De pluma ajena: El escándalo de la Inauguración de los Juegos Olímpicos como símbolo del odium religionis
Por José Durand Mendióroz*
La presente versión es una ampliación del artículo publicado en el portal Infovaticana[1], con inclusión de citas.
Pasadas algunas semanas desde la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, podemos señalar lo ocurrido como un signo del odio a la religión en esta Modernidad tardía, específicamente orientado contra el Cristianismo. Desde esta perspectiva, que ocurriera en Francia cuna de la Ilustración, no debería resultar sorprendente que los ideólogos en el poder, aprovechando la difusión a escala planetaria del evento, hayan hecho escarnio sacrílego no sólo de la Última Cena sino también de la cultura cristiana fundadora de Europa. Cultura que, no está de más acotar, es refractaria desde la Estética a este auténtico adefesio que se quiere hacer pasar por expresión artística.
No se trata, pues, de una mera exageración del mal gusto y del agravio de parte de marginales respecto de la corriente cultural preponderante en Europa. Lo ocurrido tiene un enorme valor simbólico: la proclamación al universo de la consumación del objetivo de descristianización de la sociedad, lo cual orienta este trabajo a recordar la perspectiva histórica involucrada, antes que a formular un análisis pormenorizado del universo simbólico del evento, que otros han realizado con mayor competencia.
La visión sesgada del Iluminismo sobre la tolerancia y la libertad. Alvear Tellez describe la desigualdad esencial en el ejercicio de la libertad entre el creyente cristiano y el filósofo ilustrado[2]: [D]detrás de la tolerancia y de la libertad de conciencia y de religión modernas se esconde la mano de plomo de la intolerancia contra el cristianismo y el judaísmo mosaico, y en general, contra toda religión positiva. Sólo cuando sean reducidas a meras opiniones y creencias privadas, sumamente domésticas y subjetivas, cuando sean expulsadas del espacio público, habrán triunfado las libertades modernas.
El discurso jacobino –acota este autor– se empapará en esta fuente para acometer sus crímenes invocando el discurso de la libertad. Porque el problema para los ilustrados y sus herederos revolucionarios es esencialmente político: hay que derrumbar el orden en el que vive y cree la sociedad antigua para suplantarlo por un nuevo estado de cosas en el que el hombre colectivo se vuelva libre a costa de liberarse de todo límite trascendente. El mismo Ejército que con Bonaparte triunfaría en todos los campos de batalla de Europa, no vacilaría entre 1793 y 1796 en masacrar la población civil de la Vendée, porque como se trataba de católicos, con ellos… no habría tolerancia.
Conesa en su valioso análisis sobre Spe Salvi expresa[3] que (…) para la ilustración el progreso es lineal, irreversible y necesario. (…) El paraíso está a nuestro alcance. Podemos establecer ya el Reino de Dios en la tierra. (…) Esto es posible, fundamentalmente, gracias a la ciencia. (…) Confiando todo el poder de transformación del mundo a la ciencia y las artes, desplaza la fe religiosa al ámbito de lo privado, resultando irrelevante para el mundo. Los descubrimientos, los nuevos inventos que está realizando la ciencia son los que harán posible un reino de Dios en esta tierra.
Pero la deriva de este pensamiento en la Ilustración llevó a sacar de la ecuación a Dios –junto a la “deidad” de los iluministas- y terminó procurando el reino del Hombre sin Dios. El autor cita a Nicolás Condorcet, quien considera que la ciencia logrará vencer la superstición mediante el conocimiento. (…) “no existe un sistema religioso ni una extravagancia sobrenatural que no estén fundados en la ignorancia de la naturaleza. Si tomamos lo dicho como premisa mayor de un razonamiento práctico, bien podemos concluir que el creyente en tales “extravagancias sobrenaturales” no debe ser respetado en sus derechos y en consecuencia, en una dinámica jacobina frecuentemente reencarnada en la historia, termine siendo asesinado.
La continuidad entre la fe, la moral y el obrar humano. Hoy los creyentes son proscriptos en las democracias occidentales cuando quieren formular propuestas y expresar ideas en el ámbito político, en coherencia con sus principios. Cada vez que en la sociedad se debate algún proyecto que involucra aspectos morales y culturales trascendentes, tales como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o los supuestos derechos que surgen de la autopercepción del género, los cristianos asistimos a la renovación del argumento con el que se nos niega el derecho a ser coherentes con nuestras propias convicciones. La censura pretende fundamentarse en que en una sociedad laica, democrática y pluralista, las grandes cuestiones sociales serían completamente ajenas al ámbito religioso y moral de cada individuo, y que por ende no es correcto imponerle al conjunto de la sociedad lo que es materia de convicción religiosa para algunos[4].
Veamos. Desde que existe memoria histórica, los credos religiosos –cuando son vividos auténticamente- son los que nutren las convicciones más profundas de los seres humanos. Los grandes sistemas religiosos, pues, fueron los que moldearon las morales usuales de los pueblos y estructuraron espiritualmente las civilizaciones. Hubo que esperar milenios para que se pudieran formular teorías morales diferenciadas -en mayor o menor medida- de las religiones, o directamente antirreligiosas.
La realidad social nos muestra hoy en día que la gente sustenta una diversidad de convicciones religiosas que no responden al concepto de una religión tradicional. Ocurre que quienes se auto asignaron la función de censores son deliberadamente incoherentes ya que ellos no se privan de ser consecuentes con sus propias convicciones. Es que los hijos de la Modernidad suelen disimular sus creencias más profundas y frecuentemente las enmascaran, incluso invocando su condición de bautizados. Hay que tener en cuenta que existen muchas creencias e ideas religiosas distintas de las religiones tradicionales. A lo cual deben añadirse las religiones políticas, al decir de Voegelin[5], las cuales pretenden reemplazar las religiones por ideologías que dan las respuestas que antes eran privativas de las religiones. Tal tipo de ideologías, así como cualquier forma de religiosidad, generan su propia moral y criterios de acción política. En definitiva los que buscan expulsar al Cristianismo de la vida social, lo que en realidad quieren es sustituirlo por sus propias convicciones y creencias. Por eso es perfectamente justo y necesario propugnar una política del bien común y de la dignidad de la persona.
La valoración del dato científico se hace desde las convicciones morales y religiosas. Si les preguntásemos a los censores de nuestras convicciones a qué criterios deberíamos acudir en la discusión de las cosas importantes, la respuesta automática sería que sólo se deberían utilizar criterios científicos. Esta respuesta impresiona a los desprevenidos, pero es insostenible. Es una verdad irrefutable que las ciencias son ciertas y sólidas siempre y cuando se mantengan dentro de su objeto específico; pero existen cuestiones existenciales y valorativas que exceden el ámbito donde la ciencia se maneja con autoridad.
Pongamos como ejemplo el tema del aborto ¿qué dice la Ciencia? _que es evidente que el embrión, desde la unión de los gametos, es un individuo de la especie humana, con movimientos espontáneos e inmanentes que definen a los seres vivos, de acuerdo a un “programa” propio que se desarrolla autónomamente en su medio natural. El hecho indiscutible de la entidad humana del embrión tiene una importancia decisiva para la Religión y la Filosofía cristianas (Antropología Filosófica y Moral). Este es “el dato” decisivo: si el embrión es un individuo de la especie humana, entonces tiene la dignidad de persona y su vida es indisponible.
Por el contrario, vemos que para los partidarios del aborto este dato es absolutamente irrelevante. Esta irrelevancia puede responder a varias causas; por ejemplo, el utilitarismo moral donde el fin justifica los medios (se trata de un medio eficaz para controlar el crecimiento poblacional). También puede basarse en un nihilismo o un agnosticismo filosófico-religioso, donde no se concibe la existencia de bienes objetivos, mucho menos revelados por Dios. Puede implicar también una religiosidad de tipo gnóstico con su consiguiente dualismo antropológico, donde el ser humano se identifica con su psiquismo y el aspecto corporal es completamente disponible. De modo tal que la ecuación es simple: el yo plenamente consciente de la gestante puede disponer como le plazca de algo que “pertenece” a su cuerpo; lo cual, por lo demás, carece de consciencia y es conceptualizado como un conjunto de células.
En definitiva, la valorización acerca de si el embrión es “alguien” o “algo” no depende del veredicto científico, sino de las concepciones filosófico religiosas (en sentido amplio) que valoran dicho veredicto.
¿Estamos en el umbral de una nueva etapa jacobina? Retornando al simbolismo de los JJOO, los responsables del mensaje de odio religioso pretenden excusarse, verbalizando un “texto” políticamente correcto: lamentamos que ustedes se hayan ofendido, nuestra expresión de libertad artística no pretendía ofender a nadie. Pero esto contiene un “subtexto” iluminista: ustedes se ofenden porque son intolerantes, y lo son porque son dogmáticos; el mal está en vuestra religión. Las expresiones que ustedes consideran sacrílegas son efecto de la libertad artística y también de la necesidad de educarlos mediante la humillación.
Los genocidios y otros crímenes por odio religioso no son privativos del pasado, ya que se han manifestado en forma reiterada y catastrófica en todo el siglo XX hasta la actualidad; es decir, un período de tiempo en que -en términos generales- los objetivos iluministas de exclusión de los cristianos de la organización y dirección de la sociedad se habían alcanzado plenamente. No es casual que a partir de la denigración del homo religiosus, limitando su libertad de conciencia, de religión y su participación política, se vaya avanzando en el camino de la negación de otros derechos. El crimen es lo primero en la intención y lo último en la ejecución. Y la intención se basa en concepciones religiosas y morales básicas: una vez establecida la premisa mayor de que el hombre religioso es dogmático, luego, que es intolerante y contrario al bien de la humanidad, se puede concluir que no tiene un status de persona humana plena y que debe ser perseguidos. Por aquellas premisas se empieza a transitar por un plano inclinado de expolio, cuyo punto más bajo es el asesinato.
Tras la Segunda Guerra Mundial, y en el contexto de la “guerra fría”, el “mundo libre” recurrió al concepto de “bloque occidental y cristiano” para enfrentar la amenaza soviética. Por pocas décadas el lenguaje del desprecio y del odium religionis, naturalmente, se disimuló al máximo. Todo indica que se trató de una tregua oportunista, ya que con la implosión del bloque comunista en los 90, la agenda de deconstrucción de la sociedad cristiana siguió desde donde se había puesto en pausa. De todos modos, aquí cabe recordar aquello de que la hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud. Ante la inminencia de una Tercera Guerra Mundial contra el comunismo, se tuvo que apelar al cristianismo, de cuya matriz cultural surgió el desarrollo de la razón humana y de la moral, que ocasionó –mal que les pese- el florecimiento de las libertades concretas como en ningún otro lugar del mundo. La religión, la patria, la familia y aquellas libertades bien valía la pena el sacrificio. ¿Es que era siquiera imaginable oponerle a la fe seudorreligiosa del marxismo las banderas del transhumanismo, de la autopercepción de género, de una economía sin propiedad, etc.?
En nuestro tiempo, el main stream cultural alienta el gobierno mundial y enarbola aquellas banderas como una esfinge de muchas cabezas. La conducción de esta nueva etapa está a cargo de una oligarquía semiletrada, virgen de toda cultura cristiana o siquiera clásica, que impulsa el proyecto globalista conformado por una mixtura de capitalismo transnacional e ideologías progresistas varias, cuyo común denominador es el odio a la realidad, a la razón y a la religión cristiana. Se verifica, pues, a escala planetaria el impulso tendiente a la degradación de la familia, de la persona humana, de la cultura y hasta los principios de la razón. Nunca más vigente el aserto de Chesterton: Quitad lo sobrenatural, y no os encontraréis con lo natural, sino con lo antinatural.
Nos encontramos en el apogeo del proyecto iluminista -aunque ya no se llame así- y el símbolo de esta realidad fue la ceremonia de apertura de los JJOO de 2024. Y muy probablemente, estamos en el umbral de una nueva etapa de violencia jacobina.Mutatis mutandi, asistimos a la eliminación en masa por medios farmacológicos, al lavado de cerebro por técnicas de manipulación de masas, al desarraigo y al ostracismo forzados, a la imposición de la cultura de la desesperanza. ¿Esto no es violencia? ¿Recién vamos a actuar si se instalan campos de concentración con “fines de reeducación”? … igual que el Archipiélago Gulag.
No propugnamos la nostalgia por la Edad Media, ni que los llamados por Dios a la acción política se reduzcan al abstencionismo y a la autocomplacencia a la espera de los tiempos finales. Lo que pase, en gran medida depende de nosotros. La bandera para nuestro tiempo ya la levantó S. Pio X en 1903: instaurare omnia in Christo (Eph, 1 – 10).
José Durand Mendióroz
* Profesor de Introducción al Derecho y del Departamento de Fundamentos del Derecho de la Universidad Católica de Salta. Miembro correspondiente de la Academia del Plata.
[2] ALVEAR TELLEZ, Julio, La libertad de conciencia y de religión en la Ilustración francesa: El modelo de Voltaire y de la «Encyclopédie» (scielo.cl) recuperado por última vez el 28/08/24
[3] CONESA, Francisco, Mons. El diálogo crítico del cristianismo con la modernidad en la encíclica Spe salvi de Benedicto XVI, (PDF) El diálogo crítico del cristianismo con la modernidad en la encíclica Spe salvi (The Critical Dialogue of Christianyti with Modernity in Benedict XVI’s Encyclical Spe salv)de Benedicto XV | Francisco Conesa – Academia.edu recuperado por última vez el 28/08/24
[4] Este es el argumento central del senador argentino M. A. Pichetto, durante el debate de la ley de aborto en 2018 quien se apoya en el mismo argumento de Valéry Giscard d’Estaing, conspicuo miembro de la masonería francesa. Cfr. https://www.infobae.com/politica/2018/08/09/miguel-angel-pichetto-la-religion-no-puede-imponer-su-vision-al-conjunto-del-pais/ Recuperado por última vez el 28/8/24.
[5] VOEGELIN, Eric, Las religiones políticas, Trotta, 2014, Madrid. Cfr. en la misma edición: EL SUCEDÁNEO DE LA RELIGIÓN: LOS MOVIMIENTOS GNÓSTICOS DE MASAS DE NUESTRO TIEMPO.
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Padre Javier lo he seguido desde la pandemia, gracias por sus enseñanzas y por guiarnos en las verdades del Evangelio, De La ESCRITURA Y LA TRADICIÓN una verdadera abominación lo presentado en los juegos olímpicos, reflejo de la decadencia de Occidente. Estamos luchando una batalla ESPIRITUAL, contra Satanás, sus tronos y nominaciones dominaciones ! Tenemos que ser fuertes y responder a los ataques con LA VERDAD que ES Nuestro Señor Jesucristo, a luchar por nuestros jóvenes y tener la plena convicción de que CRISTO ES EL SEÑOR DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD! Son tiempos difíciles en los que no debemos separarnos de La Oración , Misas, Comunión, Sacramentos, Adoración y hacer ver con amor a nuestros enemigos o a la gente ignorante, del peligro que vivimos. Le escribo desde México, mi nombre es Gloria Diez Lozano y tengo 69 años. VIVA CRISTO REY!!!!
Qué pena que los Obispos Argentinos también estén vendidos y lo hayan expulsado. Todos los días rezo por usted y por su papá que vive una injusticia tan grande, pero nada escapa a los Planes de Dios. Un afectuoso abrazo y QNTLC!!!!
Apoyo firmemente al P Javier y su publicación de pluma ajena, pone claramente su idea, que es acertada.