Cuando el darwinismo no se queda en los libros: el caso de Ota Benga
– “¡Que no te metas con el darwinismo, que tú no sabes nada de biología!”.
– ¡Que yo no me meto! ¡Que no me meto! ¡Que sólo intento contar lo que pasó!
Los intentos de enjaularse en el pensamiento único no quedan meramente allí; pasan al mundo real, pasan a la praxis.
¿Qué haríamos si encontrásemos al “eslabón perdido”?¿qué sería?¿un humano?¿un semi-humano?¿un animal más?
Bueno, si lo encontrásemos ahora, en el siglo XXI en Argentina, seríamos completamente tolerantes y los declararíamos “personas no humanas” como hace poco a Sandra la orangután del zoológico de Buenos Aires.
Sandra: orangután declarado “persona no humana” en Buenos Aires.
Lamentablemente no fue éste el caso de Ota Benga, el pigmeo del Congo.
Hace pocos días se presentó un nuevo libro sobre la vida de este pobrecito nacido en 1883 y esclavizado cuando tenía unos 19 años (en 1904) por el norteamericano Samuel Phillips Verner; ¿la finalidad? Exhibirlo en la Exposición Universal de Saint Louis de ese año.
Ya en el “país de la libertad”, Estados Unidos, fue vendido al Zoológico del Bronx donde se lo alojó en la jaula de los monos.
Pigmeo Africano «Ota Benga» 23 años de edad, Altura, 4 pies y 11 pulgadas Peso: 103 libras, Traído desde la ribera del río Kasai, Estado Libre del Congo, Centro Sur de África por el Dr. Samuel Phillips Verner, exhibido cada tarde durante septiembre.
Debía dormir junto a un orangután con quien a diario fingían comunicarse por un lenguaje gutural.
Ota Benga era presentado como el “eslabón perdido”, es decir, como la justificación del darwinismo imperante en los albores del siglo XX; era el sustituto ideal del esclavismo negro en decadencia pues, al no ser hombre, podía ser dominado. ¿No resulta sintomático que dicha postura surgiera ante el declive de la esclavitud negra? (es pregunta retórica).
Fue tan grande la presión que la función terminó y el pobre pigmeo fue liberado para ser luego adoptado por la poeta estadounidense Anne Spencer, activista del movimiento Harlem Renaissance.
Pero las secuelas quedaron.
Como si se tratase de un verdadero Tarzán, Ota Benga fue vestido con pantalones largos, camisa y saco ¡y hasta lo inscribieron en un seminario teológico! Todo fracasó. El daño antropológico, del que habla la Dra. Hilda Molina, ya había sido demasiado.
Ota Benga terminó con su vida, disparándose en el pecho cuando tenía 33 años.
Como vemos, el darwinismo tiene sus consecuencias.
Esta historia es una prueba más, una suerte de conclusión lógica, de los resultados de la ideología evolucionista que en los hechos está sustituyendo la religión: sin marco moral alguno, libra al ser humano a las fuerzas ciegas del materialismo y de la lucha por la supervivencia.
A tener cuidado entonces, porque aunque los orangutanes sean ahora personas “no humanas”, otros podemos ser declarados humanos “no personas” y ahí sí, entonces, nos veremos todos en la jaula líquida de la posmodernidad.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
PS: La historia de Ota Benga inspiró hace poco a Alfeu França para hacer un cortometraje (Ota Benga, un pigmeo en América) con películas originales. Puede verse aquí.
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