Un santo anti-liberal. San Ezequiel Moreno Díaz contra el liberalismo
Más de una vez hemos hablado acerca de la ideología liberal (que no es puramente, como algunos lo entienden, de tinte económico; no). Para quien desee ver lo que pensamos, remitimos -entre otras cosas- a esta conferencia dictada en 2019.
Esta vez, presentamos los textos de un -para muchos- un ignoto santo del siglo XIX, canonizado en 1992 por Juan Pablo II: San Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto (Colombia), español, de la orden de los agustinos recoletos y misionero en Filipinas y Colombia quien, inmerso en una gran lucha contra la ideología liberal, no dudó en enfrentársele durante toda la vida. Hemos decidido, simplemente y casi sin acotaciones, presentarlo a aquéllos que aún no lo conocían.
Vamos entonces para,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
En parte de su testamento:
“Confieso, una vez más, que el LIBERALISMO ES PECADO, enemigo fatal de la Iglesia, y reinado de Jesucristo y ruina de los pueblos y naciones; y queriendo enseñar esto, aun después de muerto, deseo que en el salón donde expongan mi cadáver, y aun en el templo durante las exequias, se ponga, a la vista de todos, un cartel grande que diga: ‘EL LIBERALISMO ES PECADO’ (…). Creo que uno de los venenos más activos y eficaces con que cuenta el infierno, es la mezcla de la verdad y el error, de lo bueno y de lo malo. Y este veneno es el que están tomando muchos, y dándolo a tomar a otros (…). Yo he gritado contra ese mal, y aun lo he sufrido por gritar. No me arrepiento de haber gritado. Si en ese punto tengo que arrepentirme, será de no haber gritado más”[1].
Había entre los católicos quienes querían contemporizar, bajar los brazos, apaciguar los ánimos; a éstos les decía:
“¡Animo, católicos de veras, y perseverancia en la lucha! No os dejéis engañar de los que hablan de una falsa paz. Para muchos el gran mal es perder esa falsa paz del egoísta y las ventajas materiales; para el buen católico, el gran mal es perder la Fe y ver que ésta desaparece de su tierra querida, del pueblo en que nació, acaso de los amigos del alma y de la familia amada de su corazón. Para el hombre que cree, ¿qué vale todo lo temporal, si se ven en peligro los bienes eternos para los seres que ama?”.
Ante quienes decían que había que expulsar a Dios de las escuelas, de los lugares públicos, de la sociedad, por ser una postura intolerante y que “discriminaba” (diríamos hoy) a los que no pensaban igual, decía:
“¡Viva Dios!, ¡Viva Dios! en las naciones, en los pueblos, en las familias, en los individuos, ¡Viva Dios! En los Gobiernos, en los Congresos, en los Tribunales de Justicia, en las Academias, Universidades, Colegios y Escuelas. ¡Viva Dios! En la legislación, en los usos, en las costumbres, en los templos, en las calles, en el campo, en el mar, en todo y en todas partes. ¡Viva Dios! ¡Viva Dios!, podemos exclamar contra los que quieren hacerlo igual o de peor condición que a Mahoma o Confucio, proclamando la libertad de cultos en su más generosa amplitud (…). ¡Viva Dios!, pueden pronunciar nuestros labios contra todos los que quieren prescindir de Él, creyendo que la solución del problema religioso es la separación de la Iglesia y el Estado, como lo creen los liberales (…) ¡Viva Dios!”.
Y no podía callar pues para eso era obispo, para defender a sus ovejas, así decía en sus “Cartas Pastorales”:
“No puedo callar: soy Obispo precisamente para enseñar la verdad a mis diocesanos; soy pastor para dar a mis ovejas la voz de alerta contra los que, bajo disfraz de ovejas, pretenden introducir en mi rebaño pastos envenenados, doctrinas condenadas por la Iglesia: hablaré al menos cuando oiga que se hable contra Jesucristo o su Iglesia, sembrando entre mis hijos la duda, el desaliento y el error”[2].
“Es un error, y error funesto a la Iglesia y a las almas, transigir con los enemigos de Jesucristo y andar blandos y complacientes con ellos. Mayores estragos ha hecho en la Iglesia de Dios la cobardía velada de prudencia y moderación, que los gritos y golpes furiosos de la impiedad (…).
¿Qué bienes se han conseguido con las blanduras y coqueteos con los enemigos de Jesucristo? ¿Qué males se han evitado, pequeños ni grandes, por esos caminos? No se consigue otra cosa con esa conducta que afianzar el poder de los malos, calmando ¡Oh dolor! El santo odio que se debe tener a la herejía y al error; acostumbrando a los fieles a ver esas situaciones de persecución religiosa con cierta indiferencia”.
Fueron varias las voces que se elevaron contra San Ezequiel para pedirle “prudencia”; le acusaban de ser perturbador del orden público y enemigo de la paz; San Ezequiel respondía:
“¿Que todos nuestros actos deben ir dirigidos por la prudencia? Lo concedo; pero prudencia no es ocultar la verdad sólo por no concitarse el odio de los partidarios del error (…). ¿Sería prudencia de un pastor que, por no disgustar a un lobo deja que éste entre al rebaño? Esta clase de prudencia insensata Dios a veces la tolera, pero no la bendice; la bendicen muchos sabios del mundo, pero Dios la reprueba” (…). “No teman la persecución al defender la verdad; y mueran, si es preciso, como mueren los héroes, los mártires, los confesores de la Fe”.
Sabía que podía invadir el miedo de ser tildado de “fundamentalista”, “ultramontano”, loco, etc., por eso decía:
“Sólo un miedo está permitido a los sacerdotes y sobre todo al Obispo: el miedo que tuvo el gran Obispo San Hilario de Poitiers, y expresó con estas palabras: “Tengo miedo del peligro que corre el mundo, de la responsabilidad de mi silencio, del juicio de Dios”. No tengamos otro miedo que ese de San Hilario. El miedo del peligro que corren las almas que nos están encomendadas; el miedo de la responsabilidad que nos puede caber por nuestro silencio, y el miedo del juicio de Dios, en el que se nos pedirá cuenta de si el error avanzó, de si el vicio prosperó, de si las almas se perdieron por nuestro silencio. Lluevan, pues, insultos sobre nosotros por hablar; pero librémonos de esa tremenda responsabilidad y de la terrible cuenta que nos pediría el Juez Supremo”.
“La herejía no es ya un crimen para muchos católicos, ni el error contra la fe es un pecado. Proclaman la tolerancia universal y consideran como conquistas de la civilización moderna el que ya no se huya del hereje, como antes se hacía (…). Ceden del antiguo rigor en el trato con los herejes; se muestran con ellos tolerantes; los excusan muchas veces, y sólo tienen recriminaciones contra los eclesiásticos que gritan contra los errores modernos y contra los seglares que reivindican con ardor los derechos de la verdad (…) Aprecian y alaban a los espíritus moderados; a los que ponen en primer término la tranquilidad pública, aunque los pueblos vayan perdiendo la fe; a los que se conforman gustosos con los hechos consumados (…). Al decir de los mismos los que gritan ¡viva la Religión! los que dicen que van a defenderla y los que los animan son exagerados e imprudentes (…). Esos mismos católicos tienen escrúpulo, al parecer, de pedir a los Gobiernos que tapen la boca a los blasfemos y hagan callar a los propagadores de herejías; pero, en cambio, quisieran que Roma impusiera silencio a los más decididos defensores de la verdad (…) Con razón Pío IX, el grande, decía lleno de amargura el 17 de septiembre de 1861: ‘En estos tiempos de confusión y desorden no es raro ver a cristianos, a católicos- también los hay en el clero- que tienen siempre en boca las palabras de término medio, conciliación y transacción’. Pues bien, yo no titubeo en declararlo: estos hombres están en un error, y no los tengo por los enemigos menos peligrosos de la Iglesia” (Cartas Pastorales)”.
En un elogio que el santo obispo hizo a monseñor Pedro Schumacher, Obispo de Portoviejo, Ecuador, expulsado por el gobierno liberal de entonces, decía:
“La concesión que se hace al error, por pequeña que sea, es nueva posición que él toma, nueva avanzada, desde donde descarga más de cerca contra la verdad, y le hace más daño (…). Todo lo que sea transigir, ceder, contemporizar, sólo mostrarse blando con el error, es dar el triunfo a la revolución, pero cobardemente, sin resistir al asalto, sin luchar, como es nuestra obligación, ya que vencer depende de Dios (…). Entre el error y la verdad no puede haber paz, ni siquiera campo neutral, y que donde quiera que se encuentre, la lucha es precisa, inevitable, necesaria (…).No seremos dignos del nombre de católicos si, como Jesucristo, no somos blanco de odio y persecución por parte de los malos” (Cartas Pastorales).
“Los imitadores de Lucifer no hubieran llegado adonde han llegado en su obra de destronar a Jesucristo, si no fueran ayudados por esos católicos que llaman intransigencia a la lucha abierta contra el mal, y prefieren entrar en componendas con él. Creen los hombres que así obran, que la manera de amansar la fiera revolucionaria es concederle algo, para que pida más, y no consideran que esa fiera es insaciable. (…) No es extraño que estemos al borde del precipicio, y cayendo ya en él. Ahí nos llevan las componendas, tolerancias y cobardías. Si así seguimos (…) si no cesan las tolerancias y, sobre todo, las consideraciones tan dignas de reprobación, que se tienen con los enemigos de Jesucristo y su reinado, es posible que no esté lejos el día en que haya que decir: ¡aquí hubo católicos!…” (Cartas Pastorales).
Pero dejemos aquí para terminar con sus propios consejos a los católicos tibios:
“Hoy se encuentran muchos de esos, que dicen muy frescos: “no me meto en política; allá se las arreglen; que suba el que quiera; lo mismo me importa que manden unos, como que manden otros”.
“Siendo, pues, atrevida y alarmante la actitud del enemigo, y grande el peligro para las almas, necesario es luchar con valor cristiano, si no queremos figurar en la milicia de Jesucristo como soldados cobardes e indignos de su nombre. No se trata de que cada católico coja su fusil, ni excito a nadie a que le coja, porque los enemigos no se presentan aún con fusiles; si se presentaran con ellos, entonces harían bien los católicos en coger también fusiles, y salirles al encuentro, porque, si un pueblo puede guerrear por ciertas causas justas, mucho mejor puede hacerlo para defender su fe que proporciona medios, no sólo para ser felices en cuanto cabe serlo en la tierra, sino también para conseguir la verdadera y eterna felicidad para que fue criado el hombre. Si no hubiera derecho para guerrear en este caso, no lo habría en ningún otro, porque todos los otros justos motivos que puede haber, son muy inferiores al de la conservación de la fe de un pueblo que se halla en posesión de ella.
Pero, no se trata de la lucha de sangre, repito, ni excito a ella ¡Ojala no la veamos nunca! Sólo digo que en vista de cómo el liberalismo se propaga, y de la altivez y arrogancia con que se presenta, superiores e inferiores, eclesiásticos y seglares, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, todos estamos en el deber de defender nuestra fe de la manera lícita que cada uno pueda, y de luchar contra el liberalismo, impedir su propagación, y acabar, si es posible, con sus doctrinas y sus obras.
Hoy el combate religioso lo presenta el enemigo en el terreno político. A ese terreno hay que acudir, pues, con valor y decisión, para que los mandatarios sean católicos, católica su manera de gobernar los pueblos, o sea su política. La Iglesia no hace ni puede hacer suyas las candidaturas liberales, y el que da el voto por ellas peca y ofende a Dios.
Podemos también oponernos al error y luchar contra él con la palabra, o sea, no callando, cuando en nuestra presencia se hable contra nuestra santa Religión. El que sepa escribir, puede combatirlo oponiendo doctrinas íntegramente católicas, a las doctrinas impías o de medias tintas. Todos podemos hacer algo contra el error con el buen ejemplo; viviendo como buenos católicos; y también con la oración rogando a Dios con fervor, que ilumine a los ciegos, que traiga al buen camino a los que andan descarriados, y sostenga a los buenos en la fe, y en la práctica de las virtudes cristianas”.
Hasta aquí el santo obispo, santo por su vida y su doctrina.
El liberalismo es un virus que puede infiltrarse en nuestras venas, en las venas de cualquiera, de allí que tengamos que estar prevenidos para inocularnos contra este error fatal que es, en definitiva, un intento por destruir la verdad.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
[1] La mayoría de estas citas están tomadas de la revista Tradición Católica nº 89 (Junio-1993).
[2] San Ezequiel Moreno. Instrucción Pastoral. Pasto 24 de Julio 1899.
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Es ya de mi conocimiento el gran daño que trae la teoría del liberalismo, es agua tibia en boca de un católico pero que será esculpido por Dios, interesante sería saber si este Santo escribió algún libro.
Gracias.
El gran engaño es creer que el liberalismo es de derecha, que es lo contrario al comunismo, y que respeta la Fe; ambas ideologías son controladas por la masonería; el liberalismo abona el terreno para la llegada de gobiernos totalitarios, lo estamos viviendo.
Un escrito de poco más de dos años referente al liberalismo.
https://solodiletantes.blogspot.com/2017/07/el-liberalismo-es-de-derecha.html
¡Excelente artículo! Le viene muy bien leerlo sobre todo a los Pastores, a la Jerarquía católica de nuestros días que tantas componendas hace con el error dando la falsa paz a los enemigos del Reinado de Jesucristo en las almas y en la sociedad.
Hilario Atanasio
Cuantos San Ezequiel necesitamos hoy? Los Hay pero no los suficientes para hacer
la diferencia. Pero mantegamos la Fe Dios todo lo puede.
Desde Colombia argumentan contra la enseñanza crítica de San Ezequiel Moreno…
El Santo murió por un cáncer de garganta y hoy se lo considera el Patrono de los enfermos de cáncer. Su cuerpo está incorrupto.
Contemplaba yo esa parábola: la cruz de su enfermedad, y la enfermedad tan parecida que supone el liberalismo.
Podría el Santo «ocuparse» también como Patrono, si se le pide, de redimir este cancer que aunado al marxismo invade hoy el mundo?
Daría ud. su reflexión, Padre Javier, sobre este punto, si le parece oportuno ?
He aquí los links inspiradores de mi reflexión
https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-46/san-ezequiel-moreno-el-liberalismo-es-pecado
https://www.ahorainformacion.es/blog/san-ezequiel-moreno-campeon-contra-el-liberalismo/
https://www.agustinosrecoletos.com/2017/10/25-anos-san-ezequiel-moreno/
Oh!!! Glorioso Santo Ezequiel, difícil no caiga un lagrimón al escucharte!
Cuando muera, si hay alguien vivo en el Planeta tierra, y encuentren cercana a persona que me estime y deseé velarme (si el Cadáver no está podrido, desmembrado ó quemado), escriban por favor: 《SIEMPRE INTENTÓ HACER LA VOLUNTAD DE DIOS, Y ASÍ EL difunto LO VIVIÓ EN su corazón》.
¡¡¡San Ezequiel, junto a María Santísima ruega por nosotros y por nuestra Iglesia!!!
0. TIEMPO DE CUARESMA Y LIBERALISMO ECONOMICO: recordatorio de la fe cristiana, de anhelo del estado de gracia con Dios Padre mediante nuestro Redentor y Salvador por medio del Espíritu Santo en ese principio activo del Bautismo para hacer obras espirituales (enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos
de los demás, rogar a Dios por vivos y difuntos) y corporales (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al necesitado, destir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer al encarcelado y enterrar a los muertos) de misericordia.
1. Defiendo el liberalismo económico, único termino relativo a la (libertad individual, el contrato voluntario y el libre mercado), porque está en la ciencia de Dios, porque nace de la Iglesia Católica; porque para ejercer la obra corporal de misericordia se tienen que dar las condiciones: (1) libertad, sin libertad no es posible la misión (2) propiedad privada, quien puede dar algo es porque lo tiene, y (3) el intercambio o relación libre; porque es la mejor fórmula, en la ciencia que nos ha dado Dios, para la creación de riqueza, para ayudar con recursos materiales según la providencia divina y la fe que obra en la caridad en Cristo a los desvalidos para el mundo (Mt 25, 35-36). Basten dos ej. «La parábola del Buen Samaritano» (Lc 10). Para vendar heridas, echar aceite y vino, poseer un burro, una posada y los denarios para los gastos, aparte de la obra de Dios, ¿que hay detrás en el mundo? Y el «Sepulcro de José de Arimatea» (Mt 27) Cuando José ofrece su Sepulcro nuevo ¿a qué se debe?
2. Libertad individual, respetada por Dios, en base a la moral cristiana, los Mandamientos, el Evangelio del Reino y la Voluntad, la Palabra y el Espíritu de Dios.
3 ¿Por qué nace en la Iglesia Católica, no del protestantismo (Adam Smith)? Pues leamos a … Juan de Mariana, Domingo de Soto, Diego de Covarrubias, Tomas de Mercado, Luis de Molina, Martín de Azpilicueta, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Luis de León, Melchor Cano, etc. de la escuela de Salamanca. O el libro «En defensa del libre mercado» del padre Robert Sirico.
4. San Pablo nos dice que Dios designa al Estado para gobernar. Los autores de la Escuela de Salamanca se leyeron la Suma Teológica y la Suma contra gentiles, ¿qué nos dice el santo de Aquino en sus obras? Los cristianos tenemos que evangelizar presentando al Estado al modo de N.S. Jesucristo y al de el Apóstol de los gentiles. ¿La evangelización comprende la necesidad de secuestrar la riqueza para posteriormente redistribuirla, es decir, la receta clásica del socialismo? ¿Es esto lo que nos pide que hagamos Nuestro Señor en «la opción preferencial por los pobres»?
5. San Pablo nos dice que quien no trabaje que no coma.
La riqueza no es un juego de suma cero. No se trata de solo una tarta que hay que dividir, sino que la riqueza temporal es dinámica y que puede crecer. Por ello, todo el que estudia Economía sabe que se llega a la conclusión de que el beneficio no solo no es malo, sino que es necesario para sostener la vida humana, y también, como Pablo de Tarso, de que no basta con albergar buenos sentimientos hacia los pobres. Por lo que, en la misión apostólica de misericordia corporal de cada cristiano, uno tiene que comprender las virtudes del libre mercado. Es decir, para que los pobres coman, hay que saber producir alimentos. Y al haber muchos pobres, hay que saber desarrollar ese sistema a gran escala. Pero, me preguntará usted: ¿pues para eso no está el Estado? A lo que le respondo con el primer y segundo mandamiento y el Evangelio de N.S. Jesucristo.
6. El libre mercado, al permitir la prosperidad, hace más por los pobres que el Estado.
El Cristianismo es compartir: lo mío es tuyo y lo tuyo mío. No lo que hace el Estado: lo tuyo es mío. El Evangelio nos pide ser generosos. En la parábola del Buen Samaritano actúa la virtud personal, no el Estado. De ahí que el protagonismo deba corresponder a los actores no estatales, como las familias; son los que han de ejercer de cuerpos intermedios. Por ello, la familia es tan atacada por el marxismo, se debilitan cuando el actor principal es el Estado. Si éste se convierte en la primera opción, cuando la gente necesite alimentos, asistencia médica, vivienda o ayuda en la lucha contra las drogas, tenderá a expulsar al resto de actores. Lo explicaba Benedicto XVI en Caritas in Veritate: el Estado que hace todo, regula todo y suministra todo, terminará prescindiendo del hombre. El libre mercado es compatible totalmente con la economía del don de la Gracia bajo el principio de subsidiariedad, por lo que el actor principal ha de ser la sociedad generosa, las personas; la economía del don es la del “No-Estado”. El Estado ha de ser un sustituto y un garante en caso de emergencia.
7. Muestra de alternativa en Teología (basta ya de teolgía de la liberación y marxismo en la Iglesia Católica), Religión y compromiso social: el amor por los pobres no tiene por qué plasmarse a través de perspectivas económicas socialistas erradas que generan más pobres todavía. Ese amor no es errado es su aplicación demandando más Estado. La economía, el liberalismo económico, y el compromiso social no son doctrina de fide. Son aplicación de la doctrina. De ahí que exista un amplio espacio para su aplicación prudencial que fue estudiado en la Escuela de Salamanca. Lo que se argumenta es defensa moral del libre mercado como hizo Lord Acton (John Emerich Edward Dalberg-Acton, primer Barón de Acton, 1834-1902), católico y liberal inglés, aunque nacido en Nápoles, fue historiador y miembro del Parlamento y una figura destacada del pensamiento político británico. Los católicos pueden tener opiniones distintas en estas materias y seguir siendo buenos católicos, siempre que respeten al prójimo en el debate.
JSP : ¿Ud. quiere significar que el Santo estaba contra la propiedad privada?
A mí me parece que simplemente quería decir que el creyente debía recordar que solo Dios Es.
Y meter violín en bolsa cuando sus deseos se contraponen con lo que Dios manda: el Primer Mandamiento! (no es tan difícil de entender)