Convertida por el anillo de Santa Juana de Arco
La Hna Marie de la Sagesse es abogada y una de las más grandes especialistas en lengua española acerca de Santa Juana de Arco. Autora de «Santa Juana de Arco. Reina, virgen y mártir: Primer estudio documental en español a la luz de sus procesos» y también de «Santa Juana de Arco: La cristera francesa»
Sus libros se encuentran disponibles en Amazon y, en Argentina, en la https://editorial.quenotelacuenten.org/
Convertida por el anillo de Juana de Arco
Por hna. Marie de la Sagesse, S.J.M.
Yo creo…
La tarde del 4 de marzo del 2016, Nicolás de Villiers recién llegado de Inglaterra, presentó a sus más allegados una primicia: el anillo de Juana de Arco. Sin duda un privilegio único que tuvieron los ‘puyfoleses’, como se les llama a los voluntarios que trabajan en Puy du Fou (https://www.quenotelacuenten.org/2018/11/20/le-puy-du-fou-un-sueno-de-infancia-recension-y-anticipo-de-lo-que-llega-a-espana/). Acto seguido la preciada reliquia sería guardada en un cofre transparente y bien cerrado para ser venerada en la capilla del castillo.
En efecto, luego de una verdadera odisea y orgulloso de haberla conseguido en una subasta pública de Londres nada menos que por 376.833 €, allí estaba el hijo de Philippe de Villiers mostrando la misteriosa joya con los nombres de Jesús y María grabados en letras góticas. (https://www.quenotelacuenten.org/2016/03/28/la-unica-reliquia-de-santa-juande-de-arco-vuelve-a-francia/). Todos podían venerarla haciendo una simple fila y hasta ¡tocarla! pues excepcionalmente ese día la tenían al alcance de la mano…
Nicolás de Villiers en Londres luego de la compra de la reliquia.
Entre el público presente estaba Sonia Drapeau, una voluntaria escéptica que trabaja en el parque desde hace años, y que hizo la fila automáticamente… sin esperar gran cosa. Pero dejémosla que ella nos lo cuente en primera persona.
“Una vez delante del anillo, tuve la impresión de vivir un momento histórico, sin saber por qué. Lo observé un instante y enseguida me volví donde estaban algunos amigos al fondo de la sala.
– Y Sonia, ¿lo tocaste?
– No, no me animé.
– ¿Le sacaste foto?
– No…
– ¡Mira, yo sí le saqué una foto! Magnífico, ¿no es cierto?
– Si, es verdad. Voy a hacer lo mismo, para guardar un recuerdo de este momento.
Volví a hacer la fila. Un detalle me llamó la atención: Nicolás estaba totalmente absorbido, abnegado, mudo, durante varias decenas de minutos. Nos exponía, humilde y generosamente, un presunto tesoro histórico. Era una prueba de confianza hacia cada uno de nosotros. Ya nuevamente frente al anillo, inmortalizo ese instante sacando una foto con mi teléfono, cuando de repente una mano desconocida apareció por encima de mi espalda y tocó delicadamente la joya. Muchos sentimientos se entrecruzaron dentro de mí. En un primer momento, ese gesto me dio la impresión de un sacrilegio. En un segundo momento, me resistí a la fuerte tentación de tocarlo yo también, pero viendo que Nicolás no se oponía, me atreví a rozarlo. En el mismo instante que mis dedos tocaron este anillo, lo sobrenatural hizo irrupción. Un fuego ardiente me invadió, tan intenso que humanamente es imposible de describir con palabras. Consumió todo mi ser. Fui invadida por un sentimiento de amor infinito, maravilloso, indescriptible. Mi corazón se funde, mi inteligencia vacila hacia lo Eterno. ¿Qué pasó? A la velocidad de un rayo, la evidencia se me impuso: Yo creo. Creo en una entidad o en un ser invisible. Mi mamá siempre me decía: ‘Sos como santo Tomás, crees solo en lo que ves’. Atea desde mi nacimiento, tuve la impresión de haber sido ciega y sorda durante 49 largos años vacíos de sentido. Comprendí, con una luminosa certeza, que fui amada por este ser inmenso escondido en el más allá. No habiendo jamás vivido algo parecido durante mi vida ‘de antes’, mi espíritu cartesiano se topó con este torrente de amor que me inundó desde la cabeza hasta los pies. (pp. 12-13).
Anillo de santa Juana de Arco
Sin imaginar las consecuencias, Sonia se alejó rápidamente. Todavía inmersa en su experiencia, el mundo exterior se le volvió ajeno: “Las personas me hablaban, pero yo solo veía sus labios moverse. No los escuchaba, tenía zumbidos en mis orejas. Fui sumergida por la emoción. Solo quería una cosa: volver a ver el anillo, besarlo y abrazarlo fuerte en mi corazón. ¿Me volví loca? Preferí eclipsarme pues creí que me iba a desmayar. Estaba ansiosa de contarle todo a mi marido que no estaba allí. ¿Comprenderá lo que me acaba de suceder? Algunos amigos me acompañaron al parking, pero nadie pareció darse cuenta de mi estado. Bajo el cielo estrellado, cada uno contó su impresión luego de haber visto el anillo. En cuanto a mí, fui incapaz de verbalizar lo que me sucedía. Preferí guardar mi secreto y partir discretamente…” (pp. 13-14).
Luego de confiarle a su esposo la singular experiencia, Sonia se fue a dormir entre dudas y certezas, pensando que el cansancio le había jugado una mala pasada y diciéndose para sí misma: “Mañana todo habrá terminado…”
¡Qué equivocada estaba! En realidad, era el principio de una nueva vida que acababa de comenzar, pues “¡Llegaba de tan lejos…!” (p.15).
Con este genuino e impresionante testimonio comienza el libro: Convertie par l´anneau de Jehanne d´Arc. Ed. Salvator, 2023, recién publicado en Francia y escrito por Sonia Drapeau. Una vendeana de 56 años, madre de siete hijos y atea convencida, que fue fulminada por el poder del anillo en un abrir y cerrar de ojos… Atrás quedaron todos sus prejuicios cartesianos desvanecidos como tela de una araña.
La abuela Juana…
Ahora bien, vayamos al principio de su historia. No fue casualidad que la madre de Sonia se llamara… Juana, y de niña la apodaran Juanita, igual que a la doncella de Orleáns, aunque a esta mujer el catolicismo le quedaba bastante lejos… Condenada a la infertilidad de por vida, según el parecer de varios médicos, luego de doce años Juana quedó embarazada. Y la ciencia tuvo que confirmar lo que habían negado numerosos estudios: ¡un corazoncito latía en su seno!
Luego de un embarazo complicado y un parto de mucho riesgo, nació Sonia totalmente violácea pues el cordón umbilical la había ahorcado durante varios minutos. A pesar de la indiferencia de sus padres, la bebé fue bautizada sin mucho algarabío en la misma sala del hospital gracias a la insistencia de un familiar que conocía bien el valor del primer sacramento, puerta de todos los demás.
Sonia pasó su infancia en Cholet, corazón de la Vendée, donde sus padres tenían un pequeño bar. Ya en la escuela pública fue presa de varios maltratos causados por un maestro resentido que le dejaron traumas emocionales y serios retrocesos en su aprendizaje. Sin embargo la realidad se impuso y con solo 12 años, la niña debió ocuparse de la salud delicada de sus padres y demás asuntos de la casa, todo lo cual, la hizo madurar de golpe.
Casada por iglesia con su mejor amigo de la adolescencia, Philippe, un bautizado no practicante, ambos apostaron por la vida desde el primer momento, a pesar del desacuerdo que Juana manifestó cuando Sonia le anunció la buena nueva…
– “¡Mamá, vas a ser abuela!
– ¿Qué? ¡Qué desastre querida… es necesario que abortes!”, ¡Sic! (p. 38.).
Su único argumento eran razones económicas, ya que su hija tenía un sueldo básico como enfermera de ambulancias. A Dios gracias, Sonia no le llevó el apunte. No solo no abortó, sino que tuvo cuatro hijos seguidos, y como si fuera poco, adoptó tres más que vinieron con el pan bajo el brazo. De hecho, a su marido nunca le faltó trabajo, al punto que Sonia pudo dejar las ambulancias para dedicarse de lleno a sus niños que, sin embargo, crecieron a la buena de Dios… sin fe, ni bautismo.
Evidentemente la abuela Juana era dura de roer. Un domingo que se festejaba el día de la madre, Sonia quiso visitarla con sus siete criaturas para llevarle un ramo de flores, pero la anciana rechazó la propuesta con la excusa que harían mucho lío. Murió en su casa cuatro días después de un accidente cerebrovascular. Ya a los pies del cajón, sus nietos pudieron acercarse sin hacer demasiado alboroto, dejándole a Juanita las ansiadas rosas.
Cuando sus hijos entraron en la adolescencia, Sonia retomó el trabajo, esta vez como asistente familiar, y hasta se ofreció como voluntaria en el espectáculo nocturno de Puy du Fou, donde conoció un entorno más católico del que solía frecuentar.
Una cosa blanca
La mañana siguiente al encuentro con la reliquia, Sonia se despertó atónita: “Este fuego interior quemaba todavía mi corazón (…) lo que viví entonces era real, el cansancio no era la causa. La fe estaba allí, en el fondo de mi alma (…) No comprendía lo que me sucedía y eso me daba miedo (…) ¿Cómo nombrar a esta entidad, a este ser misterioso? De algo estaba segura: mi transformación interior era inexplicable” (p. 47).
A pesar de su sincero apoyo, Philippe no pudo responder a la catarata de preguntas que su esposa le fue haciendo a medida que le contaba lo sucedido: “En el momento que toqué el anillo, fue como si el cielo se me hubiera caído encima. Fui presa de algo muy fuerte. No tengo palabras. Desde ese momento tengo la certeza de que un ser extraordinario existe más allá de nosotros. Vos que sos creyente, ¿eso significa tener fe?” (p.14).
En medio de tantas dudas, Sonia se acordó de una amiga de la infancia, católica practicante, que quizás podría ayudarla y la llamó para compartirle su experiencia bajo estricto secreto. “Pero ¡es formidable! Hace diez años que rezo todos los días por tu conversión, incluso también recé por la de toda la familia en Lourdes”, contestó Ágata con total espontaneidad del otro lado del teléfono.
Su amiga no tardó en presentarle un buen sacerdote, además de proponerle una vida sacramental seria. Con el apoyo incondicional de Philippe, al domingo siguiente se fueron a un convento franciscano de Cholet, eligiendo prudencialmente sentarse al fondo para seguir lo que hacían los fieles. Al fin de cuentas no era lo más grave, pues en su profunda ignorancia, Sonia ni siquiera sabía qué era esa “cosa blanca” que el fraile tenía en sus manos… Al salir, Philippe se lo explicó hecho un mar de lágrimas: “De niño no me preguntaba si el Señor estaba presente en la Hostia. Pero ahora sé que es verdad” (p.51). Dios también lo había tocado a su manera.
Bajo la guía de un franciscano, Sonia comenzó a prepararse para recibir su Primera Comunión, luego de una sólida catequesis personalizada y sin apuro, que incluyó una larga confesión general, claro está. De penitencia la mandaron de peregrinación a Fátima, y allí fue con toda su familia.
La Hna Marie de la Sagesse Sequeiros es una de las más grandes especialistas en lengua española acerca de la vida y obra de Santa Juana de Arco. Autora de
«Santa Juana de Arco. Reina, virgen y mártir: Primer estudio documental en español a la luz de sus procesos» y también de
«Santa Juana de Arco: La cristera francesa»
¡También el diablo!
Entre tanto, otra experiencia le abrió un nuevo mundo invisible: ser testigo de un exorcismo, mejor dicho, de varios, pues el demonio no quiso irse rápido…
No fue casualidad que Sonia haya tenido que acompañar de cerca y durante bastante tiempo al hijo de Ágata, un adolescente de 15 años que había quedado poseído luego de un maleficio que le hicieron con magia negra. Podríamos decir que vivió una película de terror con final feliz, pues más allá de la fuerza extraordinaria de Tom, sus conocimientos de lenguas muertas, levitaciones, movimientos serpentinos y demás fenómenos supra naturales que acompañan la posesión demoníaca, lo que más impresionó y reafirmó a Sonia en su incipiente Fe, fue comprobar el poder del sacerdote para expulsar a Satanás, justo un 15 de agosto, fiesta de la Asunción.
Por supuesto que el diablo también se la agarró con ella, según nos lo cuenta. En medio de un exorcismo, Sonia recitaba interiormente un Ave Maria, cuando de repente el poseso giro la cabeza y mirándola fija le dijo que pare de rezar. Pero sin amedrentarse, ella comenzó de nuevo sin siquiera mover sus labios. De inmediato, con una voz monstruosa, Tom le gritó: “Te dije que te calles, todavía me perteneces a medias”. Debió esperar a finalizar el rito, para preguntar al exorcista el sentido de esas palabras. “Sonia, usted está en camino de conversión. Todavía no recibió todos los sacramentos. Por lo tanto, para él, usted aún le pertenece un poco” (p. 60). (¡Sic!)
Luego de presenciar cuatro años de lucha espiritual, y a veces también corporal, entre el cielo y el infierno, la neófita concluyó con una verdad elemental del catecismo, olvidada por muchos católicos: “Los exorcismos de Tom me confirmaron que un mundo invisible existe, lleno de fuerzas benignas y malignas (…) ¡Dios existe y el diablo también!” (p. 53).
Uno a uno
Ante tanta docilidad, el torrente de gracias no se limitó a ella y a su marido, sino que también inundó el alma de sus siete hijos. Poco a poco y armoniosamente, cada uno fue pidiendo el bautismo, la comunión y la confirmación por caminos bien diferentes, y por supuesto que santa Juana de Arco tuvo gran parte en el asunto, como seguro también las oraciones de Ágata en Lourdes. Pero dejamos la inquietud de esos sabrosos capítulos para quienes deseen profundizar su lectura.
Hoy día, la formación católica de Sonia y su familia se nutre con diversas lecturas, encuentros, retiros y peregrinaciones marianas. Todo un universo nuevo se ha abierto a los ojos del alma: Chartres, Lourdes, La Salette, Laus, Le Puy-en-Velay, Cotignac… Además, el matrimonio ha podido cumplir el sueño de su vida en una simple casita rodante: recorrer todo el camino de la Pucelle, desde Domremy hasta Rouen, haciendo sellar su “pasaporte joánico” en cada lugar por donde pasó la doncella. Y para coronar el viaje, Philippe terminó sorprendiendo a su esposa con un significativo regalo: una réplica del anillo que puso en su mano derecha.
Sonia Drapeau dando su testimonio
Por insistencia de su entorno y consejo sacerdotal, Sonia ha comenzado humildemente a dar testimonio de la irrupción de lo sobrenatural en su vida convirtiéndose con este libro y varias entrevistas en un faro luminoso entre tanta tiniebla. Amén de dar indirectamente otra prueba más de autenticidad de la reliquia.
En fin, en pleno siglo XXI la Pucelle sigue dando que hablar, transformado radicalmente toda una familia pagana en católicos practicantes que rezan por la conversión de Francia y comulgan de rodillas. “A partir de ahora mi existencia está marcada por la oración y los sacramentos” (p. 150), nos confiesa Sonia al final del libro. No sin antes terminar revelándonos su proyecto a futuro: “Después de todo, pienso haber entendido algo importante: ¡lo que me queda de vida será para preparar mi eternidad!” (p. 151).
Digamos que no pierde el tiempo y entendió bien la lección del cielo para,
Que no te la cuenten…
Hna. Marie de la Sagesse, S.J.M.
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Qué hermoso testimonio, Padre!
Muchas gracias!
Que testimonio tan bello!!! Santa Juana de Arco ruega por nosotros 🙏🏽
igual que un cura con el que me confesé el otro día,hablando de mis dudas de la forma de encarar que tiene la iglesia actual la fe le dije «padre pero eso es historicismo…me contesto y la fe en fe en Dios se adapta a los tiempos» a lo cual le dije » y por ejemplo la casa de loretto que fue transportada por los angeles?…» me contesto con un leve sonrisa…» y pio que se le aparecio a los bombarderos norteamericanos? » me contesto «desconozco esa historia…lo importante es el amor hacia todo, eso es secundario», asi es la situación…es bueno tener esta historia llena de misticismo
Hermoso testimonio . Gracias .Paz y Bien.
Una inmensa experiencia colmada de el amor infinito de Dios y Du misericordia, su infinito amor y el de nuestra Santa Madre Maria de Guadalupe de la medalla milagrosa y todas las advocaciónes, Gloria a Dios Santísima Trinidad Padre Hijo y Espíritu Santo Amén bendiga a todos los que están en camino y en constante conversión, gracias, gracias, gracias
Precioso, quiero ahora comprar el libro. Gracias
gracias por contarnos con Fe y entusiasmo esta tan exquisita síntesis del recorrido humano – esta vez singularísimo – hasta dar con Dios Quien está de Guardia por cada hombre.
Y Santa Juana: ruega por nosotros.
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