Borges y el «otro» peligro de la belleza
Por Octavio E. Sequeiros
¿Quién me dirá si en el secreto archivo de Dios están las letras de mi nombre?
Góngora, Jorge Luis Borges
¿Puede ser peligrosa la belleza? ¿Tal vez porque lleve a aquellos que carecen de ella a los celos y a la envidia, y a los que la poseen a abusar de ella?
En el ámbito del arte, especialmente en el así llamado arte moderno, un tema crucial es su relación con la concupiscencia[1]. Así lo expone E. Michael Jones en su nueva obra[2], cuyo subtítulo desvela su tesis más aún que su paradójico título.
Jorge Luis Borges in 1919. Fuente: Emecé.
El arte bien entendido no es peligroso, más bien todo lo contrario. Eleva. Pero el arte, sea sagrado o profano, que fue herencia y producto de la cristiandad, ha sido deliberadamente abandonado tanto en la universidad como en los medios masivos de comunicación; y así, alejado de la esfera pública.
Esto no sucedió por casualidad. Recorriendo la historia de cuatro grandes ramas del arte occidental (pintura, música, poesía, arquitectura), Jones explica cómo, por qué, cuándo y quién trabajó para tales fines. Es una historia de crecimiento orgánico gradual y caída manufacturada veloz.
A la luz de Los Peligros de la Belleza y de su hermano mayor La Epifanía del Logos[3], el dictum de que la política está aguas abajo de la cultura (¿o es al revés?) se vuelve secundario. Ya que ambas están aguas abajo de la religión (o de la moral, que de ella deriva). Esto se comprueba infinidad de veces a escala individual, de nación y de civilización.
En La Epifanía del Logos aprendimos que el cenit de la cristiandad se alcanzó a fines de la Edad Media, a ojo de buen cubero durante la época de Tomás de Aquino. El desarrollo posterior del arte y de la ciencia no se explican sin este escenario previo. Sin embargo, después de los escolásticos vino la confusión del nominalismo, que a su vez instruyó la Reforma Protestante, que fue seguida por la Revolución Francesa. De allí en adelante, el declive pasó de gradual a rápido y se aceleró aún más con las revoluciones bolcheviques y sexuales del siglo XX. La actual revolución en curso, contra la naturaleza misma, es la consecuencia lógica de esta tendencia.
El punto es que la moral está antes que el arte. La fase creciente de la moral precede por varios siglos a la de la pintura y la música. Y lo mismo sucede con las fases menguantes. Acá hay más que correlación, esto es causa y efecto con retraso. Retraso contingente a la inercia de la historia y las civilizaciones. La moral está aguas arriba de la cultura. La moralidad instruye la cultura.
Y es por eso que la Revolución promueve el hip-hop y nos deja a Beethoven, eleva a Mark Rothko a expensas de Miguel Ángel, y reemplaza a Shakespeare por la teoría de género. Es un mal negocio si y solo si uno no está al tanto de la estafa, porque, si sabemos dónde encontrarlas, nos deja a disposición armas formidables para la guerra cultural. En Los Peligros de la Belleza encontramos una excelente guía para no sucumbir en esta lid.
Puede que algunos lectores pierdan acá la paciencia, pero lo hacen a su propio riesgo y al de sus hijos y nietos. Durante los confinamientos inducidos por el Covid el sitio pornográfico Pornhub tuvo más visitas que Amazon y Netflix juntos, pues siempre se puede caer más bajo. La pornografía es una forma extrema de los peligros de la belleza. Subestimamos lo que vemos y escuchamos a nuestro propio riesgo.
Sin embargo, aunque la concupiscencia es un peligro real y que amenaza a la mayoría de las personas, no es el único peligro de la belleza. Los pecados de la carne no son los peores; tal distinción corresponde a los del espíritu. Esto nos permite complementar el trabajo del Dr. Jones en el contexto de la poesía de Jorge Luis Borges.
La belleza de Borges
Jorge Luis Borges (1899-1986), nacido en Buenos Aires y seguramente entre los mejores poetas de lengua española junto a Francisco de Quevedo, Rubén Darío y algunos selectos otros, encarna como pocos el conflicto ponderado en Los peligros de la belleza. La belleza de sus obras, como veremos, es innegable. Su peligro, sin embargo, no proviene de la concupiscencia.
San Agustín sostiene que la belleza se origina en Dios mismo. La belleza, tal como la entienden los escolásticos, es uno de los trascendentales junto a la verdad y a la bondad, y parte de la realidad última conocida en la tierra como Logos, y en el cielo como Visión Beatífica[4]. La belleza no es subjetiva, sino que es el resultado de la reconciliación armoniosa entre la unidad y la diversidad[5], diversidad no entendida como lo haría un apparatchik de Recursos Humanos.
El poeta es superior tanto al filósofo como al historiador porque crea belleza acoplando la noción general (la esencia) con el caso particular (la existencia) [6]. Bien elegidas, las palabras tienen una fuerza tan grande, que a menudo nos dan ideas más vivas que la visión misma de las cosas[7]. Borges sabía un par de cosas al respecto. La poesía definida por William Wordsworth como «emoción recordada en la tranquilidad»[8] es para Borges «música verbal»[9]. La belleza de Borges no está sólo en la elegancia y precisión de sus concisos versos, que estudiadamente carecen de grandilocuencia. Hay que leerlos cuidadosamente para obtener la rima. También está en la capacidad de resumir y convocar ideas enteras y siglos de historia en algunas pocas estrofas. Un ejemplo de esto último es su oda a “España” (1964) donde entre otras cosas nos cuenta[10]:
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España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios |
A primera vista no haría falta descifrar los mares cuan laberintos, pero eso es lo que hicieron los españoles (y portugueses) cuando gatillaron la era del descubrimiento. Descubrieron los complejos patrones de vientos y corrientes oceánicas en diferentes latitudes. Para llegar a las Américas primero tuvieron que navegar hacia el sur, y solo luego hacia el oeste una vez encontrados los vientos alisios. Para regresar a España tuvieron que dirigirse primero al norte hasta donde soplan los vientos del oeste, y con estos en popa, entonces sí, de vuelta a la madre patria. Un sinfín desconcertante de giros estacionales y hemisféricos que los llevó tanto hasta Tierra del Fuego y como a Alaska. Los crueles imperios son los estados esclavistas de Meso y Sudamérica, que rutinariamente practicaban sacrificios humanos en masa, especialmente los aztecas. España no solo los redujo, sino que también evangelizó a sus poblaciones.
En “El Golem” (1958) Borges mezcló matices filosóficos y mágicos que despertaron la atención de muchos, incluido Umberto Eco, luego famoso por «El nombre de la rosa». Estas son las dos primeras estrofas[11]:
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Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de ‘rosa’ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.
Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre, que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales. |
Este es el mejor Borges, y uno de sus poemas favoritos[12]. El verso 1 es una referencia al filósofo griego Platón. El realismo platónico postula la existencia de universales u objetos abstractos. Los universales fueron considerados por Platón como formas ideales (arquetipos), por lo que su pensamiento pasó a la historia con el confuso rótulo de idealismo platónico. Los siguientes tres versos encapsulan bellamente la posición realista[13], combatida luego por los nominalistas medievales. El nominalismo sostiene que sólo los particulares son reales, que no hay universales, los cuales serían meros nombres arbitrarios y «nominales». Para los nominalistas solo hay rosas individuales, más aún la Rosa podría llamarse Río, y viceversa sin detrimento; pero Borges discrepa aquí con ellos y también en otras partes de su obra[14].
Jorge Luis Borges en sus últimos años. Fuente: Fundación Borges.
Es un preludio impresionante, y engañoso al mismo tiempo, porque en la siguiente estrofa Borges nos lleva a un lugar muy diferente. Aún se trata de «nombres», aunque no como los discuten los filósofos griegos o cristianos, sino como son vistos por el misticismo esotérico judío. Los versos 5 al 8 se refieren a la creencia cabalística de que el cosmos fue construido a partir de las veinte letras del alfabeto hebreo. Si el hombre pudiera aprender cómo hizo Dios Su creación, él también sería capaz de crear seres humanos y realizar milagros. El secreto de la creación de Dios estaría presuntamente en la Torá [Pentateuco], que sería en su conjunto el gran Nombre de Dios. Y sin embargo nadie conoce su orden correcto, porque las secciones de la Torá no están ordenadas del modo correcto, el cual es conocido solo por Dios. Los cabalistas se esforzaron por encontrar ese orden oculto que imitaría por arte de magia el acto divino de la creación, y este es el origen de la leyenda del Golem, que significa «materia no formada»[15].
En el verso 8 se manifiesta el genio de Borges y su supremo dominio de la lengua castellana. Sílabas «cabales» es un juego de palabras entre el significado de las palabras cabal y cábala. La palabra española cabal significa completo, correcto, exacto, preciso, apropiado, y deriva del latín caput (cabeza). La palabra cábala proviene del hebreo y significa «tradición». Si no fuera por la acentuación, en español son casi homógrafos y homófonos. Es decir, casi idénticas en escritura y pronunciación (y por lo tanto perfectas para la rima), pero totalmente diferentes en origen y significado. Dándole al lector una pista de lo que viene a continuación, Borges invoca magníficamente la palabra de origen hebreo cábala mientras usa la derivada del latín cabal que también se ajusta al contexto como anillo al dedo.
Lo que viene a continuación es la parodia borgeana de la leyenda del Golem[16]. Luego de toda una vida de prueba y error, un rabino pronuncia el «Nombre que es la Clave», pero lo que logra crear no es más que un «simulacro» de hombre. Algo salió mal, «tal vez hubo un error en la grafía». Entre otros defectos “no aprendió a hablar el aprendiz de hombre”: el pobre Golem no tiene logos. El rabino cabalista «sediento de saber lo que Dios sabe» falla miserablemente al tiempo que Dios observa con el ceño fruncido: «¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?”
En “El Golem” Borges anticipa tanto las ambiciones transhumanistas de «seréis como dioses», hoy impulsadas por Yuval Noah Harari y otros manufacturados monigotes, como el inexorable fracaso al que conducen.
Borges ha sido criticado por ser todo forma y poco contenido[17]. Pero en este caso no compartimos el aserto. Aquí hay estilo y también sustancia. Escribió más de 400 poemas, muchos de ellos exquisitos.
El problema con Borges
El problema con Borges puede remontarse a la tensión entre las enseñanzas de su madre devotamente católica y su abuela presbiteriana por un lado, con la influencia de un padre librepensador por el otro, que lo introdujo en la mala filosofía y lo arrastró al agnosticismo.
Como apunta Antonio Planells, esta es una postura filosófica muy cómoda, amén de ser indicio de una actitud metafísica ociosa, visible aun detrás de sus sofisticados camuflajes[18]. Más allá de la admiración que la obra borgeana pueda causar, sus cimientos son débiles, porque su filosofía está asentada en la desorientación espiritual[19]. Borges está on the record afirmando que, aunque estaba «muy interesado en la filosofía y la metafísica» las consideraba «formas de literatura fantástica»[20]; o que estimaba «las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético»[21]; o que en sus primeros años trató de creer en un Dios personal, pero luego desistió[22]. A confesión de parte…
Pero no termina ahí: si bien Borges escribe dentro de un marco de referencia cristiano, su actitud hacia lo ortodoxo es consistentemente conflictiva, sino hostil[23]. Según Pedro L. Barcia, la cosmovisión de Borges no es asimilable a una concepción cristiana del mundo[24]. En ensayos desdeña la doctrina de la Trinidad como «un vano cancerbero teológico, (…) un caso de teratología [n.d.r. malformación] intelectual”[25]. Le ofende porque desafía la racionalidad humana, especialmente la oposición que él veía irreconciliable entre el Padre eterno y su Hijo, considerado igualmente divino y eterno pero concebido en el tiempo[26]. En sus poemas se menciona varias veces a la Trinidad, desde un tono neutral de facto como «Dios, que es Tres y es Uno»[27]; a la burla como «curioso dios, que es tres, dos, uno»[28]. En general la poesía borgeana es menos antagonista al cristianismo que sus otros escritos[29].
De todos modos, no se debe confiar ciegamente en Dios ya que permanece lejos, inaccesible e indiferente[30], o peor, al acecho[31], e incluso es despiadado[32]. En el poema «Jonathan Edwards» (1964) Borges se refiere a Dios como una araña emboscada en el centro de un universo enmarañado[33].
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Piensa feliz que el mundo es un eterno
instrumento de ira y que el ansiado cielo para unos pocos fue creado y casi para todos el infierno. En el centro puntual de la maraña hay otro prisionero, Dios, la Araña.” |
El lector podrá objetar y señalar que es Jonathan Edwards, un puritano de línea calvinista, quien desarrolla tales conjeturas teológicas. Y puede que tenga razón, pero un recurso constante en la poesía tardía de Borges es el monólogo en el que personifica la voz de otro, haciéndole decir lo que de hecho Borges piensa[34]. A menudo se hace difícil distinguir entre el «yo lírico» y el de Borges[35].
El peligro de Borges
Cristo aparece con frecuencia en la poesía de Borges[36], generalmente en tres imágenes según Lucas Adur. La más recurrente es la del crucificado, destacando los rasgos humanos de Jesús, su condición mortal y la muerte. La segunda imagen es la de Jesús como maestro o poeta, dependiendo de si su discurso se considera en clave ética —su doctrina del perdón, el Sermón de la Montaña— o estética —sus parábolas, la novedad de sus metáforas. En ambos casos Jesús es considerado desde una perspectiva no religiosa, como una figura histórica de relieve indiscutible, pero humana. La tercera imagen es la del Verbo Encarnado: Jesús es presentado como Dios hecho hombre, lo que introduce un componente sobrenatural, aunque, la divinidad de Cristo aparece más como un presupuesto que como un artículo de fe religiosa. En todos los casos, las referencias a los milagros y la resurrección permanecen completamente ausentes[37]. Un ejemplo de esto son dos hermosos poemas titulados Juan, I:14 (1964, 1969) donde Borges trata las implicaciones del pasaje: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros». En uno de ellos, donde Cristo es el “yo lírico”, se reconoce la divinidad eterna del Mesías quien es “el Es, el Fue y el Será” [38]. Mientras que en el otro se admite la realeza de Cristo sobre la creación[39].
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Y nace de una madre, como nacen
los linajes que en polvo se deshacen. Y le será entregado el orbe entero, aire, agua, pan, mañanas, piedra y lirio, pero después la sangre del martirio, el escarnio, los clavos y el madero. |
Sin embargo, es el poema “Cristo en la cruz” (1984) el que consideramos esencial para entender la visión de Borges sobre Jesús. Aquí están los versos clave[40].
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El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo Y seguiré buscándolo hasta el día ultimo de mis pasos por la tierra. … Cristo en la cruz. Desordenadamente piensa en el reino que tal vez lo espera, piensa en una mujer que no fue suya. No le está dado ver la teología, la indescifrable Trinidad, los gnósticos, … Sabe que no es un dios y que es un hombre que muere con el día. No le importa. … Nos ha dejado espléndidas metáforas y una doctrina del perdón que puede anular el pasado. … Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto. Anda una mosca por la carne quieta. ¿De qué puede servirme que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro ahora? |
Al principio en los versos 5-8, Borges admite que, aunque no puede ver o aún no ha encontrado a Cristo, seguirá intentándolo mientras viva. Este es un comienzo alentador y podría haber sido dicho por muchos cristianos devotos en un momento de prueba (v.g. «La noche oscura del alma» de San Juan de la Cruz). Desafortunadamente, el poema se vuelve cuesta abajo a partir ahí.
El «tal vez» en el verso 15 que hace que Jesús dude de Su divinidad, es Borges conjeturando, no Jesús. Lo mismo aplica a Jesús pensando en «una mujer que no fue suya», y supuestamente privado de entender la teología y la Trinidad en el preciso momento de lograr Su misión redentora sobre la humanidad. Borges proyecta aquí sobre Jesús sus propias limitaciones, fantasías, miserias y prejuicios.
Miembros del grupo Bloomsbury Virginia Woolf y su cuñado, Clive Bell, in 1910. Fuente: New York Public Library.
En los versos 25-26 Borges insinúa que Jesús creía que estaba muriendo como hombre, lo cual no es una sorpresa debido a su doble naturaleza; pero arteramente desliza la idea de que Jesús pudo haber dudado si, además de hombre, era Él también Dios. Una vez más, esto no tiene nada que ver con Jesús, sino con las estériles elucubraciones borgeanas.
En los versos 29-31 Borges nos informa que, para él, Jesús fue a lo sumo un buen filósofo, no disímil a Confucio. Y en los versos finales, Borges revela su visión última de Cristo, Su divinidad es descartada y Su poder redentor negado[41].
El agnosticismo y el escepticismo extremo pueden llevar a la ambivalencia sobre la vida después de la muerte[42], a la desesperación… y a escribir poesía blasfema. La visión de Borges del Cielo y del Infierno no es cristiana[43], de hecho dice que ninguna acción temporal merece castigo o recompensa eterna[44]. En “El instante” (1964), Borges parece de nuevo anticipar el transhumanismo contemporáneo cuando pondera como que sería una condenación eterna en el plano inmanente tan deseada por aquellos que obstinadamente buscan la “singularidad”[45].
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El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno. |
¿Estamos cometiendo la falacia del sesgo confirmatorio? ¿Es ésta una selección parcial? Habiendo leído la poesía completa de Borges hay que admitir que de las muchas referencias a Dios y a Cristo, las netamente positivas[46] superan a las negativas, pero éstas últimas son determinantes y tienden a agruparse en su obra postrera[47].
Veremos pronto que Borges no puede ser juzgado solo por su poesía. Mientras tanto, el lector concederá que cualquiera sea el peligro borgeano, no viene de la concupiscencia. Siendo meros admiradores de Borges, nos atrevemos a decir que proviene de su orgullo y sus pretensiones intelectuales.
Aquí es relevante volver a «Los peligros de la belleza» de Jones y a las andanzas del así llamado grupo de Bloomsbury, con el que Borges estaba familiarizado[48]. Una camarilla de intelectuales ingleses de la primera mitad del siglo XX practicantes de la «alta sodomía», concepto acuñado por ellos mismos. La pretensión era, tal vez, adquirir una pátina de autoridad moral oponiéndose a las normas sexuales de la época, y usarla como fachada para justificar la inclinación de muchos de ellos por la más común y silvestre …»baja sodomía».
Análogamente, el peligro de Borges podría describirse como de «alta blasfemia». Una forma sutil de blasfemia que puede pasar desapercibida a menos que el lector posea un grado mínimo de conocimiento teológico.
Leonardo Castellani (1899-1981), polímata jesuita contemporáneo a Borges y conocedor de la obra literaria de su compatriota, es seguramente el crítico de Borges más preparado y severo. Castellani escudriñó más que nadie las andanzas teológicas de Borges. En general, Castellani le da crédito a Borges por su forma y su técnica, aunque encuentra su contenido retorcido. Es decir, es un esteta. Acusa a Borges de sofista, de cobardía moral y de falta de genuina comprensión filosófica y teológica[49].
Castellani acusó a Borges de blasfemia desde temprano, principalmente en su prosa[50], pero precisó que las blasfemias de Borges son «elaboradas y reticentes»[51], «casi disimuladas»[52]; en efecto, alta blasfemia, en contrapartida a las furiosas blasfemias de «[Giosuè] Carducci y Victor Hugo»[53].
Padre Leonardo Castellani. Fuente: Dominio público.
Con muchos matices y sin la dureza de Castellani, una diversa gama de críticos que examinaron la visión borgeana de Dios y de Cristo llegan a conclusiones no muy diferentes[54]. Al final de la jornada, remata Pedro L. Barcia, es posible que Borges deje disconformes a ateos y a creyentes por igual[55].
Defensa de Borges
Más allá de la belleza de su poesía y a pesar de sus defectos, hay varios motivos para defender a Borges:
- Incluso Leonardo Castellani, lo más cercano a una némesis que Borges haya tenido, aconsejó “olvidar sus blasfemias, que al fin son pocas y disimuladas”[56].
- Borges quedó completamente ciego a los 55 años. Tuvo que llevar su cruz y parece haberla aceptado (junto con los abundantes talentos que también recibió) como se deduce del «Poemas de los dones» (1960)[57]:
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Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche. |
- Borges no hace acepción de personas. Se burla de todos (casi) por igual. Los judíos no están exentos, como se ve en «El Golem», donde se ríe de los rabinos cabalistas que absurdamente juegan a ser Dios. Tampoco lo están los musulmanes, ridiculizados por haber quemado la biblioteca de Alejandría cuando las fuerzas del califa Omar conquistaron Egipto en el siglo VII[58]. Tampoco se salvan Freud y el «subconsciente»[59].
- Borges nunca recibió el premio Nobel, probablemente debido al sesgo político del comité, disgustado de que el poeta se reuniera con el general Pinochet. Su abierto desprecio por la democracia, «ese curioso abuso de la estadística»[60], seguro no lo ayudó. No es exageración pensar que Borges corre el riesgo de ser pronto cancelado. Era considerado provocador y progresista en aquel entonces. Ahora la ventana de Overton[61] se ha movido tan a la izquierda entre los progres contemporáneos que Borges bien podría convertirse en tabú, como sucedió con Rudyard Kipling, a quien admiraba. Sus conversaciones personales con Adolfo Bioy Casares están siendo minuciosamente examinadas por académicos modernos con intenciones de sumar puntos políticamente correctos[62]. La belleza no es una defensa contra las turbas “woke”. Puede que ni su anglofilia ni su supuesto filo semitismo[63] lo protejan en esta parada. El olvido, un tema recurrente en su poemas[64], tal vez lo aguarde después de todo.
- Quizás el motivo más importante para defenderlo es su conversión final….
La conversión de Borges
Notamos antes que la mayoría de los poemas con referencias sombrías a Dios o Cristo se encuentran en poemarios tardíos de Borges a partir de La moneda de hierro en 1976. Mientras que la mayoría de sus poemas con alusiones positivas se encuentran en los intermedios (entre El hacedor en 1960 y Elogio de la sombra en 1969). En la estrofa final de “Los espejos” (1960) sutilmente nos sugiere que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, un reflejo del supremo Hacedor[65]:
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50 51 52 |
Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo para que el hombre sienta que es reflejo y vanidad. Por eso nos alarman. |
Mientras que en “Milonga de Manuel Flores” (1965) reconoce el compadrito Flores (¿o es Borges?) la realidad inescapable del «novíssimo» juicio particular[66]:
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18 19 20 |
¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto! Quién sabe lo que verán después que me juzgue Cristo. |
Pero luego en “No eres los otros” (1976) prevalece la desesperanza, y Jesús es uno más entre otras ilustres figuras del pasado[67]:
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2 3 4 5 6 7 8 |
No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora; no eres los otros y te ves ahora centro del laberinto que tramaron tus pasos. No te salva la agonía de Jesús o de Sócrates ni el fuerte Siddharta de oro que aceptó la muerte en un jardín, al declinar el día. |
Al punto tal que es en fútil rezarle a Dios, como nos dice en “La Prueba” (1981)[68]:
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2 3 4 |
Del otro lado de la puerta un hombre
deja caer su corrupción. En vano elevará esta noche una plegaria a su curioso dios, que es tres, dos, uno, |
Esto pareciera indicar una trayectoria y no es un buen augurio porque, como Alexander Solzhenitsyn[69] y E.M. Jones han señalado una y otra vez, lo que hay en el alma de un artista se revela, explícita o implícitamente, en su obra.
Borges pensaba que «hay eternidad en la belleza»[70], por lo que acertó en uno de los trascendentales. Sin embargo, la belleza sólo puede llevarnos hasta el umbral de la Iglesia, no más allá (E.M. Jones). Para entrar (creer) hace falta algo más. Ese algo más es la Gracia, un regalo de Dios, no siempre correlacionado con otros talentos recibidos. Borges intentó cruzar el umbral la noche antes de su muerte.
¿Cómo se puede explicar esto teniendo en cuenta que Borges no se reivindicó de la manera en que lo hizo Wagner al componer Parsifal después de Tristán e Isolda, y regresar al Logos en su obra tardía? «Cristo en la Cruz» (1984) es su último poema importante con Cristo como tema principal.
Quizás sea eso de que el miedo a la muerte inminente «concentra maravillosamente la mente de un hombre»[71], especialmente la de los agnósticos. Además Borges, quien conocía y despreciaba a Blaise Pascal[72], ciertamente debió estar al tanto de “la apuesta de Pascal”, que argumenta a favor de la razonabilidad de la existencia de Dios[73].
Sea como sea, la historia de la conversión de Borges está bien documentada y basada en los relatos de un sacerdote católico suizo, el padre Pierre Jacquet, quien asistió a Borges en su lecho de muerte después de ser llamado por la familia de éste[74]. La única duda que persiste es cuán mentalmente lúcido estaba Borges al intentar confesarse. Según el P. Jacquet estaba muy débil, y no les fue posible tener una conversación. Sin embargo, Borges comprendió manifiestamente lo que el sacerdote estaba diciendo. Al final, pareciera quejarse Jaime Alazraki, quien presenció el servicio religioso realizado en la Catedral de Saint Pierre en Ginebra, «el agnosticismo de Borges terminó siendo otro cuento de ficción». La cita atribuida a santo Tomás Moro «nadie, en su lecho de muerte, se arrepintió jamás de haber sido católico» es aquí muy apropiada, y lo más probable es que «en el secreto archivo de Dios estén las letras de su nombre”, el de Jorge Luis Borges.
Conclusión
¿Deberíamos leer la poesía de Borges? Absolutamente. Debido a la abundante belleza, la numerosa bondad, la frecuente verdad y la ocasional mentira[75]. Sin embargo, debería leerse junto con un Castellani, o un Chesterton, o mejor un santo Tomás de Aquino. No sólo para entenderlo mejor, sino también para tener el antídoto a las dosis de veneno que Borges pueda introducir en el lector no del todo despabilado. Leído en clave cristiana, Borges induce una protección filosófica y espiritual análoga al proceso de la hormesis (del griego «estimular») en toxicología: en pequeñas dosis un poco de veneno tiene un efecto positivo.
La belleza de Borges puede acercarnos al Logos, que es lo que importa en última instancia aquí y más allá. Lejos del Logos, las cosas se tornan feas rápidamente, feas como la perversión y el pecado. En el aquí deberíamos compartir el optimismo metafísico de Jones, porque «lo que hacemos en la vida tiene eco en la eternidad»[76]. Pero sin olvidarse que habrá que convivir con la «larga derrota»[77] de Tolkien mientras tanto, y estar preparados para ser arrojados en una jaula de hierro como le sucedió a Ezra Pound.
Por Octavio E. Sequeiros.
Agradecimientos
A los profesores P.L. Barcia y N.A. Sequeiros por sus observaciones y sugerencias.
Bibliografía
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- Adolfo Bioy Casares. Borges. Edición al cuidado de Daniel Martino. Destino, 2006, 1664 p. Consultada la versión online de Epulibre.
- Edwin Williamson. Borges: a life. Viking, 2004, 592 p.
[1] La concupiscencia se entiende generalmente como la inclinación hacia el pecado y el mal (Catecismo de la Iglesia Católica, 405), pero más específicamente aquí como el lado concupiscible de la sensualidad según Santo Tomás de Aquino.
[2] E. Michael Jones, The Dangers of Beauty: The Conflict Between Mimesis and Concupiscence in the Fine Arts. South Bend: Fidelity Press, 2022, 459 p. Pronto disponible en español con el título “Los Peligros de la Belleza: El Conflicto entre la Mímesis y la Concupiscencia en las Bellas Artes”.
[3] E. Michael Jones, La Epifanía del Logos. Historia de la Realidad Ultima. Buenos Aires, Fidelity Press, 2022, 826 p.
[4] Jones, ref. [1] p. 44.
[5] Jones, ref. [1] p. 44.
[6] Jones, ref. [1] p. 34.
[7] Jones, ref. [1] p. 38.
[8] Jones, ref. [1] p. 43.
[9] Borges, ref. [3] p. 160.
[10] En ref. [3] p. 244.
[11] En ref. [3] p. 193.
[12] En el prólogo de ref. [3] p. 12.
[13] O más precisamente la del realismo extremo platónico. El realismo moderado, mantenido por Aristóteles y santo Tomás de Aquino entre otros, tomó una posición intermedia entre el realismo extremo y el nominalismo.
[14] “Así lo conjeturan los platónicos; así no lo aprobó Guillermo de Occam” nos dice en el poema “Correr o Ser” (ref. [3] p. 560). El anti-nominalismo de Borges también aparece en muchos otros poemas, como “La luna”, “Un poeta del siglo XIII”, “Baltasar Gracián”, “Everness”, “El advenimiento”, “La pantera”, “El conquistador”, “El tigre”; ref. [3] p. 121, 185, 189, 240, 366, 393, 447, 483 respectivamente.
[15] Alazraki, ref. [13] p. 20.
[16] La fuente principal de Borges fue la novela Der Golem de Gustav Meyrink. También Major Trends in Jewish Mysticism de Gershom Scholem. Ref. [13] p. 6, 14, 19, 35.
[17] Borges admite haber apenas chapuceado en los textos impenetrables de la cábala, y su información proviene en gran medida de fuentes secundarias, que leyó no con el fervor de un cabalista, sino como un escritor con interés en lo esotérico. Borges deja claro que no es la doctrina cabalista en sí lo que le interesa, sino su énfasis en la naturaleza simbólica del lenguaje y los elementos criptográficos asociados a ella. Fishburn, E. Jewish, Christian, and Gnostic themes. Capítulo 5 en ref. [12] p. 57.
[18] Planells. Ref. [14] p. 23.
[19] Planells. Ref. [15] p. 179.
[20] Chica Salas. Ref. [17] p. 586.
[21] Planells. Ref. [14] p. 25. Citing Borges «Epílogo» de Otras inquisiciones (1952).
[22] Barili. Ref. [18]. New York Times Online.
[23] Fishburn. Ref [12] chapter 5, p. 60.
[24] Barcia. Ref. [10] p. 93.
[25] Borges, Historia de la eternidad. Emecé, p 26. Y continúa con “una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir”.
[26] Fishburn. Ref [12] chapter 5, p. 62.
[27] En “Góngora”, ref. [3] p. 623.
[28] En “La Prueba”, ref. [3] p. 538.
[29] Fishburn. Ref [12] chapter 5, p. 62.
[30] “Dios es el inasible centro de la sortija./ No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.” En “La Moneda de Hierro”. Ref. [3] p. 469.
[31] “El camino es fatal como la flecha/ pero en las grietas está Dios, que acecha.” En “Para una versión del I King”. Ref. [3] p. 462.
[32] En “El Otro”, ref. [3] p. 199, Dios es presentado como despiadado por las cruces con las que prueba a los hombres.
[33] En ref. [3] p. 221.
[34] Wilson. J. The late poetry (1960–1985). Capítulo 15 en Ref. [12] p. 187.
[35] El poema “Baltasar Gracián» (Ref. [3] p. 189) es un caso egregio de este modus operandi. De hecho, Leonardo Castellani afirma que Borges «proyecta», tal como lo entienden los psicólogos modernos, su propia imagen sobre la de Gracián. Ref. [7] p. 187.
[36] Este trabajo se basa principalmente en la poesía de Borges, no en sus cuentos o ensayos, que como fue señalado son aún más duros con el cristianismo.
[37] Adur. Ref [19]. p 361-362. También ref. [14] p. 27.
[38] En ref. [3] p. 295.
[39] En ref. [3] p. 202.
[40] En ref. [3] p. 585.
[41] Ver también Barcia ref. [11] p. 5; Fishburn ref. [12] capítulo 5, p. 62; Planells ref. [14] p. 35.
[42] Si hubo algo trascendental que preocupó a Borges fue la eternidad, por ejemplo en sus poemas “Blind pew”, “El despertar”, “Edgar Allan Poe”, “Los enigmas”, “Edipo y el engima”, “El mar”, “Elogio de la sombra”, “Una llave en East Lansing”, “A mi padre”, “Correr o Ser”. Ref. [3] p. 130, 203, 223, 227, 242, 257, 353, 440, 453, 560 respectivamente. Pero Borges enfatiza la eternidad o inmortalidad del espíritu humano individual. Ver Barcia, ref. [11] p. 1.
[43] Barcia. Ref. [11] p. 6, expone la contradicción, señalada antes por Castellani, en el poema de Borges «Del Infierno y del Cielo», donde los versos finales dicen que el rostro de Dios «será para los réprobos Infierno/ y para los elegidos, Paraíso». Es una contradicción porque Dios no puede ser dos cosas contrarias simultáneamente.
[44] “Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos”, en “Fragmentos de un evangelio apócrifo”, ref. [3] p. 329. “Me creo indigno del Infierno o de la Gloria”, en “Los enigmas”, ref. [3] p. 227.
[45] En ref. [3] p. 228.
[46] Además de las ya mencionadas “Juan, I:14”, ver “Poema de los dones”, “Los espejos”, “Lucas XXIII”, “Límites”, “Baltasar Gracián”, “Milonga de Manuel Flores”, “James Joyce”, “Rubaiyat”, “A Israel”, “Ni siquiera soy polvo”, “El espejo”, “Góngora”. Ref. [3] p. 111, 117, 146, 187, 189, 288, 301, 311, 313, 488, 504, 623 respectivamente.
[47] Aparte de “Cristo en la cruz”, ver “El otro”, “Fragmentos de un evangelio apócrifo”, “Para una versión de I King”, “No eres los otros”, “La moneda de hierro”, “La prueba”, p. 199, 328, 462, 467, 469, 538 respectivamente. Particularmente retorcida es la parodia anticrística titulada «Fragmentos de un evangelio apócrifo».
[48] Borges tradujo la novela “Orlando” de Virginia Woolf y escribió un pequeño ensayo/poema sobre su vida.
[49] Por ejemplo, Castellani, ref. [5] p. 189; ref. [6] p. 198, 199; ref. [7] p. 187; ref. [8] p. 202; ref. [9] p. 479.
[50] Téngase en cuenta que Castellani falleció en 1981, tres años antes de que se publicara «Cristo en la cruz».
[51] Castellani, ref. [5] p. 191.
[52] Castellani, ref. [6], p. 196.
[53] Castellani, ref. [5] p. 191.
[54] Barcia ref. [10, 11], Planells ref. [14], Romero, ref. [16], Adur ref. [19], Romera ref. [20].
[55] Barcia ref. [11], p. 5. A los ateos, por dedicarle vasto espacio de su obra a consideraciones teológicas relacionadas a dogmas del cristianismo. A los creyentes porque no ven una adhesión final de fe en las cuestiones que aborda: sea la Trinidad que es rechazada, o la crucifixión de Cristo que no es comprendida o considerada inútil.
[56] Castellani, ref. [8] p. 205. P.L. Barcia va un paso más allá y aventura que “no hay en Borges una voluntad de escandalizar ni de blasfemar, sino de sorprender”. Ref [11] p. 3.
[57] Borges, ref. [3] p. 111.
[58] Borges, ref. [3] p. 475 (Alejandría, 641 AD).
[59] Por ejemplo, Borges, ref. [3]. Prólogo, p. 12.
[60] Borges, ref. [3] p. 434.
[61] La ventana de Overton (por Joseph P. Overton) es el espectro de políticas aceptables para la población en general en un momento dado. Supuestamente la viabilidad política de una idea depende más de esto que de las preferencias individuales de los políticos. La ventana se mueve cuando hay un cambio de mentalidad en la sociedad.
[62] Respecto a los negros: “Yo soy racista. Les tomaría la palabra y veríamos quién gana. Limpiaría los Estados Unidos de negros y si se descuidan me correría hasta el Brasil. Si no acaban con los negros, les van a convertir el país en África”. Ref. [21]. p. 1420. La publicación de este libro de Bioy Casares fue duramente criticada por la viuda de Borges, María Kodama.
[63] Sobre los judíos, entre otros comentarios: “Yo no soy antisemita, pero que, en todas partes, los pueblos más diferentes hayan perseguido a los judíos es un argumento en contra de ellos.”. Ref. [21]. p. 139.
[64] Ver por ejemplo “El alquimista”, ref. [3] p. 237, donde Dios pierde la paciencia con el alquimista y lo convierte “en polvo, en nadie, en nada y en olvido”. También “Poema de los dones” ref. [3] p. 111 y “Límites” ref. [3] p. 187 entre otros.
[65] En ref. [3] p. 117.
[66] En ref. [3] p. 288. En la escatología cristiana las cuatro postrimerías del hombre son Muerte, Juicio Particular, Infierno y Paraíso. Del Latín. quattuor novissima.
[67] En ref. [3] p. 467.
[68] En ref. [3] p. 538.
[69] En una charla en el National Arts Club de Nueva York en 1993, Solzhenitsyn argumentó que el arte muestra lo que hay dentro de las almas de los hombres, y que el arte moderno revela la desolación espiritual en las almas modernas.
[70] Borges, Credo de Poeta. Conferencia pronunciada en la Universidad de Harvard, curso 1967-1968
[71] Frase atribuida a Samuel Johnson.
[72] Planells, ref. [15] p. 176 ss.
[73] La apuesta de Pascal postula que el modo de vida que una persona elige es esencialmente una apuesta sobre la existencia de Dios. Pascal afirma que los hombres deben vivir como si Dios existiera. Si Dios no existe, tales personas sólo se lamentarán de algunas privaciones, mientras que si Dios existe, recibirán ganancias eternas y evitarán la condenación eterna.
[75] Sean teológicas o históricas, entre las segundas, su acusación contra Juan Manuel de Rosas de haber sido el autor intelectual del asesinato de Facundo Quiroga, en “El General Quiroga va en coche al muere“ y ”La tentación” ref. [3] p. 68 y 368. Borges repite la calumnia de Sarmiento ya que nunca hubo prueba de tal cosa.
Su liberalismo también aflora en su visión caricaturesca de la Inquisición como si la leyenda negra no hubiera sido desmentida en tiempos de Borges (y más recientemente v.g., Leyendas Negras de la Iglesia de Vittorio Messori, Juicio a la Inquisición española de Jean Dumont, Bearing False Witness: Debunking Centuries of Anti-Catholic History de Rodney Stark), y en la omisión de referencias a la enorme tarea evangelizadora de España en América, por ejemplo en “España” y “El Inquisidor”, ref. [3] p. 244 y 446.
[76] Frase atribuida a Marco Aurelio, aunque probablemente más bien inspirada en sus Meditaciones.
[77] “Soy cristiano, y de hecho católico, de modo que no espero que la ‘historia’ sea otra cosa que una ‘larga derrota’, aunque contenga… algunas muestras o atisbos de la victoria final.” Carpenter, Humphrey, The Letters of J. R. R. Tolkien, 195: «From a letter to Amy Ronald, 15 December 1956».
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