Evolucionismo y progresismo liberal: una alianza de conveniencia
Es fácil señalar los errores, y horrores, del evolucionismo darwinista. Desde el mágico comienzo de la vida a partir de la materia inerte hasta el improbable surgimiento del hombre desde el mono, pasando la quimérica evolución de todas las especies a partir de organismos unicelulares. En este foro se ha puesto el dedo en la llaga más de una vez.
Es un error pensar que el evolucionismo presenta un frente monolítico. De hecho, los evolucionistas ortodoxos no son los que realmente marcan la narrativa. ¿Y si no son ellos, entonces quiénes? Lo que realmente define el discurso, lo que está permitido enseñar y lo que no, es la ideología progresista liberal, que en nuestros días ha devenido una suerte de marxismo cultural. Esta cuasi-religión se presenta a sí misma como abiertamente pro-científica, pero lo es solo cuando le conviene.
La alianza evolucionista-progresista es una alianza de ocasión, los une más que nada un enemigo común. Y además es una alianza desigual, ya que solo un socio tiene la sartén por el mango. Cuando debe penalizar a transgresores actúa con eficacia furibunda, y no duda en sacrificar a antiguos aliados pour encourager les autres. Basta buscar lo ocurrido recientemente a James D. Watson, premio Nobel y codescubridor de la estructura del ADN, y a Nicholas Wade, ex principal periodista de la sección de ciencia del New York Times. Ambos purgados y condenados al ostracismo por la cheka progresista por tomarse el evolucionismo demasiado en serio. Haber pasado a mejor vida tampoco lo exime a uno de ser declarado no-persona de manera póstuma por transgresiones en tiempos pretéritos donde decir ciertas cosas no era una herejía. En esta categoría se encuentra el premio Nobel en física William Shockley. La National Geographic es un caso gracioso de disonancia cognitiva, promoviendo por un lado el evolucionismo más ridículo, y por el otro purgando a remotos infractores de modo estalinista, casi una parodia del 1984 de Orwell.
James D. Watson, de premio Nobel a no-persona por tomarse al evolucionismo demasiado en serio. Fuente.
La fricción se origina en que varios evolucionistas ortodoxos se focalizan en la evolución reciente, la llamada microevolución, y siendo coherentes con sus postulados llegan a conclusiones no solo fuera de sintonía sino directamente intolerables para el paladar moderno. Los progresistas por su parte hacen énfasis en la supuesta macroevolución ya que su objetivo es crear un gran mito anticristiano. Pero consistentemente minimizan o ignoran la microevolución ya que va contra uno de los pilares de la ideología moderna, a saber la igualdad a ultranza. Igualdad total, no solamente de oportunidades, sino también de resultados. Y para lograr esto necesitan una ayuda parcial del evolucionismo. Usaremos en este artículo únicamente fuentes evolucionistas para lograr un mayor efecto de la máxima castigat ridendo mores.
Evolucionismo o progresismo liberal: elija uno
No debe haber progresista que desconozca el título de la más famosa obra de Darwin “El origen de las especies”. El subtítulo sin embargo es algo que ahora prefieren olvidar: “La preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”.
En el título completo del magnum opus de Darwin están los motivos de esta fricción interna entre evolucionistas ortodoxos y progresistas. Es imposible compatibilizar el evolucionismo con la idea de una tabula rasa cognitiva en la naturaleza humana que intenta igualar a todos (y todas) cueste lo que cueste. La evolución ortodoxa y la igualdad progresista no pueden ser a la vez verdaderas.
O la evolución darwinista es cierta (o parcialmente cierta) y sus procesos de mutación y adaptación han conducido a la existencia de grupos con diferentes aptitudes; o somos todos iguales (o casi) y las diferencias se deben a injusticias, abusos y maldades. Contra toda lógica los progresistas insisten en que ambos sistemas –contradictorios entre sí– son simultáneamente verdaderos.
Insisten que la evolución es real y solo algún católico recalcitrante o protestante creacionista se negaría a aceptarla. Pero también sostienen que tal evolución no tiene nada que ver con las observables diferencias entre grupos de gente, especialmente las cognitivas. Los progres quieren, en términos futboleros, tirar el centro y también ir a cabecear.
Son evolucionistas darwinianos cuando necesitan “educar” a retrógrados cristianos. Barren al evolucionismo bajo la alfombra cuando intentan vender la absurda idea de que la evolución humana mágicamente se detuvo precisamente en el momento en que todos alcanzaron milagrosamente la meta cognitiva al mismo tiempo.
Por un lado nos dicen que la evolución es responsable de las diferencias físicas observables entre los pueblos del mundo. Por el otro nos recuerdan que el concepto de raza es una “construcción social”. Curiosamente a muchos progres enquistados en altos círculos se les hace agua la boca con las actuales tendencias demográficas que indican que Europa va a ser englutida bajo un tsunami asiático-musulmán. Cuando se trata de eliminar a ciertos grupos del lado “equivocado” de la historia los progres se vuelven más darwinistas que Darwin.
Se enseña con cara de piedra en escuelas y universidades que la evolución forjó a través de eones cada órgano del ser humano, excepto el cerebro. Debajo del barniz científico la ideológica progresista es realmente una grotesca superstición, obsesionada con su siempre cambiante definición de quien es malo y quien bueno.
La narrativa progresista liberal y sus detractores
“No hubo cambios biológicos en los humanos en los últimos 50000 años. Todo lo que llamamos cultura y civilización lo hemos construido con el mismo cuerpo y cerebro”.
(Stephen Jay Gould)
“Algo debe haber ocurrido que debilitó drásticamente la presión selectiva. No podemos evitar concluir que la evolución del hombre hacia la humanidad se detuvo abruptamente”.
(Ernst Mayr)
Gould (1941-2002) y Mayr (1904-2005), tótems del evolucionismo políticamente correcto, sostenían que el “gran salto adelante” supuestamente ocurrido entre 40 y 50 mil atrás marcó el advenimiento de una revolución cultural y el final de toda evolución biológica significativa. Al desarrollarse la cultura durante el paleolítico superior el hombre habría sido liberado de las presiones de la selección natural. Hicimos vestidos en lugar de crecer pelaje, y construimos armas en lugar de volvernos más fuertes. La así llamada “modernidad de comportamiento”[1] habría congelado la evolución humana, en el sentido darwinista. Esto es evolucionismo adaptado a los tiempos de la igualdad, diversidad e inclusión reinantes a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Escala de tiempo humana de acuerdo a la narrativa evolucionista. Adaptado de “The 10000 Year Explosion”
Los evolucionistas de línea dura, menos atañidos con la sensiblería moderna, sostienen lo opuesto. La evolución no solo se habría mantenido sino acelerado en los últimos 10 mil años[2]. Los cambios habrían sido tan rápidos que los humanos habrían cambiado notoriamente en cuerpo y mente inclusive en tiempos históricos. Así es que Sargón de Acad habría sido diferente a nosotros no solo cultural sino también genéticamente. Los animales domésticos habrían sido seleccionados a partir de ancestros salvajes desde hace unos 15 mil años, escogiendo generación tras generación los caracteres más sumisos y dóciles. Igualmente se estima que el maíz, derivado de una planta salvaje llamada teosinte, habría cambiado bastante en los últimos 7000 años. No solo la evolución se habría acelerado sino tomado diversos senderos en diferentes poblaciones. Con el tiempo nos habríamos vuelto más disímiles entre sí.
Es cierto que estos cambios recientes, chatos en términos evolutivos, en su mayoría se deben a una simple mutación (o varias de estas dosificadas en todo el organismo). En otras palabras, microevolución, como lo reconocen los mismos Cochran and Harpending[3] enfants terribles del evolucionismo ortodoxo.
No solo es posible, y de hecho probable, que cierto grado de evolución[4] ocurriera en los últimos miles de años, sino que es obvio ya que las gentes tienen apariencia diferente. Y mientras más lejanas las poblaciones, más grandes son las diferencias. Algunas de estas diferencias son solo superficiales, vgr. el color de la piel y los ojos, etc. Sin embargo hay otras que van más profundo, ya, de lo contrario, no se podría explicar cómo los forenses pueden determinar la raza de un individuo solo por los rasgos de su esqueleto. Más aun, a veces una simple mutación puede tener consecuencias degenerativas graves, como la forma más común de enanismo causada por un cambio en un solo nucleótido de ADN.
La respuesta de los evolucionistas progresistas vino a través de Richard Lewontin, quien en la línea de Gould and Mayr, elocuentemente recalcó que las grandes diferencias genéticas son intra grupales (85%) más que entre grupos (15%). Esto es correcto, pero no implica que las diferencias entre grupos son menores que aquellas dentro del grupo, ya que la correlación entre tales diferencias es lo que realmente importa. Algunas mutaciones son mucho más importantes para ciertos grupos que otras y por eso se han desparramado más rápido en ciertos pueblos, y allí es donde Lewontin falló.
Los creacionistas más literales creen que el ancestro común debe tener menos de 10 mil años. Los evolucionistas sostienen que los humanos salieron de África hace 50 mil años (ver figura). Lo que ambos tienen en común es que tiene que haber habido una evolución bastante rápida debido a las innegables diferencias observadas entre los pueblos alrededor del mundo. En muchos casos los ancestros comunes son más recientes aun. Los pueblos amerindios y los del norte de Asia se estima divergieron hace unos 15 años (o menos), cuando los ancestros de aquellos cruzaron el estrecho de Bering.
Esto lleva a pensar que las obvias diferencias observadas en los pueblos del globo se deben a cambios relativamente recientes y que continúan acelerándose en la actualidad. El gen que produce la enzima lactase, la cual permite digerir la leche, se desactiva luego del destete. Pero una mutación surgida hace solo unos pocos miles de años y solo en ciertos pueblos, permite la producción de lactase de modo permanente. Así es que algunos entre nosotros podemos tomar leche toda la vida.
El desarrollo o “aparición” de la agricultura en el neolítico habría permitido un gran incremento de la población lo cual habría acelerado la evolución en los últimos 10 mil años. Y este sería un proceso que sigue desenvolviéndose aun ahora. Sin embargo en los ambientes universitarios dominados por el progresismo liberal se trabaja bajo la hipótesis que la evolución se detuvo hace unos 40 mil años.
Conclusiones: mejor no elija ninguno
¿En qué se engañan tanto los progresistas liberales como los evolucionistas ortodoxos? Para empezar en que la vida haya surgido de casualidad a partir de materia inerte, luego en que la diversidad de vida en la Tierra a lo largo del tiempo sea el resultado de mutaciones al azar. La aparición súbita y consiguiente stasis de especies en el registro fósil destruye el deseado gradualismo darwinista. Es así que la “explosión creativa” en pensamiento abstracto, arte, lengua y tecnología del paleolítico superior se parece sospechosamente a la “explosión cámbrica”. Ésta marca un antes y un después con la misteriosa aparición de los filos morfológicos[5]; aquella marca un antes y un después entre los humanos de “anatomía moderna” y los de “comportamiento moderno”. Qué curioso que en ambos casos, como en la supuesta aparición de la vida desde materia inerte, estos acontecimientos ocurren de casualidad…
Hasta ahí todos los evolucionistas presentan un frente uniforme. Pero luego surgen las discrepancias. A partir de la segunda mitad del siglo XX la gnosis convencional, especialmente en las ciencias sociales, ha sido que la evolución humana a nivel cognitivo (pero no físico) se detuvo aproximadamente cuando los “humanos modernos” salieron de África hace unos 50 mil años. Detrás de tal poco intuitivo postulado está la necesidad de sustentar la ideología liberal moderna, igualadora de todas las diferencias. Esto ha creado gran fricción dentro del campo evolucionista. Una cosa es extrapolar la nunca probada macroevolución a partir de la microevolución (que pataleen los “creacionistas”). Otra es tomar del evolucionismo solo lo conveniente a ciertos fines políticos, y desechar el resto. Esto último, doblemente deshonesto, es lo que hacen los progresistas liberales.
Ciertamente que el objetivo es control y poder. Si somos una tabula rasa cuando nacemos y luego un mero producto del ambiente en que crecemos, entonces podemos ser feroz y totalmente moldeados mediante ingeniería social totalitaria; de vuelta 1984. Si toda diferencia o desigualdad es mala per se, es lógico que los disidentes terminen en el Gulag. Si todos somos iguales, ¿para que oponerse a la actual invasión de Europa predicha por Jean Raspail en Le Camp des Saints? ¿No es eso acaso racista?
Enrique de Zwart
Para Que no te la cuenten
[1] Tratando de camuflar la bochornosa cantidad de “eslabones perdidos” los evolucionistas usan los pomposos eufemismos “homínidos anatómicamente modernos” y “de comportamiento moderno” para lo que la gente común entiende por “monos” y “hombres”.
[2] Cochran, G., Harpending H. 2009. The 10000 Year Explosion. How Civilization Accelerated Human Evolution. Basic Books. New York, 288 pp.
[3] Ibid. P. 12.
[4] Uso acá el término evolución de manera amplia, lo cual también deja espacio a degradación genética causada por mutaciones
[5] Clasificación taxonómica, de lo general a lo particular:
Reinos biológicos (animalia, plantae, fungi,…)
Filos (chordata, mollusca, arthropoda,…)
Clases (mammalia, sauropsida, maxillopoda,…)
Órdenes (primates, carnívora, cetacea,…)
Familias (hominidae, hylobatidae…)
Géneros (homo, pan, gorilla, pongo,…)
Especies (sapiens)
El «enemigo común» del Evolucionismo y del Liberalismo (hoy por hoy Progresismo Marxista en lo cultural, como muy bien ha señalado el autor), es la Revelación. Es el dato revelado lo que los exaspera, y es sobre su negación dogmática que han montado todo el edificio de su patrañería.
Ellos dicen: «La Revelación contiene contradicciones lógicas y contradicciones con el dato científico». Entonces han desarrollado un sistema que termina teniendo contradicciones más numerosas y más insostenibles que las que ellos han creído ver.
Como Prometeo, ellos han querido «robar el fuego de los dioses», aunque con un nuevo estilo: ahora pretenden la jubilación forzosa de todo el Olimpo…
Negada que fue la Revelación, no les queda más remedio que pergeñar un «Génesis» trucho e imponerlo rápida y dictatorialmente, a fin de evitar la confusión y el caos.
Fuerza es reconocerlo: lo han logrado. Pero también es cierto que día a día les cuesta más sostener ese monumental embuste. Tanto el Liberalismo como el Evolucionismo, cada vez convencen menos.
Su caída no será pacífica, ya que con ellos caerá esta civilización que representa quizás el intento más logrado de construir una Torre de Babel que los siglos han visto.