Iglesia en Chile: suspensión de 14 sacerdotes y educación en los seminarios
Este martes la Iglesia Católica en Chile, puntualmente la diócesis de Rancagua, suspendió a 14 sacerdotes que, aparentemente, habrían tenido «conductas inapropiadas» respecto de su castidad.
Es decir y para hablar en criollo, algunos estarían acusados de abuso de menores, otros de sodomía y otros de simple doble-vida farisaica.
– “¿No será una nueva acusación falsa de los medios?” – dirán algunos.
A ver… Que pueda haber alguna exageración no lo negamos pero que la realidad hoy no puede esconderse bajo la alfombra es más que claro. Hace años lo explicábamos aquí.
El mismo Francisco se ha dedicado hace días a decir que los homosexuales no pueden entrar en los seminarios.
No basta acá tener vergüenza y escandalizarse por estos casos que también existieron en otros momentos de la historia. La pregunta está en cómo es que se llega a esto y ¿cómo no se previene en los seminarios?
La relectura de este pasaje de “El último Papa” de Malachi Martin, quizás pueda dar algunas claves.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Sacerdote católico-Heterosexual casto-No pedófilo
“Paul ingresó en el Seminario Menor de la diócesis de Nueva Orleans en 1972. Durante el primer semestre, él y sus condiscípulos recibieron la orden oficial de abandonar la sotana y vestir ropa normal de calle. En su programa de estudios, el dominio del latín ya no era obligatorio. La mayoría de sus profesores los invitaban a pensar libremente, sobre lo que antes eran doctrinas sacrosantas y enseñanzas fundamentales acerca de la existencia de Dios, la divinidad de Jesucristo, la verdadera presencia de Jesucristo en el santo sacramento, la autoridad del papa o la gama completa de creencias y leyes católicas.
Durante las horas de ocio, se alentaba a los seminaristas a que alternaran con mujeres para incrementar su experiencia. Al mismo tiempo, a muchos les resultaba fácil establecer relaciones homosexuales en su propio círculo, ya que se los aconsejaba que una actitud positiva hacia la homosexualidad los convertiría en «pastoralmente sensibles».
En la transformación de la vieja iglesia en «casa de vientos ecuménicos», Paul comprobó que en el seminario todos sus valores familiares se perdían en el olvido. Ya no se les exigía a los seminaristas asistir a las plegarias matutinas ni a la misa cotidiana. Pero incluso los que como Paul habían decidido seguir haciéndolo, se encontraron con un cambio: el hermoso altar de la capilla del seminario había sido sustituido por una mesa común de madera. Las imágenes de los santos, las estaciones de la cruz, los bancos reclinatorios, los mosaicos, e incluso el tabernáculo, la barandilla eucarística y los crucifijos, brillaban por su ausencia. En los confesionarios que no habían sido retirados, era más probable encontrar artículos de limpieza que a un sacerdote.
Un cura de vaqueros y camiseta, a lo sumo con una estola o un velo sobre los hombros, daba la bienvenida a los seminaristas y al público en general a las nuevas ceremonias con un alegre: «¡Buenos días a todos!» Se enseñaba a los seminaristas a dar ejemplo como hombres libres e hijos de Dios. Podían sentarse o levantarse a su antojo, pero no arrodillarse. En la liturgia, actuaban bailarinas profesionales, acompañamiento de guitarras, banjos, guitarras hawaianas, panderetas y castañuelas.
A lo largo de los meses, Paul vio cómo las reuniones litúrgicas se convertían en algo parecido a las «fiestas tribales» de ciertas tribus del Pacífico noroccidental. En dichas reuniones se admitía cualquier cosa de otras religiones en igualdad de condiciones.
Los seminaristas como Paul eran sometidos a una mescolanza espiritual que unía las meditaciones budistas, el dualismo taoísta, las plegarias sufíes y el psicoanálisis freudiano.
Paul Gladstone interpretó todo aquello como contradictorio, hipócrita y, a fin de cuentas, destructivo para la verdadera fe católica. A su parecer, la mayoría de los católicos lo aceptaban en un intento de democratización global de la religión católica; era necesario “adaptarse a los tiempos”.
Si no había “pueblo de Dios”, el sacerdote no podía celebrar válidamente la “Acción de gracias” en “la mesa del cenáculo”.
La Iglesia era llamada ahora “iglesia conciliar”, es decir, “posconciliar” y era necesario entender que todo había cambiado. Paul, incapaz de seguir soportando el ambiente caótico y chabacano de lo que antes había sido un seminario disciplinado, un buen día por la mañana le comunicó al rector que se iba:
-No estoy recibiendo nada parecido a una formación sacerdotal para ofrecer el Santo Sacrificio y perdonar los pecados -dijo Paul, que tenía fuego en la mirada-. Si permanezco aquí, acabaré como un espeluznante distribuidor de artilugios inútiles o, en el mejor de los casos, en un asistente social que no puede casarse, por el momento[1].
[1] Fragmento del libro The Windswept House (traducido pasteleramente como “El último Papa”) del jesuita Malachi Martin; íntimo colaborador de Juan XXIII y del cardenal Bea (desde 1958 a 1964), amén de ejercer como exorcista en Roma y New York. El texto está ligeramente corregido por mí.
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Julián Barrio cometió una grave irregularidad al conferir el orden sacerdotal a dos hombres conociendo su condición de homosexuales “activos” y sabiendo que convivían como pareja.
Aquella mañana en Santiago de Compostela no iba a dejar indiferente al clero y la feligresía de la capital gallega. La lluvia que se adivinaba detrás de los cristales del palacio episcopal no sería capaz de limpiar la grave ofensa que, deliberadamente, el obispo iba a practicar contra su propia Iglesia.
https://infovaticana.com/2016/12/12/arzobispo-espanol-ordeno-presbiteros-dos-homosexuales-sabiendo-pareja/
Estimado padre Javier, veo que usted lee lo que escribio Malachi Martin, mi marido lee mucho libros que hablan contra el C.V.II, criticas a San Juan Pablo II, Paulo VI, Juan XIII, y entre ellos a este escritor, que al parecer desenmascara a los Jesuitas. En que posicion se encuentra usted? No quiero ofender ni ser imprudente, pero me desconcierto ante tantas opiniones diversas, sobre las cuales no sabe uno a quien creer. Mi esposo se fue con los Lefevristas…..por tantos cambios en la celebracion de la Santa Misa. Esto que nos comparte sobre las enseñanzas en los seminarios lo encuentro terrible. Gracias a Dios mi parroquia es conducida por religiosos Hijos de Santa Maria Inmaculada, que son mas bien conservadores….
Estimada: Malachi MArtin tiene cosas estupendas y otras con las que uno puede disentir; lo que no puede achacársele es el no haber estado informado al momento de escribir lo que escribió:fue asesor Vaticano durante años, jesuita y vivió en las turbulentas épocas del CVII. Lo de la enseñanza en los seminarios no es verdad porque lo diga Malachi Martin, sino que, porque es verdad, él lo dice. Obviamente que no en todos los seminarios sucede eso (todavía, gracias a Dios, hay que se mantienen fieles). Sobre la Fraternidad San Pío X, pienso lo que la Iglesia piensa, es decir, que se trata de un problema interno de la Iglesia Católica, máxime ahora que este mismo Papa les ha permitido confesar y hasta casar. Dios la guarde. PJOR