El proceso jurídico de Cristo (4): los sumos sacerdotes
Los Sumos Sacerdotes
El Evangelio de Lucas nos introduce en el Sanedrín con el siguiente marco histórico: “El año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea…” y tras aludir a Herodes, Filipo y Lisanias, el evangelista termina situando la época con las autoridades judías: “…bajo los Sumos Sacerdotes Anás y Caifás” (Lc 3,1 y ss.).
Estos personajes presentados al inicio de la vida pública de Jesús, aparecen nuevamente, citados también por Lucas cuando, luego de haber dado muerte al Maestro, empiezan a perseguir a los discípulos con la intención de juzgarlos, y tras haber ordenado su detención, nos dice: “al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas; también Anás, el sumo sacerdote, Caifás, Juan Alejandro y cuantos eran de la familia de los sumos sacerdotes…” (Hch 4,5 y ss.). Es por el mismo San Lucas que sabemos otro dato importante: “el sumo Sacerdote con todos los suyos pertenecía a la secta de los saduceos” (Hch 5,17), como habíamos dicho antes.
Sucede que al ser el antiguo Israel una nación teocrática, su organización era conforme a las leyes religiosas y el sumo sacerdote era asimismo el jefe de todo el pueblo judío, reuniendo en su persona poderes religiosos y civiles. Sin embargo, en tiempos del Imperio Romano, esto no se daba sino en teoría, a raíz de la potestad que detentaba el procurador imperial, quien de hecho nombraba al sumo sacerdote quien custodiaba incluso las vestiduras sacerdotales, cedidas sólo en ocasiones especiales y limitadas. Con todo, al sumo sacerdote correspondían la autoridad y responsabilidad en materia religiosa ya que los romanos, como era habitual en ellos, no querían mezclarse en tales asuntos.
Pero: ¿quién elegía al Sumo Sacerdote? Como dijimos, el nombramiento era con la anuencia de Roma, pero la elección correspondía a los miembros más encumbrados de las familias sacerdotales: una casta privilegiada. Su cargo, en principio, el era vitalicio y sólo de manera excepcional el sumo sacerdote podía ser depuesto, excepción que, desde la época de Herodes el Grande, se había convertido en regla. Desde los comienzos del reinado de Herodes hasta el drama del Calvario (unos 65 años aproximadamente) se sucedieron quince sumos sacerdotes, alguno de los cuales sólo ejercieron su cargo durante un año o menos.
Los sumos sacerdotes depuestos –juntamente con otros miembros de sus privilegiadas familias– formaban aquella casta que no sólo los evangelios sino también Flavio Josefo, califican de “sumos sacerdotes”. En la época del proceso de Jesús, ocupaba el cargo, Qajapha (Caifás), nombre que deriva del arameo y significa Cefas; Caifás, excepcionalmente, hacía 12 años que estaba al frente del sacerdocio judío a raíz de la designación del procurador Valerio Grato (18 d.C.) y de su confirmación por Pilato, siendo destituido recién en el año 36 de nuestra era por Vitelio.
Así pues, Caifás llevaba varios años ininterrumpidos en el más alto puesto de la Sinagoga ¿Cómo es que podía sostenerse tanto tiempo ante una situación tan precaria? La respuesta era sencilla, por medio del soborno con el que “convencían” a los procuradores. “Poderoso caballero es don Dinero”, decía el poeta Quevedo.
Existía, por lo que varios estudiosos señalan, un acuerdo entre Pilatos y Caifás (y la familia de su suegro, Anás), por el que el procurador recibía periódicamente una cuantiosa suma de dinero, evitándose de esta manera que por intereses económicos hubiera sustituciones en el cargo. No por nada en el mismo año, caído en desgracia Pilato y enviado a Roma, fue depuesto también Caifás.
Hay que tener en cuenta entonces que, al hablarse en los Evangelios de “sumos sacerdotes” en plural, (como lo hace San Lucas[1]) se refería a lo más encumbrado de la casta sacerdotal, sin que por esto contradiga a los demás evangelistas que hablan en singular: “el sumo sacerdote”. Así, Anás, suegro de Caifás, también podía ser llamado por extensión “sumo sacerdote”, quien había sido depuesto en el año 15 por Valerio Grato y luego del cual ocupó su cargo por dos años uno de sus hijos, Eleazar.
El gobierno de la Sinagoga en aquel tiempo, se daría de manera conjunta entre Caifás y Anás, siendo este último quien gobernaría también desde las sombras –por su prestigio y riqueza, además de por su habilidad–, como señala el historiador judío, Flavio Josefo, al decir que llegó a tener en el cargo a sus 5 hijos, además de su yerno. Era, “el padrino” del rabinato y poseía una extraordinaria energía y un enorme talento diplomático y, aunque hacía tiempo que había sido destituido de su cargo su influencia permanecía intacta, de allí que un autor insospechado como Renan le endilgase la responsabilidad del arresto de Cristo: “es un hecho perfectamente comprobado que la autoridad sacerdotal, de hecho, estaba sólidamente asentada en manos de Anás. Y es bastante probable que la orden de arresto proviniera de él. Por tanto, es normal que Jesús fuera llevado inmediatamente a presencia de este influyente personaje”.
Pero, ¿cómo fue el encuentro Anás y Cristo?
Según los textos (cfr. Jn 18,3) Anás realizó el interrogatorio no oficial, siendo enviado allí sólo “porque era suegro de Caifás”, es decir por motivos familiares o privados: quizá Caifás quiso por medio de esta previa entrega manifestar su respeto al anciano suegro a quien los judíos consideraban como único y legítimo Sumo Sacerdote a causa de haber sido destituido a la fuerza por los romanos[2]; o bien, porque confiaba en la experiencia y sagacidad del anciano para procurar un rápido proceso ante el Sanedrín. Sea como fuere, era un modo de aprovechar el tiempo mientras convocaba durante la noche al tribunal en pijamas. Es por esto que Anás y Caifás aparecen siempre nombrados por pares atribuyéndose a ambos el cargo.
[1] Mateo utiliza muchas veces la expresión en plural pues la utiliza para designar a toda la nobleza sacerdotal, el grupo más poderoso del Sanedrín. Son los “sumos sacerdotes” los que persuaden a la multitud para que elija a Barrabás; los que lo insultan al pie de la cruz; piden a Pilato que ponga una guardia en el sepulcro; pagan a los soldados para que no hablen de la Resurrección y propaguen la mentira del robo del cadáver.
[2] La dinastía de Anás terminó con la muerte de su quinto hijo, también Sumo Sacerdote y llamado igual que su padre, quien fuera asesinado en el año 67 por los insurrectos judíos contra Roma.