Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (12-21)
Sofisma “ad ignorantiam” (argumento de la ignorancia ajena):
Un modo del “argumento extraño a la cuestión” ocurre cuando se pretende dar por probada una tesis a partir del hecho de que no se ha podido probar la tesis contraria[1]. Ejemplos:
[37] Nadie ha demostrado que no existan seres extraterrestres. Por lo tanto, hay vida en otros planetas.
[38] XX intenta probar la existencia de Dios mediante ciertos argumentos. ZZ señala defectos lógicos que realmente se contienen en esos argumentos, y a partir de allí concluye: «Entonces Dios no existe».
Pero este razonamiento es sofístico, porque a partir de la refutación de los argumentos en favor de una tesis no es lógicamente correcto deducir la refutación de la tesis misma. Es evidente que del hecho de que alguien ignore el medio de demostrar una tesis, no es legítimo concluir que tal tesis es falsa. Esta falacia pertenece al género del “cambio del asunto” porque en realidad se ha probado una cosa (que es inválido el razonamiento usado por el adversario) pero se pretende dar por demostrada otra cosa (que la tesis sostenida por el adversario es falsa).
Otro ejemplo:
[39] En 1984 se realizó en nuestro país un debate televisado entre el canciller Caputo y el senador Saadi sobre el tratado de límites entre la República Argentina y la República de Chile —acerca del Canal de Beagle, tres islas y el mar próximo—, cuya firma defendía el gobierno. El senador concurrió al debate sin la debida preparación y entonces no pudo demostrar allí concluyentemente que el tratado fuese inconveniente para nuestro país. Muchas personas sacaron de ese hecho, como consecuencia “lógica”, que dicho tratado era conveniente para nuestro país.
D) Falacias en el procedimiento
1. Sofismas de deducción
a) En inferencias inmediatas:
– Realizar una conversión ilegítima. Así por ej.:
[40] Todos los marxistas son ateos.
Luego todos los ateos son marxistas.
Recuérdese que en los juicios universales son legítimas las conversiones solamente cuando ellos son negativos o, en el caso de que sean afirmativos, cuando se reduce la cantidad del juicio, esto es, cuando se pasa de una proposición universal a una particular (“conversión por accidente”). En relación con el ejemplo expuesto, sería sólo válida la conversión con reducción de la cantidad: «Todos los marxistas son ateos; luego algunos ateos son marxistas».
– Tomar un juicio contrario como contradictorio. Así por ej:
[41] La afirmación «Todos los políticos son honestos» es falsa.
Entonces todos los políticos son deshonestos.
Debe tenerse presente que los juicios que son contrarios entre sí (por ej. el universal afirmativo y el universal negativo) pueden ser ambos falsos al mismo tiempo, y entonces conociendo que un juicio es falso, no puede colegirse que el juicio contrario sea verdadero. Sólo entre dos juicios contradictorios ocurre que si el uno es falso, el otro es necesariamente verdadero.
b) En inferencias mediatas:
• En razonamientos condicionales (sofisma de falsa consecuencia):
– La falacia por afirmación del consecuente. Así por ej.:
[42] Si ha llovido, entonces la tierra está mojada.
La tierra está mojada.
Ha llovido
A partir de un juicio condicional podemos obtener una conclusión válida si negamos el consecuente (por ej. «Si ha llovido, entonces la tierra está mojada; la tierra no está mojada; luego no ha llovido»), pero no podemos obtener una conclusión si afirmamos el consecuente. Otro ejemplo de la misma falacia:
[43] Si va a ser filósofo, entonces es muy meditativo.
Es muy meditativo.
Va a ser filósofo.
Éste es el sofisma que suele cometerse en el dominio de las ciencias experimentales: cuando el resultado de un experimento concuerda con la hipótesis formulada, suele concluirse que la hipótesis es verdadera: «Si es H, entonces es R; es R; luego es H». Pero es una inferencia incorrecta.
– La falacia por negación del antecedente. Así por ej.:
[44] Si ha llovido, entonces la tierra está mojada.
No ha llovido.
La tierra no está mojada.
Se obtiene una conclusión correcta cuando se afirma el antecedente (por ej. «Si ha llovido, entonces la tierra está mojada; ha llovido; por consiguiente la tierra está mojada»), pero no hay conclusión cuando se niega el antecedente. Otro ejemplo:
[45] Si el gobierno argentino rompe relaciones con X, se suspenden los vuelos de Bs. As. a la capital de X.
El gobierno argentino no rompe relaciones con X.
No se suspenden los vuelos de Bs. As. a la capital de X.
Vemos que siempre que llueve la tierra se moja; pero en cambio, si se sabe que no ha llovido, no puede concluirse de allí que la tierra esté seca, porque puede estar mojada por el rocío, o porque fue regada, etc. De la misma manera, si sabemos que la República Argentina no ha interrumpido sus relaciones con X, no podemos concluir de allí que se mantienen los vuelos a la capital de X, pues pueden haberse suspendido por algún otro motivo. En el ejemplo anterior de afirmación del consecuente, vemos que a partir de la proposición «Si va a ser filósofo, X es meditativo», si sabemos que X es meditativo no podemos concluir que será filósofo, pues se puede ser meditativo porque se tienen inclinaciones religiosas, o porque se es una persona naturalmente reflexiva, o por un defecto de tipo neurótico, etc. Ser meditativo es condición necesaria para ser filósofo, pero no es condición suficiente para ello. De todos modos, nunca se necesita indagar el contenido de los argumentos para detectar esta clase de sofismas, pues se trata de sofismas “formales”; en efecto, siempre que tengamos argumentos de las formas
Si p, entonces q Si p, entonces q
Es q y No es p
Es p No es q
tales razonamientos son incorrectos. Las formas correctas del razonamiento condicional son:
Si p, entonces q Si p, entonces q
Es p y No es q
Es q No es p
De manera que el siguiente razonamiento es un paralogismo:
[46] Si X es elefante, X es mamífero y tiene dos
colmillos y trompa (I) (V)
X es mamífero y tiene dos colmillos y trompa (II) (V)
X es elefante (V)
Aun cuando la última proposición es verdadera, aquí lo importante es que no ha podido extraerse de las dos proposiciones anteriores (porque la premisa condicional I dice que si es elefante, tiene esos caracteres pero no dice que si tiene todos esos caracteres es elefante).
Veamos el siguiente ejemplo, de la misma estructura:
[47] Si Colón fue el primero en llegar a América,
entonces descubrió un nuevo continente. (V)
Colón descubrió un nuevo continente. (V)
Colón fue el primero en llegar a América. (V)
Las dos premisas son verdaderas, y la conclusión también es un juicio verdadero, pero el razonamiento es incorrecto, porque en realidad la supuesta conclusión no se ha derivado de las premisas. Si mantenemos la misma forma de este argumento, y sustituimos el contenido del antecedente y del consecuente, pondremos de manifiesto la falacia:
[48] Si Pedro Fernández de Quirós fue el primero en`llegar
a América, entonces Fernández de Quirós
descubrió un nuevo continente. (V)
Fernández de Quirós descubrió un nuevo continente. (V)
Fernández de Quirós fue el primero en llegar a América. (F)
La primera premisa es obviamente verdadera. La segunda premisa es verdadera, pues Fernández de Quirós descubrió Australia en 1606. Aquí tenemos la misma estructura que en el ejemplo anterior, pero la conclusión resultó falsa, aun cuando se hubo partido de dos premisas verdaderas, lo cual evidencia que el procedimiento es inválido. Y esto ocurre porque la forma «Si p, q; es q; luego p» es una forma incorrecta.
[1] «La suplantación de la tesis que se demuestra es posible no sólo en la demostración, sino también en la refutación (…) Tal es el caso, por ejemplo, cuando habiendo refutado el procedimiento de demostración por medio del cual el contrario procuraba fundamentar su tesis se supone erróneamente que se ha refutado también dicha tesis (…) Pero se trata de dos cosas distintas: la refutación del procedimiento de demostración no significa aún que se refute la tesis que se quiso demostrar. Es posible que el procedimiento de demostración sea incorrecto, erróneo, y que la proposición que se demuestra sea de por sí verdadera» (Lógica, dirigida por D. Gorski y P. Tavants. Grijalbo, México, 1959, p. 285).