Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (7-21)

Sofisma de falsa disyunción:

Es el argumento en que se toma como premisa una disyunción excluyente que se presupone com­pleta, cuando en realidad es incompleta y por ello mismo falsa. Es una sub-especie del sofisma anterior. Así por ejemplo:

[18]      O el maestro debe ser autoritario, o debe permitir la mayor libertad a los niños en la escuela.

El maestro no debe ser autoritario.

El maestro debe permitir la mayor libertad a sus alumnos.

Como puede advertirse, la primera premisa afirma una disyunción excluyente que no es verdadera, porque cabe una tercera alterna­tiva entre las dos mencionadas.

      El esquema, muy usado en el contexto pedagógico, que clasi­fica los líderes de los grupos en “autoritarios”, “permisivos” (laissez faire) y “democráticos”, a los cuales suele adicionarse el tipo “paternalista”, es un clásico ejemplo de falsa disyunción, pues la persona responsable de la conducción puede ejercer una firme autoridad sin abusar de ella, o sea sin ser autoritario, y mantener una posición de desigualdad con respecto a los demás miembros del grupo, de manera que no le cabe el adjetivo “democrático”. Esta persona (por ejemplo un profesor) no se conduce de manera autoritaria ni de manera democrática, ni de manera permi­siva. Por tanto, la disyunción es incompleta, y por ello mismo, es falsa.

      El esquema erróneo al cual nos referimos viene repitiéndose desde que Kurt Levin desenvolvió a principios del siglo la teoría de la “dinámica de grupos”. A partir de esta disyun­ción excluyente, empleada como premisa, pueden obtenerse conclusiones falsas; por ejemplo:

[19]        Todo líder es autoritario, permisivo o democrático.

               NN no es democrático ni permisivo con sus alumnos.

               NN es autoritario con sus alumnos.

En el argumento se parte de un error, porque un maestro puede desempeñarse autoritariamente, y puede actuar de­mo­crá­ticamente, subordinándose a la voluntad mayoritaria del grupo, pero puede también ejercer autoridad sobre sus subor­dinados, sin arbitrariedades ni abusos. Además, la disyun­ción presentada como excluyente omite otras clases de líde­res, como por ej. el “maniobrista”, que mencionan algunos autores y que podemos conocer en la experiencia, y es aquel que, sin manifestarse autoritario, sin embargo con habilidad impone su absoluta voluntad a los otros, tan ilusos que creen que ellos participan en la adopción “democrática” de las decisiones.

      Esta falacia no siempre aparece con la forma expresa de un razonamiento disyuntivo. Así por ejemplo si se dice: «Para la formación de la personalidad no importa la acción de la familia, porque en la formación de la personalidad influyen las amistades que el menor frecuenta, la escuela, y los medios masivos de co­municación». En esta afirmación se encierra una falsa disyun­ción, que es: «O la familia influye en la formación de la personalidad del joven (p), o las amistades, escuela y medios de co­municación influyen en ello (q)». Se trata de una disyunción in­completa, y por lo tanto falsa porque se ha dejado de lado otra alternativa, que es: «La familia influye… y también influyen la escuela, las amistades y la televisión» (p y q). De manera que la disyunción completa y por ende correcta en este caso es: O p o q o (p y q). Si se dice: [20] «La enseñanza del castellano debe estar presente en todos los estudios del colegio; entonces no debe hacerse de ella una asignatura aparte, que se dicte en determinado horario», hemos partido de una falsa disyunción ex­cluyente: «O el castellano debe aprenderse como una asignatura aparte, o debe aprenderse en todas las asignaturas». La premisa es falsa porque omite una alternativa, que quizás sea la mejor manera de educar el uso correcto de la lengua nacional: poner en práctica los dos recursos, el apren­dizaje metódico y realizado en horarios fijos, y además el aprendizaje procurado en toda ocasión escolar[1].

      Muchos libros y escritos de pedagogía suelen ser verdaderas canteras de sofismas de falsa oposición.

      Como podemos ver, esta modalidad de sofisma se produce cuando se toman como contradictorias aquellas cosas que son so­lamente contrarias, o sea cosas opuestas que admiten una tercera posibilidad. Es una de las falacias más frecuentes.

      Esta especie de falacias se refuta poniendo de manifiesto la existencia de una tercera alternativa además de las dos alterna­tivas que se hubieran presentado en la premisa como si fueran exclusivas.

          El autor uruguayo Carlos Vaz Ferreira los denomina “sofismas de falsa oposición”, y les dedica un capítulo de cuarenta páginas dentro de su obra Lógica viva. También se han lla­mado “sofismas de negro o blanco”[2], porque en ellos se li­mitan las posibilidades a dos extremos, sin advertir que también puede haber grises.

          A veces esta falacia se presenta en forma de pregunta que abarca un conjunto de cosas que en realidad no tienen una misma respuesta, sino que son aspectos que requieren ser respondidos por separado. Así por ejemplo, si se formula la interrogación siguiente: ¿El plan de estudios de este Insti­tuto es obsoleto? Si se responde directamente “sí” o “no” la contestación se refiere a todo el plan de estudios, en el cual quizás existan algunas cosas caducas y otras que no lo son. Aquí se parte de una premisa implícita: «O todo el plan de estudios está obsoleto o nada hay de obsoleto en el plan de estudios». De esta falsa disyunción puede derivarse con­clusiones erróneas.


[1] Ibídem, p. 15.

                En otra de sus obras, ejemplifica con el siguiente argu­mento: «Algunos sostienen que la moral no debe ser enseñada es­pecialmente, como una clase o materia, sino a propósito de los acontecimientos de la vida escolar o liceal. Como de costumbre, la falsa oposición. Naturalmente es bueno —muy bueno— aprove­char esos acontecimientos para enseñar moral; pero no en lugar de, sino además de la enseñanza especial metodizada» (Carlos Vaz Ferreira, en Algunas conferencias sobre temas científicos, artísti­cos y sociales, 2ª serie. Cámara de Representantes de la Repú­blica Oriental del Uruguay, Montevideo, 1963, p. 171).

[2] Así lo denominan Kupperman y Mc. Grade, Fundamentos de ló­gica, Barcelona, 1973, p. 260.

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