«¡Es el liberalismo, idiota!». Marxismo cultural y liberalismo: aliados
Un nuevo artículo del diario «La Prensa» que vale la pena leer, especialmente para aquellos que siguen creyendo que liberalismo y marxismo son enemigos.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
Fuente: Diario La Prensa
Por Jorge Martínez
La revolución cultural que hoy se quiere imponer al mismo tiempo en todo el mundo corre con una ventaja que no suele percibirse. Ha logrado disimular, en gran medida, sus intenciones últimas y a sus verdaderos promotores.
Esto ocurre porque quienes con sano empeño se resisten a ella tienden a operar siguiendo las divisiones heredadas de la guerra fría y del siglo comunista. En la contienda actual habría así una izquierda revolucionaria de inspiración marxista a la que se enfrenta la derecha en todas sus variantes, del liberalismo monetarista al tradicionalismo católico. Esos serían los dos bandos en un campo de batalla que parecería bien definido.
Pero el proceso en marcha, que en nuestro país se intensificó en el último año a niveles insospechados, exige lecturas diferentes. Sostener que los principales impulsores de la ideología de género, del feminismo extremo, del aborto, del laicismo intolerante, del abolicionismo penal, de la inmigración irrestricta, de la futura eutanasia o de la legalización de la droga son la izquierda y los «marxistas» es decir una verdad a medias. Es cierto, son ellos pero no sólo ellos.
ARBOL Y BOSQUE
Al concentrar toda la atención en el llamado «marxismo cultural» existe el peligro de ver el árbol y perderse el bosque. Porque el dato central de esta nueva revolución no es que sus militantes sean marxistas, algo previsible, sino que esté financiada y sostenida de manera abierta por los mayores capitalistas del mundo, por los principales gobiernos sean de izquierda o de derecha, por la casi totalidad de los medios de comunicación, por la publicidad de las grandes empresas multinacionales y por el establishment cultural y de entretenimientos del planeta entero.
Está muy bien señalar la influencia venenosa que tuvieron la Escuela de Frankfurt, con su yunta nefasta entre Marx y Freud, o los escritos heterodoxos de Antonio Gramsci, decisivos para convencer a los marxistas de que la revolución también se puede hacer conquistando la superestructura cultural de un pueblo. Pero el elefante en la habitación no es Gramsci, autor aburrido al que sólo leen los ideólogos, sino George Soros. Que un militante de izquierda se fanatice pensando que al destruir a la familia destruirá la sociedad que aspira a transformar de raíz, tiene cierta lógica. Menos evidente es el hecho de que ese mismo esfuerzo esté financiado con abundancia de fondos por quienes, en teoría, deberían ser sus principales adversarios, los capitalistas del libre mercado, y tenga la adhesión obediente de intelectuales, políticos y gobernantes de una supuesta «derecha» liberal o conservadora.
Aunque dista de ser el único, el caso de Soros es significativo. Sabido es que acumuló su fortuna como especulador, aunque ahora prefiera la denominación de «filántropo», que la prensa le concede generosamente. Su buque insignia, la Fundación Sociedad Abierta, apoya cuanta iniciativa circule por el mundo que apunte a dinamitar la santidad de la vida, la familia tradicional, la diferenciación entre los sexos, o la soberanía y la historia de los países, en especial los más débiles. Pero Soros no es marxista. Más bien es un liberal a la europea.
Su fundación toma el nombre de La sociedad abierta y sus enemigos (1945), el libro cumbre del filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994) y acaso la mejor crítica del marxismo producida por un pensador liberal en el siglo XX. Ese ensayo y el resto de la obra de Popper han sido cruciales en la conversión del socialismo al liberalismo de una larga lista de políticos o intelectuales que bien podría estar encabezada por Mario Vargas Llosa, de quien no sabemos si apoyaba el aborto o el matrimonio homosexual en su tiempo de militante comunista en el Perú, pero sí lo hace ahora, que es un liberal convencido y convincente.
Si lo que está en marcha es un nuevo intento de revolución comunista, hay demasiados capitalistas financiándola (pensemos también en Bill Gates, en Warren Buffett, en Michael Bloomberg, en el californiano Tom Steyer, otro «filántropo») y un exceso de liberales promoviéndola (ahí están los gobiernos de Macron, de Trudeau, de Merkel, de Mauricio Macri). ¿Lo hacen acaso por torpeza? ¿Son ellos apenas los idiotas útiles de los cerebros marxistas detrás de la conjura? Cuesta creerlo, sobre todo cuando hay tanto dinero en juego. Quien eso piensa repite el error común de los intelectuales que consiste en sobreestimar el poder de las ideas y menospreciar la influencia, más prosaica y mucho más eficaz, del dinero. Es un error que de tan común se ha vuelto ya bastante sospechoso.
«Follow the money», sugería el informante secreto que, según la leyenda, orientaba de manera sigilosa a los periodistas que investigaban el caso Watergate. Es un consejo que pocas veces falla. «Seguir el dinero» contribuye a deslindar responsabilidades y a rastrear el origen de un delito. También sirve para no caer en engaños y llegar hasta los culpables últimos, los culpables verdaderos.
Fuente: Diario La Prensa
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Excelente artículo. Es de notar que el único medio que menciona estas cosas, y al multimillonario Soros, es La Prensa, los otros medios, mucho más poderosos, miran a un costado; es que el «filántropo» tiene muchos negocios en la Argentina y no sea cosa que les retire la publicidad, además de hacer su voluntad; como aconteció con este centenario diario hace años, que prefirió siempre servir al lector y no a los anunciantes. Algo conozco porque trabajé hace tiempo en este medio.
Te daré la respuesta a todas las ideologías, guerras y demás: en un conjunto le llamaría la secta secreta, que de secreta no tiene nada (por sus frutos los conoceréis, diría la inspiración divina), es nada menos que la masonería y hay que decirlo que solo es el instrumento de satanás.
De ahí se entiende la infiltración dentro de la Iglesia principalmente, de que los políticos, ideologías, las mismas mañas y costumbres sean de gente que se siente dueña del mundo (claro, por jerarquía, hasta llegar a su padre de la mentira), al fin de cuentas son la gran imitación del Gran Dios Padre Nuestro y de su Iglesia.
Pero lo que parece perceptible para algunos no lo es para el resto, que culpan a la madre y con esto al Esposo fiel y bueno de todos los males de la Iglesia, y no ven que el engaño del que siempre a sido mentiroso es estirar sus tentáculos apareciendo a los suyos como ángeles de luz (humanitarios, «buenos», tolerantes y sumamente comprometidos con la libertad de todo ser humano, en fin, haciéndoles sentir que verdaderamente son muy dignos de otro «padre» que es extraño al que los engendro y dio su vida y por amor.
Todo esto para decir: no es tan difícil darse cuenta que alguien: un sujeto, individuo, ignorante, convenenciero, mediocre, saciado de si mismo y un pobre que ha escogido las tinieblas a la luz: atente contra la vida, la familia, la conciencia, las buenas costumbres y sobre todo contra Dios, «este dentro de la Iglesia, a fuera, en la misma familia, en cualquier ideología política o el la técnica y la ciencia: será alguien que consciente o cobarde-mente trabaje para el reino del estafador.
El capital financiero siempre apoyó a los revolucionarios más radicales, la familia Rothschild es la antecesora de Soros en la promoción de la destrucción de las sociedades cristianas (y seguramente lo sigue haciendo, aunque más discretamente). Trotsky estuvo varios años exiliado en Nueva York y después de la abdicación de Nicolás II en febrero de 1917, cuando los liberales rusos amnistiaron a todos los revolucionarios, volvió a Rusia con millones de dólares donados por banqueros de Wall Street.
Muy buen análisis. Recomiendo para completar estas líneas las siguientes citas del libro Aproximación a la posmodernidad de D Angelo Rodeiguez:
os hallamos frente a una crisis de civilización grave “porque no hay en el horizonte absolutamente nada que pueda mirarse como una estructura, como una doctrina o un valor de recambio. Pero sobre todo porque afecta nada menos que a la Cristiandad, cuya importancia proviene, no de haber sido la creadora de Occidente, sino de ser la encarnación del Cristianismo en una cultura.
Hay a este respecto tres posiciones posibles. Para unos, los herederos del iluminismo, la Cristiandad es un sujeto histórico que fue y que desapareció con la Edad Media para dar paso a una forma nueva, que es la Modernidad. Tal posición se abre hoy con dos matices: para unos, los posmodernos, el discurso de la modernidad se ha agotado, sin que sepamos muy bien qué cosa ha de reemplazarlo. Para otros, los modernos, no ha habido tal agotamiento y la modernidad es un proyecto inacabado.
La segunda posición es la de los católicos “progresistas”, que creen que todo lo importante de la Cristiandad ha quedado conservado en la modernidad y que sólo hay que vigilar a ésta para que no caiga en lo que no es más que uno de sus riesgos, la exageración, la hybris.
La nuestra es la última. Para nosotros Cristiandad y Modernidad han compartido estos últimos siglos…” (p.146-147)
“Pero quede perfectamente claro que el modernismo no reside en la importancia dad a la razón, ni en la preocupación por las libertades. Eso pertenece de lleno al patrimonio de Occidente. Que después se convierta en racionalismo y en liberalismo, forma parte de un proceso negativo que por cierto no es ajeno, en cuanto exageración, al espíritu de la modernidad. Pero configura un subproducto y no lo esencial”
“Lo esencial, en cambio, es esa cuádruple ruptura, esas cuatro negaciones…
Porque una negación trae la otra. Negativa a aceptar al Creador, que comienza cuestionando la posibilidad del conocimiento real (nominalismo), sigue negando a la Iglesia (protestantismo), continua negando a Cristo (iluminismo) y termina cayendo en el ateísmo (siglo XIX).
De allí se pasa a la ruptura con el pasado en forma de Tradición, poniendo en el futuro todas las perfecciones y sacralizando el cambio (progresismo) y, por el mismo camino, rompiendo con el mundo natural, que se convierte en simple presa de apoderamiento y acción. Por fin sobreviene la última ruptura, la de la solidaridad con los otros hombres (individualismo). Lo que queda después de este proceso es una criatura, el protagonista de la modernidad, que comenzó siendo orgullosa y hoy ha caído en la confusión.” (p.148)
“Nuestra conclusión es que hoy en día la Cristiandad se ha terminado y que el confuso haz de mensajes al que se llama “posmodernismo” no es otra cosa que una borrosa toma de conciencia de ese hecho” (p.149)
Si no es «Follow the money!» es «Cherchez la femme!».
Si vamos a identificar a los perros hablemos primeramente con los dueños Soros no es un mero militante de izquierdas, sino un activo sionista financiador de causas izquierdistas y liberales.
El liberalismo y el socialismo son los dos vagones o formatos ideológicos donde se suben o suman unos y otros, consciente o inconscientemente de lod objetivos propuestos por el sionismo, para derrocar el orden natural en que se basan la sociedad occidental (otrora denominada «Cristiandad»), pero estos dos formatos fueron creados por el judeo-sionismo (y su herramienta la judeo-masoneria, donde los occidentales sumados a filas de la masonería son los tontos útiles de los judíos encumbrados en la cúspide de la organización global antítesis dr la Iglesia) cuya pretensión es el gobierno mundial y para eso intentaron derrumbar el cristianismo por medio de los 2 países cristianos más grandes, es decir, los pilares que eran Francia y Rusia, por medio de sus correspondientes revoluciones.
Son las actuales 13 familias sionistas las herederas de este plan tan antiguo como el exilio judío.
Fue el exiliarca Teodor Herzl quien concibio la Unión Europea porque a los globalistas les gustan las macroestructuras supranacionales, más fáciles de llevar hacia un gobierno único, y la política a implementar progresivamente en Europa es el plan Kalergi, que toma su nombre de otro político sionista y que consiste en mestizar a los nativos europeos con razas de tradición islámica para descristianizarles, haciéndoles perder simultáneamente su historia, su identidad nacional y su espiritualidad cristiana.
De ahí que el marxismo cultural sea tan solo la última herramienta mediática (tras acaparar los medios de comunicación para divulgar su propaganda por todo formato de la cultura del entretenimiento, véase cibe, música, noticias, movimientos sociales, etc) para licuar y disolver tales axiomas históricos, nacionales, tradicionales y espirituales. De ahí la apología cultural luciferina y nuevaerista para descristianizar, pues perdiendo el norte de la fe se pierden a renglón seguido la moral, y la perspectiva política y las sociedades quedan a expensas de la ingeniería social anticristiana de la izquierda sionista. Porque la izquierda es creación sionista, más licuada q el comunismo, pero sus objetivos a largo plazo son los mismos).
El liberalismo por su parte es el formato donde se apuntan los tontos útiles los gregarios inconscientes del plan judío y sionista de dominar el mundo en términos socialistas.
Soros es judío húngaro al q otras estrategias de despiste le han adjudicado otras motivaciones como la de su supuesto resentimiento con las potencias aliadas q no le apoyaron cuando era un niño judío perjudicado por la politica de Hitler.. Cuentos de victimización pseudo-freudiana para ocultar a los q sospechan que su causa es el sionismo globalizador (gobierno mundial SECULAR).
El artículo es acertado. Puedo concluir que lo que sucede hoy no difiere mucho de lo que ocurrió a finales del siglo XIX y principios del XX: por ejemplo, la revolución bolchevique, (ejecutada por Judíos, como Lenin), fue financiada por judíos capitalistas de Nueva York, (como los Rockefeller), por lo que nos encontramos ante dos caras de una misma moneda.
Ciertamente, tal como lo comenta Rodrigo, la alta masonería, dominada por judíos, es el brazo ejecutor, ¿o me equivoco?
Coincido con los comentarios anteriores, pero todo ésto era sabido desde hace un siglo ,por lo menos,y no hubo una reacción orgánica de parte del cristianismo,sobre todo desde el emblemático catolicismo,de forma enérgica conforme a lo que estaba en juego.Con sorpresa y dolor hemos visto cómo la Iglesia éra desprestigiada ,menoscabada,atacada, en sus enseñansas y en la dignidad de su investidura sin que quienes debían defenderla ,por lo menos en los mismos escenarios ,y en el nivel de los ataques ,respondieran con claridad evangélica y sin buenismos «ecuménicos». Misterium iniquitates.