El Santo Cura de Ars: un sacerdote contrarrevolucionario

«Que sea sacerdote, pero que no lo pongan a confesar, porque no tiene ciencia para ese oficio«, dijeron cuando lo ordenaron.

Pues bien: ese fue su trabajo durante toda la vida; y en modo eximio. Este es el Cura de Ars.

San Juan María Vianney nació en 1786, tres años antes de la sangrienta revolución francesa, esa que se llevó más de 200.000 almas y miles de mártires que aún hoy se rezan en el Martirologio romano.

Luego de pasar su vida como campesino y de desertar del ejército napoleónico, San Juan María Vianney fue ordenado sacerdote a la tardía edad de los 29 años (tarde para la época). Sus dificultades para los estudios (aunque no tantas al juzgar por sus sermones) hicieron que se demorara, especialmente a raíz de la lengua latina.

Su infancia no había sido fácil: de familia humilde pero de férrea tradición católica, había recibido la primera comunión de manos de un cura «refractario», es decir, de aquellos que no habían querido jurar por la Constitución civil del clero decretada por la República.

Dudaban si ordenarlo o no; pero era tanta la falta de sacerdotes por la cantidad de curas mártires que había matado la Revolución Francesa que, viendo su piedad, fue ordenado en 1815 y destinado a un pueblito insignificante, Ars, a 40 km de Lyon, donde había apenas unas 300 almas; iba caminando y no sabía muy bien qué ruta debía tomar.

En su viaje, encontró a Antoine Givre, un niño campesino y le preguntó por dónde debía dirigirse a Ars. El niño le ayudó y el sacerdote le contestó:

– “Tú me has mostrado el camino a Ars, yo te mostraré el camino al cielo”.

Monumento a las afueras de Ars que señalan el lugar exacto del encuentro entre el cura de Ars y Antoine Givre

Se cuenta que, al llegar el cura a la casa parroquial, completamente derruida y hacía tiempo sin sacerdote, sólo una persona iba a Misa; al morir el cura de Ars, sólo una persona no asistía al Santo Sacrificio…

Comenzó su sacerdocio por lo principal que puede debe hacer un cura: predicar la verdad y administrar los sacramentos. Pues para ello posee el triple «munus» o «carga»: el de regir a la grey, el de enseñar y el de santificar.

Pasaba horas en la pequeñísima parroquia que apenas podía albergar a 50 personas manteniéndola permanentemente abierta para que la gente se pudiera acostumbrarse a visitar el Santísimo Sacramento. A todos les llamaba la atención la dedicación de este cura demacrado, flaco, penitente, que siempre contestaba con una sonrisa.

Poco a poco, con su paciencia y humildad, aunque también con su carácter férreo, comenzó a ganarse las almas, desde el púlpito y desde el confesionario.

Decía verdades como puños y no aguaba la doctrina de la Iglesia, pero al mismo tiempo, era misericordioso con el pecador arrepentido, con quien le bastaba estar unos minutos en el confesionario para cambiarle la vida.

Fue en esa parroquia en la que sucedieron cosas admirables y memorables.

Allí convirtió a los hermanos Lehman, dos rabinos judíos que, luego, fundarían una congregación religiosa para predicarle al Pueblo de Israel.

Fue allí donde el demonio lo acechaba casi todas las noches impidiéndole dormir.

Fue allí donde dio una de esas hermosas enseñanzas acerca de lo que es la oración:

Es que veía muchas veces en su Iglesia a un campesino, que se llevaba consigo sus herramientas y entraba en la parroquia sentándose en uno de los bancos de atrás. No utilizaba ni libros de rezos, ni rosario; sólo se conten­ta­ba con mirar el tabernáculo. Curioso, un buen día el cura de Ars ya no aguantó más y le preguntó:

– «Mi querido amigo, dígame, ¿Qué oración reza usted cuando está en la Iglesia?»

– «¡Oh, Señor cura! – respondió el campesino – «son muchas las veces que no puedo rezar. Entonces, simplemente, miro a Jesús. Yo lo miro y Él me mira».

Así compren­dió el santo cura cómo incluso la gente más sencilla puede llegar a tener una oración de simplicidad más alta que una carmelita incluso.

Comía poco, dormía menos. Estilaba hervir papas en una bolsa y dejarlas colgando en la cocina para, al mediodía, comer una o dos con algo de pan. Tanto que el demonio lo llamaba «come-papas».

Pasaba doce horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.

Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianney. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa parroquial había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse. Era un personaje tan famoso que muchos deseaban retratarlo, pero él se negaba.

Su horario era admirable: se levantaba a las 12 de la noche. Hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba a los hombres hasta las 6 de la mañana. Poco después de las 6 empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse para la Santa Misa. A las 7 celebraba el Santo Sacrificio.

En los últimos años el obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.

De 8 a 11 confesaba mujeres. Luego, daba una hora diaria de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí, en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes.

A las 12 del mediodía iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas de todo tipo.

De 13.30 hasta las 18 seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era especialmente duro al momento de combatir ciertos vicios que existían en la época: la borrachera, los bailes, la impureza y la falta de vida cristiana.

Horario del Cura de Ars

Preparaba meticulosamente los sermones, ponía ejemplos y buscaba mover los corazones.

En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: «El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo». Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.

Se quiso escapar una o dos veces para internarse en una Cartuja, pero el pueblo se lo impidió porque quería a su pastor.

Por la noche leía un rato, y a las 20 se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando.

Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. La mejor biografía del santo cura de Ars es, sin duda, la de Francis Trochu: «El cura de ars». Murió a los 73 años y su cuerpo se encuentra aún incorrupto.

Fue un sacerdote contrarrevolucionario porque entendió que, a la malicia, sólo es necesario oponerle la milicia propia de cada deber de estado.

Pidamos, roguemos a Dios para que nunca nos falten sacerdotes para la Iglesia; sacerdotes fieles, santos, penitentes, abnegados, no acomodados con el mundo, celosos por salvar todas las almas posibles, haciéndose «todo con todos» y siempre mirando hacia el Cielo. 

Por eso, públicamente, recemos una oración que aprendí hace años:

Jesús, danos sacerdotes santos.

– Para aumentar nuestra Fe, danos sacerdotes santos.

– Para bautizar a nuestros hijos, danos sacerdotes santos.

– Para celebrar la Santa Misa, danos sacerdotes santos.

– Para perdonar nuestros pecados, danos sacerdotes santos.

– Para confirmar a nuestros jóvenes, danos sacerdotes santos.

– Para casar a nuestros novios, danos sacerdotes santos.

– Para visitar a nuestros enfermos, danos sacerdotes santos.

– Para multiplicar los sacramentos, danos sacerdotes santos.

– Para predicar la verdad con valentía, danos sacerdotes santos. 

Pidamos a María Santísima que, de entre nuestras familias salga, como una barra de nardo, jóvenes dispuestos a dar sus vidas para mayor gloria de Dios y salvación de las almas, diciéndole SÍ, a Dios, en el caso de que los llame a la vocación sacerdotal o religiosa.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

4/08/2024

 

PD: si algún joven (de entre 18 y 34 años) tiene intenciones de ser sacerdote misionero de la Orden San Elías, puede ingresar aquí: https://ordensanelias.org/formacion.html o escribir a: vocaciones@ordensanelias.org

 


– Ayudashttps://www.patreon.com/pjavieroliveraravasi

 Orden: https://ordensanelias.org/donaciones.html

– CURSOS https://cursos.quenotelacuenten.org/

– Editorial y libreríahttps://editorial.quenotelacuenten.org/

– Youtube:AQUÍ y active la campanita.

– Whatsapp: Haga clic AQUÍ y envíe un mensaje con la palabra ALTA.

– Telegram: Suscríbase al canal aquí: https://t.me/qntlc

– Twitterhttps://twitter.com/PJavierOR

 

 

 

9 comentarios sobre “El Santo Cura de Ars: un sacerdote contrarrevolucionario

  • el agosto 4, 2024 a las 4:53 pm
    Permalink

    Hay una de San Jean Vianney que es muy interesante.

    Cuentan que el esposo de una mujer se suicida saltando desde un puente. La mujer, catolica ferviente, tremendamente acongojada, recibe consejo de un conocido que le recomienda visitar al sacerdote.

    Se dirige hacia el pueblo, y al llegar observa la fila inmensa de gente esperando para confesarse. Se dice a ella misma: «no puedo tengo tanto tiempo esperando para ver al sacerdote». En ese momento el Sacerdote sale de su confesionario, se dirige directamente a ella y le dice: «quiero comunicarle que su esposo se encuentra en el Purgatorio. Cuando Ud. puso la imagen del Sagrado Corazon de Jesus en su casa, su esposo le dejo hacerlo con mucho respeto; por eso Dios le ha otorgado la gracia de la penitencia final antes de que muriera».

    Moraleja de la historia 1: rezar como si todo dependiera de nosotros, esperar como si todo dependiera de Dios. Y no desesperar nunca.
    Moraleja de la historia 2: corramos a toda velocidad a reparar el Corazon de Jesus, el nunca lo olvida.

    Perdon por la falta de acentos, estoy desde una laptop.

    • el agosto 4, 2024 a las 9:49 pm
      Permalink

      Gracias por tu comentario, no sabes el profundo bien que me ha hecho

    • el agosto 5, 2024 a las 10:03 am
      Permalink

      Gracias.

    • el agosto 8, 2024 a las 12:02 pm
      Permalink

      En la versión que yo conozco, el Cura de Ars le dice a la mujer que entre que saltó y llegó al agua, su esposo tuvo tiempo de hacer un acto de contrición.

      • el agosto 8, 2024 a las 3:50 pm
        Permalink

        «En la versión que yo conozco, el Cura de Ars le dice a la mujer que entre que saltó y llegó al agua, su esposo tuvo tiempo de hacer un acto de contrición».

        El acto de contrición solo puede hacerse si Dios da la gracia de la contrición.

        Básicamente la misma historia contada de distinta forma.

    • el agosto 9, 2024 a las 1:19 pm
      Permalink

      Lo que he leído más que interesante, es realmente sorprendente! No sólo lo referente al Santo Cura d’Ars, San Juan María Bautista Vianney, sino también a la Obra Sacerdotal San Elías y al padre Javier Olivera Ravasi (s.e.u.o).
      Para todos y cada uno de ellos súplica del señor DIOS y de San Elías una prolífica bendición. Amén. Amén.

  • el agosto 5, 2024 a las 9:05 am
    Permalink

    Santo Cura de Ars, te pido mucho por los sacerdotes, en especial por los de mi Parroquia que están perteneciendo más al mundo que a Dios.
    Y sigue dando frutos por medio del Padre Javier Olivera Ravasi

  • el agosto 5, 2024 a las 11:09 am
    Permalink

    yo creo que lo que mejor refleja lo que debe ser la relación del sacerdote con el pueblo, y viceversa, es el pasaje de Éxodo 17:, mientras Moisés sostiene los brazos en alto, el pueblo vence, pero para ello, necesita que el pueblo le sostenga los brazos, y el con la oración intercede por el pueblo. Orar por los sacerdotes, y ellos por el pueblo. No esperarlo todo de ellos, y menos cuando no hacemos ni siquiera una oración por ellos, recuerden que …» heriré al pastor y se dispersarán… »
    No absolutizarlos, pero tampoco ignorarlos, en definitiva, siempre por y para Cristo, con María.-

  • el agosto 8, 2024 a las 12:07 pm
    Permalink

    Padre Javier, ¿cual es su opinión sobre el baile? Entiendo que el San Juan Vianney estaba completamente en contra de los bailes (que en esa época eran mucho más modestos que los de hoy)

Comentarios cerrados.

Page generated in 0,562 seconds. Stats plugin by www.blog.ca