Canonización de dos Papas: San Pío X (2)
Canonización de dos papas: San Pío X (2-3)
Prof. Andrea Greco
(viene del post anterior)
Del mismo modo, el Papa Pío X tenía motivos para abolir el Jus Exclusivae. Como lo relató el chambelán del Papa: «Pío X con frecuencia hizo conocer sus decisiones por motu proprio. Uno de sus primeros actos oficiales fue para abolir el privilegio de veto, acordado en tiempos muy diferentes con los Emperadores y los Reyes de España y Francia. La Cristiandad en la cual su ejercicio había sido tolerado ya no existía y, si el Emperador en su última intervención hubiera hecho uso indebido del mismo habría quedado irreprochado, después podríamos haber tenido posiblemente a un masón como Presidente de Francia reclamando el mismo derecho como consecuencia de la herencia que la República recibió de la monarquía Borbón».
El Papa Pío X estaba agudamente consciente de ambos, tanto los infiltrados como los peligros perturbadores son reflejados en sus encíclicas. En su Encíclica de 1907 Pascendi Dominici Gregis, «Sobre la Doctrina de los Modernistas,» Pío X escribe:
«Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”[1].
El Papa se manifiesta así gravemente preocupado por los partidarios del error que se ocultan dentro del mismo clero. ¿Refleja esta advertencia preocupaciones derivadas de la cuestión Rampolla?, se pregunta Heimbichner, y se responde: Desde luego, parecería posible, si no probable.
Aún más significativa es la primera encíclica del Papa San Pío X, E Supremi Apostolatus, «Sobre la Restauración de Todas las Cosas en Cristo,» dada el 4 de octubre de 1903. En este documento leemos la declaración alarmante que:
«Quien considere todo esto tendrá que admitir de plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el hijo de la perdición (2 Tes. 2:3), de quien habla el Apóstol»[2].
El Papa estuvo claramente preocupado porque el Anticristo puede haber estado ya presente entre hombres. Algo debe haber sucedido como para sacudirlo a este punto a principios de su pontificado. Una pista de la causa de su alarma es dada cuando continúa en la misma encíclica señalando: «…Por el contrario -esta es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol-, el hombre mismo con temeridad extrema se ha colocado en el lugar de Dios…»[3].
El estudio de Craig Heimbichner, concluye con un llamado elocuente: “ciertas preguntas permanecen para que todos nosotros reflexionemos: ¿si las Logias casi obtuvieron una victoria sobre el Vaticano hace mucho tiempo, dejarían de intentarlo? ¿Por qué se frenarían? ¿No serían animados a continuar con su propósito? ¿Y qué habrían intentado hacer posteriormente? (…) Si no recuperamos esta vigilancia importante, seremos testigos -cada vez más- cómo la Iglesia Católica Romana se conforma según la imagen de la gnosis, que expone con creciente temeridad el Culto del Hombre hasta que la Mano de Dios intervenga”[4].
San Pío X y la reforma de la Iglesia
El derecho de veto o exclusiva, que se arrogaban algunos monarcas católicos, fue abolido expresamente por Pío X en el motu proprio Arduum sane munus, que lo prohibió con amenaza de graves penas canónicas. Esta prohibición fue luego ratificada por la constitución Vacante Sede Apostólica, que reguló en su conjunto la elección pontificia. La finalidad de esta decisión era evitar las injerencias del poder político sobre la Iglesia. Pero además de esto que se refiere al fuero externo, el motu proprio tiene una importante consecuencia hacia el fuero interno. También prohíbe la realización de pactos previos entre los cardenales que a veces obligaban al elegido a tomar medidas para el efectivo bien de la Iglesia, pero que en otros casos respondían, por el contrario, a intereses personales o de grupo. Esa fue la razón por la que el Papa decidió que debían ser formalmente prohibidos. La prohibición entró en vigor con las reglas para los cónclaves promulgadas por San Pío X, en la Constitución apostólica Vacante Sede Apostolica, de 1904, que decía lo siguiente: “Igualmente prohibimos que los cardenales, antes que procedan a la elección, estipulen capitulaciones o establezcan realmente algo por consenso común, comprometiéndose a cumplirlo realmente si son elevados al pontificado. Tales cosas, si sucedieran ‘de facto’, inclusive con un juramento anexo, las declaramos nulas e írritas”[5].
En lo que se refiere a la vida interna de la Iglesia, el pontificado de San Pío X estuvo marcado, en el orden disciplinar, por dos acontecimientos de notable entidad. El primero consistió en la reforma de la Curia romana, que en sus líneas fundamentales había quedado anclada en el organigrama diseñado por Sixto V en el año 1588. La constitución Sapienti Consilio (29-VI-1908) estableció una nueva estructura en la que se revisaba totalmente la organización de los oficios, congregaciones y tribunales, que fueron actualizados y cuyas competencias fueron nuevamente definidas. Otro hecho importante fue la decisión tomada por Pío X pocos meses después de su elección papal de proceder a una nueva y completa sistematización del Derecho de la Iglesia, creando con ese fin una comisión especial, de la que fue figura sobresaliente Pedro Gasparri, más tarde cardenal y secretario de Estado. El fruto de esos trabajos fue la elaboración del Código de Derecho Canónico, que terminó Benedicto XV y fue promulgado en 1917.
Sin embargo la acción fundamental de San Pío X fue defender a la Iglesia de la herejía modernista.
Para hacer honor a San Pío X y más que hablar de su vida, es importante recordar lo que éste significó para la Iglesia, o más bien, lo que fue su preocupación y lucha constante: el combate contra el modernismo (que después adoptó el nombre de progresismo)[6].
Pero para ello, interesa conocer qué era el Modernismo y de qué manera fue inficionándose dentro de la Iglesia. Escribe el P. Alfredo Sáenz[7] que el modernismo fue un fenómeno sumamente complejo, donde todo fue puesto en cuestión: el problema religioso, la constitución de la Iglesia, la relación de la fe con la historia, la fijeza de los dogmas, etc. Todo ello sobre el presupuesto de que el pensamiento católico se había vuelto anacrónico, estaba superado. Según este pensamiento la Iglesia no había sido instituida por Cristo sino que habría brotado de la necesidad inmanente que sentían los fieles de comunicarse unos a otros sus vivencias religiosas. Por lo mismo, la autoridad eclesiástica no se fundaba en Cristo y en los Apóstoles sino que nacía del pueblo y, por lo tanto, debía ser democrática. Además se imponía la separación entre la Iglesia y el Estado, y, en cierto modo la Iglesia debía estar sujeta al Estado. “La idea medular y quintaesenciada de la ideología modernista –concluye el P. Sáenz– era la ley de la evolución; todo evoluciona y cambia, la fe, el dogma, la moral, el culto, la Iglesia”.
¿Pero cuáles eran las raíces del movimiento modernista? Se reconocen tres raíces principales.
- Una raíz filosófica: el agnosticismo, principalmente bajo el influjo de Kant, el cual afirmaba, entre otras cosas, que el entendimiento no podía aprehender con certeza nada que estuviese en el ámbito de las cosas sobrenaturales.
- Una raíz psicológica y religiosa, bajo la influencia de Schleiermacher, según el cual la religión consistía únicamente en la vida interior de cada quien.
- Finalmente una raíz histórica, el evolucionismo, basado en el relativismo histórico, para el que nada está acabado, todo se encuentra en devenir, dogmas incluidos.
En el fondo se trataba, afirma el P. Alfredo Sáenz de un intento inmenso por lograr que la Iglesia diese un golpe de timón que la volviera acorde al “mundo moderno”. En definitiva lo que buscaba el modernismo era una alianza entre el cristianismo y el espíritu de la modernidad.
Pero fue justamente el modernismo el que al pretender exaltar al hombre acabó por degradarlo. Al querer poner la fe de acuerdo con el “pensamiento moderno”, radicalmente prometeico, acabó por renunciar a la fe. Los modernistas se sentían como los pioneros que necesitaba la Iglesia, “los forjadores de una nueva era cristiana, los únicos que, apartándose de una masa todavía incapaz de entenderlos, arrojaban enel surco de la historia las semillas del porvenir”[8].
Así lo confiesa Alfred Loisy, uno de los principales representantes del modernismo. A su juicio todos los grupos modernistas coincidían en, “la necesidad de una reforma de la enseñanza católica”, una reforma, una nueva apologética adecuada a la modernidad. Por eso, “lejos de romper con el catolicismo, hacían profesión de hijos cabales de la Iglesia, los más sagaces, los que la tenían clara”[9].
Otro ejemplo de este pensamiento que procuraba adaptar la Iglesia a la modernidad está en dos grandes reuniones de 600 a 800 sacerdotes provenientes de toda Francia, en su mayoría del clero diocesano. Un cronista contaba el espíritu que había visto en ambas asambleas: “Todos piensan que hay que ser de su tiempo, amar a su tiempo, hablar el lenguaje de su tiempo, responder a sus aspiraciones, adaptar la acción a las necesidades nuevas, vivir la vida de sus contemporáneos”.
La complejidad de la herejía modernista es que en lugar de la verdad objetiva, garantizada por la razón y la fe, “todo es reducido al subjetivismo emocional, lo que entraña el evolucionismo indefinido de las fórmulas y de las ideas. Si las otras herejías interesaron tal o cual artículo del credo católico, el modernismo afecta al conjunto de la teología fundamental”[10].
[1]Pascendi Dominici Gregis, n. 1. http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis_sp.html
[2]“When all this is considered there is good reason to fear lest this great perversity may be as it were a foretaste, and perhaps the beginning of those evils which are reserved for the last days; and that there may be already in the world the «Son of Perdition» of whom the Apostle speaks (II. Thess. ii., 3)”.E Supremi, n. 5. http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_04101903_e-supremi_en.html
[3]“man has with infinite temerity put himself in the place of God, raising himself above all that is called God”, en: E Supremi, n. 5, ibidem.
[4] Craig Heimbichner, op. Cit.p. 6.
[5] Como ha señalado Sandro Magister, los vínculos de cualquier pre-cónclave no serían válidos. Magister explica cómo dicha prohibición de San Pío X también fue mantenida por San Juan Pablo II en la Constitución Universi Domine Gregis (22-1-1996) donde decía: “Igualmente, prohíbo a los cardenales hacer capitulaciones antes de la elección, o sea, tomar compromisos de común acuerdo, obligándose a llevarlos a cabo en el caso de que uno de ellos sea elevado al Pontificado. Estas promesas, aun cuando fueran hechas bajo juramento, las declaro también nulas e inválidas”. Por ello es necesario conocer la historia de la Iglesia, ya que, a veces, los medios pueden presentar como un gesto democrático: seguir un mandato de los electores, cuando en realidad esto está prohibido y por razones de peso. Ver http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1350839?sp=y
[6] El modernismo es, en boca de Fabro, la “orientación heterodoxa delineada entre los estudiosos católicos a fines de siglo pasado y en los primeros años del presente, que se proponía renovar e interpretar la doctrina cristiana en armonía con el pensamiento moderno (Cornelio Fabro, “modernismo” en Enciclopedia Católica, vol VIII, Sansón, Firenze 1952, coll. 1188-1196). Y en otro lado: “el peligro del modernismo nunca ha sido completamente descubierto, pues está inscripto en la razón humana, corrompida por el pecado, la tendencia a erigirse como el criterio absoluto de verdad y someter a la fe” (ivi, col 1196).
[7]Sáenz, Alfredo s.j. El Modernismo; crisis en las venas de la Iglesia. Buenos Aires, Gladius, 2011, p. 98 ss.
[8] Ibídem, p. 103-104.
[9] Ibídem, p. 104.
[10] Ibídem, p. 110.