El proceso jurídico de Cristo 9: el «informe romano» y la intervención de Prócula
¿Hubo un “informe romano” del proceso de Cristo?
Es posible que el gobernador de Judea, Pilato, haya efectuado un “informe” del juicio para su superior, el emperador Tiberio. No olvidemos que Judea, se encontraba entre las provincias que eran miradas con recelos por el poder central romano: por su situación fronteriza, por sus rebeliones o por la fogosidad de que hacían gala los judíos. De hecho, tan solo en un siglo después de la muerte de Jesús, Judea estalló en las dos revueltas más encarnizadas y sangrientas que Roma tuvo que afrontar. No sería pues extraño (y otras fuentes lo confirman) que Tiberio recomendara máxima prudencia y flexibilidad a sus funcionarios de aquella provincia. Dentro de esa prudencia, habría que inscribir el “asunto político” representado por Jesús, procesado por “alta traición”. Giovanni Papini decía: “era de sobra conocida la insaciable curiosidad de Tiberio, que quería estar informado de cualquier acontecimiento que sucediese en el Imperio, en especial de los más singulares; y más todavía, si pudieran tener algo mágico o de sagrado”. De hecho, la muerte del protomártir (ocurrida cuatro años después de la muerte de Jesús) hizo que Pilato enviase una relación al Senado de lo sucedido.
Hay quienes –como Blinzler– sostienen la hipótesis de que el procurador tenía que hacer una relación de los procesos de alta traición. Lidia Storoni Mazzolani, otra estudiosa del tema, aclara que “es probable que existiera un informe dirigido al emperador. Y también es posible que Tiberio hubiera querido saber algo más al respecto”. Marta Sordi: “esta relación existió seguramente…. Pilato, que probablemente no habría visto la necesidad de informar a su emperador acerca del proceso de Jesús, debió de informarle cuando, al difundirse por toda la provincia la nueva fe, topó con la rabiosa intransigencia del Sanedín que desencadenó una serie de procesos y ejecuciones arbitrarios que amenazaban con afectar a una gran número de personas en Judea y en las regiones próximas… Dado el convencimiento de Pilato, reforzado durante el proceso, de la inconsistencia de las acusaciones políticas y de la inocencia el crucificado, es muy probable que la relación citada por los autores cristianos del siglo II fuese en efecto favorable a los cristianos, poniendo de relieve que la nueva fe no conllevaba peligros de naturaleza política. La expresión ‘Pilato que ya era cristiano en su conciencia’ que emplea Tertuliano se explica quizá por un informe favorable, sin necesidad de afirmar una conversión de Pilato… informado del desarrollo de los acontecimientos, Tiberio se decidió a intervenir. En efecto, la noticia de la aparición de una nueva secta judía, perseguida por las autoridades oficiales, pero acogida por parte del pueblo, y cuya difusión eliminaba del mesianismo toda clase de violencia política anti-romana acentuando los aspectos religiosos y morales, no podía dejar de interesar a Tiberio”.
Sigue Marta Sordi: “La actitud que Tertuliano atribuye a Tiberio de una propuesta que da origen a un senadoconsulto, lejos de ser inverosímil encaja perfectamente con la estrategia política seguida hasta entonces en Palestina. Al proponer el reconocimiento del culto a Cristo, Tiberio buscaba dar a la nueva religión nacida en el seno del judaísmo, idéntica carta de naturaleza legal que al judaísmo reconocido por Roma en la época de Julio César, e intentaba también de este modo sustraer a los seguidores de la nueva fe en Judea (ámbito de difusión en el 35) de la autoridad del Sanedrín. Poco después de la creación de la provincia romana, se había seguido la misma estrategia con los samaritanos, sustraídos de la tutela religiosa judía; pues de ese modo, Roma se aseguraba su fidelidad”. Y esto era tan importante que Pilato perdió su cargo de gobernador por haber maltratado a los samaritanos.
Tertuliano, al igual que san Justino, se convirtió al cristianismo, pasando de ser pagano a hacer apología de la nueva fe. Hacia el 197, Tertuliano escribía: “Pilato, que era cristiano en su conciencia, comunicó todos los hechos referentes a Cristo al entonces emperador Tiberio”. Pero este apologista cristiano añade todavía algo más: “Después Tiberio, bajo cuyo reinado el nombre de cristiano apareció por primera vez en el mundo, sometió al Senado los hechos que le habrían sido referidos desde Siria y Palestina, hecho que habría puesto de relieve la verdad de la divinidad de Cristo, y manifestó su parecer como favorable. Pero el Senado, no habiendo podido verificar por sí mismo los hechos, votó negativamente. Pero el César persistió en su convencimiento y amenazó con castigar a los acusadores de los cristianos”. La misma información aparece en otros autores cristianos primitivos como Eusebio de Cesarea, San Jerónimo y Orosio.
En lo que se refiere al aspecto jurídico conocemos la forma legal que solía emplearse, Minucio Félix, otro apologista cristiano, nos dice: “los romanos tenían la costumbre de invitar a los dioses de todos los lugares a convertirse en sus huéspedes”. Su política de tolerancia, que se basaba a la vez en sus intereses políticos concretos y en el temor supersticioso de crearse enemigos entre los dioses, llevaban a los romanos, cuando conquistaban un territorio, a presentar la religión del pueblo sometido ante el Senado, el cual acostumbraba a dar su conformidad y la declaraba religio licita ordenando que sus dioses pasaran a formar parte del Panteón romano.
Pero podía suceder que ese culto fuera rechazado por el Senado por considerarlo superstitio illicita. Eso es lo que sucedería con el cristianismo.
Aunque hasta el momento no se haya encontrado documento alguno, lo más importante que tenemos son testimonios de autores cristianos antiguos que se refieren o citan su existencia. Uno es San Justino, palestino nacido en Siquem, pero perteneciente a una familia latina inmigrada a Samaría. En uno de los fragmentos de su Apología escrita en el 150, Justino hace mención expresa a un informe de Pilato diciendo: “Lo que verdaderamente sucedió, podéis comprobarlo en vuestros archivos, en las “actas” de los acontecimientos sucedidos bajo Poncio Pilato…”. En ambos casos el mártir, remite a los archivos, con objeto de probar el cumplimiento en Jesús de las profecías de las Escrituras judías o para fundamentar sus propios argumentos. La Apología está dirigida al propio emperador, Antonino Pío, a los senadores y a la alta sociedad romana. Es decir, a todos aquellos que si hubieran querido, hubiesen podido tener fácil acceso a los archivos imperiales a que se refiere Justino.
Es más, si el santo no hubiese estado seguro de la existencia del informe, habría sido una irresponsabilidad e imprudencia de su parte, lanzar este reto a quienes tenían la oportunidad de recogerlo, y por lo tanto, de rebatirlo.
Intervención de Prócula:
“Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No te metas con este justo, porque hoy, en sueños he sufrido por su causa” (Mt 19,27). La Vulgata dice “Nihil tibi et iusto illi”, dando un matiz más fuerte, “no tengas nada que ver con ese justo”, aclaremos que la palabra griega dikaios también admite la traducción jurídica de “inocente”.
A este pasaje Blinzler lo comenta y diciendo: “Este episodio no contiene nada que no sea concebible desde el punto de vista histórico. Se puede incluso demostrar que a los gobernadores romanos dela época de Tiberio les era permitido llevar consigo a sus esposas. Asimismo otras fuentes nos informan de las romanas nobles que estaban interesadas por la religión judía. Por tanto, no hay nada que nos induzca a pensar que el sueño de esta mujer deba interpretarse como un milagro”.
Sabemos que muchas mujeres romanas (sobre todo de familias acomodadas) se interesaban por la religión judía, hasta el punto de hacerse “temerosas de Dios” o “prosélitas” y aceptar la práctica de al menos una parte de las normas de la Torah. Semejante costumbre incluso penetró en el palacio imperial. Según Tácito, llegó a ser prosélita Popea, una de las esposas de Nerón. Si esto era frecuente entre las matronas que vivían en Roma, cuánto más las que vivían en la misma Judea[1].
[1] Para los cristianos griegos, la mujer de Pilato se ha convertido en Santa Claudia Prócula (o Procla) y celebran su fiesta el 27 de octubre.