Historia de héroes para jóvenes: “Vamo’ a ver cómo morimo'»
Por Tomás Marini
[1]“Él es mi jefe, él es el jefe que yo siempre soñé tener,
si me mataban iba a ser una muerte realmente digna.
haberme jugado por un tipo como Jorge”.
Cabo Roberto Baruzzo sobre Jorge Echeverría
El teniente primero Jorge Echeverría del arma de infantería estaba totalmente encogido detrás de una pequeña roca en el monte Harriet. El fuego inglés era muy nutrido y no podía ni siquiera arrodillarse para disparar. La luna y las bengalas iluminaban el combate. El teniente, cubierto en la sombra detrás de la roca, disparaba como podía con su FAL. Saltaban las esquirlas del montículo que lo cubría. El infante sentía el fuego inglés por encima de su cabeza y por entre sus piernas, por todas partes. Sus hombres comenzaban a caer heridos. Se le acabó la munición y para evitar que le hicieran blanco, se arrojó al suelo de espaldas, las piernas recogidas y, pegado el cañón del FAL a su casco, cambió el cargador. La tierra temblaba bajo su cuerpo por el impacto de morteros. Se puso de rodillas y abrió fuego nuevamente, los heridos llamaban a gritos al medico, pero su voz quedaba apagada por el sonido de disparos y explosiones. Las trazantes de los ingleses formaban una cortina mortal y se dirigían a todo lo que se movía.
El teniente trató de llegar a un pozo de zorro en mejor posición, pero una ráfaga terrible impactó de lleno en una piedra y sintió como un fuerte golpe en el brazo izquierdo. Lo habían herido y la sangre caliente comenzó a empaparle el brazo y a teñir su uniforme. Sacó una granada, la armó y volvió a guardarla en el bolsillo. Cambió de posición ordenando a sus hombres que siguieran disparando mientras él se disponía a usar la granada. Pero cuando salió de su posición vio a un inglés con visor nocturno que le apuntaba. No hubo tiempo para nada. Pensó en su mujer. El inglés hizo fuego…
El cabo correntino Roberto Baruzzo de veintidós años, herido por una bomba, con un brazo hinchado y supurando, se dirigió al monte Harriet como le ordenaron para hacerse ver la herida, justo en el momento en que los ingleses atacaron con todo el apoyo de la artillería naval. El estruendo era ensordecedor. Antes de poder unirse a los suyos se encontró con un británico, dejándolo fuera de combate, le sacó el visor nocturno y como ya no tenía municiones para su FAL, también tomó el fusil inglés M-16 de mayor calibre.
Al llegar, usando el visor nocturno, vio con claridad al teniente Jorge Echeverría detrás de unas piedras recibiendo una lluvia de balas. No lo dudó un segundo y ubicando las cabezas de los ingleses que asomaban detrás de las rocas, afinó la puntería y disparó. Cayeron uno, dos ingleses. El teniente Echeverría les ordenó a sus hombres que siguieran disparando mientras salía de su posición, pero en ese momento una ráfaga de balas lo derribó.
El fuego inglés se dirigió luego al cabo, pero ninguna bala llegó a darle. Echeverría, desde el suelo, gravemente herido en una pierna, tomó el arma y disparó contra el inglés matándolo en el acto. El correntino corrió entonces hasta el teniente, se colgó el M-16 al hombro y tomándolo por la chaquetilla tiró de él hasta detrás de otra roca, el brazo herido le dolió terriblemente al arrastrar el peso de Echeverría. Las balas zumbaban a su alrededor.
— ¡Mi teniente primero, ¿qué tiene?!
— No sé, no siento las piernas, no siento nada, no siento el cuerpo —Susurró Echeverría intentando pararse. Al no poder se dejó caer con un quejido, agotado, sin fuerzas, ordenando entonces al correntino que tratara de salir, de salvarse. Baruzzo lo ignoró.
Los enemigos estaban por todas partes y solo podían verse en los breves momentos en que alguna bengala iluminaba la zona. Roberto notó empapada la pierna del teniente y la vio negra, la nieve a su alrededor también estaba teñida de negro. Era sangre, mucha sangre. Sacando su cuchillo abrió el pantalón del oficial y vio que había recibido tres tiros. “Este hombre se me está desangrando”, pensó. Sacó el cordón de la chaquetilla y le hizo un torniquete en el muslo para cortar la hemorragia. Ayudándolo a levantarse, apoyó al teniente sobre su hombro, Echeverría aprieta los dientes de dolor. Estaban muy expuestos y tenían que salir de ahí. Mientras, a su alrededor, seguían impactando las trazantes.
En ese momento, detrás de un peñasco, entre la neblina y el humo, surgió la silueta de un inglés que abrió fuego. Echeverría recibió todos los impactos; el correntino contestó el fuego y el británico se desplomó muerto. El teniente había caído boca abajo al suelo, el cabo lo dio vuelta. Estaba “tocado” por todas partes. El teniente pidió agua y el cabo sacó una petaquita de whisky y le dio de tomar.
—Roberto, dejáme morir aquí. Te pido por favor abandonáme, escapáte vos que podés.
Pero Roberto no pensaba dejarlo, lo consideraba una cobardía total. Echeverría lo tomó de la chaquetilla, lo abrazó y le dijo:
—Robertito dejáme, dejáme. Te pido por favor, dejáme morir. Ya estoy con Dios, dejáme rezar.
Al joven de 22 años, el valor de su jefe lo conmovió, le puso la cabeza en el pecho, en el medio del combate y se largó a llorar desconsoladamente.
— ¡Usted no se va a morir! ¡Usted no se va a morir, mi teniente primero! ¡Yo lo voy a sacar!
Había olor a sangre y carne quemada, las trazantes que habían herido al teniente quemaban. El correntino no se movió del lado de Echeverría que ya había dejado de hablar y perdido el conocimiento. Ya sin municiones en el fusil inglés, comenzó a observar con el visor nocturno. Vio figuras que se acercaban y no se le ocurrió otra cosa que sacar su cuchillo de combate pensando: me van a matar, me van a matar, pero vamo´ a ver cómo morimo´.
Se acercó un royal marine. Roberto no entendía por qué que no le habían disparado desde lejos. Levantó entonces la mano con el cuchillo. El británico siguió avanzando y llegando a su lado, con el caño corto de su fusil, dio unos toques en el cuchillo y el cabo argentino lo soltó. Aparecieron cinco enemigos más. El inglés bajó el fusil y lo abrazó diciéndole: “Ok argentino, this is over, “esto se acabó”. Levantó el cuchillo del suelo, lo limpió en el pantalón y se dirigió a sus soldados en inglés, todos bajaron el arma y se acercaron para palmearlo, Roberto no entendía nada, solo le preocupaba su teniente que se desangraba detrás de él. Los ingleses se ocuparían luego de las heridas de Echeverría.
Al día siguiente le ordenan juntar los cuerpos de la batalla, muchos de los mismos que él había matado, muchos más de los que dijo el gobierno inglés después de la guerra. Mientras trabajaba se le acercó un marine que le dijo en castellano: “Tuviste suerte ayer, nuestro jefe maneja un código de honor. Al que se le encuentra en el campo enemigo combatiendo por un camarada se le perdona la vida”.
Más que suerte, Roberto supo que había sido protegido por Dios.
Roberto Baruzzo y Jorge Echeverría sobrevivieron a la guerra y viven hoy con sus familias en Corrientes el primero y en Tucumán el segundo. Dos verdaderos héroes de la patria.
Tomás Marini
VOCABULARIO:
Teniente: es el grado superior a subteniente e inferior a teniente primero. Por lo general, está al mando de una sección.
Trazantes: es un tipo especial de bala, modificada para aceptar una pequeña carga pirotécnica en su base. Esta se enciende al ser disparada, ardiendo intensamente y haciendo el proyectil visible para el ojo humano, lo que permite al tirador seguir la trayectoria de la bala hacia el objetivo y realizar correcciones en su precisión y puntería.
Visor nocturno: los visores nocturnos tienen como misión principal permitir a sus usuarios ver sin ser vistos en situaciones de absoluta oscuridad. La mayoría de visores nocturnos están equipados con una pequeña linterna de rayos infrarrojos cuyo haz de luz no resulta visible para las personas ni para la mayoría de los animales. Sin embargo, la luz infrarroja emitida por esta linterna sí que es captada por los visores nocturnos.
Supurando: formando o echando pus.
Calibre: diámetro interior de las armas de fuego o de un proyectil.
Torniquete: dispositivo para detener una hemorragia en una extremidad mediante la compresión de la zona superior próxima a la herida con una ligadura fuertemente apretada.
Petaca: botella de bolsillo, ancha y plana, que sirve para llevar bebidas alcohólicas.
[1] Imagen de título: casco utilizado por las tropas terrestres argentinas en la guerra de Malvinas.
– CURSOS https://cursos.quenotelacuenten.org/
– Editorial y librería: https://editorial.quenotelacuenten.org/
– Youtube: AQUÍ y active la campanita.
– Whatsapp: Haga clic AQUÍ y envíe un mensaje con la palabra ALTA.
– Telegram: Suscríbase al canal aquí: https://t.me/qntlc
– Twitter: https://twitter.com/PJavierOR
– Para donaciones: AQUÍ
Ud. está recibiendo esta publicación porque aceptó su envío.
«No son muertos los que en dulce calma
en paz reposan de la tumba fría:
muertos son los que tienen muerta el alma
¡y viven todavía!»
Me emocionó hasta las lágrimas, eran otros tiempos, en la guerra había código de honor, el adversario no era un enemigo al que se odia o aborrece, los jóvenes eran hombres…hoy todo es diferente, el mundo descendió al último círculo del infierno y las personas se han vuelto bestiales, sin embargo, todavía hay almas fieles a Dios dispuestas a dar testimonio de la Verdad y defender la Vida, dando su vida por Dios, su Reino, la Verdad y la Vida
Muy emotiva historia real que resalta valores que en estos tiempos están casi perdidos, por no decir, perdidos. Tengo la esperanza que las nuevas generaciones no la dejen extinguirse. ¡Señor, te suplicamos suscita la fe en los chicos de estos tiempos!
Dudo, reviso y vuelvo a dudar es la constante que me fijo al analizar e investigar. Y llego a la misma conclusión …somos cíclicos. No significa malo o bueno, significa que lo que sucede es conveniente o inconveniente. Las guerras son inconvenientes, pero sacan lo mejor y lo peor de los humanos. La guerra actúa como catalizador de la historia.
Muchas gracias por compartir.
¿Sabés la historia del militar que se hizo el muerto y le dispararon a corta distancia varias veces? Una de las balas impactó en su rosario.
Estaría bueno recordarlo.
Dios bendiga a estos muchachos, ejemplo para la nación de heroísmo y entrega.
Habrá que decir de estos héroes como de mío Cid Campeador:
«¡qué buen vasallo si hubiere buen señor!»
Y como mío Cid, ganarán la batalla después de muertos.