Madame Elisabeth, mártir de la Revolución Francesa. Su causa de beatificación

Ante un nuevo «aniversario» de la sangrienta Revolución Francesa, presentamos aquí la conferencia de la Lic. Patricia Raffellini acerca de Madame Elisabeth, hermana del Rey Luis XVI para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


Lic. Patricia Raffellini

2 de junio 2018

 

A modo de introducción, en el tema que desarrollaré en las paginas siguiente, quiero compartirles, primero cómo me involucre en el mismo y posteriormente cuáles son los tópicos y reflexiones que tratare en este pequeño escrito.

Esto comenzó en enero de 2018, cuando fui interpelada por este afiche, que invitada a la Conferencia sobre madame Elisabeth, de la cual muy poco conocía, el cual me motivo a querer participar. De a poco me voy dando cuenta que no fue “ una charla parroquial” mas como otras que uno asiste en nuestro país o en el que pueda estar visitando ocasionalmente. La parroquia convocante a esta conferencia:” San Eugenio-Santa Cecilia, es una parroquia de la diócesis de Paris, distrito 9. Construida entre 1854 y 1856 con un gran amor al arte y la historia de Francia, dedicada a rescatar la memoria del corazón de Francia, desde su fundación. San Eugenio fue uno de los primeros mártires, que llegaron a evangelizar la Galias. Estos cristianos orientales fueron rápidamente asimilados, sin duda porque su fe cristiana en la divinidad de Cristo coincidió con la fe de la monarquía franca desde el bautismo de Clodoveo y su rechazo al arrianismo, como fui descubriendo posteriormente y que ya es un tema para otra conferencia. El 27 de Diciembre de 1855 se inaugura la Nueva Iglesia, siendo la Emperatriz Eugenia su madrina.

Incluso esta parroquia, en 1985 “después de que Juan Pablo II dio el primer indulto, el Cardenal Arzobispo de París pidió que se celebrara también la liturgia latina de acuerdo con los estándares anteriores a la reforma del Concilio”. Sitio de la parroquia: http://saint-eugene.net/leglise/

Asiste a la conferencia brindada por el Párroco Xavier Snôek, de la parroquia Santa Isabel de Hungría (otra parroquia con un fuerte compromiso en las causas de canonización que rescatan la Monarquía como un Mandato Divino.

Voy descubriendo a medida que me voy involucrando, ese objetivo subyacente, el de rescatar el corazón religioso, católico de Francia, desde sus primeros pasos, encarnado luego en la Monarquía Divina , lo cual me va llevando a conocer y comprender una dimensión religiosa de la política, a la cual no había prestado atención hasta el presente. 3

Luego de la Conferencia brindada por el Padre Postulador, me acerqué a los Padres y presenté mi intención difundir esta causa de canonización en Buenos Aires.

De este modo comienza esta historia….

Ustedes se preguntarán: “¿Qué tenemos que ver nosotros los argentinos con una Santa Francesa?”. Otra pregunta muy común sería: “¿Que se le puede pedir a esta Santa?”. Dentro del marco de la iglesia contemporánea y su religiosidad, son muy comunes estas preguntas. Por lo tanto, En los próximos capítulos los organizare para ir respondiendo a estas dudas y aportar humildemente una dimensión más cercana de la Vida de la Sierva de Dios madame Elisabeth, su santidad y proceso martirial.

En los próximos capítulos organicé este estudio de la siguiente manera:

1) Presentación de Madame Elisabeth: su Vida y Entrega martirial

2) ¿Por qué esta propuesta de Santidad? Reflexionaremos sobre Qué es el concepto de Santidad y Cuáles son las virtudes destacables en Mdme. Elisabeth?

3) Y a modo de Conclusión, cómo aplicar su ejemplo en nuestra Vida, en el combate actual, en nuestra lucha de cada día y acción cotidiana, que tiene como meta restaurar todo en Cristo.

Como citan sus biógrafos y la información oficial presentada por el Arzobispado de París, Elisabeth Filipa Maria Elena nació el 3 de mayo de 1764 en Versalles, día de la Santa Cruz. Fue la octava y última hija del Delfín Louis-Fernando y su segunda esposa, Marie-Josefa de Sajonia. Madame Elisabeth fue bautizada el mismo día de su nacimiento por el obispo de la Roche-Aymon, arzobispo de Reims, Gran Capellán de Francia. Desde muy pequeña, la vida la marcó con la pérdida de sus padres. Con sólo veinte meses de edad, muere su padre el Delfín Louis-Fernando con tan sólo treinta y seis años, el 20 de diciembre de 1765. Quince meses después, a los tres años de la princesa Elisabeth, muere también su madre el 13 de marzo de 1767. En memoria de sus padres, la voluntad maternal le deja una reliquia de la Verdadera Cruz en un relicario de cristal y una Virgen de marfil. Luego de la muerte de sus padres, las princesas Clotilde y Elisabeth se acercaron instintivamente a la persona más cercana a ellas en su vida cotidiana, su institutriz, la condesa de Marsan.

Durante su infancia como toda niña, juega y comparte sus días con su hermana Clotilde, con la institutriz, Madame de Marsan, y especialmente con Madame de Mackau, su dama de compañía.

La pequeña princesa es muy querida por su abuelo, el Rey Luis XV, y por su hermano, Carlos Felipe, conde de Artois, con quien mantendrá un diálogo confiado durante toda su vida.

Ella recibe una educación cortesana, nutrida de un fiel compromiso católico. Siete horas de estudio están dedicadas a las materias principales, religión, historia, geografía, idiomas antiguos (griego y latín), idiomas modernos (francés, inglés, español, alemán e italiano), matemáticas (estudiaron aritmética, un poco de álgebra y geometría) y las ciencias exactas. Sus maestros son exigentes y les piden obediencia, rigor y claridad. Danza, música, canto, equitación, manejo de espadas para niños, bordados y tapices para niñas, completan esta educación. El tiempo dedicado al entretenimiento también es importante.

En mayo de 1770, acompaña a su hermano Luis Augusto, a recibir y dar la bienvenida a la joven archiduquesa María Antonieta de Austria. La futura Reina de Francia, y la princesa Elisabeth sienten simpatía mutua, y comparten sus días en el Palacio de Versalles. Al respecto de esta relación citan sus biógrafos: “La futura Reina le escribe a su madre sobre Elisabeth: Es una niña encantadora, con ingenio, carácter y mucha gracia». Marie-Antonieta siempre se refirió a la hermana menor de Luis XVI como «mi hermana Elisabeth» y se dedicó verdaderamente a ocuparse de la princesa huérfana. Madame Elisabeth, por su gran amor filial, se ocupará posteriormente a acompañar la educación de sus sobrinos, hijos de Luis XVI y María Antonieta.

El 11 de agosto de 1775, Madame Elisabeth recibe la Confirmación por el Abad de Mogtaigne. Ella crece en la fe, crece en su amor a Dios y en su amor por Francia. Se dedica con fervor cada vez más a la oración y a la práctica de la contemplación. Se pensó incluso, como es natural en una princesa, en casarla, como ocurrió con su hermana Clotilde, pero ese sentimiento, no anidaba en su corazón. Su corazón estaba entregado totalmente a Dios y a Francia, sus dos grandes amores, por lo que no deseaba ser “Reina” de otra nación y tener que abandonar su querido Patria.

A medida que iba creciendo, citando nuevamente a sus biógrafos oficiales, muchos piensan que Elisabeth podría entrar en una orden religiosa, como su tía Louise, por su carisma y devota piedad. Su hermano Luis XVI, fue bastante reacio a esta idea, y decide dejarla crecer para que luego, ella misma decida su opción de vida a su mayoría de edad (25 años). Elisabeth asimismo, seguía firme en su Amor por Francia y no le interesaba ingresar en un convento. Disfrutaba vivir su piedad y devoción a Dios, en contacto con su gente, en la Villa de Versalles.

Varios eventos vinculados a la política de este complejo siglo XVIII, el temperamento de los jóvenes príncipes y princesas que ya se han convertido en adultos y que están influenciados por las ideas de la Ilustración y su nueva forma de pensar que estimula deseos de cambios, y el acceso al trono de Luis XVI y María Antonieta por la repentina muerte de Luis XV, conducen a la gran familia real a dividirse más o menos abiertamente. Sólo la Sra. Elisabeth toma una posición firme de compromiso, acompañando a su hermano, Luis XVI; mirando al futuro de Francia y enfrentando esta difícil coyuntura de la Monarquía Real.

En su vida cotidiana, en su vivir en la Corte, debemos alejarnos de las imágenes que nos venden las películas y el relato impuesto por los artífices de la Revolución Francesa. Ella practica todo con moderación, eliminación de excesos y superficialidades, que alimentaban las intrigas palaciegas, sin dejar de tener una vida activa y presente en el pequeño núcleo familiar del Trianon, ocupándose de la educación de los hijos de la pareja real, sus sobrinos: el Delphin, Luis XVII y de la pequeña Madame Royale. Siempre estaba dedicada a las obras de caridad, refugiándose en la oración diaria, especialmente en la Virgen María y su Inmaculado Corazón y el Sagrado Corazón de Jesús.

Como citan en su biografía Mdme. Elisabeth guarda fielmente a sus amigas de la infancia y damas de honor, no le gustan los cambios. La amistad que siente por Angelique Mackau, que luego se convirtió marquesa Bombelles y María Causans, devenida en Señora Raigecourt dura hasta su último día.

Ella pone en práctica los principios cristianos que guían su vida. Visita a los pobres y enfermos, escucha a la gente que vive en Versalles; la fama de la «buena señora Elisabeth” se extiende.

En este dialogo abierto que posee en sus paseos diarios en la Villa, comienza a comprender el descontento que se respira y el peligro que existe siempre latente entre la nobleza disconforme y reaccionara y los nuevos aires de pensamiento.

El año 1789 es un año particular y crucial, donde se manifiestan en las charlas sociales y entre los burgueses estos nuevos aires de cambio.  En la primavera de 1789, Luis XVI convocó a los Estados Generales, reunión de los tres movimientos pedidos (nobleza, clero y tercer estado) para buscar un equilibrio y salida a la difícil coyuntura económica que vivía Francia. En la apertura de la reunión, el 5 de mayo, el tema de los arreglos de cómo y a quién votar es planteado por los diputados del Tercero estado, el pueblo, quienes rechazan el voto por orden y proponen un voto per cápita. El Rey se opone a las demandas de los diputados del Tercer Estado, la cuestión espinosa de las modalidades del voto cristaliza el debate. Después de un mes de espera, discusiones y tensiones, los diputados del Tercer Estado proclamaron la Asamblea Nacional el 17 de junio, considerando que representan a la nación en su totalidad. El 20 de junio de 1789, los diputados, reunidos en una sala de juego de pelota, juran nunca «separarse […] hasta que la Constitución del reino se establezca y fortalezca sobre bases sólidas». Ante esta presión, Mdme. Elisabeth mantiene largas charlas con su hermano el Rey, y el mismo 17 de junio de 1789, se lamenta de la falta de firmeza de su hermano ante los ataques a la autoridad real y su falta de compromiso firme y su demasiada condescendencia con el grupo de insurgentes del Tercer Estado, que conducirán el día 14 de julio al desenlace de la toma de la Bastilla por grupos llegados de la costa del mediterráneo, donde se aprovisionan de las armas, crean desorden y desconcierto en Paris, y amenazan a la familia real.

Elisabeth no quiere huir de Francia y toma la firme decisión de permanecer cerca de su hermano y su familia. En los días 5 y 6 de octubre de 1789, compartió los peligros y la incertidumbre. La turba, muchos como comenté llegados de las costas del mediterráneo y ajenos al ser “francés”, pues hablan incluso dialectos locales, poseen un odio visceral a lo Divino y por ende a la realeza, también se abalanzaron sobre el tranquilo Versalles.

Presionados por los Insurgentes, Mdme. Elisabeth, debe abandonar su amado Versalles y trasladarse con la Familia Real al Palacio de las Tullerías, en Paris. Nunca más regresarán.

En esta etapa ella será el soporte moral de su querido hermano Luis XVI y de la Reina María Antonieta. Sus virtudes de Fe, Fortaleza y Templanza se manifiestan en esta hora trágica y se sostiene en su devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, sin olvidarse de la misión encomendada a Francia por Dios, en su Rey, como lugarteneinte del Reino de Cristo en la Tierra. Seguramente muchos recuerdos de sus antepasados estarían presentes en este “apocalíptico” momento: El Rey Clovis y la Santa Ampolla del Santo Crisma, el Santo y Piadoso Luis IX, la decisión de Luis XIV y su traslado a Versalles luego de la Revuelta de la Fronda, el silencio del Rey Sol ante los Mensajes recibidos desde lo Alto y más recientemente el surgimiento de ese modernismo de ideas y actitudes cada vez más ausentes de Dios, fue cambiando el corazón de sus allegados y amigos.

Por ese motivo, el 10 de febrero de 1790, fecha del aniversario del voto de Luis XIII, que Consagró el Reino de Francia al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María y proclamó a la Santísima Virgen como Reina de Francia; Madame Elisabeth organiza una Misa para renovar el voto de Luis XIII, pero esta vez por Luis XVI a la Virgen de París. Durante la Misa, Elisabeth concibió la idea de fundar una asociación de oraciones y sacrificios para la protección de Francia. Junto con unos amigos comienza con esta misión de la difusión del culto al Sagrado Corazón y al Inmaculado Corazón de María por Francia, y realiza como ofrenda simbólica un ex voto de dos corazones de oro puro grabado con la leyenda “A la Iglesia de Francia, la familia real,» el que fue entregado en la catedral de Notre-Dame de Chartres en el relicario del velo de la Santísima Virgen. Siempre en sus ideas, en sus actitudes y acciones, estaba presente el valor Sagrado de la Monarquía y la gran responsabilidad que el Rey tiene sobre sus súbditos por mandato divino.

Los sucesos políticos se aceleran comenzando las disidencias y el clima convulsionado gana las calles, comenzando a reinar en los barrios de Paris un clima de insurgencia y violencia inusitado.

Según relata el padre Snöek en la causa de canonización de Madame Elisabeth:

“Ella no estuvo de acuerdo y rechazó firmemente las decisiones que la Asamblea Constituyente que en muy acalorados debates aprobaba. Su postura fue firme y la llevó a tener una participación activa, denunciando el grave error ante la aprobación por la Asamblea Constituyente de la Constitución Civil del Clero, el 12 de julio de 1790, que implica la confiscación de las propiedades del clero, la disolución de las órdenes religiosas, y la creación de una iglesia disidente “laica” ajena a la Voluntad de Roma y el Santo Padre. Su hermano el Rey intentaba ser conciliador, pero su débil postura, no contribuía a la solución y salida de la crisis y a la unión de Francia. De allí a la reacción del Papa Pío VI, que denunció la constitución civil del clero”.

La violenta prohibición de abandonar las Tullerías para celebrar su Pascua en Saint-Cloud, de manos de un sacerdote refractario, llevó a Luis XVI a abandonar París, en secreto. Es conocida la partida y posterior arresto en Varennes, la noche del 20 y 21 de junio de 1791, en la que participa Madame Elisabeth, el arresto, el regreso en medio de una multitud hostil, pero donde la princesa ocupa un lugar interesante mientras conversa con Pétion y Antoine Barnave, sobre la Monarquía y su mandato divino.

La Constitución del 3 de septiembre de 1791, establece una monarquía constitucional con poder de veto. Aquí queda de manifiesto el gran error a un modelo monárquico constitucionalista, pues descabeza, el Poder Divino del Monarca, como “vicario del Cristo”, pasando a ser sólo una figura decorativa que debe consensuar sus decisiones con la Asamblea.

Antoine Barnave con muy buena oratoria, defiende el rol del Rey y evita que se cruce esta delgada línea, que introduce al poder político como instrumento manejado sólo por el poder humano, caprichoso e inestable, poder político que carece de la “Gracia Divina”, que procura siempre el bien mayor. Lamentablemente su postura fue ambigua, buscando siempre el derecho humano sobre el Divino, y hoy estamos viviendo sus consecuencias.

Comenzó inmediatamente un “régimen del Terror”, que promovió persecución y castigo de muerte a todos los que no aprobaban el modelo de la Asamblea Constituyente y los Derechos del Hombre. No hubo debate ni discusión. La violencia fue necesaria para que triunfe su modelo político, imponiéndolo por medio de la violencia y el silencio de muerte de todos los que no acompañaban sus ideas. Con sangre se fue difundiendo su falso lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El antiguo régimen debía morir junto con todos los que lo avalaban. Comienza a construirse bajo un rio de sangre una nueva “religión” atea, carente de Dios, de sus virtudes, de sus valores y de sus principios: la Política del Estado y un Nuevo Catecismo: la Constitución.

Un levantamiento popular, como fue el del 20 de junio de 1792, pone al Rey Luis XVI en la atención de las masas insurgentes que lo ven ahora como el Gran Enemigo. Durante la primera invasión y saqueo al Palacio de las Tullerías, la señora Elisabeth arriesga su vida haciéndose pasar por la Reina Marie-Antoinette, contra la cual se manifestaba la violencia popular. Dos meses después, el 10 de agosto de 1792 tuvo lugar la toma del Palacio por los violentos. 

Madame Elisabeth escribe cartas a su hermano el Conde de Anjou comentando las vertiginosas noticias de lo que estaba ocurriendo en Paris y se infiere que en sus cartas informa y pide ayuda a las monarquías extranjeras. Por decisión e intervención Divina los sucesos se desencadenan veloz y violentamente, estos pedidos no son respondidos, pues otro es el Plan de Dios para esta gran Hora de la batalla entre las fuerzas de Dios y las del Ángel apóstata.

La vida de la familia Real se salva al encontrar refugio en el edificio de la Asamblea Legislativa,  desde este momento ellos se convierten en prisioneros de la Comuna de París. Un Vía Crucis comienzan a marcar su destino final.

Madame Elisabeth, que podría haber abandonado Francia varias veces, incluso a pedido del Rey, especialmente a la partida de sus tías en 1791, no lo hizo y mantuvo un activo compromiso político. Ella ha decidido quedarse con su hermano y voluntariamente se convierte también en prisionera de la Comuna de París y entra en la Torre del Templo el 13 de agosto de 1792.

Ella se dedica a la oración, reza diariamente la que forma parte del devocionario al Sagrado Corazón que ella practicaba.

El primero en ser ajusticiado fue el Rey Luis XVI. Por su mediación y gestión logra que su confesor el padre Egworth, ayude a su hermano. Es este sacerdote quien celebra para el Rey su última Misa en la Torre del Templo. Es él quien recoge su última confesión y lo acompaña al cadalso. Así, es a través de su hermana Madame Elisabeth que Luis XVI puede tener en estas últimas horas la ayuda de un sacerdote que no sea miembro del jurado, y sea leal a la causa del Reino de Cristo. La decapitación del Rey, es una señal de la decapitación de la Monarquía Real, decapitación del lugarteniente ungido por Dios, el brazo armado de Cristo en la Tierra; como he mencionado al inicio.

Elisabeth pasa a ser el sostén afectivo de la familia Real, cuidando y consolando a su debilitada cuñada, la Reina. Madame Elisabeth siempre supo mantener su posición de ser hija de Francia. Toda esta energía se despliega a expensas de su salud. Madame de Bombelles escribe, el 22 de abril de 1793, «su delgadez es espantosa, pero la religión la apoya; ella es el ángel consolador de la Reina y los niños”. Incluso llegó a ocuparse de Madame Tison, su carcelera, que la había denunciado varias veces ante los insurgentes.

Elisabeth pasa a ser el instrumento del Angel Custodio de Francia en esta hora aciaga, que se inicia con el derrocamiento de la Monarquía Divina, en la tierra.

Asimismo coincidiendo con este macabro plan, las turbas saquean templos, los transforman en templos paganos, entronizando a prostitutas como “diosas” representantes de los valores de la República que habían comenzado a construir. También fueron sus deseos el destruir la ampolla con el óleo Santo, que descendió de los Cielos, en la Unción y Coronación del Rey Clodoveo, y que varios siglos después tan preocupada tenia a Santa Juan de Arco, en su misión  divina de Ungir y Coronar al Rey de Francia en Reims. Su odio visceral a lo Sagrado se manifiesta en los más mínimos actos de destrucción y saqueo. Francia se convirtió en un auténtico infierno.

El 2 de agosto de 1793, la reina María Antonieta fue tomada prisionera y llevada a la Concergerie. Madame Elisabeth se entera de su ejecución estando en esa guarida de la muerte, entre el 9 y el 10 de mayo de 1794.

Su juicio es «prefabricado» como el de muchos otros bajo el Régimen del Terror. Ella ni siquiera pudo hablar con su abogado, Chauveau-Lagarde. El Tribunal Revolucionario la acusa de colaboración en la huida del Rey, apoyo financiero en el exilio de aristócratas y resistencia a las tropas durante los hechos del 10 de agosto de 1792, en el asalto a las Tullerias. Condenada a muerte, es parte de un grupo de veinticuatro personas que ella ayudará a prepararse para morir, incluido el ex ministro Loménie de Brienne, la señora de Lamoignon, la señora de Montmorin y su hijo.

Las crónicas de la época son coincidentes en que al paso del carro, «la gente la contempla en silencio). Todos los convictos se reúnen alrededor de ella, quien al final del carro, M. Elisabeth se levantó primero y les dijo a sus compañeros: «todos estaremos en el cielo». Cada uno a su vez, las mujeres la abrazan, los hombres doblan sus rodillas, mientras la princesa recita el De Profundis. A su vez, ella es la última cabeza descubierta, y subió con firmeza, los pasos del andamio para el cadalso.

Todas las memorias de esta época coinciden en que en el momento en que recibió el golpe fatal, un olor a rosa se extendió por toda la Place Louis XV (Place de la Revolutión). Su cuerpo fue enterrado en una fosa común en el cementerio de Irancy. Este pozo ha desaparecido. Su cuerpo no pudo ser encontrado ni identificado. Así Madame Elisabeth, como emisaria del Angel de Francia, protector de la Monarquía, por su linaje Real, entrega su vida y comienza a formar parte del ejército del cielo, junto a otra doncella virgen, que también vivió y dio su vida por Francia: Santa Juana de Arco. Unidas para la Batalla final del Triunfo de Cristo Rey, en los cielos y en la Tierra. Madame Elisabeth tenía solo 30 años, pero una “fe inquebrantable en la vida eterna», dice el padre Xavier Snoëk.

Después de haber presentado brevemente su vida y obra martirial, llegamos al segundo punto, que nos trae la reflexión, de su importancia como Santa y cómo podemos unirnos a este ejército militante, en comunión con los Santos, desde nuestro día a día.

Elisabeth Filipa María Helena de Francia, llamada Madame o Sra. Elisabeth, estuvo encarcelada con la familia real desde 1792, y es llamada a comparecer ante el tribunal revolucionario bajo el terror, y fue condenada a muerte y ejecutada. Desde el inicio de este proceso martirial fue reconocida por su piedad, sus actitudes de caridad, ante tan injusta y violenta realidad. Su muerte desde los mismos verdugos la asociaron a una mártir. Durante el siglo XIX, siempre estuvo presente en la memoria de los franceses. Es declarada sierva de Dios por la iglesia católica en 1953.

El tema de la santidad está muy vapuleado en la religiosidad católica post Concilio Vaticano II, más sentimentalista, muchos santos se usan y se promueven con lemas del modelo político de los movimientos obreros como el de “Pan y Trabajo” y especialmente en el Arzobispado de Buenos Aires, por citar sólo un ejemplo local. En una carta Pastoral de 2007, el entonces Arzobispo, insta a promover “a las parroquias a sacar a los Santos a las calles, a promover una religiosidad de cara al pueblo, a santuarizar las parroquias”. Estas prácticas que promueven eventos masivos se alejan cada vez más de promover los valores de Santidad que vienen dado desde lo alto y que enseña el Catecismo. Estos Santos ofrecen la solución “a causas imposibles y terrenas”.

Con la Sierva de Dios M. Elisabeth nos alineamos al Modelo de Santidad, esa santidad, que es ofrecida por Dios a través de su Hijo Jesucristo, nuestro Único Redentor que propone nuestra Amada Iglesia Católica. Es Dios el que viene, el que nos busca y el que nos salva. Todo el protagonismo es Suyo. A nosotros solo se nos pide la aceptación de esta salvación gratuita.

M. Elisabeth como Sierva de Dios, nos ayuda desde lo personal, a ir creciendo en nuestra fe y tenerla como modelo de Virtudes en nuestro día cotidiano.

M. Elisabeth posee un brillo especial, la Virtud de la Fortaleza. Como analiza el Padre Alfredo Sáenz, “la Fortaleza existe, porque existe el mal y cualquier acto de fortaleza humana (guerrera, moral etc.) siempre es un Don de Dios, por parte del hombre no hay más que fragilidad e impotencia”. Y como dice el salmista en el salmo 18 “el señor es mi roca, mi fortaleza, mi liberador; él es mi fuerza salvadora”.

En el Martirio y en la muerte martirial se da: “en el punto de confluencia un gran amor y un gran odio: el amor de Dios, encarnado en el Mártir y el odio del Mundo”, como reflexiona el padre Sáenz en su libro sobre las virtudes. El ángel apostata que odia y es deicida desde un principio encarnado en muchos actores de la Asamblea Constituyente y especialmente en el ejecutor de la acción, en el Verdugo Sansón. Madame Elisabeth, como otros Mártires de la Santa Iglesia de Todos los tiempos, dan testimonio con su vida y su Sangre! Y asumen esta muerte con total entrega a Dios y a la Patria.

La Fortaleza, requiere de una fe profunda, vivida y encarnada, que sostenga al límite martirial la vida. Hoy en la actual coyuntura de la batalla en la Iglesia, muchos son lo que ya alcanzaron el martirio de la FE y los actuales verdugos, deicidas como en el principio, matan ahora con la manipulación de la Palabra y con el poder del príncipe de este mundo, por sus actos y responsabilidades ejecutadas y las actitudes apóstatas que promueven, incluso dentro de las jerarquías eclesiales.

¡Cuánto hay que pedir por este Don de la Fortaleza en el actual combate!

También hay que tener presente las otras virtudes asociadas, como la Virtud de la caridad, citando nuevamente al Padre Sáenz, “la caridad es la virtud motora que impulsa a sufrir el Martirio por amor a Dios. Sin ella al martirio carecería de valor meritorio”.

Además, como destaca al Padre Snöek, postulador de la causa, la devoción al Sagrado Corazón de parte de M. Elisabeth, y su actitud frente a cómo practicar la fe, es una manera concreta y real de cómo vivir en presencia del Salvador de Mundo, la Única Verdad: Jesucristo. En su conferencia en enero de este año, el Padre Snöek nos invitó muy especialmente, a meditar esta oración de entrega al Sagrado Corazón y en cómo Madame Elisabeth la puso en práctica.

Recordemos que primero, en febrero de 1790, ella se une a una oración por Francia en la Catedral de Notre-Dame, con motivo de la celebración del aniversario del Voto de Luis XIII, una oración por una Francia desgarrada, una Francia en la agitación revolucionaria, como mencioné hace unos instantes en su semblanza biográfica. ¡¡Elisabeth piensa por Francia y en Francia se concentra la lucha de la Monarquía Divina!! Como destaca el padre Snöek: “Para la Sra. Elisabeth, se trata de una renovación personal de la consagración de Francia hecha por su antecesor Luis XIII a la Virgen María, pero también para redirigirla de una manera muy personal a nosotros los católicos como hijos de Dios. De hecho, Elisabeth se vuelve hacia el Corazón de la Virgen María, hacia su capacidad inmensa de amar y de proteger a sus hijos; la Santísima Virgen, que ama perfectamente como Cristo mismo, cuyo corazón está tan ardiente de amor por cada uno de nosotros. Por lo tanto, se trata de pedirle a la Virgen María que interceda por nosotros con su Hijo. Prosigue el padre Snöek:

“Esta oración por Francia al Corazón de Jesús y al Corazón de María tendrá un extraordinario exvoto con el voto nacional al Sagrado Corazón y a la construcción de la Basílica de Montmartre durante el siglo XIX. Unidos a la Virgen María, Ella mira compasivamente a aquellos que están sufriendo y especialmente en nuestro país indefenso y en plena Revolución”.

 

En aquel día de febrero de 1790, Madame Elisabeth fundó una hermandad en honor al Inmaculado Corazón de María y esta fundación tendrá gran desarrollo y con muchos frutos hasta el presente.

El Padre Snöek afirma que Madame Elisabeth, a pesar de la hora trágica que estaba aconteciendo en Francia, es testigo y da pruebas de un Dios misericordioso. Elisabeth nunca fue sentimentalista, sentimentalismo que emergió desde la Devotio Moderna; sino que estaba llena de confianza en el Señor, a quien no ve como un Juez sino como un Padre que acoge a sus hijos en su Reino.

Aquí vemos nuevamente como se refleja la Virtud de la Fortaleza, asociada directamente con la virtud de la caridad, ese Amor a Dios que justifica esta entrega martirial. De ese modo Ella también testifica incesantemente con una fe inquebrantable, nuestra propia resurrección. Por lo tanto, en el corazón de la agitación revolucionaria, Madame Elisabeth pudo consolar a los que estaban en peligro.

Ante el peligro, tiene una admirable templanza, pues sin vacilar en pretender ser la reina amenazada, siempre está pendiente de cuidar y de ayudar a los heridos y preservar a los guardaespaldas.

Los testimonios de esa hora trágica dan cuenta de su caridad, de su fortaleza y de fe en la vida eterna. Para ella, la muerte no es el final sino la entrada a una nueva vida donde nos encontraremos con los que nos aman. En el camino hacia el cadalso ella les muestra a sus compañeros de infortunio, el camino al cielo y los alienta a confiar en la misericordia del Señor.

Es importante tener presente las cualidades espirituales de esta santa mujer como modelos para la batalla de hoy.

Una faceta muy marcada en Ella en sus últimos años de vida, fue la de “abandonarse a vivir la voluntad de Dios”. Una dimensión espiritual no menor, que ya se manifestaba generando sonrisas en sus allegados en Versalles. Comienza por ayudar a la familia, a evitar discordias dentro de la corte en el Palacio de Versalles, donde hay muchas miserias y sufrimientos ocultos. El futuro Carlos X, su hermano tan querido, la denominó «el ángel bueno». Elisabeth reúne y está cerca de todos, incluso de los más alineados a las ideas de la ilustración. Sin importar lo que digan de su cuñada María Antonieta, por ser extranjera y una Habsburgo, su dedicación hacia ella es perfecta, a pesar de que no comparten las mismas opciones políticas y que, ante el peligro, no tienen las mismas reacciones. Esta donación propia que ella hace de su vida, con los ojos fijos puestos en Cristo, la lleva conscientemente a quedarse con el Rey y con su familia. Ella está convencida desde el principio, del resultado fatal del problema revolucionario.

Es para nosotros un llamado constante y renovado de donarse a la Voluntad de Dios. Podríamos seguir destacando cada una de las virtudes, que se manifiestan en la Sierva de Dios M. Elisabeth, como un modelo de vida para hoy.

Cualquiera que sea nuestro estado de vida, estamos llamados a dar nuestra vida como Cristo que libremente la dio por amor a nosotros. La vida religiosa, el sacerdocio y el matrimonio incluyen este don de sí mismo.

Nosotros necesitamos de la intercesión de estos Santos Hijos de Dios, para librar el buen Combate en nuestro deber de estado diario. Asimismo, los santos necesitan de nuestra ayuda, y por ende nuestra oración de intercesión para que su tránsito, Misión en la Tierra, no sea semilla y sangre derramada sobre suelo estéril. Para que esa Sangre derramada sea fuego fecundo que abre el surco y permita construir día a día la llegada de Cristo Rey triunfante. Es decir, la Parusía. Y la Iglesia triunfante pueda interceder por nosotros ante Dios para que nos brinde su auxilio oportuno y nos ayude en nuestro camino hacia Él. Es un vínculo de Reciprocidad. Y así, de esa manera, fortalecer los vínculos de la “sanctorum Dei Communio”, la unión espiritual de todos los cristianos, vivos y muertos; que compartimos un solo cuerpo místico con Cristo como cabeza, en el cual cada miembro contribuye al bien de todos y comparte los bienes con todos.

“Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.” (Apoc 5,8)

Llegados a este punto, como reflexión a modo de conclusión, que nos invite a tener una actitud activa surge entonces la pregunta: “¿Cómo Restaurar todo en Cristo? ¿Qué es la Monarquía Divina en la tierra como instrumento político?”

En un tema tan complejo, que requiere nuestra meditación y contemplación diaria. A sólo los efectos de dar marco a esta presentación, propongo enfocarnos en los documentos del Papa Leon XIII.

Me enfocaré en una Encíclica casi contemporánea a esta coyuntura histórica que estamos analizando (1890) y que responde a las necesidades de los católicos practicantes, dolidos por el presente que estaban viviendo y nos dan las respuestas para los católicos de hoy, que tenemos la obligación de restaurar Todo en Cristo.

Me estoy refiriendo dentro de todos los documentos producidos especialmente a la SAPIENTIAE CHRISTIANAE, que entre otros temas pone en valor el Amor a la Patria y el Amor a Dios, como amores gemelos, que permiten que Dios obre en sus instituciones (políticas y religiosas) y que sólo volviendo a los principios de la sabiduría cristiana se puede salvar la sociedad. La encíclica contiene dos partes principales: la Primera habla sobre la defensa de la fe frente al rechazo de la religión por la razón impuesta en la Revolución de 1789/90, y la Segunda habla sobre las relaciones Iglesia-Estado.

Permítanme hacer brevemente un pequeño racconto en nuestra Historia de la Salvación para comprender el cómo poder actuar en este presente, y comprender las recomendaciones del Papa León XIII.

Dios envía a su Hijo como redentor ¡Él es Cristo, Rey del Cielo y Rey de la Tierra!

Pero Jesucristo no les dijo a sus apóstoles en el Cenáculo: “organicemos una Asamblea Episcopal y  así ustedes me dirán qué les parece que Yo debo hacer.”

No. Nuestro Señor Jesucristo, le dijo a Pedro, “sobre esta piedra Construiré mi Iglesia”. Y luego de la Venida del Espíritu Santo, miles son los que se convirtieron, creyeron y abrazaron la Fe en Jesucristo Rey de Reyes, por la predicación de Pedro, el primer Papa.

El Papa León XIII dijo:

“Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. Entonces aquella energía propia de la sabiduría cristiana, aquella su divina virtud, había penetrado profundamente en las leyes, instituciones y costumbres de los pueblos, en todos los órdenes y problemas del Estado” (IMMORTALE DEI Carta encíclica de S.S. León XIII sobre la constitución cristiana de los estados-1 de noviembre de 1885- punto 28)

Lentamente se fue organizando bajo esa Gracia el Poder Político, reyes que asumen su rol de “soldados” de Cristo Rey. El Bautismo de Clodoveo y su Unción y la conversión de sus miles de soldados a la Fe de Cristo marca este Inicio de “Monarquías Divinas” en occidente, que van despaganizando a las Galias primero y luego a toda Europa y construyendo así la Europa Católica, que hoy lamentablemente y como todos bien sabemos, la están destruyendo.

Como ejemplo de esto podríamos nombra a la obra de Luis IX, San Luis Rey de Francia, quien transforma a Paris en una segunda Jerusalén, convirtiéndola en Capital Cultural de la Europa Católica.

Otra importante obra es la misión que le fuera encomendada por Dios a Santa Juana de Arco, que antes de entronizar al Rey en Reims, en un gesto inaudito que sorprendió a todos los presentes, en la Abadía de San Benito sobre el Loire (San Benito es hoy considerado patrono de Europa y esta abadía fue fundada durante el reinado de Clodoveo II (638, 657). El primer abad del convento que hizo observar desde luego la regla de San Benito, se llamaba Mummolus. Como les decía, y como cita la Hermana María de la Sagesse Sequeiros en su libro Santa Juana de Arco, “Dio a la Realeza de Cristo sobre Francia un contenido oficial, estatal y jurídico”. Un hecho conocido como la “triple donación”, y que lleva a posicionar, al Rey, como Lugarteniente de Jesucristo”.

Cristo instituyó la Monarquía Divina, eso es lo que defendieron en 1792, no solamente M. Elisabeth, sino también otros miembros católicos de la Asamblea Nacional, quienes además de la Fe, también tenían el conocimiento legal de ese “poder” otorgado desde lo Alto. Ellos veían que con los cambios que querían imponer los insurgentes, el avance de la paganización en la política, poniendo como escudo a la razón, y promoviendo lo que hoy llamamos el poder “civil” y sus instituciones, Francia iba a apostatar de la Fe, alejándose de la Ley Divina como modelo de gobierno.

Si recordamos los conocidos ejercicios Ignacianos, en uno de ellos, está el Ejercicio de las Dos Banderas donde un soldado debe elegir luchar: bajo la Bandera de Cristo Rey o bajo la Bandera del Príncipe de este mundo, el Ángel Apostata, rey de la Mentira.

Como reflexiona Jean Ousset :

”Si Jesucristo es Rey Universal, ¿cómo podría ser esa realeza no ser también sobre las instituciones, sobre el Estado: realeza social? ¿cómo se la podrá llamar universal sin ella? Si las discusiones son tan vivas sobre este punto, es porque tocamos el terreno de aquel a quien la escritura llama precisamente “el príncipe de este mundo”. He aquí que perseguimos al dragón hasta su último reducto, que lo acosamos donde pretende hacer su guarida… ¿Qué hay de extraño que redoble la violencia escupiendo llamas y humo para intentar cegarnos?”.

 

Los revolucionarios que asesinaron al Rey, enrolados bajo la bandera del Dragón/Demonio, no solamente dieron muerte a Luis Capeto (nombre civil del Rey Luis XVI), no solamente dieron muerte a la Monarquía Francesa, no solamente dieron muerte a un ideal católico, sino que matando al Rey de Francia que encarna la figura del Padre y de la Patria, dejaron huérfano al pueblo francés y desconcertada a la Europa Católica.

Los que se alinean bajo las banderas del príncipe de este mundo, con su odio deicida, los lleva desde el origen hasta el presente actual, a articular un plan: Eliminar la Reyecía de Cristo en la Tierra bajo sus dos amores gemelos: el amor a Dios y el Amor a la Patria, como explica el Papa León XIII en su Encíclica.

Durante el siglo XVIII, los alineados bajo la bandera del diablo, comenzaron a tomar el poder terrestre desde la Razón, y el poder político, creando formas de gobiernos alternativos, ateos, y mutando los principios, valores y virtudes, creando una religión sin Dios, una religión de estado como lo es la democracia, cuyo origen es diabólico. El Rey es puesto por Dios, mientras que un presidente democrático es puesto por el hombre.

Durante el siglo XX, este plan de odio fue avanzando cada vez más, tomando todo el poder político hasta llegar a la “cabeza” del otro Amor: el Amor a Dios. Ese “Poder” en la tierra que fue otorgado por Jesucristo a sus Apóstoles. La fe también se fue debilitando desde las jerarquías religiosas, aceptando las nuevas ideas, y lograron descabezar (perdón por el término usado) a la Piedra basal, la catedra de Pedro, su sede. Es bien recordado cómo el papa Pablo VI le entrega los atributos de Poder Eclesial (triple Corona, báculo) a los poderes del mundo, la ONU y demás, en un gesto de falsa libertad, igualdad y fraternidad.

Ya el Trono de nuestro Señor Jesucristo no lo han tomado derramando sangre de mártires, sino que ahora su estrategia es coactar conciencias y voluntades. Los que resistieron y resisten en estas últimas décadas esta batalla, son ahora mártires de la FE.

Para concluir, sin ser pesimistas, sino realistas, ante el actual combate terrenal y espiritual que estamos atravesando, esta batalla, humanamente hablando, es imposible de ganar. Solamente se ganará con la segunda venida de Cristo. Mi sugerencia, es que nos unamos en oración con la Patria celeste, pidiéndole a Dios que por intercesión de la Sierva de Dios M. Elisabeth, de Santa Juana de Arco, de San León XIII, de San Pío X, y la Comunión de los Santos, bajo la mirada y protección del Inmaculado Corazón de la Virgen María, nos envíe pronto a su Hijo Rey del Cielo y de la Tierra, para de esa manera Restaurar toda la sociedad en Cristo.

¡¡¡Viva la Patria, Viva Cristo Rey!!!

Lic. Patricia Raffellini

 

Sitios de Internet de referencia:

https://beatificationmadam.wixsite.com/madameelisabeth

http://www.chateauversailles.fr/decouvrir/histoire/madame-elisabeth

 

 


PARA SUSCRIPCIÓN A LOS POSTS VÍA WHATSAPP, seguir estas indicaciones:

  1. Añadir a la agenda de contactos de su teléfono este número tal como está: 005491135809554 o bien +5491135809554 (pueden agendarlo como “Que no te la cuenten” o como deseen).
  2. Una vez agregado, enviar un mensaje vía Whatsapp con la palabra “ALTA” (es imprescindible enviar un primer mensaje para poder ser agregado a la lista).

Ya está. A partir del próximo post comenzarán a recibir automáticamente las nuevas entradas en sus teléfonos.

Page generated in 0,496 seconds. Stats plugin by www.blog.ca