Leído para Ud.: «La rebelión de los adolescentes», de Enrique Díaz Araujo
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El Papa Francisco convocó a la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en Roma, para hablar sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, a realizarse del 3 al 28 de octubre de 2018.
Es conocido por todos los problemas que hubieron en los dos Sínodos para la Familia, convocados por el mismo Pontífice, del 5 al 19 de octubre de 2014 el primero, y del 4 al 25 de octubre de 2015, el segundo, dado que algunas expresiones resultaron ambiguas, dando pie a la confusión, que hoy se ha generado en el seno de la Iglesia, a pesar que era un tema resuelto, incluso en el Magisterio reciente[1]. Por esta razón, no llaman la atención las noticias dadas a conocer en el documento final del Pre-Sínodo de la Juventud, como puede leerse en ciertos lugares[2].
Deseando aportar un granito de arena al próximo Sínodo (aparte del artículo ya aparecido en Adelante la Fe, de Juan Gómez Sauceda[3]), y para evitar que nuevamente más tergiversaciones en el próximo tema, hemos pensado ofrecer a los lectores el libro del Dr. Enrique Díaz Araujo que ahora presentamos, llamado “La rebelión de los adolescentes”
El temor a la manipulación está fundado además en lo que ya ha sucedido en el llamado Mayo francés de 1968, en el cual los jóvenes exaltaron la triple “M”: «Marx, Mao y Marcuse». Es este mismo autor el que analiza esos hechos:
«La coincidencia entre algunas de las ideas sugeridas en mi ensayo y las formuladas por los jóvenes militantes fue sorprendente para mí. El carácter utópico radical de sus demandas sobrepasa con mucho las hipótesis de mi ensayo. […] Al proclamar la “impugnación permanente” (la contestation permanente), la “educación permanente”, el Gran Rechazo, reconocer la marca de la represión social, aún en las manifestaciones más sublimes de la cultura tradicional […]. En una palabra, ellos han sacado la idea de revolución fuera del continuum de la represión, y la han situado en una auténtica dimensión: la de la liberación»[4].
Esta descripción del mismo Marcuse es lo que ha pasado en los procesos revolucionarios marxistas contemporáneos: gran cantidad de jóvenes, muchos de ellos en su inicio ingenuos, se vieron gradualmente envueltos en una lucha armada por implantar un régimen comunista en toda América. Algunos habían sido estudiantes universitarios que la penetración marxista les había hecho perder la fe, a causa de la infiltración y de la infestación previa en las filas del clero, como lo denuncia Carlos Sacheri, en su obra «La Iglesia Clandestina». Así, por ejemplo, un joven de la Juventud Estudiantil Católica, estudiante de Santo Tomás, pudo “levantarse en armas” para intentar implantar un régimen violento, llegando a ser uno de los fundadores de Montoneros, en La Argentina. Me refiero a Mario Firmenich. Así se reconoce expresamente: la juventud introducirá la rebelión en el seno de las familias burguesas.
Es de temer, entonces, que lo que ha sucedido en nuestra historia reciente vuelva también a repetirse hoy en el seno de la Iglesia, quizá de manera más solapada.
El autor
El Dr. Enrique Díaz Araujo es profesor de historia. Nació en Mendoza, en 1934 y es padre de seis hijos.
En la Justicia de la Provincia de Mendoza fue Fiscal de Instrucción, Juez Correccional y Juez de la Tercera Cámara del Crimen. Desde 1965 se ha dedicado a la docencia universitaria, dictando las cátedras de Historia Argentina II, Historia Argentina Contemporánea e Historia Americana. Su producción intelectual comprende más de cuarenta libros y un centenar de folletos y artículos, casi todos sobre historia, tales como «La Guerrilla en sus libros» (tres tomos), «Don José y los Chatarreros», «San Martín: cuestiones disputadas» (dos tomos). Posee también algunos otros libros, sobre ideólogos que siguen influyendo en el obrar contemporáneo, tales como «La rebelión de la nada» y el que hoy presento por primera vez en la web, «La rebelión de los adolescentes». Agradecemos también de modo público al P. Javier Olivera Ravasi, quien tiene los derechos de autor del Dr. Díaz Araujo por permitirme realizar esta tarea, y sobre todo al mencionado Doctor por su enseñanza tan larga y fecunda en nuestra patria, para “desmitologizar” la historia de los prejuicios liberales y marxistas, y denunciar con valentía a los enemigos de la fe.
La obra en cuestión
Como observa el autor, los jóvenes, por los mismos cambios de su organismo, están inclinados a las imitaciones de sus pares. Su permanencia es débil, por la falta de raíces, y por poner en duda muchas veces lo recibido de sus padres y de la tradición.
Frente a un mundo actual, primero sumido en la dictadura del relativismo, en el que se hace hincapié en la verdad como camino, y no en que se debe permanecer arraigado en ella, dado que la verdad es la «adecuación de la cosa y del intelecto»[5], y, en definitiva, dar testimonio de Aquél que dijo que era la Verdad (cf. Jn. 14, 6; 18, 37), esta absolutización del cambio es sumamente peligrosa, máxime si para ello se manipulan las búsquedas juveniles, poniéndolas como pretexto de un relativismo absoluto.
En la adolescencia la crisis se realiza debido a que el físico se desarrolla como en un adulto, estando ausentes aún el desarrollo intelectual y afectivo correspondientes. Sin solución de dicha crisis, la adolescencia se prolonga, razón por la cual hoy vemos padres que “compitan” con sus hijos en modas y costumbres.
Frente a esta visión, los pedagogos del puerilismo tienen una visión radicalmente opuesta. Maurice Debesse, en «La crisis de originalidad juvenil» plantea a la adolescencia como punto culminante del andar humano. En definitiva, es heredero del romanticismo del «Emilio», de Jean Jacques Rousseau, que entiende que la crisis es buena de por sí, y que la Juventud es el estado ideal humano, debiendo preservar el conflicto razón-sentimiento-instinto.
En definitiva, esta revolución universitaria es sólo un apéndice más de la revolución cultural que venimos sufriendo desde el nominalismo ockamista en filosofía (acentuado por el cogito cartesiano), por la devotio moderna en espiritualidad, y desde el protestantismo en la profesión de la fe. Los malvados siempre hacen su trabajo lentamente, y, en definitiva, los hombres son utilizados por los enemigos espirituales, los demonios, para la autodestrucción del mismo ser humano. Por ello, como afirma Díaz Araujo, «el sueño de Prometeo desencadenado, que agita a toda la filosofía moderna subjetivista, y en especial al marxismo, ha encontrado acá un apogeo demencial».
Frente a las ideas de Rousseau (el hombre como ser naturalmente bueno), totalmente opuesta es la visión del cristiano, que se sabe herido por el pecado original, y que debe luchar toda la vida contra sus tendencias desordenadas. Los ideólogos del mundo, en definitiva, siguen repitiendo la tentación del pecado original, de ser como dioses, según la manera del demonio.
Las consecuencias de esta juvenilización de la vida son la democratización por sí misma, como medio necesario para alcanzar la rebelión contra todo lo entregado, incluso contra las mismas instituciones. Y si el fin es la revolución, el medio es la lucha… Es decir, estamos nuevamente ante el marxismo más craso.
«Del romanticismo al “naturalismo” de los instintos pervertidos por el desorden, y de éste a la delincuencia santificada por el positivismo jurídico; las vías estaban preparadas ya hace un siglo; los medios de comunicación de nuestro tiempo se han encargado del resto y ahora tenemos los resultados a la vista».
El adolescente les reprocha a todos su situación, sin darse cuenta de que los culpables de sus propios fracasos son él mismo, la permisividad de sus padres (muchos de los cuales están divorciados con nueva unión), los falsos amigos y los ideólogos de turno. Sabe que está en una encrucijada, pero no sabe cómo salir. Y se buscan falsas soluciones para llenar su vacío existencial… La juventud que ataca la Tradición, es decir a la Iglesia y a su propia patria, en definitiva, se ataca a sí misma.
Por el hacinamiento de las grandes urbes (como en las villas miserias de Buenos Aires) el problema se acrecienta. La ausencia de verdaderos ideales, y el comportamiento gregario, propio de esta etapa de la vida, hace que la violencia no se encauce hacia el verdadero fin del hombre, reaccionando apáticamente cuando deberían conquistar su ideal, y actuando agresivamente cuando se debería proceder con mansedumbre y templanza.
El meollo del problema será siempre la ruptura del núcleo familiar y la ausencia de una tabla de valores fijos. Se deja así a los jóvenes a merced de su propia libertad, que es como decir a sus propios caprichos, siendo en definitiva el síntoma de una sociedad decadente. Toda actuación en general se les tolera, bajo capa de “nuevas diversiones”.
La sociedad de consumo se aprovecha de su vulnerabilidad. Les crea necesidades hiperbólicas, y luego los explota inmisericordemen-
te.
En esta crisis de sentido de la existencia se ven sumidos hoy, tanto los más pudientes como los menos. En definitiva, la solución a su crisis está en el Señor. Como dice San Agustín: «Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón no alcanzará sosiego hasta que no descanse en Ti»[6]. Hasta que los jóvenes no descubran esto, seguirán con sus crisis, y su adolescencia se prolongará, incluso toda la vida.
La Iglesia actual, por el estado calamitoso en el que se encuentra sumida, no sólo está grandemente dificultada para ayudar a estos jóvenes, sino que incluso está grandemente tentada por el demonio y manipulada por sus secuaces, para sumergirse también Ella en esta misma crisis de identidad.
Como católicos, confiamos en el poder de Dios, y en la palabra de Jesucristo, en el que las puertas del Hades (del infierno, de la confusión y del error), no prevalecerán contra la única Iglesia de Jesucristo (cf. Mt. 16, 18), la única por Él fundada y querida positivamente. «El cielo y la tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán» (Lc. 21, 33), ha dicho el Señor.
P. Jorge Hidalgo
(Del prólogo)
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[1] JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (22 de noviembre de 1981), n. 84; CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la Comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar, del 14 de septiembre de 1994; BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Sacramentum Caritatis (22 de febrero de 2007), n. 29.
[2] https://dominusestblog.wordpress.com/2018/04/06/los-jovenes-deseamos-un-regreso-a-la-tradicion-carta-abierta-al-papa-despues-del-pre-sinodo/
[3] JUAN GÓMEZ SAUCEDA, Hagamos teología – ficción sobre el Sínodo de la Juventud, que puede leerse aquí: https://adelantelafe.com/hagamos-teologia-ficcion-sobre-el-sinodo-de-la-juventud/.
[4] HERBERT MARCUSE, Un ensayo sobre la liberación, México, J. Mortiz, 1969, p. 9; citado desde ENRIQUE DÍAZ ARAUJO, La rebelión de la nada, Buenos Aires, Colección Clásicos Contrarrevolucionarios, 1984, p. 19.
[5] «Adaequatio rei et intellectus» (Santo Tomás, De Veritate, q. 1, a. 1)
[6] San Agustín, Confesiones, L. I, cap. 1, n. 1.
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