Historia de batallas: la Batalla de Vouilllé. Un reino para Cristo

Por Tomás Marini

“Señor, Tú, que me has revestido con la fuerza para la guerra,

y has derribado a quienes se levantaron en mi contra,

y haz hecho volver las espaldas a mis enemigos

y exterminado a los que me odiaban”

Salmo 18

 

Fecha: Abril de 507.

Campo de batalla: Vouillé, Francia.

Resultado: Victoria decisiva de los católicos francos y unidad religiosa del territorio de la futura Francia.

Beligerantes: francos católicos vs. visigodos arrianos de Tolosa.

Personajes protagonistas: Alarico II y Clodoveo I.

El ejército de los francos había alcanzado los bordes del río Vienne, desbordado y henchido por las intensas lluvias de la época y el deshielo de primavera.

Clodoveo envió exploradores a caballo por la costa del río para que encontraran por dónde cruzarlo, pero cuando volvieron, luego de varias horas, no habían hallado ningún lugar adecuado para el cruce. Llegó la noche, el rey recientemente convertido y bautizado a la fe católica de su mujer, Clotilde, pidió a Dios ayuda para lograr cruzar del otro lado y poder combatir contra las tropas de los herejes visigodos arrianos.

Al amanecer del día siguiente, Dios, respondiendo sus oraciones, envió al campamento una cierva enorme, de tanta belleza que nadie se atrevió a hacerle daño. Avisaron al rey, y éste, montando su caballo blanco, se dio cuenta de que tenía que seguir a la cierva, la que, alejándose del campamento, se dirigió a un punto del río por el que cruzó sin problema al otro lado, señalando de este modo al rey de los francos por dónde se encontraba el vado que buscaban. El ejército cruzó el caudaloso río y marchó al sur, a la batalla que sellaría el destino espiritual de Francia durante siglos.

Luego de la victoria en la batalla de Tolbiac, Clodoveo, ya bautizado, se lanzó a la conquista de toda la antigua Galia romana buscando tanto la unidad política como religiosa de esas tierras. El poderoso reino visigodo de Tolosa, el reino germánico más extenso de la época, controlaba toda la península ibérica, las actuales España y Portugal, y el sur de la Galia. Contaba, además, con el apoyo de los ostrogodos, al haberse casado Alarico II, rey visigodo, con una hija del rey ostrogodo Teodorico el Grande. Tanto los visigodos como los ostrogodos eran herejes arrianos.

El padre de Alarico, Eurico, también arriano, había perseguido a los católicos en sus territorios y, aunque no fueron persecuciones tan violentas como las que llevaron a cabo los vándalos contra la Iglesia en África, sí hubo mártires como los obispos de Tours y Bearn. Alarico detuvo esta persecución para intentar ganar el apoyo de los católicos contra Clodoveo, pero no consiguió el apoyo de la Iglesia, que duplicó las oraciones por el nuevo rey católico y por su pronta liberación del yugo arriano.

San Gregorio pone en boca del rey Clodoveo las siguientes palabras:

“Me pesa que esos arrianos tengan parte de las Galias. Marchemos, pues, y con la ayuda de Dios, venzámoslos y pongamos la tierra bajo nuestro dominio.”

En la primavera del año 507, el ejército franco de 30.000 infantes y 10.000 jinetes cruzó el río Loira en dirección a Poitiers. Informado del avance franco y siendo consciente de la magnitud del peligro, Alarico II envió mensajeros a la corte ostrogoda solicitando el envío de tropas en su auxilio, a la par que reunía todos los efectivos militares disponibles y marchaba al norte para cortarles el paso con la esperanza de que los refuerzos ostrogodos de Teodorico llegaran a tiempo.

San Gregorio, en su historia de los francos, cuenta que cuando el ejército alcanzó el río Vienne, que estaba desbordado por las grandes lluvias que habían caído, el rey Clodoveo pidió a Dios que se dignara señalarle un vado por el que cruzar, y a la mañana siguiente una cierva enorme, obediente a una orden divina, cruzó el río ante la vista del ejército y mostrando el sitio por dónde se podía pasar sin ser arrastrado por la fuerte correntada.

Los ejércitos se encontraron en Vouillé, a unos 15 km de Poitiers, en una llanura elegida por el rey franco para combatir con ventaja. Clodoveo colocó a su infantería[1] en el centro, flanqueada por la caballería, y detrás de ellos a los arqueros y honderos, que estaban elevados sobre una loma, lo que les permitía tener buena visión del campo de batalla. El mismo rey se colocó en el ala derecha junto con la caballería.[2] Era su costumbre combatir en primera línea. Lo mismo hizo su enemigo Alarico, el cual, sabiendo que la fortaleza de su ejército se encontraba en una caballería más pesada y poderosa que la caballería franca, buscaba decidir la batalla en las alas y no en el centro, donde combatiría su infantería, mucho más débil e inexperta.

Luego de un intercambio de flechas y proyectiles que provocaron cuantiosas bajas en los dos ejércitos, la caballería de Clodoveo, que iba a la cabeza en su caballo blanco, cargó contra el enemigo. En el centro también avanzaron los hombres de a pie. Los arqueros francos, por su posición elevada, pudieron disparar durante el avance de las tropas sin temor a herir a los propios e hicieron mucho daño en las filas enemigas, a diferencia de los visigodos que no podían ver bien y tuvieron que dejar de disparar mucho antes. Se encontraron los ejércitos en el centro del campo de batalla iniciando una terrible lucha cuerpo a cuerpo. Los ejércitos eran muy similares, sus armas y modo de combatir eran prácticamente los mismos, pero los hombres de Clodoveo en los últimos años se habían enfrentado a numerosos y poderosos enemigos y eran más experimentados que los visigodos, que únicamente se habían limitado a sofocar revueltas campesinas y a arrinconar a los suevos en Galicia y el norte de Portugal. De tal manera que, unos minutos después de iniciado el combate, los visigodos comenzaron a ceder terreno.

Pero el enfrentamiento decisivo no se daría en el centro sino en las alas, entre las caballerías, en la que había puesto Alarico su esperanza de victoria. Los francos, con una caballería más ligera, atacaban y retrocedían, para reorganizarse y volver a cargar con la intención de prolongar la batalla y cansar a los hombres y caballos visigodos. Fue en una de estas cargas cuando sucedió un hecho que pocas veces se repetiría en la historia, y es que los dos reyes, se encontraron en medio del caos de la batalla y cargaron uno contra el otro con sus caballos, blandiendo sus espadas.

Los ejércitos parecieron paralizarse cuando los dos reyes se embistieron. En el acero de esas espadas reales y en la destreza de sus dueños se decidiría el destino de Francia. Se decidiría si seguiría bajo el error de la herejía o se volcaría por entero a la verdadera fe de Cristo para convertirse durante siglos en la espada de la cristiandad.

El duelo fue feroz, los dos monarcas eran jóvenes, buenos jinetes y diestros en el combate. Cualquiera podía alzarse con la victoria. Pero fue la espada de Clodoveo la que encontró su camino a través de la defensa de Alarico, y el destello plateado de su hoja cortó el aire atravesando el corazón del rey visigodo que cayó sin vida de su caballo.[3] Dos jinetes visigodos acometieron con sus lanzas al rey victorioso, alcanzando al monarca en la espalda y el costado. La excelente calidad de su cota de malla y la velocidad de su montura salvaron su vida y Clodoveo pudo huir de sus atacantes para refugiarse junto a sus jinetes.

Tal como pasó en la batalla de Tolbiac contra los alamanes, la noticia de la muerte de Alarico se difundió como un relámpago entre las tropas y los visigodos, al saber que su jefe había muerto, huyeron en desbandada. Solamente la intervención in extremis de sus hermanos ostrogodos permitió que los visigodos pudieran huir hacia Hispania.

Esta victoria abrió a Clodoveo I el camino hacia el sur; conquistó Toulouse, hasta entonces capital de los visigodos, Aquitania, Gascuña y Limosín. Tras completar su victoria, Clodoveo regresó a Tours y ofreció en la Basílica de San Martín muchos presentes tomados de entre los tesoros de Alarico en Toulouse.

La unificación de las Galias bajo el dominio franco favoreció la definitiva cristianización de esas tierras recuperando la libertad para la Iglesia Católica que creció y se fortaleció. Los herejes fueron expulsados más allá de los Pirineos, que se convirtieron en una frontera política que perdura hasta nuestros días (Entre Francia y España), aunque los visigodos también terminarían abrazando la fe católica, como ya dijimos, bajo el reinado de Recaredo menos de un siglo más tarde.

Para completar la victoria y afianzar el catolicismo en los pueblos conquistados, Clodoveo hizo reunir el Concilio de Orleáns en 511, al que asistieron treinta y dos obispos. Las decisiones del Concilio contribuyeron a la pacificación y cristianización del reino.

Esta unidad religiosa y política que siguió a la batalla de Vouillé probablemente fue fundamental para que, años más tarde, los francos, liderados por Carlos Martel, pudieran detener el avance del islam que, desde los desiertos de Arabia, como una bestia sedienta de sangre, amenazaba con devorar a la naciente cristiandad.

Placa conmemorativa en Vouillé, Francia, señalando el sitio de la batalla. Batalla de Vouillé. En este lugar en 507, Clodoveo, rey de los francos, venció a los visigodos. Entonces, Francia comenzó.


Bibliografía consultada

  • Juan Carlos Losada, Batallas decisivas en la historia de España, Debolsillo (2006).
  • José Javier Esparza, Visigodos, La esfera de los libros (2018).
  • San Gregorio de Tours (S. VI), Historia de los francos. Edición digital de FS (2018)
  • Llorca, García Villoslada, Montalbán, Historia de la Iglesia Católica I edad antigua, BAC (1964).
  • Ralph W. Mathisen y Danuta Shanzer, The Battle of Vouill, 507 d.C., “Where France Began”, De Gruyter (2012).
  • José Soto Chica, “Imperios y barbaros: la guerra en la edad oscura”, Desperta Ferro ediciones (2019)

[1] “La práctica totalidad de la infantería franca luchaba sin protección alguna, exceptuando el escudo. En efecto, por lo general, el infante franco no llevaba yelmo y tampoco se cubría con armadura de ninguna clase, sino que solía marchar al combate desnudo de cintura para arriba, con la cabeza descubierta y vestido solo con unos pantalones holgados de cuero o lino. (Imperios y bárbaros, José Soto Chica).

[2] En la caballería aún no se utilizaban estribos. Los bizantinos los conocían desde mediados del siglo VI y los sasánidas los usaban desde finales de ese mismo siglo. Pero en Occidente su uso no comenzó hasta el siglo VII y no se generalizó hasta el VIII. Así que, tanto los jinetes francos como los visigodos, montaban sin estribos y encajados en sillas muy parecidas a las usadas por la caballería romana de los siglos IV y V.

[3] Curiosamente no es la última vez que la muerte en batalla de un rey visigodo cambiaría drásticamente el curso de este reino: doscientos años después, en el 711, en la batalla de Guadalete contra la invasión musulmana a la península ibérica, en una única y catastrófica batalla, muere el rey don Rodrigo y poco tiempo después los infieles capturan la capital provocando la caída del reino visigodo y apoderándose de la mayor parte de Hispania.

 


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Un comentario sobre “Historia de batallas: la Batalla de Vouilllé. Un reino para Cristo

  • el diciembre 20, 2023 a las 10:38 am
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    Gracias por el artículo, Padre!

Comentarios cerrados.

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