iglesia, como vimos más arriba. Todas posiciones que nada tienen que ver con la astronomía sino que competen directamente al ámbito de la Fe y, por ende, al posible delito de herejía que, por entonces, era penado por el brazo secular como hoy lo es el “delito de odio” o el de “discriminación racial”.
También -claro está- también será interrogado sobre su cosmología y sus ideas sobre la infinitud de los mundos, pero no será condenado a causa de ello, sino principalmente por sus doctrinas heréticas reticentes.
El testigo
El tiempo permitirá, a pesar de los años, hacer desempolvar un trabajo que, apenas dos décadas después, en 1621, se publicaría con lo que podría ser la fuente primaria más cercana del proceso de Bruno. Se trata de un testigo ocular de la condena y ejecución, el erudito Gaspar Schoppe, convertido del luteranismo al catolicismo quien, en febrero de 1600, viviendo en Roma, presenciaría la sentencia en vivo y en directo al vivir en el palacio del cardenal Ludovico Madruzzi donde se dictaría la sentencia.
Schoppe venía del mundo luterano y buscaba que sus antiguos amigos protestantes vieran en la Iglesia Católica no a una perseguidora feroz de quienes se habían educado en la Fe sectaria, sino más bien, a una madre buena que buscaba su regreso a la verdad completa y que sólo perseguía a quienes, habiendo sido católicos, afirmaban doctrinas de “iluminados” o claramente contrarias al depósito de la Fe.
Lo cierto es que, como dice Michael J. Crowe, es un mito el “que Giordano Bruno fuera martirizado por sus convicciones pluralistas sobre muchos mundos”[5].
La idea de las estrellas como “soles” y mundos múltiples habitados que tanto se le atribuyen, ni siquiera es propia sino de Nicolás de Cusa que, lejos de ser condenado, llegó a ser cardenal, como dijimos, pues Dios, en su omnipotencia, podría haberlo hecho también, aunque no nos consta ni por la teología ni por la ciencia.
Pero volvamos a Schoppe. Lo cierto es que, el mismo día de la ejecución, escribiría una carta en la que, presuponiendo que todos los involucrados ya conocían los cargos, expone por lo que, en realidad, será la condena de un hereje convicto.
Con el objeto de resumir el texto, lo presentamos aquí brevemente, extractando sus partes principales[6]:
Carta de Caspar Schoppe a Konrad Rittershausen, 17 de Febrero de 1600.
“Este mismo día me siento impulsado a escribir esto, ya que Giordano Bruno fue quemado vivo públicamente en Campo de’ Fiori ante el Teatro de Pompeyo bajo la acusación de herejía…
Si estuvierais ahora en Roma, oiríais a la mayoría de los italianos decir que un luterano fue quemado, lo que reforzaría en gran medida la opinión que tenéis sobre nuestra severidad.
Pero debes saber de una vez que los italianos no saben ver la línea blanca entre los herejes y nunca han aprendido a diferenciarlos: todo lo que es herético, ellos piensan que también debe ser luterano. Ruego a Dios que los mantenga en esta sencillez, para que nunca sepan en qué aspectos una determinada herejía puede diferir de otra. Porque temo sinceramente que este conocimiento del discernimiento les pueda costar caro. Además, para que puedas escuchar de mí la Verdad misma, te informaré fielmente sobre este asunto.
Ningún luterano ni calvinista, a menos que haya reincidido o haya sido inducido públicamente a pecar, ha sido juzgado en Roma, ni condenado a muerte. Éste es el juicio de nuestro Santísimo Señor, que todo luterano pueda siempre pasar y moverse libremente en Roma, y que pueda experimentar toda la gentileza y benevolencia de los Cardenales y Prelados de nuestra Curia. … Tal vez de un modo similar yo mismo habría creído este rumor común de que ese Bruno fue quemado por ser luterano si no hubiera asistido al Oficio de la Santa Inquisición cuando se pronunció la sentencia; y es precisamente por esto que sé que en verdad estaba profesando la herejía.
La patria de Bruno era Nola, en el reino de Nápoles, donde profesaba como dominico. Ya hacía dieciocho años que dudaba de la Transubstanciación…, e incluso la había negado. Luego empezó a poner en duda la virginidad de la Santísima Virgen… y se trasladó a Ginebra, donde permaneció dos años. Pero no aprobaba del todo el calvinismo y, por tanto, se vio obligado a marcharse a Lyon y luego a Toulouse, antes de establecerse definitivamente en París. Allí ejerció de profesor suplente, pues vio que los profesores regulares estaban obligados a asistir a la Santa Misa. Después fue a Londres y publicó un pequeño libro sobre «la Bestia triunfante», es decir, el Papa… Luego se trasladó a Wittenberg y allí dio conferencias públicas durante dos años, si no me equivoco.
Obligado de nuevo a abandonar Wittenberg, publicó un librito titulado De inmenso et infinito itemque de innumerabilibus…, y luego otro titulado De umbris et Idaeis, y en ambos enseña las cosas más horribles y absurdas; por ejemplo: que hay una cantidad incontable de Mundos; que un alma puede efectivamente emigrar de un cuerpo a otro cuerpo y también a otro Mundo; que una sola alma puede formar dos cuerpos, que la magia es algo bueno y está permitido practicarla; que el Espíritu Santo no es otro que el alma del Mundo y esto es lo que Moisés quiso decir cuando escribió que se cernía sobre las aguas; que el Mundo existe desde la eternidad; que Moisés hacía los milagros mediante la magia, en la que tenía mayor habilidad que el resto de los egipcios; que Moisés inventó las Leyes él mismo; que las Sagradas Escrituras son una fábula; que el Diablo se salvará; que sólo los hebreos descienden de Adán y Eva y que el resto de las naciones descienden de dos personas que Dios hizo el día anterior; que Cristo no era Dios, sino un mago ilustre que se burlaba de la gente y por eso no fue crucificado sino justamente ahorcado; que los Profetas y Apóstoles eran viles magos y la mayoría de ellos fueron ahorcados. Por último, sería interminable enumerar la totalidad de sus absurdos, los que afirmó en sus libros pero también de boca en boca. En resumen, defendió todo lo dicho por los filósofos paganos o por cualquier hereje antiguo o reciente.
De Praga se trasladó a Braunschweig y luego a Helmstedt, donde se dice que profesó durante algún tiempo. Después se trasladó a Francfort para publicar un libro y finalmente acabó en Venecia, donde cayó en manos de la Inquisición. Algún tiempo después fue enviado a Roma, donde fue interrogado repetidamente por el Santo Oficio y condenado por varios teólogos eminentes. Se le concedieron cuarenta días para deliberar, tras los cuales prometió retractarse. Luego mantuvo su farsa y le concedieron otros cuarenta días, pero al final no tuvo otra intención que burlarse del Papa y de la Inquisición.
A los dos años de haber sido encarcelado, el 9 de febrero, fue llevado al Supremo Palacio Inquisitorial ante los Ilustrísimos Cardenales del Santo Oficio de la Inquisición (que superan a todos los demás en edad, práctica jurídica y conocimiento de leyes y teología), y ante los Consejeros Teólogos, el Magistrado Secular y el Gobernador de la Ciudad. Y, estando de rodillas, oyó la sentencia contra él. Ocurrió así: primero refirieron su vida, sus estudios y su doctrina; y mencionaron el fraternal cuidado con que la Inquisición se había esforzado en recuperarlo. Luego describieron su terquedad e impiedad. Después fue degradado, excomulgado y entregado al Poder Secular; es de notar que los Magistrados quisieron que fuera tratado con toda la clemencia posible y sin derramar sangre.
Después de la ceremonia, no respondió más, sino que dijo con una mirada amenazadora: «Tal vez pronunciáis esta sentencia contra mí con mayor temor del que yo la recibo». Y así fue llevado a la cárcel por la guardia del gobernador y mantenido bajo vigilancia para ver si todavía se retractaba. Pero fue en vano: hoy fue llevado a la hoguera. Cuando ya estaba muriendo, le presentaron un crucifijo y él volvió la cara para rechazarlo. Así ardió miserablemente, y ahora probablemente habita esos otros mundos que inventó, anunciando la manera en que los blasfemos y los impíos son tratados por Roma… Roma, 17 de febrero de 1600″.
* * *
Resumiendo entonces: Giordano Bruno no fue condenado por sus posturas científicas o por sus planteos de librepensador, sino por una postura que, en su tiempo, contradecía no sólo el depósito de la Fe y, por ende, la paz social, lo que conllevaba, como lógica consecuencia, a la persecución penal castigada, en algunos casos, con la muerte.
El siglo XIX, el “siglo que él predijo”, se encargará luego de ensalzarlo en una época en la que, por haber renegado de la Iglesia, era necesario resaltar a los héroes mitológicos que habían perecido justamente, como el caso del hereje Giordano Bruno.
Que no te la cuenten
P. Javier Olivera Ravasi, SE
13 de nov de 2024
[1] Las actas (incompletas) del proceso de Giordano Bruno, fueron publicadas en 2004 por Julia Benavet: https://archive.org/details/actasdelprocesod0000unse
[2] Hilary Gatti, Giordano Bruno and Renaissance Science , Cornell, 2002, 3 (citado aquí: https://historyforatheists.com/2017/03/the-great-myths-3-giordano-bruno-was-a-martyr-for-science/).
[3] Ídem.
[4] Op. cit., 2-3.
[5] El debate sobre la vida extraterrestre 1750-1900: La idea de una pluralidad de mundos desde Kant hasta Lowell , Cambridge University Press, 2011, 8.
[6] El texto es de 1621, es decir, apenas dos décadas después de la muerte de Bruno: https://books.google.com.pr/books?id=tzBFAAAAcAAJ&printsec=frontcover&dq=inauthor:%22Caspar+Schoppe%22&hl=en&sa=X#v=onepage&q&f=false (traducción inglesa: https://historyforatheists.com/2017/05/giordano-bruno-gaspar-schoppes-account-of-his-condemnation/)