Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (18-21)
7. Sofisma “ad superbiam”
Se apela al orgullo, por ej. cuando se alaba al país del otro, o a su profesión, o a sus cualidades —reales o inexistentes—, etc.
8. Sofisma “ad invidiam”
También suele ser eficaz la persuasión cuando se recurre al sentimiento de envidia, es decir a la tristeza que algunos sienten por el bien ajeno.
9. Sofisma “ad metum”
(argumento que recurre al miedo)
Aquí están los usuales sofismas de peligro, tan empleados en los parlamentos y asambleas. Se despierta el temor de una guerra, o de perder una ayuda económica extranjera, o de perder la estabilidad monetaria, o de perjudicar las relaciones exteriores del país, etc., si no se adopta una medida determinada.
Podemos ilustrar con un ejemplo reciente de nuestra vida nacional, y muy significativo:
[90] En 1984, en la oportunidad de decidir el gobierno de nuestro país la firma de un tratado sobre límites con Chile, respecto de la zona del Canal de Beagle, el presidente argentino preparó un plebiscito (consulta al pueblo) sobre ello. Acerca de la conveniencia o inconveniencia de tal tratado para nuestro país no corresponde que nos manifestemos aquí, pero sí es oportuno recordar que la propaganda gubernamental en pro del tratado hizo una apelación innoble pero muy eficaz a los sentimientos de miedo de los habitantes: Se incentivó el temor de una eventual próxima guerra con la República de Chile: algunas veces se decía y otras veces se insinuaba que firmar el tratado equivalía a una paz segura, y el no firmar el acuerdo implicaba con seguridad la guerra. Podemos imaginar qué efectos pudo tener esta propaganda sobre las madres y sobre el pueblo en general, sobre todo cuando se hizo apenas dos años después que nuestro pueblo salió derrotado de la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña. De tal manera dispuestas las cosas, cuando se realizó el plebiscito la mayoría del pueblo votó “sí” a la propuesta de firma del Tratado, con total desconocimiento del contenido de ese acuerdo internacional.
10. Recurso a la mofa
Mediante una oportuna observación o réplica burlona se hace caer el ridículo sobre el adversario o sobre una afirmación suya. Suele utilizarse por quienes quieren refutar a otro pero carecen de todo argumento. Explica el maestro español López Quintás: «El que adopta una actitud intelectual expeditiva y no cultiva sino los medios estratégicos para dominar, carece de recursos a la hora de abordar en profundidad los problemas. Ante un adversario con poder dialéctico y sólida formación, suele acudir al recurso de la mofa (…) El procedimiento facilón de la mofa no exige a quien lo utiliza altos conocimientos especializados; solamente cierta habilidad y contundencia en el uso estratégico del lenguaje»[1].
Ejemplo de uso de este procedimiento: [91] En un libro de sociología se hacen, de tanto en tanto, comentarios sobre hechos y costumbres de la Edad Media, como por ej. los siguientes: «Los estudiantes de la Edad Media sostenían largos debates sobre el número de dientes que tenía un caballo, sin molestarse en mirarle la boca para contárselos»[2]; «Toda la gente en la Edad Media afirmaba que los fantasmas eran reales»[3].
Argumentos “ad populum”
Los denominados argumentos “ad populum”, esto es, argumentos “dirigidos al pueblo”, no son en rigor una especie distinta, sino que se atribuye esa designación a todos los recursos retóricos que buscan ganar el consenso popular en favor o en contra de cierta conclusión —que no está sustentada en pruebas valederas— por medio de la exaltación de los sentimientos que predominan en esa multitud[4]. En realidad se trata de sofismas “ad delectationem”, “ad iram”, “ad metum”, “ad misericordiam”, etc. o también sofismas “ad hominem”, que no buscan persuadir a un individuo singular, sino a la opinión pública de una colectividad.
A veces ocurre que al orador no le faltan sólidas razones en favor de su tesis, de suyo valederas para provocar una convicción razonable, pero sin embargo tales razones no serían entendidas por una multitud (por ej. por la sutileza de ellas), y entonces recurre a argumentos “ad populum”, que son más breves y conmovedores, aun cuando carezcan de todo valor lógico.
Argumento “ad baculum”
El denominado “argumentum ad baculum” o de apelación a la amenaza de la fuerza, suele incluirse en la lista de los sofismas retóricos. Pero en realidad no es un argumento pues no busca convencer ni persuadir, sino que es lisa y llanamente una amenaza más o menos disimulada de hacer uso de la fuerza en el caso de que el receptor no realice lo que se le pide. Como ejemplo, el siguiente discurso dirigido por el embajador de una gran potencia al ministro de una país débil: «Si su gobierno se empeña en juzgar a nuestros espías, se expone a tener dificultades en las relaciones económicas con nuestro país; por lo tanto su gobierno debe abstenerse de juzgarlos». Otro ejemplo: «No es conveniente para el futuro de su periódico que Ud. publique eso… si quiere seguir gozando del crédito de nuestros bancos amigos».
No basta que se intente la persuasión, para estar en el campo de la retórica, sino que tiene que ser un persuadir mediante el discurso. Hay otros medios eficaces para el mismo fin, como son las caricias y las amenazas, pero están fuera de la retórica[5].
[1] Alfonso López Quintás, Estrategia del lenguaje y manipulación del hombre. Narcea, Madrid, 1979, p. 154.
[2] Nos referimos a la obra de Paul Horton y Chester Hunt, Sociología. 2ª ed. Mc. Graw-Hill Latinoamericana, Bogotá, 1977, p. 6.
[3] Ibídem.
[4] Irving Copi, op. cit., p. 68.
[5] Chaim Perelman, La lógica jurídica y la nueva retórica. Civitas, Madrid, 1988, p. 140.