«La mujer se salvará por la maternidad». Sermón para el día de la madre
P. Javier Olivera Ravasi, SE
20/10/2019
Cuentan que, durante la tremenda Revolución Francesa, cuando la masonería y el liberalismo se habían apoderado de las instituciones reales, se intentaba eliminar todo lo que tuviera rasgos cristianos. Los meses, los días, las semanas…, todo cambiaba de nombre: “Termidor”, “día primero”, día “de la libertad”, de “la diosa Razón”, etc., etc.
¡Hasta el padrenuestro quisieron cambiar! ¡Claro! No podía decirte “adveniat regnum tuum” pues rememoraba a la monarquía; había que decir: “adveniat republicam tuam”
Porque “los ritos son importantes”, decía el Principito…
Pues bien, entre las innumerables fiestas comerciales que festejamos los católicos posmodernos, hoy, en algunos lugares, toca el día de la madre (otro día es el “del animal”, “de las ballenas”, de la “diversidad cultural” y de las orugas en peligro de extinción en Nueva Guinea…). E independientemente de su origen, nos toca predicar. “¿Y qué predicar?”, nos preguntamos siempre en estos casos.
Pues sobre la madre, sobre todo en estos tiempos en los que es más atacada por el feminismo que plantea el “empoderamiento” de la mujer y a la maternidad como una “imposición del heteropatriarcado…” cuando todo lo contrario se nos dice en las Sagradas Escrituras, especialmente en San Pablo:
“la mujer se salvará por la maternidad” (1 Tim 2, 15).
Desde el principio de los tiempos ha sucedido este ataque contra la partícipe de la creación, como leemos que, en el Génesis, dijo el Señor a la serpiente:
“Maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje” (Gén 3,14).
Es que la mujer siempre ha estado en guerra contra Satanás, de allí que las Sagradas Escrituras nos hablen de aquellas “mujeres fuertes”, virtuosas, difíciles de encontrar, que luchan a diario por su santidad, como se lee en Proverbios:
“Una mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Su valor es más que el de las piedras preciosas (…). Engañosa es la gracia, y vana es la hermosura; pero la mujer que teme a Dios, ésa sí que será ensalzada” (Prov. 31).
1) ¿Y cuál es el papel de la madre cristiana?
“Engendrar hijos para el cielo”
Las vacas tienen crías, los perros y las liebres también, pero mientras estos animales de Dios crían hijos para la tierra, la madre cristiana debe hacerlo para el cielo. Porque antes que saciar el cuerpo, hay que pensar en saciar el alma. Antes de pensar con qué se vestirán los hijos, hay que pensar si están revestidos de la gracia. Por eso el papel de la madre es fundamental, tanto que Nuestro Señor vivió sin padre carnal, pero no sin madre.
“Engendrar hijos para el cielo…”. Practicando las virtudes, ante todo; de allí que el Cura de Ars dijese que “las virtudes pasan suavemente de las madres a los hijos”.
De la madre uno aprenderá la primera oración o el primer insulto.
De la madre el hijo sabrá primeramente distinguir lo bueno de lo malo, de allí que sea tan nefasta esa corriente ideológica que dice que “no hay que poner límites”, “no hay que corregir”, “nunca hay que levantar la mano”.
“¿Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cabeza desde su juventud” (Eclesiástico, VII, 23) pues “un caballo no domado, sale indócil, y un hijo consentido, sale rebelde (Eclesiástico, XXX, 8).
2) Y una madre debería…
a. Enseñar la presencia de Dios
Como Mamá Margarita, madre de San Juan Bosco, que aprovechaba todas las ocasiones para enseñar a sus hijos a Dios.
Cuando salía el sol sobre la cintura nevada de los Alpes decía: “¡Cuántas maravillas ha hecho Dios para nosotros hijos míos!”.
O cuando el granizo había asolado en todo o en parte la humilde viña de la familia, decía resignada: “Inclinemos la cabeza, hijos míos”; Dios nos había dado esos hermosos racimos. Dios nos los quita. Él es el Dueño. Para nosotros es una prueba, para los malos, un castigo.
En las hermosas noches estrelladas, salían fuera de casa, señalaba al cielo y les decía: – “Dios es quien ha creado el mundo y ha colocado allí arriba las estrellas. Si el firmamento es tan hermoso, ¿cómo será el paraíso?”.
b. Una madre debe hacer odiar el pecado
Como Blanca de Castilla, madre de San Luis Rey.
Reina y madre, se preocupaba por hacer de su hijo, San Luis, el rey cruzado, un cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Desde chico le repetía y repetía a su hijo la siguiente frase:
“Te amo muchísimo, pero preferiría mil veces verte muerto antes que saber que has cometido un pecado mortal”.
¡No saben uds. cómo sufre el alma del sacerdote cuando, en el confesionario, oye ciertos pecados de los hijos que se podrían haber evitado con un poco de diligencia de parte de sus padres!
Una madre debe explicar por qué ciertas series o películas son malas, por qué tal música daña el alma, por qué tales juegos de internet “inocentes”, destruyen no sólo la imaginación de los hijos sino su camino a la santidad.
Si hasta parece que algunas madres dijesen: “preferiría mil veces verte cometer un pecado mortal antes de que te murieras”.
c. Una madre debe saber aplacar la ira y los caprichos de sus hijos
De lo contrario, estará criando un tirano.
El ejemplo de Veturia, madre de Coriolano, nos puede servir.
Es clásica la historia que inmortalizó Shakespeare al narrar la vida de ese general romano que se había negado a mostrar sus heridas recibidas en la guerra.
Desterrado por ello de Roma, se alió con sus enemigos y decidió enfrentar a su propia Patria. Todo estaba preparado y parecía que con estrategia la Ciudad Eterna perecería, sin embargo, su propia madre, saliéndole al encuentro y arrodillada ante sus pies le rogó el perdón de la ciudad recordándole que la ira es siempre mala consejera:
“Madre, venciste. ¡Por ti y solo por ti! Lo que grandes emisarios no pudieron lograr, tú lo conseguiste sola con tus ruegos. ¡Oíd bien todos! Roma debe su libertad a las lágrimas de una madre…”
d. Y una madre debe enseñar la fortaleza, especialmente al varón
Como la madre de Boabdil, el último rey de Granada, que siendo incluso musulmana, dijo a su hijo:
“no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”.
Porque ese famoso dicho de que “los hombres no lloran”, que nos enseñaban desde chicos, nada tiene que ver con la insensibilidad, el estoicismo, o el “machismo”. Los hombres no lloran porque, el padre de familia, al final de cuentas, es el último bastión de la casa. Si el padre se quiebra, toda la familia se desmorona.
“Los hombres no lloran” porque ese niño, que quizás algún día sea papá, no podrá darse el lujo de llorar frente a sus hijos sin dañarlos.
e. Y una madre nunca debe desesperar
Como pasó con Santa Mónica:
“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, le dijo San Ambrosio cuando ésta se lamentaba por los pecados de su hijo San Agustín. Porque, como dice el salmo, “los que siembran entre lágrimas cosecharán entre cantares” (Sal 125). Por eso hay que sembrar siempre…
f. Y debe aconsejar sin importar la edad o el estado de vida
De nuevo mamá Margarita, la madre de Don Bosco ya hecho sacerdote:
“He aquí que tú, hijo mío, has revestido la sotana. Adivinas la dicha y la dulzura que este acontecimiento pone en mi corazón. Pero recuerda que no es el hábito el que honra al estado, sino la práctica de las virtudes. Si por desgracia llegas a dudar de tu vocación, te imploro que no deshonres este uniforme”[1].
g. Finalmente, debe enseñar a dar la vida por la Fe, más aún en nuestros tiempos
Como la madre de los Macabeos (cfr. 2 Macabeos 7)
Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre, eran forzados por el rey Antíoco, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar carne de cerdo (cosa que estaba prohibida por la Ley).
La madre comenzó a ver cómo uno tras otro sucumbían ante el terror de los verdugos, pero tenía la esperanza puesta en el Señor y los animaba a morir por su Fe con estas palabras:
«Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida».
El rey hizo matar a todos, dejando sólo al menor; llamó a la madre y la invitó a que instara a su hijo a ceder. Ella, burlándose del rey, se inclinó ante el último de sus hijos y le dijo:
«Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que tienes. Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra (…). Todo lo hizo lo hizo Dios de la nada. No temas a este verdugo; al contrario: muéstrate digno de tus hermanos y acepta la muerte para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia del Señor”.
Conclusión: ¿Una mujer fuerte, quién la hallará? Pidamos en la Santa Misa, a Dios Nuestro Señor y a su Madre Admirable, que de entre nosotros salgan esas perlas preciosas que son las madres cristianas, engendradoras de hijos para el cielo.
P. Javier Olivera Ravasi, SE
20/10/2019
[1] A. Auffray, Una madre ejemplar: Margarita Bosco, Difusión, Bs.As. 1953, 57-58.
Dios lo bendiga padre Javier por sus sermones tan bonitos y llenos de enseñanzas.
Creo que sería bueno aclarar que las lágrimas de un padre son malas si son de/o por cobardía, pero de ninguna manera son malas si muestran emociones O MOCiONES del Señor!! Un hijo sí debe saber el por qué de esas lágrimas, aún la tristeza justifica perfectamente las lágrimas de un buen padre!!! Conozco padres probados y de sobrada hombría que saben llorar!!!
El padre Emilio Parrado, gran sacerdote, ya fallecido decía que el llorar purifica!!
El resto del artículo espectacular!!!! Muchísimas gracias!!! Que Dios se lo pague!!
Excelente
Hermoso sermón. ¡Gracias!
Hermosas y edificantes palabras, gracias Padre.