¿SE  HIZO  MASÓN  SAN  MARTÍN  EN  1811? Por Enrique Díaz Araujo (2-2)

Segunda parte del artículo de Enrique Díaz Araujo: «¿Se hizo masón San Martín en 1811?» (ver primera parte aquí: https://wp.me/p7RoO4-3QF)

El texto completo puede descargarse aquí: Enrique Díaz Araujo. ¿San Martín se hizo masón en 1811?

i. Zapiola

El otro texto es el que contiene las respuestas de José Matías Zapiola al cuestionario que le presentó Mitre. Las de mayor interés son éstas:

“Pregunta 3: “¿La Logia (de Cádiz) estaba en relación con la de Londres”?

Respuesta: “En Londres asistí a la reunión de la  Sociedad establecida en casa de los diputados de Venezuela. Allí fui ascendido al quinto grado, como lo fue el general San Martín. Esta  estaba relacionada con la de Cádiz y otras”.

Pregunta 6: “¿Qué otros americanos pertenecían a la Logia y dónde?

Respuesta: “En Londres conocí al diputado por Caracas, Méndez, y a su secretario Bello, al padre Mier, al marqués del Apartado, al doctor Villa Urrutia, don Manuel Moreno y otros más”.

Pregunta 7: “¿Cuántos eran los grados de iniciación y cuáles las fórmulas de juramento?”.

Respuesta: “¿Cómo eran los grados?, solo recuerdo que el primero era la  independencia, el segundo la república”.

Pregunta 9: “¿El título de “Lautaro” era exclusivo de la de Buenos Aires o lo tenía antes otra Logia en 1813?”.

Respuesta: “En Cádiz se llamaba Sociedad Lautaro, en Buenos Aires Logia de Lautaro. La de don Julián Álvarez era Logia masónica con el Venerable Don Manuel Pinto. San Martín fundó la Logia de Mendoza (especie de reorganización). O´Higgins, Tomás Guido, Alvarado,  formaron en ella”[1].

Ahí la referencia esclarecedora apunta al chileno Manuel Guillermo Pinto. Venerable de una Logia Masónica, denunciado tanto por Zapiola como por Mier. Es decir, ese es un punto seguro. Por algo los masones no aluden a él, y se limitan a hablar de Julián Álvarez (que pertenecía a la logia  masónica de Pinto). Los dos únicos testigos presenciales lo han subrayado, ¿Por qué aquella omisión masonófila?

Los masonófilos niegan que esos textos signifiquen oposición entre las dos logias, la  Lautaro y la de Pinto-Álvarez. Si hubiera sido así, no se entiende por qué tanto Mier como Zapiola hacen hincapié en la calidad masónica de la Logia de Pinto Álvarez, y omiten adjudicarle esa condición a la Lautaro. Acaso, ¿existe alguna otra explicación que no sea la de una diferencia ideológica entre ambas entidades? No, por cierto.

 Con estas aclaraciones se podría dar por terminada la cuestión. Estos dos, únicos genuinos testigos presenciales, niegan que la  Lautaro fuera masónica. Ergo: punto final.

No. Esta es la de nunca acabar. El cuento del gallo “pelao”.

Acá reaparece nuestro conocido Emilio J. Corbière (¡ojo! Él es del GOFA, Gran Oriente Federal Argentino, enfrentado con la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones, de Lappas), para negar validez al testimonio de Mier. ¿Por qué? Porque:

“El sacerdote Servando Teresa Mier, al pie de la hoguera inquisitorial (¡¡!!) y presionado por la Inquisición, realizaría después diversas declaraciones sobre la actividad de los conjurados, logrando a último momento salvar su vida”[2].

¡Las  hogueras de la Inquisición! ¡Cuidado que nos vamos a chamuscar!

¡No! Son solo falsedades. No hay ni una chispita.

El 18 de noviembre de 1817, cuando Mier prestó esa declaración,  el Tribunal del Santo Oficio hacía años que carecía de poder para sentenciar a muerte a nadie. Además del sinsentido de que el fraile para salvar su vida dijera que San Martín no era masón. ¿De qué manera ese dicho mejoraría su suerte, si al  mismo tiempo estaba admitiendo que él ingresó a una logia presidida  por el masón Carlos de Alvear?

Pero con fuego o sin fuego, el problemita que se le presenta a Corbière -y tras él a todos los masonófilos- es que muchos años después, cuando ya no existía la Inquisición en México, y Mier estaba absolutamente libre, volvió a repetir palabra por palabra aquella anterior declaración en sus Memorias.

¿Cómo solucionan esa  cuestión…?

Muy simple: ignorando las Memorias. Que es una linda forma de apagar candiles (candiles, dije, no mandiles)[3].

j. Logorreico

Con sus más o sus menos, los autores antes enumerados son gente seria, respetable. En cambio, el que ahora vamos a señalar es un  personaje raro, “rara avis”, que movió a la admiración de unos, como a las bromas de otros. Enrique de Gandía (1906-2000), que de él se trata, fue un sujeto singular. Fue miembro de cuanta academia hubo en el planeta tierra y sus alrededores (hasta la de lunfardo) y coleccionó premios de la más variada especie. Escribió 146 libros y 2.000 artículos. Toda su juventud la vivió en Europa, particularmente en España. De ahí su extraño hablar. Él se consideraba vasco (separatista, de los de Euzkadi), aunque su acento era de un español “chulo” madrileño; por eso, los que no lo querían bien      -que eran muchísimos-, lo apodaban el “gallego”. Peor aún: verborrágico compulsivo, grafomaníaco, logorreico. Uno de los tantos que se reían de él, don Enrique Barba, quien fuera Presidente de la Academia Nacional de la Historia, y que disponía de un agudo sentido irónico, acuñó una frase, a propósito de Enrique de Gandía, que hizo mucho camino. Mencionaba la obra de las Memorias del General Tomás de Iriarte, en nueve volúmenes, con un prólogo de Enrique de Gandía y añadía que en realidad, se debió titular “Memorias de Enrique de Gandía, con un epílogo del Grl. Iriarte”[4].

No todo eran bromas. De Gandía cuando había que chapalear en el barro se arremangaba y se metía en el lodo hasta las rodillas. Un ejemplo. En el tiempo de SM se escribía sobre el papel con tinta china y una pluma de ganso. En consecuencia, con frecuencia se producían manchones. Sobre todo si se daba mucho impulso al trazado de la rúbrica. Es un dato conocido. Y esa posibilidad aconteció en una de las cartas de SM, en la que cayeron unas gotas de tinta en el  papel, cerca de la firma. Todos los expertos en ese epistolario lo sabían, y ninguno le había acordado la menor importancia. Hubo que esperar hasta que de Gandía le otorgó a las manchas la calidad de los tres puntos masónicos. Bravo. Aquí se le fue la mano. Que sepamos, ni él ni nadie se ha animado a reiterar la añagaza. 

Verborrágico, pero intensamente repetitivo. Acerca del tema de la Logia Lautaro y el supuesto masonismo de SM, no se cansó de reescribir, con el diccionario de sinónimos en la mano, una y otra vez la misma nota[5]. Siempre adornadas de una pseudo-erudición. Pongamos un botón de muestra:

“Sábese, por pruebas posteriores (¿?), que (SM) fue masón… Repetimos que no hay documentos que nos descubran,  en este tiempo, sus íntimas ideas políticas. San Martín era un buen masón y, como tal, hombre de ideas liberales e indiferente  en materia religiosa… Hemos dicho y demostrado (¿?), en más de una oportunidad, que San Martín era masón y tal vez creyente en un Dios… la tarea de armonizar el patriotismo con el catolicismo llevó a ciertos historiadores a afirmar que San Martín no fue masón o perteneció a una masonería que no era masonería. Compadecemos a quienes se vieron obligados a adoptar una posición crítica, tan contraria a la verdad. También les perdonamos los ataques con que combatieron nuestras afirmaciones. Hoy el problema de si San Martín fue masón o no lo fue es un problema superado, definitivamente resuelto, y quien pretenda negarlo solo caerá en el ridículo… Los estudios  críticos hechos por el señor Augusto Barcia Trelles han confirmado maravillosamente la vieja verdad de que San Martín era masón… El carácter masónico de San Martín hoy no es posible discutirlo… Los estudios de Augusto Barcia Trelles… y los de Fabián Onzari terminan con todas las dudas. Son, por tanto, inútiles las discusiones de mala fe, llenas de falsedades, que han emprendido algunos neonazistas para demostrar que San Martín no era masón… San Martín perteneció a la Masonería que los Papas excomulgaron… No hay pruebas que creyese en la revelación divina ni en una verdadera providencia”[6].

Es una página luminosa. El largo debate sobre el masonismo de SM está terminado. Primero, la lógica indica que si una sociedad es secreta no se pueden reclamar documentos probatorios. Se cree o se revienta. Segundo, si todavía subsistiera algún incrédulo, ahí de Gandía le ofrece dos fuentes científicas e imparciales donde abrevar la verdad. Uno sería el ex Gran Maestre del Gran Oriente Español, y Ministro de la genocida Segunda República Roja española, Augusto Barcia Trelles. El otro, nuestro conocido Fabián Onzari, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Lo de Onzari se puede consultar en las viejas colecciones de los diarios La Prensa o La Nación de  los años ´40. Lo de Barcia está refritado en numerosas ocasiones. En una de ellas,  afirmó:

“San Martín es uno de los más perfectos y puros masones que conoció la  institución”[7].

Ahí, como es costumbre masónica, no ofreció la menor prueba de su dicho. No obstante, si alguien dudara del aforismo de Barcia, podría ir a verificarlo con los de Onzari o de Gandía. Interactúan; se remiten unos a otros, se retroalimentan en circuito cerrado. Sin embargo, ¡ojo! Si ese sujeto  inquieto se le ocurriera leer de más, a ciertos autores neo-nazis[8], tendría que ir a pedirle perdón a los manes de Enrique de Gandía para que se compadecieran de ese pobre pecador. De seguro que el “gallego”, tan tolerante y comprensivo, le habría dado su absolución. Salvo un caso, pensamos. El del remaldito niponazifascista de Horacio Juan Cuccorese, quien tras su prolija investigación asentó estas frases:

“La leyenda masónica sanmartiniana nace como concepción mental en 1876. Es decir, veintiséis años después de la muerte de San Martín y diecinueve con posterioridad a la organización de la masonería argentina en Buenos Aires… El nacimiento real de la leyenda masónica sanmartiniana es de mayo de 1880… una tarea de titanes que no consiguen su objetivo… (Por  lo tanto) resultará siempre una quimera presentar al Libertador  como masón”[9].

Osaríamos correr esa fecha al  año 1889, cuando el masón Bartolomé Mitre no se atrevía aun a convertir a SM en masón.

¿Por qué lo hicieron después?

Responde el gran historiador español Vicente Rodríguez Casado:

“por el interés de los masones actuales de tener el mayor posible enlace con las grandes personalidades del pasado”[10].

Nos faltaba dejarle un regalito al Ilustrísimo Verboso, el Venerable Logorreico don  Enrique de Gandía.

En este trabajo no consideramos para nada los temas de la política religiosa (que es lo que importa) ni de la religiosidad de SM.

No obstante, cerrar este capítulo dejándole la palabra al parloteador mayor de la República, sería una falta contra la verdad y el espíritu. De consiguiente, pasamos  a insertar  el mínimo de los mínimos acerca de esos puntos dañados por de Gandía.

En orden a la política religiosa, que es la que interesa a los historiadores, baste con dos documentos.

El primero, la instrucción dada  a Tomás Godoy Cruz, el 26 de enero de 1816, referido  a la forma de gobierno que debería adoptar el Congreso de Tucumán. Dijo el General:

“Solo me preocupa que el sistema adoptado no manifieste tendencia a destruir Nuestra Religión[11].

El segundo es el artículo tercero de la sección primera del Estatuto Provisional del Perú Independiente, promulgado por el Protector el  8 de octubre de 1821. Correlacionado con el art. 1° que establecía que “La Religión Católica, Apostólica, Romana es la religión del Estado”, el 3° disponía que:

Nadie puede ser funcionario público, si no profesa la religión del Estado[12].

No parecieran ser la obra de un laicista masón…

Vinculado con ello, el  dato providencial.

El primero, una carta de SM a O´Higgins, del 31 de abril de 1819:

“La América parece que tiene un Dios tutelar que la auxilia en los mayores apuros”[13].

El segundo, otra carta de SM a O´Higgins, del 10 de noviembre de 1820:

“Dios nos ayuda, porque la causa de América es suya; ésta es mi confianza”[14].

El tercero, la declaración efectuada en 1821 a un periódico peruano, acerca del carácter providencial de su misión:

“Soy un instrumento de que se ha valido el Dios de los Ejércitos para llevar a cabo los altos  planes de su adorable Providencia”[15].

Más específicamente, SM era devoto mariano. Leamos:

Doce de agosto de 1818, al P. Guardián del Convento de San Francisco en Mendoza:

“La decidida protección que ha prestado al Ejército de los Andes nuestra Señora y Generala Nuestra Madre y Señora del Carmen son demasiado visibles. Un cristiano agradecimiento me estimula a presentar a dicha Señora, que se venera en el convento que rige V.P., el adjunto bastón como propiedad suya y como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército”[16].

Arenga de SM después de la derrota de Cancha Rayada, en la batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818:

“Nuestra patrona, la santísima Virgen del Carmen nos dará la victoria, aquí mismo le levantaremos la iglesia  prometida para conmemorar ese triunfo”[17].

Por fin, tres cartas referentes a la religiosidad personal de SM (asuntos que no son de nuestra incumbencia).

Una, de SM, del 6 de febrero de 1830, dirigida al Grl. Tomás Guido, en que se despide de esta manera:

“Que Dios lo libre de vivir y morir en pecado mortal, son los votos de su viejo amigo. José de San Martín”[18].

Otra, de SM a Pedro Molina, del 27 de abril de 1836:

“…como solo Dios es el que dispone de las cosas de esta vida, Él ha permitido que lejos de sucumbir, la haya recuperado (a la salud)”[19].

La última, del 30 de septiembre de 1823, dirigida a Vicente Chilavert (miembro de la Lautaro, desde Cádiz), en la que le expresa:

“…el tiempo, sin embargo, no lo tengo muy sobrante; pues él es dedicado a prepararme a bien morircomo un cristiano[20].

No para decorar el Oriente Eterno, ni rendir tributo al Supremo Arquitecto Universal.

Punto final a este asunto.

Ahora, analicemos otro problema.

k. Cartas

         Los archivos introdujeron en la materia una importante novedad referente a la situación de SM en Londres en 1811. El Contraalmirante Julio Guillén, director del Museo Naval Álvaro Bazán de Madrid, dio a conocer en 1960 unas antiguas cartas, incautadas en un bergantín inglés en 1812[21].

            El manojo de cartas tenía dos partes: unas de Carlos de Alvear a Rafael de Mérida en Caracas, y otras del delegado venezolano ante el Gobierno inglés, Luis López Méndez a su esposa. De la primera, todos los masonófilos se hacen  voces; de la segunda, punto en boca, chitón. Motivo por el  que las examinaremos brevemente.

            En la primera carta de Alvear a  Mérida señala que:

“España está dando las últimas boqueadas… los Hermanos escapan de Cádiz… (Ud.) puede hacerlo (comunicarse) por la vía de Londres, remitiéndoselo al Hermano López Méndez, diputado de esa Capital  (Caracas), que creo probablemente quedará de presidente de la Sociedad”.

         En  la segunda epístola Alvear notifica al Presidente de la  Logia n° 4, Rafael de Mérida (en Caracas), que:

“Después de vuestra partida” (de Cádiz) aumentó la Sociedad con los hermanos que  reza la adjunta lista… Habiendo llegado a esta ciudad (de Londres) con los hermanos Zapiola, San Martín, Mier, Villa Urrutia y Chilavert, hemos fundado por orden de la Logia n° 3 (de Cádiz) una con el n° 7”.

En el anexo cuarto se incluye la lista de los hermanos admitidos en la  n° 7; es decir: Manuel Moreno, y los venezolanos Luis López Méndez, Andrés Bello y el marqués del Apartado[22].

Eso es todo. Nada hay en ellas que indique la condición masónica de la Lautaro[23]. Solo trata de promoción de las filiales.

En cambio, las cartas de Luis López Méndez a su mujer son dinamita pura. Leamos la del  28 de octubre de 1811, sin olvidar que su autor quedaría como Presidente de la Logia Lautaro n° 7 de Londres:

“Quisiera que al mismo  tiempo que tú y todos nuestros  hijos jamás se aparten de la senda del Señor, ni aún se disgusten de andar por ellas, sino con el espíritu y buen ánimo caminen sin pasarse hasta llegar al término de nuestra felicidad eterna. Así lo pido con muchas lágrimas al Señor, interponiendo los ruegos de la Virgen María, del Señor San José, y de todos los Ángeles, Apóstoles y demás santos. También le pido que se conserve pura la religión en toda pureza, creyendo, confesando y practicando, lo que la Santa Iglesia Católica, la única verdadera y esposa de Jesucristo cree, confiesa y practica, sin admitir jamás entre nosotros la profesión de ninguna secta de herejes… en fin, confío en Dios, que nuestra Patria no tenga otra religión pública ni más templos que los católicos[24].

         ¿Qué tal…? TNT, ¿no? O, mejor  dicho: DDT, para pulverizar a cuanto insecto masonófilo ande despistado  por ahí. ¿Comprende el lector por qué del paquete epistolar del Museo Naval Álvaro  Bazán los autores -que critico- se ahorraron las de Luis López Méndez…? Nosotros, puestos en su lugar, hubiéramos hecho lo mismo, dado que el silencio es salud…

         Empero, como no pertenecemos a esa Orden, agregamos algo que puede contribuir a remachar aquel clavo.

            Observa el  escritor chileno Fernández Larraín que:

“Un hombre de la clara conciencia religiosa y de la firmeza de principios, como era Luis López Méndez, no hubiese jamás consentido figurar en organización masónica alguna”[25].

Obviamente. Ni tampoco, trabaría buena amistad con un masón notorio (SM). Esto, porque como lo anota Rodolfo Terragno:

“También hizo  buenas migas San Martín con López Méndez”[26].

Por lo demás, tampoco el “masón” SM hubiera podido llevarse bien con Andrés Bello, el otro venezolano, dueño de la casa de Grafton Street n° 28 del Fitzroy Square, Tottenham, West End. En efecto:

“Nada se sabe de la suerte de Bello como integrante de la logia n° 7 de Caballeros Racionales. Puede afirmarse sí, que el hecho de pertenecer a esta asociación no afectó en nada sus sentimientos religiosos, pues las finalidades de las logias fueron exclusivamente políticas y revolucionarias”[27].

         Luego, conclusión lógica: ni SM, ni López Méndez, ni Andrés Bello (todos ellos “lautarinos”), era masones.

            Ellos integraban una sociedad política secreta cuya finalidad era exclusivamente la Independencia de América. En ese orden, y respecto de la Masonería, nos parece que le es aplicable el criterio sentado por el  ex Gran Maestre de la Gran Logia Argentina, Nicolás Breglia, al sostener que:

“Para despejar equívocos, los masones aclaran que las sociedades políticas secretas y clandestinas con fines específicos y de duración limitada no tienen nada que ver con ella (la Masonería)”[28].

l. Informes

 Lo antedicho es lo histórico. De inmediato, acudamos al campo historiográfico, es decir, a los Informes proporcionados por las autoridades de la Masonería Inglesa.

         En este sector computamos tres Informes.

         El primero se obtuvo de contrapunto o rebote. Resulta que el Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez– masón, encargado de la Social-democracia para América Latina, y después condenado por corrupción, decidió adquirir la casa de Grafton Street n° 27 para el Estado de la República de Venezuela, para lo cual comisionó a la señora Miriam Blanco Fombona de Hood.

         Dicha señora reunió una abundante documentación referida a  la  vivienda londinense y sus ocupantes. Pensando que iba a dar con pruebas sobre el  masonismo de los Delegados venezolanos en 1811, se dirigió a las autoridades de la Gran Logia de Inglaterra, a ese efecto. La respuesta se la remitió John Heron Lepper, titulado “Grand Librarian of England”, de la logia masónica “Quatour Coronatum 2076”, quien le manifestó que la GRA (Gran Reunión Americana, con sus filiales):

no era propiamente una logia masónica (reconocida por los masones  ingleses) y nunca fue reconocida como tal porque su primer objetivo era político y no masónico[29].

La segunda contestación se obtuvo  en 1979. El escritor anti-masón argentino Patricio J. Maguire, el 7 de agosto de 1979, se dirigió al Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra, requiriéndole información precisa sobre la Logia Lautaro y SM. La respuesta se la dio Mr. J. W. Brubbs, Gran Secretario, con estas palabras:

“1) La  Logia  Lautaro era una sociedad secreta política… y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.

…………………………………………………………………………………….

3) Las seis personas mencionadas en su carta- entre ellos José de San Martín-, de acuerdo a nuestros archivos, nunca fueron miembros de logias bajo jurisdicción de la Gran Logia Unificada de Inglaterra”.

El Gran Maestre de la Logia Quatour Coronatum n° 2076, ante similar pregunta, contestó:

a. No se ha hallado en los archivos ningún documento sobre el supuesto masonismo de San Martín;

b… Esos grupos constituyeron sociedades secretas y no logias masónicas”.

El Bibliotecario y Curador de esa Logia, T.O. Haunch, le expresó:

“Uno de mis predecesores, John Heron Lepper…, dijo que había investigado todo registro probable en Freemasons Halls con el  objeto de relacionar aquellos (San Martín, la Lautaro, etc.) con la logia inglesa, sin éxito[30].

El tercer Informe lo produjo el dirigente del Partido Radical, Rodolfo H. Terragno.  En su importante libro sobre SM asentó lo que sigue:

“En una comunicación por escrito, la Gran Logia Unida  de Inglaterra me aseguró, a  través de su Bibliotecario  y Curador, que:

“La Logia Lautaro no fue una logia masónica sino una sociedad política  secreta. Es posible que  haya adoptado algún rito o formas pseudo masónicas,  pero la masonería regular no tuvo conexión con la Logia Lautaro y no habría respaldado a esa organización ni sus actividades”.

Más adelante, agregó que un predecesor en el cargo, John Heron Lepper, una autoridad en asuntos americanos, investigó en todos los registros:

“donde podía o podrá haber referencias a algún miembro conocido de la Logia Lautaro, no encontró absolutamente ninguna prueba  que permitiera conectar a alguno de ellos con la masonería regular inglesa”.

Con esos y otros elementos de juicio Rodolfo Terragno concluye:

“Según la propia Biblioteca de la Gran Logia, si alguien no figura en esos registros es porque nunca fue miembro de la masonería inglesa.

Está claro, por lo tanto, que San Martín no perteneció a la masonería de Inglaterra[31].

Conclusión que, por supuesto, hacemos nuestra.

Conclusión que no podemos  trasladar al tema de la extensión de nuestro trabajo. Porque desde un punto de vista lógico-temporal, con lo antedicho debiéramos proceder a cerrar este capítulo histórico. Sin embargo, ya sabemos que los masonófilos son como  el cuento del “gallo pelao”, de nunca acabar. Apenas se demuestra que sus teorías sobre el masonismo sanmartiniano gaditano-londinense de 1811, son erróneas, cuando nos salen con otra sarta de objeciones. Que si la Lautaro de Buenos Aires, que si la de Mendoza, que si la Lautarina de Chile, que si las logias limeñas, etc., etc. No las vamos a contestar acá. Nos remitimos a lo expuesto en nuestro libro San Martín, cuestiones disputadas[32], y punto. Un punto que no es aparte, ya que al menos algo debemos decir de la Logia “La Parfaite Amitié”, belga. Asunto que resumiremos a continuación.

m. Medalla

El punto de partida es una medalla de plata, con el perfil de San Martín, grabado por Jean Henri Simon, con una leyenda en el anverso, colocada en 1827, que decía:

La Parfaite Amitié const… a l´or…de Bruxelles, le 7 juillet 5825 au General San Martín 5825[33].

Sobre esa base se han tejido mil y una hipótesis, todas masonófilas, por supuesto. Las más antiguas ya fueron rechazadas por el masón Martín V. Lazcano[34]. Él observaba que en ese dorso no se le daba a SM el trato de “Hermano”, que le hubiera correspondido de haber sido masón; como así también que la Masonería homenajea a personalidades destacadas, sin importarle que sean o no miembros de la Orden[35]. Horacio Juan Cuccorese indicaba que las alegaciones masónicas apuntaban a la acuñación de la medalla, sin que hubiera prueba alguna de que SM la hubiera recibido[36]. Dado que SM iba todos los días a comer a una Sociedad de Comercio, desde los arrabales donde vivía hasta el centro de Bruselas, Augusto Barcia Trelles, tuvo la buena ocurrencia de transformar esa sociedad en la Logia “Amis du Commerce”, con lo cual hacía juego con la medalla de “La Parfaite Amitié[37]. Olvidaba el célebre masón español  que ya Mitre había aclarado esa situación, observando que:

“Puso a su hija en una pensión, ciñéndose él a vivir con lo estrictamente necesario en un cuarto redondo, sin permitirse subir jamás a un carruaje público, no obstante residir en los suburbios de la ciudad”[38].

Es decir, vivía prácticamente en la indigencia. Palazuelo, Iturregui, Rosales, y otros sudamericanos que lo visitaron, verificaron esa situación. Por eso Benjamín Vicuña Mackenna pudo  explicar que residía en un pequeño departamento:

“tan modesto que no tenía siquiera un módico comedor, y por último un “cercle” o club de abonados en que podía leer los diarios y comer a un precio fijo. Un soldado del ejército libertador (William Miller) nos refirió años más tarde, que había encontrado a su antiguo jefe, viviendo como un simple subalterno, sin darse jamás el lujo de un carruaje de plaza, por más que habitara en los extramuros de la población… vivía ahora en Bélgica… habitando un cuarto alquilado y comiendo en mesa de huéspedes[39].

Una pensión de comidas baratas, a la que desde lejos tenía que ir caminando. Si iba a diario a ese modesto comedero, era porque todos los días tenía que almorzar. Eso resultó ser la Gran Logia de las tenidas de Barcia Trelles…

Dijimos que los masonófilos no se rinden jamás. De ahí que han vuelto a insistir con “La Parfaite Amitié”. Al presente, centran la cuestión en el archivo de esa logia masónica. Asunto que también tiene su larga historia.

Resulta que los archivos de aquella logia de Bruselas fueron llevados por lo alemanes a Berlín tras la ocupación de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial. En 1945, los soviéticos al conquistar la capital germana, se incautaron de dichos archivos y los trasladaron a Moscú. A la caída de la URSS, en 1991, esa documentación fue devuelta a Bélgica. Allí reposa, quedando a disposición de los investigadores. Y, por descontado que los masonófilos, que andan escasos de argumentos, se precipitaron sobre aquellos papeles, como el ahogado se aferra a un salvavidas, considerándolos la última o única oportunidad de probar sus hipótesis.

Bien: ¿qué es  lo que ha pasado al respecto?

Los días 12 y 13 de junio de 1998 se efectuó en Bruselas un coloquio internacional organizado por la Universidad de Lieja y el gobierno argentino sobre el tema de SM y la Masonería de acuerdo al contenido de las carpetas de la citada Logia. Todas las mociones se publicaron en un libro[40]. Hubo dictámenes diversos. El presidente del Instituto Sanmartiniano, general Diego Soria y el profesor Jorge  Ramallo fueron categóricos en sostener que en las carpetas no existía la más mínima conexión entre SM y la Logia. Otros, fueron más ambiguos, en especial el belga Philippe Raxhon, cuya moción en definitiva no se publicó. El cripto-masón Sergio Gaut vel Hartman está entre los que creen que si hay pruebas. Lo interesante es que su aporte se concentra en lo siguiente:

“El historiador mendocino Adonay Menniti, que tuvo acceso a las carpetas del archivo belga, sostiene que allí se conserva la correspondencia entre las logias belgas y las de Lima en las que queda demostrado que San Martín estaba afiliado a la Logia La Parfaite Amitié  que funcionaba en Bruselas”[41].

Que nadie piense que Menniti se vino “a poncho” con esta materia. No. Él tiene bien leídos a Gouchón, Avendaño y Zúñiga. La prueba es su otro libro acerca de estos asuntos[42]. No se apresura. Coloca un Prólogo de 50 páginas referido a la “Evolución del Pensamiento”, que va desde la ameba al mono. Es un erudito. Ha sido oficinista auxiliar del Ejército, a satisfacción de los Suboficiales de la Fuerza. Hemos disfrutado en grande su lectura, si bien su tesis es un tanto simple: todo lo que aconteció en la Independencia fue obra de la Masonería, incluido lo del sargento Cabral o lo del negro Falucho. Lo único que se nos escapa son las relaciones cronológicas. No entendemos bien de qué manera las logias masónicas de Lima, de 1821, se pusieron en contacto con las logias masónicas belgas de 1827. Tal vez, nosotros no estemos capacitados para advertir las conexiones intertemporales o los viajes espaciales…

En fin, que, dada nuestra afición a las supersticiones y el obscurantismo reaccionario, optamos por el  saber de otros masones no cuyanos. En este caso, la opinión de los historiadores masones europeos Frank Langenauken, Jacques Levine y León Zeldis, quienes, tras un minucioso examen de las  carpetas en cuestión, concluyen en que:

No existe ninguna prueba de la condición de masón del general San Martín[43]

Un carpetazo. Huyamos; el salvavidas que  habían encontrado los carenciados masonófilos, resultó ser  de plomo. No nos vayamos a hundir con ellos.

Bien. Bien. Pareciera que ya va siendo hora de mandar al archivo el célebre Archivo belga, y ponerle fin a esta enésima ocasión de abordar una tan deteriorada materia. Bueno, ese es nuestro deseo; aunque lo más probable es que si Dios nos da más vida, tengamos que volver otra vez a repetir lo consabido.

n. Libros

Por descontado que la bibliografía sobre  este tema es inmensa.

No obstante, cabe efectuar una primera gran división entre las obras serias y las menos serias.

Asimismo, podría armarse un pequeño grupo de escritores anglosajones masones, seguido por el lote mayor de las obras publicadas en castellano.

Intentemos domar este oleaje bravío.

El pequeño grupo inicial lo conformamos con tres autores: Fréderic N. Seal-Coon, el también inglés León Zeldis, y el estadounidense George T. French[44].

Por suerte, Guillermo Jacovella ha efectuado una excelente reseña de esos tres autores. En ella expresa:

“El historiador británico masón Seal-Coon publicó en 1978 y 1982 dos importantes estudios en la prestigiosa publicación masónica inglesa “Ars Quatour Coronatum” sobre Simón Bolívar (AQC, vol. 90, 1978, pp. 231-248) y las “Logias revolucionarias hispanoamericanas” (AQC, vol. 94, 1982, pp. 83-106) en las que destacaba que esas logias constituidas originalmente en Europa por los que serían luego los adalides de la independencia sudamericana, no eran de ninguna manera masónicas… León Zeldis rechaza también,  al igual que Seal-Coon, la afirmación de Alcibíades Lappas de que San Martín hubiera sido iniciado masón en la Logia Integridad n° 7 de Cádiz, en 1808, porque “infortunately” no existen constancias de esa logia (AQC, vol. 111, pp. 79-93)… George T. French, historiador  masón estadounidense se refiere igualmente a las logias de “Caballeros Racionales” como “pseudo  masonic revolutionary lodges[45].

A continuación citaremos un listado de los trabajos más serios en idioma castellano. Además, por  cierto de las obras citadas ut infra.

-Acevedo, Edberto Oscar, “San Martín y su ideario hacia 1810”, en Academia Nacional de la Historia, Ensayos, Bs. As, enero-diciembre 1991, n° 41.

-Aragón, Roque Raúl, La política de San Martín, Universidad Nacional de Entre Ríos, Departamento de Extensión Universitaria, 1982; reed. CABA, Vórtice, 2015.

-Bárcena, Alberto, Iglesia  y Masonería. Las dos ciudades, Madrid, San Román, 2016.

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Enrique Díaz Araujo

La Plata, mayo de 2020

Corregido y actualizado post-mortem por María Delia Buisel.

 

El texto completo puede descargarse aquí: Enrique Díaz Araujo. ¿San Martín se hizo masón en 1811?

                 


[1] Documento en el Museo Mitre, Bs. As., cit. por Corbière, Emilio J., op. cit., pp. 197-198. Obviamente, el Grl. Tomás de Iriarte se equivoca cuando dice que Pinto era “Venerable Maestre de la Gran Logia de los Lautaros”, en Buenos Aires. Pues Manuel Guillermo Pinto nunca tuvo nada que ver con la Lautaro, y menos que menos que fuera su “Venerable”.

[2] Corbière, Emilio J., op. cit., p. 195.

[3] No se vaya a creer que solamente Corbière, omite cualquier referencia a las Memorias, a pesar de las ediciones modernas de las mismas. No. También lo hacen otros, que suponemos cofrades de esa Orden: ej. en  Mier, Fray Servando Teresa de, Escritos inéditos, México D. F., El Colegio de México, 1994; y en Fray Servando, Biografía. Discursos. Cartas, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León. 1977. Claro que el Colegio de México y las Universidades Autónomas, suelen ser tributarias del PRI, es decir, del socialismo masónico mexicano. El error individual de Corbière está en aseverar que SM cuando fue a Londres “llevaba cartas de recomendación para Andrés Bello, Servando Teresa de Mier y otras altas personalidades revolucionarias” en op. cit., p. 195. Bello no era “revolucionario” ideológico, y  con  Mier  pareciera que ya se conocían bastante desde Cádiz, como para andar con epístolas de recomendación… En todo caso, a Lappas no le gana nadie. En su diccionario (op. cit., p. 104) lo ubica al P. Anchoris como masón, por haber pertenecido a la Lautaro, y conocido a Olavide, quien desde 1798, había abjurado de la masonería y publicado El Evangelio en triunfo. Historia de un filósofo desengañado. Lappas, bien podía saber la verdad del problema. Antes de la página del diccionario citada, había escrito: “El Dr. Anchoris (1775-1831) porteño de nacimiento, se radicó en Lima donde ejerció la secretaría del arzobispado. Desde el primer momento se mostró decidido partidario de la independencia y en la Asamblea del año 1813 votó las medidas liberales. Más tarde se volvió acérrimo reaccionario participando de la sublevación clerical de Tagle y apoyando la política de Rosas” en op. cit., p. 49. Lo cierto es que el P. Anchoris, desde Cádiz en adelante, siempre acompañó a SM, y fue miembro de su grupo en la Asamblea del Año XIII, contra los masones liberales que componían la mayoría alvearista en Lafont, Julio, Historia de la Constitución Argentina, Bs. As., F.D.V., 1950, t. I, p. 369. Encima, Lappas menciona los votos del P. Anchoris; votos que nadie conoce, dado que las Actas de la Asamblea se  extraviaron.

[4] Memorias del general Tomás  de Iriarte, Bs.As., Compañía General Fabril  Editora,  1962, 9 vols.

[5] Ver, entre otras: Gandía, Enrique de “La política secreta de la Gran Logia de Lautaro”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Bs. As., 1972; La independencia de América y las sociedades secretas, Santa Fe, Sudamericana,1994;  “La masonería y  la independencia hispanoamericana”, en revista Historia, Bs. As., 1966, n° 57, t. XV; “La masonería y otras sociedades secretas”, en revista Historia, Bs. As., n° 55, t. XIV;  “San Martín masón”, en revista Historia, Bs. As., 1990, n° 39 t. X; “La política secreta en la  independencia de América”, en Academia Nacional de Ciencias Morales y  Políticas, Bs. As., t. XXII; “La vida secreta de San Martín”, en la revista Todo es Historia, Bs. As., agosto de 1968, t. III, n° 16; “Final de una polémica sobre San Martín”, en Todo  es  Historia, Bs. As., mayo 1969, t V,  n° 25; San Martín, su pensamiento  político, Bs. As., Pleamar, 1964; etc., etc. 

[6]   Gandía, Enrique de, San Martín, su pensamiento político, cit., pp. 10, 27, 242, 256, 259,  342-343.

[7] Barcia Trelles, Augusto, San Martín en América, Tercera Parte, Por tierras del Inca, Bs. As., 1946, p. 180. San Martín fue mejor masón que Voltaire o Eduardo Wilde, puesto que no dejó la menor señal de haberlo sido. ¡Eso es cumplir con la consigna secreta de la Orden!

[8] Por ejemplo a: José Pacífico Otero, quien afirma que la logia Lautaro “no era en  modo alguno masónica sino política” en Historia del Libertador Don José de San Martín, 2ª. ed., Bs. As., Círculo Militar, 1978, t. I, p. 210. O al historiador liberal inglés John Lynch, quien también la define como  política, cf. San Martín, soldado argentino, héroe americano, Barcelona, Crítica, 2009, p. 48. O al especialista Alfredo G. Villegas, quien con las citas de Mitre, Sarmiento, Zapiola, etc., asevera que los ritos de la  Lautaro no tenían carácter masónico en San Martín y su época, Bs. As., Depalma, 1970, pp. 74-75, 109-110.

[9] Cuccorese, Horacio Juan, San Martín. Catolicismo y Masonería. Precisiones históricas a la  luz de documentos y testimonios analizados con espíritu crítico, Bs. As., Instituto Nacional  Sanmartiniano,  Fundación Mater Dei, 1993, p. 144.

[10]  Rodríguez Casado, Vicente, Conversaciones  de Historia de España, Barcelona, Planeta, 1965, t. II, p. 49, nota 4.

[11] Comisión Nacional del Centenario, Documentos del Archivo del General San Martín, Bs. As., Coni Hermanos, 1910,  t. V, p. 544.

[12]  Comisión Nacional…, t. IX, pp. 489-499.

[13] Archivo Nacional, Archivo de Don Bernardo O´Higgins, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1951, t. XIII, p. 126.

[14] En Díaz Araujo, Enrique, San Martín: Cuestiones disputadas, op. cit., t. I,  p. 49.

[15] Lynch, John,   op. cit., p. 255.

[16] Furlong, Guillermo, S. J., El General José de San Martín ¿masón-católico-deísta?, 2ª. ed., Bs. As., Club de Lectores, 1950.

[17] En “La Virgen del Carmen, Patrona de Chile”, en  Todo María, Bs. As., n° 173, julio 2012, p. 6.

[18] Pasquali, Patricia, San Martín confidencial. Correspondencia personal del Libertador con su amigo Tomás Guido (181-1849), Bs. As., Planeta, 2000, p. 257.

[19] Comisión Nacional del Centenario, Documentos del Archivo del General San Martín, Bs. As., Coni Hermanos, 1910, t. IX, pp. 494-495.

[20] Trenti Rocamora, José Luis, Las convicciones religiosas de los próceres argentinos, Bs. As., Huarpes, 1944, p. 51.

[21] Guillén, Julio, “Correo insurgente de Londres capturado por un corsario portorriqueño, 1812”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Santiago de Chile, segundo semestre de 1960, año XXVII, n° 63, pp. 125ss.

[22]  Los textos completos en Lappas, Alcibíades, San Martín y su ideario…”, pp. 23-24. Por supuesto, se abstiene de publicar las cartas de Luis López Méndez. Cf. Torres Lanza, Pedro, Independencia de América. Fuentes para su estudio, catálogo de documentos conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla, Madrid, 1912, t. III.

[23]  Quien más ha contribuido, con su prestigio bien ganado de historiadora seria, a basar en esas cartas la teoría de SM masón, ha sido Patricia Pasquali, en su obra San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Bs. As., Planeta, 1999. Ella subraya las categorías escalafonarias de la Lautaro, comparándolas con las de las sectas masónicas. ¿Por qué ofrece esa interpretación forzada? Muy sencillo: ella pertenecía a una familia masónica, y, por eso, sus trabajos anteriores versaban sobre Nicasio Oroño, Daniel Infante y otros destacados masones santafecinos. Lamentamos esa pérdida de ecuanimidad.

[24] Guillén, Julio, op. cit., pp. 130-131.

[25] Fernández Larraín, Sergio, “Luis López Méndez y Andrés Bello”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Santiago de Chile, n° 75, 2° semestre 1966, p. 98.

[26] Terragno, Rodolfo H., Maitland y San Martín, Bs. As., Universidad Nacional de Quilmes, 1988, p. 157.

[27] Salvat Monguillot, Manuel, “Vida de Bello”, en Ávila Martel, Alamiro y otros, Vida y obra de Andrés Bello, Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1973, p. 27. Cf. Jacksic, Iván, Andrés Bello, la pasión por el orden, Santiago de Chile, 2001; Pi Sunyer, Carlos, Patriotas americanos en Londres (Miranda, Bello y otras figuras), Caracas, Monte Ávila, 1978.

[28]  Santa Cruz, Daniel, “Sociedad. Ocultos antes, a la vista ahora, los masones siempre están”, en La Nación, Bs. As., 17 de octubre de 2020, sección “Ideas”, p. 4. Por supuesto que se trata de un lapsus linguae, desde que, como está preceptuado en la Orden, más adelante Breglia afirma que SM y la Lautaro eran masones.

[29] Pérez, Carlos Andrés,  Cómo Venezuela adquirió la  Casa de Miranda en Londres, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, Instituto de Investigaciones Históricas, 1993, p. 46. Cf.  Heron Lepper, John, Librarian and Curator United Grand Lodge of England, Review en Transactions of Quatour Coronatum Lodge n° 2076, vol. 64, London, 1951-1953. Blanco-Fombona de Hood, Miriam (comp.), Andrés Bello. Committee for the Bicentenary Celebrations, London, 1981.

[30] Chindemi, Norberto, op. cit., pp. 160-172. Cf. Maguire, Patricio, La Masonería y la  Emancipación del Río de la Plata, Bs. As., Nueva Hispanidad, 1969. Hamill,  John M., Assistant Librarian, United Grand Lodge of England, comunicación personal del 13 de noviembre de 1981.

[31] Terragno, Rodolfo H., op. cit., pp. 181-182.

[32] Op. cit., t. I, pp. 475-482.

[33] Pérez Amuchástegui A. J., Ideología y acción de San Martín, Bs. As., Eudeba, 1979, p. 9. Aparentemente, el enigmático número 5825, en la versión masónica partiría de la cronología de James Ussher, arzobispo anglicano de Armagh, Irlanda del Norte, que situaba la Creación en el año 4004 antes de Cristo en sus Annales Veteri Testamenti de 1650. Cf. Annals of the World, ed. by Larry and Marion Pierce, Green Forest, AR, Master Books, 2003.

[34] Lazcano, Martín V., Las sociedades secretas políticas y masónicas en Buenos Aires, Bs. As., El Ateneo, 1927, t. I.

[35]  Lazcano, Martín V., op. cit., t. I, pp. 55, 64, 252.

[36] Cuccorese, Horacio Juan, “Historia de las ideas. La cuestión religiosa. La religiosidad de Belgrano y de San Martín. Controversia entre católicos, masones y liberales”, en Ensayos, Bs. As., n° 40,  enero-diciembre 1990, p. 134.

[37] Barcia, Trelles, Augusto, San Martín en Europa, Bs. As, 1948, p. 74.

[38] Mitre, Bartolomé,  “Las cuentas del Gran Capitán”, en Arengas Selectas, 4ª. Ed., Bs. As., W. M. Jackson, 1943,  p. 131.

[39] Vicuña Mackenna, Benjamín, El general San Martín en Europa (Revelaciones íntimas), 2ª. Ed., Lima, 1942, pp. 10-11. Cf. Torre Revello, José, “El ostracismo del general San Martín”, en Ministerio de Educación, Universidad Nacional de Cuyo, Actas del Congreso Nacional de Historia del Libertador General San Martín 1950, Mdz., 1955, t. I, p. 79.

[40]  VVAA,  El general José de San Martín en Bélgica. Un destino, una época, Bs. As., Ed. de la Biblioteca Nacional, 1999.

[41] Gaut vel Hartman, Sergio, Sociedades secretas de la historia argentina,  Bs. As., Andrómeda, 2010, p. 49; Cf. Menniti, Adonay, San Martín y los libertadores de América del Sur. La interrelación entre los próceres y la trama oculta de la lucha por la Independencia, Madrid, Colección Parteluz 25, 2000.

[42] Menniti, Adonay, “San Martín Libertador de Argentina, Chile y Perú” en Reivindicación Histórica, t. II, Independencia del Perú, Mdz., Memphis Investigadores, 2007.

[43] Jacovella, Guillermo, “San Martín y los  ideales masónicos”, en Todo es Historia, Bs. As., n° 505, agosto 2009, p. 23.

[44] Seal-Coon, Fréderic N., “Spanish American Revolutionary Masonry. The mythical Masonry of F. de Miranda”, Ars Quatour Coronatum, London, vol. 94, november 1982, pp. 85-106. Zeldis, León, “Freemasonry´s Constitution to South American Independence. A factual Aproach”, en Ars Quatour Coronatum, London, vol. 111, October 1999, pp. 79-101. French, George T., “General San Martín, liberator and mason”, en The Philalethes, EE.UU, Ed. Des Moines, 1990, pp. 8, 11.

[45]   Jacovella, Guillermo,  op.cit., p. 20.

 

 


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