Nota breve sobre el Magisterio eclesiástico para católicos perplejos
Por el P. Christian Ferraro*
«Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo,
reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina.
Porque vendrá un tiempo en que los hombres
no soportarán la doctrina sana, sino que,
arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros
por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad
y se volverán a las fábulas»
(2Tim 4,2-4)
1. Naturaleza del Magisterio
Se entiende por Magisterio (eclesiástico) el ejercicio de la autoridad de enseñar que Jesucristo confió a la Iglesia, en sus pastores (el Papa, los Obispos y, en dependencia de ellos, los demás sagrados ministros).
El Magisterio está al servicio de la transmisión del mensaje de Jesucristo. Por consiguiente, carece de toda autoridad para proponer algo que modifique ese mensaje. En otros términos: el Magisterio no está por encima ni de la Biblia ni de la Tradición, sino que está a su servicio como garante de la conservación inalterada del «depósito» y de su correcta interpretación, siempre coherente consigo misma y jamás contradictoria ni «caleidoscópica» (cfr. 1Tim 6,20; 2Tim 1,14), porque Jesucristo «es el mismo ayer, hoy y lo será para siempre» (cfr. Heb 13,8), de tal modo que la Iglesia, en cuanto transmisora fiel de su mensaje es «columna y fundamento de la verdad» (1Tim 3,15).
2. Obligación de escuchar al Magisterio
En cuanto que, mediante los ministros que han recibido el sacramento del orden sagrado, la Iglesia ejerce el oficio de enseñar, la Iglesia se llama «Iglesia docente»; en cuanto a los miembros que escuchan y reciben la enseñanza del Magisterio, la Iglesia se llama «Iglesia discente» –o sea, Iglesia que es discípula, que aprende–.
Hay obligación seria y grave de escuchar y obedecer a la Iglesia docente, bajo pena de no poder acceder a la salvación. En efecto, rechazar el Magisterio de la Iglesia equivale a rechazar a Jesucristo; y rechazar a Jesucristo equivale a rechazar a Dios Padre. Es por eso que Jesús dijo a sus apóstoles: «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» (Lc 10,16).
3. Diferentes tipos de escucha según los diferentes pronunciamientos del Magisterio
Hay pronunciamientos que son definitivos y, por consiguiente, inmutables; hay otros que no son definitivos y que, por consiguiente, pueden cambiar, habida cuenta de algunas circunstancias.
En todo lo que esté claramente definido por el Magisterio, hay que prestar una adhesión de fe; quien no lo hiciere, no posee la fe católica (sea obispo, sacerdote, monja, religiosa, laico…) –por ejemplo, la imposibilidad del sacerdocio femenino es doctrina ya definida explícitamente por Juan Pablo II: todos los que piensan de otra manera se encuentran fuera de la fe católica–.
En toda cuestión que no esté claramente definida y allí donde el Magisterio exprese sólo una consideración que queda abierta a ulteriores precisiones y eventualmente correcciones, se debe prestar un obsequio religioso. La expresión «obsequio religioso» significa que se acepta de buena voluntad y no sólo exteriormente sino, ante todo, interiormente esa enseñanza, con la estimación positiva de que, en principio, tiene que ser una enseñanza correcta, aunque no haya habido intención de definir. Esta disposición interior es una disposición de obediencia respetuosa y sincera que nace de la fe.
4. Distintas modalidades de ejercicio del Magisterio
Pero es justamente aquí donde surge la perplejidad, es aquí donde surge esa difícil situación de conciencia. Hay obispos que promueven la teología de la liberación, claramente marxistizante; otros, que promueven la teología del pueblo, claramente sincretista. Hay sacerdotes que dicen que la doctrina ha cambiado; otros que dicen que no. Hay sacerdotes u obispos que dicen que la Iglesia estuvo equivocada durante casi dos mil años, mientras que otros sostienen lo contrario. ¿A cuáles seguir? ¿Todo lo que ellos dicen pertenece a ese «Magisterio que obliga», que refleja la voz de Jesucristo? NO.
Y, entonces, ¿cómo es posible que un ministro autorizado no refleje la voz de Jesucristo?
Pues bien, para entender esto ha de saberse que el Magisterio tiene dos modos de ejercicio: ordinario y extraordinario. El primero puede ser singular (el magisterio que ejerce cada obispo en su diócesis, incluido el obispo de Roma) o universal (el Magisterio del episcopado en su conjunto y en plena coherencia a lo largo de los siglos, en comunión con la tradición apostólica –no debe ser identificado, pues, con la mayoría «democrática» de los obispos de un determinado sector o época–). El segundo puede ser colegial o personal.
El Magisterio extraordinario es infalible CUANDO DEFINE: un concilio ecuménico cumple con las condiciones de infalibilidad, pero sólo resulta infalible cuando define y solamente en aquello que define. Por ejemplo, el Concilio Vaticano II reúne las condiciones para el ejercicio del Magisterio extraordinario auténtico, pero no propuso de manera explícita y formal ninguna definición de fe; sí lo hizo, en cambio, el Concilio Vaticano I. Asimismo, el Papa es infalible cuando define una verdad de manera solemne y formal haciendo uso explícito de su autoridad como sucesor de Pedro. Por ejemplo, lo que hizo Juan Pablo II al definir la imposibilidad del sacerdocio femenino[1].
El magisterio ordinario singular es falible: esto no quiere decir que se equivoque siempre, sino que siempre está la posibilidad de que haya algún error. En cambio, el Magisterio ordinario universal es infalible. Por eso, una innovación, cualquiera ella sea, que se oponga al Magisterio ordinario universal no puede ni debe ser escuchada, aceptada o seguida, la proponga un sacerdote, un obispo, un Papa o hasta «un ángel del Cielo» (Gal 1,8).
P. Christian Ferraro
21.02.24
* Esta nota me fue inspirada por algún que otro comentario de algún que otro lector que reconoce encontrarse en una situación de perplejidad de conciencia al verificar que hay afirmaciones del «magisterio» de la Iglesia que parecen oponerse entre sí. La solución a tal perplejidad es relativamente fácil y no obedece a preferencias subjetivas, sino a la naturaleza misma del Magisterio.
[1] «Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación. // Por tanto, con el propósito de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia» (Juan Pablo II, Ordinatio Sacerdotalis, 22.05.1994 – Solemnidad de Pentecostés).
Quienes insisten sobre este punto o bien carecen de la información necesaria –que está siempre al alcance de quien quiera procurarla– o bien sobreabundan en orgullo pertinaz y crecida soberbia.
«El Magisterio está al servicio de la transmisión del mensaje de Jesucristo. Por consiguiente, carece de toda autoridad para proponer algo que modifique ese mensaje.» Si claramente el Evangelio marca no llamar padres o maestros a nadie…si claramente dice que el Reino no es de este mundo y que la tarea de esclavo de los demás es la que se debe imitar (lavado de pies), si esta tarea es sin bienes materiales…entonces..Vaticano y cientos de estructuras imperiales, conquistadoras, monárquicas.., ropajes, títulos (seguro Eminentísimo y Reverendísimo para nada que ver con el evangelio), propiedades, joyas…y un enorme y laaaaargo ETC. de cuestiones meramente históricas desacreditan o pueden desacreditar a muchos…y la teología de la liberación que va con la opción de Jesucristo por los más pobres es mucho más evangélica….
Qué aburrido. Lo suyo es progresismo de manual.
Para no gastar pólvora en chimangos, me circunscribo a lo primero. Lo que ocurre con el progresismo es que ni siquiera conoce la Sagrada Escritura. Bueno, en realidad es algo propio de las ideologías el pretender ajustar la realidad a los prejuicios: es decir, más que conformarse con la realidad, en lo cual consiste la verdad, pretender conformar la realidad a la propia ideología.
«…el Evangelio marca no llamar padres o maestros a nadie».
Entonces parece que el mismo san Pablo infringió esa «marca»… Vid., por ejemplo, 1 Cor 4, 17; 1 Tim 2, 7; 2 Tim 1, 11.
«El Papa es pecador como hombre privado, y por eso tiene confesor y se arrodilla ante él cada semana; pero es infalible cuando habla ex cathedra. Esta expresión técnica de los teólogos (hablar desde lo alto de la cátedra de Pedro) expresa las condiciones y límites de la promesa divina, que son tres: 1) cuando habla como Doctor público y cabeza de la Universal Iglesia, no como hombre, no como teólogo, no como obispo de Roma, precisamente; 2) cuando habla acerca de cosas de la fe y de la moral, es decir, acerca del depósito de la revelación pública hecha por Cristo y clausurada por los Apóstoles; 3) cuando define, es decir, pronuncia juicio solemne, auténtico y definitivo acerca de si una verdad está o no contenida en ese depósito inmutable, no cuando aconseja, exhorta, insinúa o administra». P. Leonardo Castellani SJ Argentina 1899-1981
“ Existen entre nosotros fulanos que piensan es devoción al Sumo Pontificado decir que el Papa ‘ gloriosamente reinante’ en cualquier tiempo es’ un santo y un sabio’ ese ‘santazo que tenemos de Papa’ aunque no sepan un comino de su persona .Eso es fetichismo africano, es mentir sencillamente a veces ,es ridículo ;y nos vuelve la irrisión de los infieles. Lo que cumple es obedecer lo que manda el Papa (como estos no siempre hacen) y respetarlo en cualquier caso ,como Pontífice; y amarlo como persona, cuando merece ser amado” Castellani ,Leonardo. Las parábolas de Cristo .Págs. 130-131 )
creo que aunque el concilio vaticano II fue pastoral…es ser ingenuo no creer que cambio cosas doctrinales de la fe…de alli que ahora se considere que cualquier religión «bien practicada» es un camino de salvación…
da testimonio de esto los encuentros interreligiosos llevados a caba ya en multiples oportunidades…
Es muy obvio, que no se quiera ver es otro tema.
Es ser muy «ingenuo», a lo menos, juzgar de un sacrosanto Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, atribuyéndole cambios doctrinales, sin manifestar, por los textos de los documentos del mismo Concilio acusado, en dónde están dichos supuestos cambios… Es una acusación grave, más bien impía. «Es muy obvio» que lo que ha ocurrido con posterioridad al Concilio no necesariamente se debe al Concilio.
Padre, excelente nota. Agradezco su claridad. En un tiempo de tanta confusión, es imprescindible iluminar con la enseñanza bimilenaria de la Iglesia. Bendiciones.
Si hay oposición entre lo que la Iglesia siempre enseñó y lo que hoy se enseña, por ejemplo que la única religión creada y querida por Nuestro Señor Jesucristo y la única que da la salvación es la católica (Verdad enseñada por el mismo Dios Hijo hecho Hombre) versus “El pluralismo y la diversidad de religión… son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó al ser humano” declaración enseñada y firmada por Bergoglio actuando como Francisco I, incorporada a las Acta Apostolicae Sedis, oficializada como enseñanza (y los encuentros interreligiosos de Asís de Wojtyla y Ratzinger, culto a la Pachamama…), entonces alguno de los dos causantes de esa oposición no es católico. Y es nuestra obligación identificar al engañador que actúa guiado por el demonio y apartarnos de él para asegurarnos nuestra salvación. (Cuando uno de los dos de esa no-ecuación es Nuestro Señor Jesucristo, la identificación no es difícil)
«Al Papa hay que besarle los pies y atarle las manos»
(Carlos V Emperador de Romanos)