De la teología de la LIBERACIÓN a la Teología HOMOSEXUAL
Pocos católicos son conscientes de que el surgimiento de la Teología de la Liberación (Tdl) no fue un hecho fortuito o aislado, sino la culminación de un largo proceso histórico.
Impulsado por generaciones de conspiradores dicho proceso se desarrolló inicialmente en Europa, a través de sucesivos intentos de inocular en la Iglesia una serie de errores doctrinales que, llevados a sus consecuencias últimas, implicarían en adulterar completamente la fe católica y en convertirla en otra religión. O sea, destruirla.
Tras muchas vicisitudes, en la segunda mitad del siglo XX tal proceso desembocó en la Tdl. A esas alturas su blanco prioritario pasó a ser América Latina, el continente católico, sin descartar por cierto otras áreas como América del Norte y la propia Europa, donde empero su incidencia fue menor.
Aunque el término “Teología de la Liberación” fue acuñado bien antes de que el P. Gustavo Gutiérrez publicase en Lima su libro con ese título, dicha publicación en el año 1971 constituyó como la première, el lanzamiento formal ante el público católico de la Tdl como un sistema doctrinal estructurado y coherente en todas sus partes. Por eso se considera al Perú como la cuna de ese movimiento teológico.
Conversando con Julio Loredo de Izcue, autor de «Teología de la liberación. Un salvavidas de plomo para los pobres»
Desde entonces la Teología de la Liberación —que más podría calificarse de “no-teología”, ya que se reduce a una justificación pseudo-teológica de la lucha de clases y otras acciones revolucionarias en el campo sociopolítico— ha servido de sustento a sucesivos y ruinosos gobiernos marxistas latinoamericanos.
Desde las dictaduras velasquista y posvelasquista en Perú (1968-1979) o los regímenes de Torres en Bolivia (1970-71) y Allende en Chile (1970-73) hasta el hoy agonizante gobierno del Partido de los Trabajadores en Brasil, pasando por los regímenes sandinista de Nicaragua, chavista de Venezuela, socialista de Rafael Correa en Ecuador, etc., todos ellos han tenido como mentores a elementos de destaque de la Tdl.
Pero no en vano Nuestro Señor Jesucristo afirmó que “mis ovejas oyen mi voz” (Jn 10, 27). El pueblo católico nunca reconoció en las sinuosas elucubraciones de los portavoces de la Tdl —farragosas, llenas de presunción y cargadas de espíritu revolucionario— un eco verdadero de las “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68) del divino Salvador, tan sencillas y sublimes a la vez. Al contrario, la jactanciosa retórica de esos teólogos siempre le sonó en falso.
Por otro lado, teólogos de verdad y de valor fueron saliendo a campo a refutar con autoridad estas o aquellas falacias de la Tdl. Y, así, gradualmente, esta fue convirtiéndose en un fenómeno de sacristías y salones de intelectuales de la “izquierda católica”, tales como los que sobreviven enquistados en uno de sus últimos bastiones, la ex Pontificia Universidad Católica del Perú – PUCP, al acecho de una oportunidad para resurgir.
Y mientras aguardan su chance, no pierden ocasión para promover agitación y desmanes en el país, al igual que lo hacen en el Brasil y otras naciones hermanas de América. Teólogos de la Liberación estuvieron tras los bastidores del “baguazo” de 2009 o de las turbulencias antimineras del 2011-2012 en Cajamarca (sobre todo el ex sacerdote Marco Arana), como las del 2011 al 2015 en Arequipa, para sólo mencionar esos episodios saldados con decenas de muertes. Todo lo cual muestra una Tdl reciclada, ahora con fachadas ambientalistas y, como siempre, aliada al extremismo político revolucionario.
Por eso se hacía necesario un trabajo de buen quilate intelectual, que pusiese al descubierto cómo se gestó históricamente la trama para imponer la Tdl, y al mismo tiempo mostrase en una vista de conjunto la suma de errores teológicos y filosóficos que convergen en ese movimiento hasta nuestros días. Ello descalificaría a la Tdl como teología digna de tal nombre, y la mostraría como lo que verdaderamente es: un engendro intelectual, una mistificación ideológica al servicio de la Revolución anticristiana. Con eso, dicha corriente quedaría pulverizada en los propios ambientes donde aún osa presentarse.
Del Prólogo de la obra
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Qué aberración realmente es ésta!
Lejos, MUY lejos del Evangelio