¿SE HIZO MASÓN SAN MARTÍN EN 1811? Por Enrique Díaz Araujo (1-2)
Reproducimos aquí un contundente y definitivo texto póstumo de nuestro maestro, Enrique Díaz Araujo, acerca del tema recurrente de «San Martín masón».
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
¿SE HIZO MASÓN SAN MARTÍN EN 1811?
Por Enrique Díaz Araujo
Estamos hartos, hasta la coronilla. Cada vez que tenemos que mencionar al Libertador, lo primero y lo único que nos preguntan es si es verdad que San Martín fue masón. No les interesa si facilitó la independencia de la Argentina, Chile y el Perú, cuándo y cómo. No. Lo único que plantean es que si por haber sido uno de los fundadores de la Logia Lautaro, debió pertenecer a la orden masónica, y, claro, de ahí derivan la interrogación de si don José fue católico o deísta.
Hemos tocado el tema más de una oportunidad. En el año 2001 publicamos el libro Don José y los chatarreros[1]. En el 2010 participamos en Roma en el Congreso Internacional, convocado por la Comisión de Cultura Vaticana, con la ponencia “San Martín y Bolívar: su política religiosa”, con la que demostramos acabadamente que el General argentino jamás fue masón[2]. Con mayores probanzas lo reiteramos en el 2014 con la obra San Martín: cuestiones disputadas”[3].
Nadie, que sepamos -historiador, se entiende- contestó nuestras investigaciones y si lo hubiera hecho, sería bienvenido. Luego, pensamos que podíamos irnos a descansar tranquilos.
No fue así. Como los mosquitos que en una noche de verano zumban en las cercanías una y otra vez, la bandada masonófila ronda de nuevo[4]. Ergo, no queda otro remedio que tornar a resumir el problema por enésima ocasión. Claro que dada su extensión, en esta oportunidad, nos ceñiremos al año 1811, tiempo del funcionamiento de la “Logia Lautaro”, o de “Los Caballeros Racionales”, desde Cádiz a Londres. Y lo haremos examinando las teorías de los autores masónicos (sostenidas, además, por los masonófilos de toda laya).
a. Los antiguos
Primero, oigamos a la contraparte, para ver cómo argumenta.
En orden cronológico, damos con un trío de viejos masones.
Es Emilio Gouchón (1860-1913) quien inicia la serie. Como legislador su mayor iniciativa fue proponer la erección de una estatua a Giuseppe Garibaldi, héroe de los anticlericales “comefrailes”, asaltante de Gualeguaychú, durante la Intervención anglofrancesa de 1845. Gouchón presidió el Congreso del Libre Pensamiento -“El libre pensamiento proclamo en alta voz / y mueran los que no piensan como yo” (Gaspar Núñez de Arce)-, y de la Sociedad de Fomento de La Pampa (cuando apenas era un despoblado territorio federal). Llegó a ser Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina (1901-1902), y editó, por “Caras y Caretas” (revista humorística), un trabajo sobre la Logia Lautaro[5]. Como al morir, al parecer, cantó la palinodia, sus familiares quisieron hacerle un funeral, “profanación… penoso espectáculo”, en el clamor del griego Lappas[6].
Acto seguido aparece Antonio Rodríguez Zúñiga (1870-1920). Escribano, aficionado a la música -fue autor de la letra y música del Himno Masónico Argentino (un tanto olvidado)-, su gran pasión fue la Astronomía, fundador de la revista Urania, y en los ratos perdidos escribió novelas (que, por cierto, están perdidas). Aunque él no le diera ese carácter, publicó otro trabajo de ficción sobre la Logia Lautaro[7].
Por el estilo fue Rómulo Avendaño, quien, pobre, con poca suerte intentó refutar a José Manuel Estrada[8].
Entre todos ellos inventaron varias cosas.
1°: que San Martín (SM) en Cádiz había pertenecido a una logia masónica supuestamente titulada “Integridad”.
2°: que la logia de los “Caballeros Racionales”, también llamada “Logia Lautaro”, era masónica, así como todos sus miembros, entre otros, SM.
3°: que la logia de Cádiz era filial de una mayor situada en Londres, fundada por el venezolano Francisco de Miranda, denominada “Gran Reunión Americana”, de obediencia británica.
4°: que S.M. salió de España para Londres -instalándose en la Casa de Miranda (Grafton Street n° 37)- merced al auxilio económico de Lord Fife.
5°: que esos cuatro meses que SM permaneció en Londres se puso en contacto con las logias inglesas.
6°: que ya en Buenos Aires, junto a Carlos de Alvear, Matías Zapiola, Vicente Chilavert y otros oficiales, reeditó la Lautaro.
7°: que en Mendoza instaló otra Lautaro y en Santiago de Chile, tras la batalla de Chacabuco, una última Lautaro. Por fin, que tras su alejamiento del Perú, primero, y del Río de la Plata, después,
8°: en Bélgica se inscribió en la Logia La Perfaite Amitié, la que le otorgó una medalla. Además, en las Máximas pedagógicas para su hija Mercedes, no incluyó ninguna de tipo religioso.
9°: Que tampoco lo hizo en su testamento, prohibiendo los funerales.
Esa es la obra gruesa de la leyenda masónica sanmartiniana, en la que todavía hoy abrevan ciertos periodistas. En seguida nos ocuparemos de restablecer la verdad frente a los infundios anotados, dentro del espacio temporal antes indicado. Pero ahora, miremos al lote siguiente.
b. Los modernos
A los muy “antiguos”, les siguieron otros cofrades más cercanos. Veamos.
Primero, Fabián Onzari (1892-1955), con diversos escritos masónicos[9]. Médico, político y periodista de Avellaneda, fue presidente del “Hogar Bernardino Rivadavia”, “institución benéfica creada y sostenida por la masonería”[10]. Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. Tuvo enorme importancia en la difusión de la mitología masónica. Acudió una y otra vez con sus refritos a los grandes diarios liberales (por aquello de Voltaire: “miente, miente, que algo quedará”). En esa tarea mediática repetidora ha sido continuado por otros grandes maestres, tales como Ángel Jorge Clavero y Eduardo Vaccaro[11]. La mayor novedad que introdujeron fue el tema del ataúd del General en la Catedral de Buenos Aires. Según ellos, la Iglesia se había opuesto a que los restos de SM descansaran en el templo, por su calidad de masón. Al final, el Episcopado transó colocando el Mausoleo fuera del ámbito consagrado y cabeza abajo (cual una especie de castigo). Por cierto que eso no era así. No existió tal oposición. El Mausoleo se edificó en tierra consagrada porque allí había estado la Capilla de Nuestra Señora de la Paz, y las dificultades con el ataúd obedecieron a que en Francia habían puesto su cajón dentro de otro muy grande para ubicarlo en el buque “Villarino” que lo trajo al país. Por eso se puso de costado, parado, no hacia abajo como decían los masones.
Asimismo, junto a esos poco ilustrados cofrades, más adelante hicieron su presentación otros más eruditos. Nombremos a Alcibíades Lappas, Emilio J. Corbière y Enrique de Gandía, acerca de los cuales tendremos que anotar dos palabras.
c. Lappas
Alcibíades Lappas, más conocido como “el griego”, dueño de una fábrica de cubiertos de plata, fue Grado 33, Gran Secretario de la Gran Logia Argentina, director de la revista masónica Símbolo[12], escribió un diccionario o catálogo masónico, que es considerado oficial por las respectivas sectas de la Orden.
Los periodistas ignaros suelen recitar al pie de la letra el item que le dedicó a José de San Martín[13], sin emplear el menor espíritu crítico. Pongamos un solo ejemplo de lo que decimos. Lappas sostiene que “la guerra del Paraguay impidió el traslado de los restos (de SM) hasta 1880”[14]. ¿Por qué este anacronismo absurdo, de tragarse una década (la llamada “Guerra del Paraguay” terminó en 1870)? Para justificar a los gobiernos liberales que nada hicieron para repatriar los restos del General. Pues, tamaña extemporaneidad la podrá hallar el lector en cuanto texto pro-masónico anda por estos caminos de Dios. Lo dijo Lappas, y basta, es palabra santa (bueno, no sé si cabe este adjetivo tratándose de gente tan agnóstica).
La versión de Lappas comienza por donde comienzan todas las biografías sanmartinianas de ese estilo. Esto es, que SM “fue iniciado masón en la Logia Integridad de Cádiz”. Logia cuya existencia nadie ha podido verificar jamás; y que solamente subsiste entre los dogmas de la credulidad masónica. A lo que añade Lappas:
“San Martín de incógnito se ausentó a Sevilla, desconociéndose con exactitud las demás actividades masónicas que desarrolló en la península”[15].
Se ignora si salió de Cádiz (donde no pasaba ni un mosquito, cercado como estaba por las tropas francesas del mariscal Victor); no obstante, procedemos a dar por hecho que esas actividades existieron. Ese es el método empleado por Lappas: considera demostrado lo que tiene que probar, y sobre tal falsa premisa mayor construye todo el silogismo. Luego, dado que SM era masón, también lo sería la Logia Lautaro o de los Caballeros Racionales, a la que pertenecía. O si prefieren al revés: dado que la Lautaro era masónica, también debió serlo su integrante SM. El orden de los factores no altera el producto. Lástima que puesta la proposición al derecho o al revés, algo sigue faltando acá y son las pruebas. Lo demás está muy bien.
Acerca del Cádiz de las Cortes en 1811, Lappas no es excesivamente congruente. Digamos algo sobre este punto.
Lo que hay que exponer ya lo hiso un famoso liberal gaditano, Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), recordando que en aquella época proliferaban en Cádiz las logias o entidades secretas, que cumplían las funciones asociativas que desempeñaron los partidos políticos posteriores. Había sociedades masónicas (Los Comuneros, el café de la Fontana de Oro, la Landaburiana, la Lucena, etc.) y anti-masónicas (Esperanza, Ángel Exterminador, El Martillo, Concepción, etc.)[16]. Pues Lappas, parece haber copiado a la letra el parágrafo de Alcalá Galiano, cuando anota que el principal apoyo de los conservadores lo constituía la:
“llamada Junta Apostólica, partido surgido en 1808 de tendencia netamente reaccionaria, y que a partir de 1825 había creado una serie de grupos de choque, en forma de sociedades secretas, tales como el Ángel, la Esperanza, el Martillo, la Concepción, etc. A esos grupos, en defensa legítima, harían frente los liberales agrupándose en el movimiento de los Comuneros”[17].
Sin embargo, se olvida enseguida de este dato, y pasa a considerar a todas las sociedades secretas gaditanas como si fueran masónicas, que bien sabe que no lo fueron. Peor aun, para su hipótesis, obra de modo negativo un dato contundente. El muy serio investigador inglés Brian R. Hammett, al estudiar el asunto, llega a la conclusión de que hasta 1816 las logias masónicas hispanas residían en Granada, y no en Cádiz. Y asegura:
“Cádiz no fue centro masónico, con logia propia, hasta 1818 o 1819… La logia de Cádiz sólo adquirió importancia después de 1817”[18].
Eso es así. No obstante hay una excepción: la logia masónica de militares denominada “Logia Central de la Paz Americana de Sud” (que en el Perú adoptó el nombre de Logia de Paz y Perfecta Unión), dependiente de la Central de Londres. Su Venerable era el general Jerónimo Valdés (con Espartero, Canterac, Seoane, Lóriga, García Camba, Carratalá, etc.; conocidos en España como los “Ayacuchos”[19]), y cuyo objetivo, como lo denunciara el antiguo integrante de esa logia, Grl. Tomás de Iriarte, era impedir la Independencia y la Tradición en América. Logia Central de la Guerra Inglesa y Masónica contra América[20].
De haber sido masónica la Lautaro debió acordarse con esta hispánica, y no enfrentarse en dura lucha, como aconteció en la realidad.
Acto seguido Alcibíades Lappas examina la salida de SM de España. Para ese fin, dice:
“recibió la ayuda financiera para trasladarse a Londres por intermedio de Sir Charles Stuart, agente delegado en España de la “Gran Reunión Americana” de Londres fundada por Miranda. Una vez llegado a la capital británica… participó de la fundación de la Logia Caballeros Racionales n° 7 de Londres. En esa ciudad fue acogido fraternalmente por uno de los más prominentes miembros de la Masonería londinense, el conde de Fife, quien arregló asimismo los pormenores de su viaje a Buenos Aires”[21].
Bartolomé Mitre se hubiera enojado por lo mal leída que estaba su historia de SM. Más de un siglo antes que Lappas publicara su volumen, Mitre ya había aclarado que el compañero de armas en el ejército anglo-hispano de la España del sur, mandado por Arthur Wellesley (futuro Lord Wellington), era John Duff, Lord Macduff, después conde de Fife. Duff fue quien le tramitó con el capitán de un buque de la escuadra británica que rodeaba Cádiz, una plaza para embarcarse hacia Portugal. También le ofreció algún dinero que no fue aceptado, conforme lo explicó SM a su antiguo subordinado el Grl. William Miller[22].
Debe añadirse que, como enuncia el masón Augusto Barcia Trelles, SM no salió “subrepticiamente”, como indicaba Mitre, sino “por la puerta grande”, autorizado por el Consejo de Regencia, pasaporte en mano, el 14 de septiembre de 1811[23]. Pero una vez en Lisboa, también dominada por Wellesley, para pasar a Inglaterra, en un buque mercante de línea, necesitaba visar su pasaporte. De eso, y de nada más, se encargó sir Charles Stuart, cónsul acreditado y primo de Duff[24]. Por lo demás, es obvio que su compañero de armas se quedó al frente de sus tropas en Cádiz, y no se fue a Londres a arreglarle las cosas a SM.
¡Un pequeño error “in personam”, el del “griego”! En cuanto a la logia “Caballeros Racionales” es la misma que la Lautaro y, por lo tanto, ya estaba fundada en Cádiz. En Londres, los americanos exiliados simplemente la refundaron, desprendiendo una filial[25].
d. Escocia
Lappas y los suyos se habrán equivocado en cuanto al rol y el lugar de Fife en el trámite de salida de España, sin embargo, como a obstinados no les gana nadie, de inmediato inventan otra conexión con Macduff. Esta habría acontecido en 1824, esto es, fuera del ámbito temporal del presente trabajo. No obstante, no podemos esquivar un mínimo de esclarecimiento al respecto.
Ellos aseveran que cuando SM, en su exilio estuvo en Gran Bretaña, Fife, su viejo camarada gaditano, lo invitó a ir a Banff, en Escocia. SM fue y se incorporó a las logias “St. Andrew” n° 52, y San Juan Operativo n° 92, a raíz de lo cual se lo nombró ciudadano honorario de esa ciudad.
Bien. Esa es la fábula. La verdad es que -más allá de si Duff fuera o no masón- ni SM se incorporó a las logias citadas, dado que no existían[26], ni tuvo tiempo para hacerlo[27]. En Banff, como en Gales, a instancias de William Miller, recibió honores, no por ser masón, sino por su fama militar internacional.
e. Miranda
Sin embargo, donde más la pifia Lappas -y con él todos los masonófilos- es en la actividad que le atribuye a la Gran Reunión Americana (GRA), supuestamente fundada por el venezolano Francisco de Miranda. En este punto se juntan cuatro errores, a saber:
1°: que Miranda fuese masón y con él su logia madre.
2°: que Miranda estuviera en Europa para esa época.
3°: que la logia Lautaro hubiera sido una filial de la GRA.
4°: y principal, que la hipotética GRA, existiera en la realidad, fuera de los papeles que Miranda le enviaba a Pitt.
Comencemos por lo último, desde que lo anterior depende de este punto. O sea: que si no hubo la tal GRA, ¿qué nos importa establecer si actuó como logia matriz respecto de la Cádiz?
Este es un asunto que está perfectamente dilucidado, aunque muchos no se hayan enterado aún.
En realidad:
“Miranda… ni tuvo representación de una inexistente Junta de americanos, no perteneció a la Masonería y no fundó la Logia Lautaro”[28].
Lo corrobora William Spence Robertson, al sostener que Francisco de Miranda:
“ …nada revela que se pueda probar, sea que perteneciera a la Orden Masónica, sea que fuese el fundador de la Logia Lautaro. Tampoco se han encontrado pruebas susceptibles de indicar que haya iniciado jamás a revolucionarios como San Martín y Bolívar, ni siquiera existen rastros indicadores de que Miranda se encontrara nunca con San Martín”[29].
En efecto, Miranda se había ido a Caracas en octubre de 1810, y SM llegó a Londres exactamente un año después. Antes de eso no habían podido verse, dado que Miranda nunca fue a Cádiz. Se trata de una cuestión acerca de la cual no queda ya ninguna duda. El P. Miguel Batllori, S.J., que ha dedicado al problema varios trabajos de investigación, es categórico en sus conclusiones. La GRA, afirma, es:
“una falsedad… puras maquinaciones fanáticas de Miranda para presentarse ante Pitt como un plenipotenciario de los pueblos americanos… no es, ni ha sido, más que un mito”[30].
Mito, recontra-mito.
Leyenda fraudulenta, digamos. El único lugar donde existió es en el papel de la carta de Miranda a William Pitt, del 16 de enero de 1798. Allí aparece una fantasmal “Junta de Diputados de América”, con integrantes imposibles o inexistentes[31]. La Gran Reunión Americana, asevera William Spence Robertson es:
“actualmente apenas algo más que una leyenda”[32].
De verdad, que es algo menos que una leyenda.
En suma, con el destacado historiador español Paulino Castañeda, cabe concluir:
“Hoy podemos afirmar con argumentos bastantes, lo siguiente:
1) Miranda no perteneció a la masonería. En su archivo personal no han aparecido documentos relacionados con logias, ni correspondencia con orientes (ni grandes ni pequeños), o signos de sabor masónico, ni conoció a miembros importantes, como Pablo Olavide o Juan Pablo Vizcardo;
2) no fue maestro de San Martín; cuando este llegó a Londres (1811), Miranda[33] ya se había embarcado para Caracas (1810), no hay documentos de los cuales se pueda deducir que fuera organizador de aquellas sociedades secretas de Cádiz y Buenos Aires, y mucho menos que las dotara de un cuño masónico. Ni siquiera lo tuvo su famosa tertulia de Londres”[34].
Mito, puro mito.
Investigadores serios, dije. Hay que avisarle de ese resultado a los masonófilos del estilo del “griego” Lappas.
f. Otras pifias
En realidad, Alcibíades Lappas tenía una buena virtud: la de pacificador, calmo aplacador de ánimos caldeados. Lo acreditó con este texto. Alega que SM:
“Durante su permanencia en Londres (1824) mantuvo conversaciones con Rivadavia, pero no lograron conciliar sus respectivos puntos de vista”[35].
A sable o a pistola: eso eran los respectivos puntos de vistas, del duelo al que SM lo retó a Rivadavia en Londres, y que no se concretó por la mediación de su padrino en el lance, James Paroissien[36]. Diferencia un tanto inconciliable, porque don Bernardino podía ser dos cosas opuestas. O era como lo definió Bernardo O´Higgins en carta a SM, del 16 de agosto de 1828:
“el hombre más criminal que ha producido el pueblo argentino… un enemigo tan feroz de los patriotas… hombre despreciable”.
O era: “El más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”, en el decir de Bartolomé Mitre. “Uno de los más preclaros próceres argentinos”, según Alcibíades Lappas. Masón, claro está, y que recibió en su homenaje “la primera manifestación masónica”, el 29 de mayo de 1880[37].
Lappas cierra su biografía de SM del mismo modo con que la inició: con un grueso error. Antes dijo que en Cádiz SM había pertenecido a la logia “Integridad”, ente ectoplasmático, cuya existencia jamás se probó. Ahora, en 1822, afirma que SM “fundó la Logia Paz y Perfecta Unión en la ciudad de Lima”. A lo que adiciona: “Por su parte, un grupo de patriotas peruanos, encabezados por José Faustino Sánchez Carrión, fundaron la Logia Orden y Libertad”[38]. Lamentamos comprobar que a Lappas a veces le fallaba la memoria. Porque casi trescientas páginas atrás había escrito que en 1821:
“trabajaba en Lima la Logia “Paz y Perfecta Unión” presuntivamente fundada por los oficiales españoles que eran masones”[39].
Entonces, una duda cruel nos aqueja que es más fuerte que esta reja que nos sirve de prisión, según dice el tango. ¿Quién fundó la logia Paz y Perfecta Unión: SM o sus acérrimos enemigos del ejército realista? Menos mal que la desmemoria no le alcanzó a Lappas para sostener que la otra logia masónica peruana que él menciona, la “Orden y Libertad” o “Republicana”, también la había fundado SM. Menos mal que la atribuyó a José Faustino Sánchez Carrión. Lo que omitió aclarar Lappas es que esa entidad masónica se oponía frontalmente a los planes monárquicos de SM en el Perú, y que fue la responsable del asesinato de su ministro de Gobierno, Bernardo de Monteagudo[40].
Final. Mal final, pareciera, para el “griego” Lappas. Otra vez será.
g. Corbière
Bien. Dejemos de lado, de momento, al bueno de Lappas, y pasemos a otro masonazo de alto vuelo. Nos referimos a Emilio J. Corbière, periodista, colaborador de Buenos Aires Herald y Le Monde Diplomatique. De conformidad con la solapa de su libro principal:
“Fue director de la Fundación Juan B. Justo y dirigió Icaria, revista de crítica y cultura (sic). Dirigió la colección “Marx XXI”… Presidió la Asociación Argentina Antonio Gramsci, sección de la International Gramsci Society (IGS) con sede en Roma y en Notre Dame, Indiana (Estados Unidos). Fue profesor en la Cátedra Libre Antonio Gramsci en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de la Cátedra Libre José Carlos Mariátegui en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.”
Un curriculum que lo dice todo, que no requiere de ninguna glosa, y que se completa con esta dedicatoria:
“Dedico este libro a mis abuelos masones, a Salvador Lino, viejo garibaldino que integró la “Logia Estrella Polar” de Bahía Blanca, y a Emilio P. Corbière, historiador y poeta, que formó parte de la “Logia Confraternidad Argentina”[41].
Todos, usted lector y yo, quedamos notificados de quién se trata. Este, como Lappas, no ofrece el menor equívoco. Son “hijos de la viuda”, con los tres puntos bien subrayados. Será necesario recordarlo, cuando más adelante Corbière adopte aires de objetividad científica. Nada de bromas: Marx, Mariátegui, Gramsci, el Buenos Aires Herald, Le Monde Diplomatique, la IGS de los Estados Unidos y los abuelos masones. Cartón lleno; no falta nada de marxo-imperialismo.
Ahora, pasamos a leerlo. Comienza por decirnos que el morenista Julián Álvarez, con su logia “Independencia” (o “Logia San Juan”), “suministró los cuadros principales que secundarían a San Martín”[42]. Sí; es el mismo Julián Álvarez, ex cura, el “infame”, agente portugués, con su logia masónica, que nada tenía que ver con la Lautaro, conforme a la respuesta explícita que le dio Matías Zapiola a Mitre. Álvarez enseguida se radicó en el Uruguay portugués. El “infame” masón no fue amigo sino enemigo de SM. Veamos.
El 23 de julio de 1820, el médico chileno Miguel Zañartu, logista de la “Lautarina”, radicado en Buenos Aires donde operaba como agente secreto de SM, le advertía al General:
“Ud. esté cierto que toda la máquina la mueven los portugueses, que ellos son los que secretamente atizan la discordia, auxilian a Carrera y a Alvear, y a todos los enemigos del orden establecido. Yo creo que todos los masones están convenidos en vengar la muerte de Luis Carrera, que era “hermano”… Los masones todos casi están en esta combinación, y el infame Julián Álvarez es el primero como Venerable… Mucho cuidado con esta ramificación. Ud. sabe cuán extendida está en el ejército la masonería. Lo que más encargo a Ud. son golpes de energía en cualquier ocurrencia”[43].
La carta transcripta esclarece ciertas cuestiones. 1°: La dependencia portuguesa del masón Álvarez, desde luego. 2°: que con ese “infame” ellos no tenían la menor afinidad. 3°: que los masones estaban contra SM. Zañartu, su subordinado, no hubiera escrito lo que le escribió sino supiera bien cómo pensaba su corresponsal en esta materia. En tal inteligencia debe entenderse la advertencia del chileno.
Corbière, de todo eso, ni palabra.
En cambio, prefiere ocuparse largamente de un alvearista llamado Nicolás Laguna, autor supuesto de unas “Memorias”, en las que ataca a SM, Pueyrredón y a una “Gran Logia de Buenos Aires”, entidad masónica, que tiranizaría la Nación. Corbière le dedica varias páginas a transcribir dichas “Memorias”.
Cual se advierte a simple vista, se trata de un libelo anónimo que, en su momento fuera publicado por Antonio Rodríguez Zúñiga. Corbière indica que esas cartas estaban dirigidas a “Juanito”, y que:
“Probablemente el tal “Juanito” no existió, es imposible corroborarlo hoy”.
El escrito de un tal L.N. de L. al inexistente “Juanito”, le parece a Corbière “interesante”, puesto que se trataría de un documento de “notable importancia”[44].
La única pregunta que cualquiera se haría es esta: ¿estarán los masones tan escasos de pruebas que tengan que recurrir a cartas anónimas, sin fecha, ni lugar, ni autor ni destinatario, y en donde ni siquiera la Lautaro es llamada por su nombre…?
En suma, que como reza el dicho popular, no hay que dar por el pito más que lo el pito vale.
Más conducente es ocuparse de temas trascendentes, como el que sigue.
h. Mier
Este es el momento en que Corbière se adentra en otro asunto que los demás masonófilos esquivan como a la peste. Es el caso de fray Servando Teresa de Mier, O.P., dominico semi-liberal mexicano, testigo interno de la logia gaditana. Junto al marino José Matías Zapiola, fueron integrantes de aquella asociación secreta, que, como tales hablan.
En resumidas cuentas, Mier relata que estando en Cádiz, luego de su viaje a Roma, se topó con la hostilidad manifiesta de la población de esa ciudad hacia los americanos (provocada por las declaraciones de autonomía de los virreinatos de Indias respecto del usurpador Consejo de Regencia). En esa situación dio con otro sacerdote americano, el P. Ramón Eduardo Anchoris, a quien confió su inquietud. Este le dio noticia de la existencia de la “Lautaro”, entidad que los reunía, para auto-defenderse, y lo invitó a ingresar en ella. Mier le aclaró que no entraría en ella si se trataba de una logia masónica, porque estas estaban expresamente prohibidas por la Iglesia.
No, le respondió Anchoris; la “Lautaro”, si bien era secreta y se manejaba con ciertos ritos copiados de la Masonería, no era antirreligiosa por modo alguno. En esa inteligencia, Mier concurrió a la casa de Carlos de Alvear, rico oficial argentino, que había heredado de su padre la gran indemnización que le pagaron los ingleses por haber hundido el barco en que viajaban la madre de Alvear y sus hermanos. Como era usual, el que se incorporaba a esta logia (también denominada de “los Caballeros Racionales”) tenía que hacer su discurso de presentación. Entonces Mier aprovechó para destacar que la Lautaro:
“no será Sociedad de Masones, sino de Patriotismo y Beneficencia. También dijo que conoció al chileno José Pinto que “aunque era Masón, no era Caballero Racional”.
Aclaración que fue largamente expuesta. En sus Memorias, narra Mier:
“Esta sociedad no era ni contra la religión ni contra el rey, como se lo respondió Alvear, cuando el confesante le puso la condición para obedecer sus leyes, de no ser contra la religión y la moral… Tampoco era de masones… aunque pueda ser, que como Alvear era masón imitase algunas fórmulas y tal vez pensase en amalgamarse con ellos, pero encontró resistencia, pues esa noche… habiéndole tocado al confesante arengar tres veces a lo menos… les advirtió expresamente que no sería una sociedad de masones, sino de patriotismo y beneficencia, y reconviniéndole Alvear a la oreja por qué insistir tanto en que no eran masones… respondió que insistía porque en realidad no lo era, y porque él no quería serlo, pues además de tenerlo prohibido S.S. (Su Santidad), su razón lo convencía; o la cosa era mala y debía prohibirse, o si era buena para qué era el secreto bajo tan execrables juramentos”[45].
Tal como se aprecia, ese es uno de los documentos fundamentales de este tema.
Por Enrique Díaz Araujo
Continuará
Segunda parte, aquí: https://wp.me/p7RoO4-3QJ
[1] Díaz Araujo, Enrique, Don José y los chatarreros, Mdz., Ed. Dike, 2001.
[2] Bicentenario de la Independencia de América, Breide Obeid, Rafael L., “La relación entre la Iglesia y el Estado a la luz de la cosmovisión cristiana e “ilustrada”. Díaz Araujo, Enrique, “San Martín y Bolívar: su política religiosa”, La Plata, UCALP, 2011, pp. 9-40. Todavía recordamos que al final de la conferencia, con el salón Pablo VI del Vaticano repleto de un público selecto, una cantidad de obispos que estaban sentados en la primera fila, subieron al escenario para felicitarnos efusivamente. En tanto que el cardenal Gianfranco Ravassi, que presidía el acto junto a nosotros en el estrado, ni nos saludó ni nos dijo una palabra…
[3] Díaz Araujo, Enrique, San Martín: cuestiones disputadas, Bs. As, UCALP y Fondo Editorial San Francisco Javier, 2014, 2 vols.
[4] Utilizamos el neologismo “masonófilos” porque nos parece abarcador. Incluye desde luego a los masones y sus adyacencias, pero, además, a una muy variada ralea. Por ejemplo, en esas filas militan los españolistas que procuran demoler las estatuas de los Libertadores americanos, con vistas a ensalzar la conducta de Fernando VII y los suyos (los nostálgicos devotos de las masónicas Cortes de Cádiz). Y, sobre todo, a los periodistas ignorantes, que degluten una y otra vez, la vetusta papilla usual.
[5] Gouchón, Emilio, “La Logia Lautaro”, Bs. As., Caras y Caretas, 1910.
[6] Lappas, A. (Alcibíades), La Masonería Argentina a través de sus hombres, Bs. As., 1966, p. 219. La edición del año 2000 se hizo por la Editorial Masónica.
[7] Rodríguez Zúñiga, Antonio, La Logia Lautaro y la Independencia de América, Bs. As., Edición oficial de la Masonería Argentina de rito escocés Antiguo y aceptado, y de propiedad de ella, Talleres Gráficos J. Estrech, 1922.
[8] Avendaño Rómulo, “La Sociedad Lautaro. Rectificaciones históricas al Señor don José Manuel Estrada”, en Revista de Buenos Aires, t. XIX, 1869, pp. 439-445; t. XXI, 1870, pp. 129-141.
[9] Onzari, Fabián, Biografía, discursos y escritos masónicos, Bs. As., 1938; San Martín, la Logia Lautaro y la francmasonería, Avellaneda, 1951, 3ª. ed., 2011.
[10] Lappas, A., op. cit., p. 297.
[11] La Nación, Bs. As., 3 de febrero de 1998, p. 14.
[12] Símbolo, revista de cultura y opinión, órgano de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
[13] Lappas, A., op. cit. pp. 350-353. Cf. Lappas, A., “San Martín y su ideario liberal”, Bs. As., Símbolo, 1982. Siempre se citará a la primera, La Masonería…
[14] Lappas, A., op. cit., p. 353.
[15] Lappas, A., op. cit., p. 351.
[16] Alcalá Galiano, Antonio, Recuerdos de un anciano, Bs. As., Espasa-Calpe, 1951, cap. VIII.
[17] Lappas, A., op. cit., p. 59. Las fechas verdaderas son las de Alcalá Galiano.
[18] Hammett, Brian R., Revolución y contrarrevolución en México y el Perú. Liberalismo, realeza y separatismo (1800-1824), México D. F., Fondo de Cultura Económica, 1978, pp. 240, 375.
[19] Así, al menos, se titula la novela de Benito Pérez Galdós.
[20] Ver Steffens Soler, Carlos, San Martín en conflicto con los liberales, Bs. As., Huemul, 1983, pp. 107-114. Cf. Barcia Trelles, Augusto, San Martín, Tercera Parte, Por tierras del Inca, Bs. As., 1946, pp. 156, 249. Ugarte del Pino, Juan Vicente, “San Martín y el Perú”, en Gladius, Bs. As. , n° 60, 2004, pp. 179, 182.
[21] Lappas, A., op. cit., p. 351.
[22] En carta a William Miller, de mayo de 1827, le decía SM, hablando de sí en tercera persona: “ …un alto personaje inglés residente en aquella época en Cádiz y amigo del general (John Duff), a quien confió su resolución de pasar a América, le proporcionó por su recomendación pasaje en un bergantín de guerra inglés hasta Lisboa, ofreciéndole con la mayor generosidad sus servicios pecuniarios que aunque no fueron aceptados, no dejaron siempre de ser reconocidos” en Miller, John, Memorias del General (William) Miller, Bs. As., Emecé, 1997, p. 382. Cf. Villegas, Alfredo G., Un documento de San Martín con referencias históricas, Bs. As., 1945, p. 43. Hogg, Ricardo, “Un amigo inglés del general San Martín”, en Anales de la Sociedad Rural Argentina, Bs. As., abril 1959, n° 4. Piccirilli, Ricardo, San Martín y el gobierno de los pueblos, Bs. As., Gure, 1957, p. 119.
[23] Barcia Trelles, Augusto, José de San Martín en España, Bs. As., Aniceto López, 1941, t. II, pp. 303-304. Cf. Torre Revello, José, Selección de documentos relativos al Libertador don José de San Martín, Bs. As., 1979; Espíndola, Adolfo S., General de Brigada (R), San Martín en el Ejército Español en la Península. Segunda etapa sanmartiniana, Bs. As., Comisión Nacional Ejecutiva del 150° Aniversario de la Revolución de Mayo, 1962, t. II, pp. 194-95.
[24] “La tan mentada intervención de Charles Stuart agente diplomático inglés se redujo entonces a una simple visación del pasaporte de San Martín, trámite necesario para entrar en el territorio de Gran Bretaña, y que aquel cumplía como un deber anexo a sus funciones” en Wirth, Juan Carlos F., San Martín antes de 1812, Paraná, Editorial Nueva Impresora, 1951, p. 72.
[25] Todos los pseudo-historiadores hablan de la salida de SM hacia Londres como si hubiera sido un acto individual o solitario. No. SM salió con 62 americanos más, que ya no podían permanecer en Cádiz. No podían quedarse dado los ataques combinados del gobierno liberal y el populacho. De entre ellos, dieciocho partieron para el Río de la Plata, luego de esperar cuatro meses el zarpado de la fragata “George Canning”. Varios de estos viajeros pertenecían a la Lautaro.
[26] En 1979, Patricio J. Maguire le escribió al Gran Maestre de la Gran Logia de Escocia, requiriéndole datos sobre la inscripción de SM en las dos logias citadas, cuando la visita a Banff. La respuesta, del 30 de junio de 1980, fue escueta. Se le informó que la primera logia escocesa “no fue constituida hasta 1867”, por lo cual en 1824 no existían las aludidas logias en Chindemi, Norberto, Historia y Política. Función política de la historia. San Martín, pensamiento y acción. Las Logias. Documentos III, Bs. As., Ed. Los Nacionales, 1996, p. 172.
[27] SM “pasó sólo una semana en Escocia… llegó el viernes 13 (de agosto) y se alojó en la mansión (Duff House), pero debió esperar a que Lord Fife regresara el domingo, de un viaje. Los dos amigos apenas pasaron cinco días juntos” en Terragno, Rodolfo H., Maitland & San Martín, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, p. 183.
[28] Acevedo, Edberto Oscar, “San Martín y la masonería”, en Boletín de Ciencias Políticas y Sociales, Mdz., UNCuyo, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, n° 23, 1978, p. 130.
[29] Robertson, William Spence, La vida de Miranda, Bs. As., Academia Nacional de la Historia, II Congreso Internacional de Historia de América, 1938, t. VI, p. 418.
[30] Batllori, Miguel, S. J., El abate Vizcardo. Historia y mito de los jesuitas en la independencia de Hispanoamérica, Nueva edición, Madrid, MAPFRE, 1995, pp. 95, 97. Cf. Batllori, Miguel S. J., “The Roles of the Jesuits Exiles”, en Humpreys, R.A. y Lynch, John (compiladores), The Origins of the Latin American Revolutions, 1806-1826, New York, 1965.
[31] Entre los imposibles aparecen Pablo de Olavide y el Abate Juan Pablo Vizcardo. Colocados en la lista por su manifiesta notoriedad. Empero, cual lo han observado los historiadores serios, Olavide, que antes de esto había sido un revolucionario liberal refugiado en Francia, para entonces estaba de regreso en España, convertido en antiliberal. Vizcardo nunca se había entrevistado con Miranda, y Del Pozo, Salas y otros, no existían. Miranda los incluía para abultar y hacer verosímil el plan que le vendía a Pitt, por una buena cantidad de libras esterlinas. Ver Deforneaux, Marcelin, “Pablo de Olavide en el siglo de las luces”, en Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, n° 100, enero 1960, p. 43.
[32] Robertson, William Spence, Rice of the Spanish-American Republics as told is the lives of their liberators, New York, 1918, p. 53.
[33] Miranda llegó al puerto de La Guaira el 10 de diciembre de 1810. Cf. Guerra, Margarita (coord.), Cronología de la Independencia del Perú, Instituto Riva Agüero, Pontificia Univ. Católica del Perú, 2016, p. 91.
[34] Castañeda Delgado, Paulino, “Las convicciones religiosas de D. José de San Martín”, en Navarro García, Luis (editor), José de San Martín y su tiempo, Sevilla, Universidad de Sevilla, Fundación El Monte, 1999. Cf. Robertson, William Spence, La vida de Miranda, Caracas, Ed. Anaconda, 1979. Es tan obvia la falsía de la GRA que hasta el propio Enrique de Gandía renunció a sostener esa artimaña. Ver: “Miranda y la imaginaria logia de Londres”, en La Independencia de América y las sociedades secretas, Santa Fe, Sudamericana, 1994, pp. 81 y ss.
[35] Lappas, A., op. cit., p. 352.
[36] Humphrey, Robert A., “San Martín y Paroissien: Londres, 1824-5”, en San Martín. Homenaje de la Academia Nacional de la Historia en el Centenario de su Muerte (1850-1950), Bs. As., 1951, t. 1. Cf. Altamira, Luis Roberto, San Martín, sus relaciones con don Bernardino Rivadavia, Bs. As., 1950. Molinari, José Luis, “San Martín y Paroissien”, en Anales de la Academia Sanmartiniana, Bs. As., Instituto Nacional Sanmartiniano, 1965, n° 5.
[37] “Al cumplirse el centenario del nacimiento de Rivadavia, la Masonería Argentina y demás instituciones liberales propiciaron un grandioso desfile cívico… la primera manifestación masónica de esa índole que hubo en el país” en Lappas, A., op. cit., p. 332. Juan Mastai Ferretti, futuro Sumo Pontífice, que había integrado la misión Muzi, definió a Rivadavia como “el principal Ministro del Infierno en Sud-América”, cf. Sallusti, Giuseppe, Storia delle missioni apostoliche della stata de Chile, Roma, 1827; cit. por Terragno, Rodolfo, Diario íntimo de San Martín, Londres, 1824. Una misión secreta, Bs. As., Sudamericana, 2009, p. 78. Inexplicablemente, en este libro Terragno se desdice de lo que escribió sobre la Masonería en su anterior libro.
[38] Lappas, A., op. cit., p. 352.
[39] Lappas, A., op. cit., p. 66.
[40] La historiografía sobre este punto es muy abundante. Ente otros: Paz Soldán, Mariano Felipe, Historia del Perú Independiente; Soto, Juan B., Monteagudo y Sánchez Carrión; Palma, Ricardo, Monteagudo y Sánchez Carrión: estudio histórico; Salas, Carlos I., La muerte de Monteagudo; Ortemberg, Pablo, “El odio a Bernardo de Monteagudo como impulsor del primer gobierno autónomo del Perú”, en El odio y el perdón en el Perú, siglos XVI al XXI, Lima, Universidad Católica del Perú, 2009. Todas las fichas bibliográficas de esos libros en De Vedia y Mitre, Mariano, La Vida de Monteagudo, Bs. As., Kraft, 1950, 3 vols.
[41] Corbière, Emilio J., La masonería. Política y sociedades secretas, 3ª. ed., Bs. As., Debolsillo, 2011, pp. 4, 7. Cf. La masonería II. Tradición y revolución, Bs. As., Sudamericana, 2001. Las citas corresponden al primer libro.
[42] Corbière, Emilio J., op. cit., p. 190.
[43] Eyzaguirre, Jaime, La logia lautarina, Santiago de Chile, Editorial Francisco de Aguirre, 1973, pp.11-12. Cf. Archivo Nacional, Archivo de don Bernardo O´Higgins, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1949, t. VI, p. 212.
[44] Corbière, Emilio J., La Masonería…, pp. 219, 223. La credulidad de Corbière es tan superlativa que asiente a todos los bolazos que supo acumular Lappas. Por ejemplo, da por bueno el dato de su cofrade de que SM se inició en la inexistente logia “Integridad” gaditana, y que después en el Perú se inscribió en la Logia Paz y Perpetua Unión, de sus enemigos los jefes del ejército realista en La Masonería…, p. 193. Los manes del “griego” agradecidos.
[45] Teresa de Mier, Fray Servando, “Declaraciones decimosexta y decimoséptima ante la Inquisición de México, noviembre 1817, documentos 959 y 960”, Colección de documentos para la guerra de la Independencia, en Hernández y Dávalos, Juan E. (comp.), México D. F., Universidad Nacional Autónoma de México 2008. Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, Madrid, América, s/f, pp. 337-338. Cf. O´Gorman, Edmundo, Prólogo, a Fray Servando Teresa de Mier. Ideario Político, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, pp. IX, XXXIV; Fernández del Castillo, Antonio, “El eslabón de Londres. José de San Martín, Fray Servando Teresa de Mier y Francisco Javier Mina”, en Comisión Nacional Ejecutiva de Homenaje al Bicentenario del Nacimiento del General José de San Martín, Primer Congreso Internacional Sanmartiniano, Bs. As., t. I, pp. 201-217; Miquel i Vergés, J.M., “Aspectos de las andanzas del Padre Mier”, en Cuadernos Americanos, México D.F., vol. XI, año II, n° 5, septiembre-octubre de 1943; y “Aspectos inéditos de la vida de Fray Servando en Filadelfia”, en Cuadernos Americanos, México D.F., 1 de noviembre de 1946, vol. XXX, n° 6, pp.187-205; Conte de Fornés, Beatriz, “Los fundamentos doctrinarios de la independencia en el pensamiento político de Fray Servando Teresa de Mier”, en Revista de Historia Americana y Argentina, Mdz., UNCuyo, Fac. de Fil. y Letras, Instituto de Historia, año XVII, n° 35-36, 1995-1996; Villegas, Alfredo G., San Martín en España, Bs. As, Academia Nacional de la Historia, 1976, pp. 73-75; Junco, Alfonso, El increíble fray Servando. Psicología y Epistolario, México D. F., Jus, 1959; Guzmán, José R., “Fray Servando Teresa de Mier y la Sociedad Lautaro”, en Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, México D. F., 7ª. época, 1967-1968.
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¡Interesante y controvertida cuestión!, completo informe!, gracias por publicarlo
Yo no diría tanto que la cuestión es «controvertida», sino meramente «disputada», pues los partidarios de encuadrar al General San Martín en la masonería carecen de cualquier tipo de pruebas, comenzando por las más evidentes, que son las referidas a la conducta del sabio general. La conducta de Rivadavia o de Mitre denuncia su afiliación a la secta, por dónde se mire. En cambio, con San Martín la cosa se pone peliaguda al punto de serle preciso a muchos publicistas -no nada historiadores- el crear ciertos mitos o sostenerlos. Las exequias de San Martín -asunto sobre el cual he leído algo pero no recuerdo dónde- en Boulogne sur Mer son prueba eficaz de su catolicismo raigal y vívido, pues sus despojos hallaron cobijo en la iglesia que más tarde sería la Catedral de ese distrito marítimo hasta su repatriación en 1880, por obra del entonces párroco y más tarde primer obispo del lugar. ¿Cobijaría la Iglesia bajo su techo a un notorio masón…? El abogado Gerard, propietario de la casa que rentaba San Martín en este balneario, decía de él «que era un santo», al igual que hará luego el párroco católico de Southampton ante Rosas. La masonería siempre ha pretendido tener una ejecutoria y un linaje del que carece, a fin de justificarse, intentando apropiarse de muchos personajes que nunca tuvieron nada que ver con ella.