Inmigrantes en Europa. A Orbán no se la cuentan…
El primer ministro húngaro Viktor Orbán es de lejos el líder político más eficaz hoy en cargo tratando de contener la avalancha inmigratoria predicha hace años por Jean Raspail en Le Camp des Saints. La erección de un muro en la frontera sur de Hungría ha cortado el influjo descontrolado de migrantes a su país. Su partido, Fidesz, habla explícitamente sobre cómo la inmigración es una poderosa arma político-demográfica: “Esto [la inmigración] es el arma que ellos, las manos invisibles, han empleado contra Europa”. Además no titubea en dar los nombres de los responsables.
Pero Orbán no está solo en el intento de salvar a la nación magiar. El primer ministro decidió recientemente dedicar todo un discurso en el congreso anual del Partido Popular Europeo (PPE) al tema de la inmigración. El PPE es la agrupación paraguas de los principales partidos conservadores y cristianos-demócratas, que incluye al Fidesz de Orbán y los demócrata-cristianos de Angela Merkel. Los asistentes al Congreso incluyeron Merkel y el primer ministro español Mariano Rajoy, entre otros.
Orbán recalcó que el destino de Europa está en juego (1):
“Hoy me gustaría hablar de la crisis migratoria. Este problema va a determinar el futuro de nuestra familia política. Estamos ante un problema profundo. La crisis migratoria es capaz de desestabilizar a gobiernos, países y a todo el continente europeo…
El peligro al que nos enfrentamos demanda una discusión abierta y honesta. En primer lugar, queridos amigos, lo que hemos estado enfrentando no es una crisis de refugiados. Se trata de un movimiento migratorio compuesto por inmigrantes económicos, refugiados y también combatientes extranjeros. Se trata de un proceso no controlado y no reglamentado. Me gustaría recordarles que la libre elección de un país anfitrión no está incluida en el derecho internacional. También quiero subrayar que existe una fuente prácticamente ilimitada de personas, después de Siria, Irak, Pakistán, Afganistán, África está ahora también en movimiento. La dimensión y el volumen del peligro están muy por encima de nuestras expectativas…
Considerarlos como víctimas [a los migrantes] no debe convertirnos a nosotros en víctimas. El hecho de que no los consideremos enemigos no implica que tengamos que actuar contra nosotros mismos. Nuestra responsabilidad moral es devolver a estas personas sus hogares y sus países. […] El estilo de vida alemán, austríaco y húngaro no es un derecho básico para todas las personas en la tierra. Es sólo un derecho de aquellos que han contribuido a ellos. Europa no es capaz de aceptar todos los que quieren una vida mejor. Tenemos que ayudarles a recuperar sus propias vidas con dignidad y tenemos que enviarlos de vuelta a sus países de origen”.
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Orbán hace hincapié en que el accionar de las elites europeas no sigue los principios democráticos básicos. Los medios de comunicación liberales tergiversan la crisis mientras que los gobiernos ignoran la inmensa oposición de la opinión pública a la inmigración:
“No podemos evitar hablar de la calidad de nuestras democracias. ¿Es acorde con la libertad de información y de expresión que los medios de comunicación muestren mayoritariamente mujeres y niños, cuando el setenta por ciento de los migrantes son hombres jóvenes y se ven como un ejército? ¿Por qué nuestros pueblos sienten que su opinión no es considerada? Y tenemos que abordar la cuestión de si nuestra gente quiere lo que ha estado sucediendo. ¿Tenemos la autorización de ellos para permitir a millones de migrantes entrar en nuestro continente? ¿Tenemos la autorización para no cumplir con la normativa de Schengen por meses? No, señores delegados, no la tenemos. Y ya no es más un argumento convincente que lo hemos estado haciendo por una emergencia. Creo que tenemos que juntar todo nuestro coraje, terminar con lo políticamente correcto y poner en marcha un gran debate. Tenemos que discutir nuestras propias intenciones con respecto a nuestro propio continente sin hipocresía ni fariseísmo. ¿Qué pensamos sobre nuestra herencia para la civilización? ¿Es posible que el cambio de patrones culturales sea forzado externamente? ¿Aceptamos sociedades paralelas? O defendemos nuestro camino basado en el imperio de la ley tolerante y de la vida que hemos vivido hasta ahora?”.
Orbán exhorta a no depender de Turquía para la seguridad de Europa:
“Europa es actualmente rica y débil […] la mezcla más peligrosa posible. Parecemos no ser capaces de superar los desafíos por cuenta propia. Turquía es un importante socio estratégico. Pero si debido a la falta de poder propio debemos esperar la solución de ellos… nos dejará expuestos. Esta es la situación actual de Europa. […] Si no somos capaces de [defender nuestras fronteras] en Grecia, que es la puerta oriental de los Balcanes y la primer línea de defensa, entonces tenemos que hacerlo en la puerta occidental de los Balcanes en Hungría y Eslovenia”.
Una siniestra táctica recomendada por Bertolt Brecht (“disuelvan al pueblo y elijan uno nuevo”) luego de las revueltas anti-comunistas en la antigua Alemania Oriental, y empleada por Stalin en la URSS fue la de lograr fines políticos mediante brutales cambios demográficos. Orbán ataca a la izquierda por importar votos mediante la inmigración:
“No podemos ocultar el hecho de que la izquierda europea tiene una agenda clara. Ellos apoyan la migración. Detrás de la fachada humanitaria de hecho importan futuros votantes de izquierda a Europa. Es un viejo truco, pero no entiendo por qué tenemos que aceptarlo. Consideran el registro de personas y la protección de fronteras como burocracia, nacionalista y contra los derechos humanos. Tienen un sueño sobre la sociedad mundial políticamente construido sin las tradiciones religiosas, sin fronteras, sin naciones. Atacan los valores fundamentales de nuestra identidad europea: la familia, la nación, la subsidiariedad y la responsabilidad”.
Orbán concluye:
“Nuestra responsabilidad es para con el pueblo. Escuchemos a la gente. Seamos determinados, defendamos Europa. ¡No dejemos que la izquierda destruya y reconstruya Europa! ¡No permitamos que derroquen al alma de Europa! ¡No dejemos que los liberales y los socialistas separen a Europa de su gente!”
A Orbán no se la cuentan…
Enrique de Zwart
(1) El discurso completo que traducimos puede leerse aquí http://www.kormany.hu/en/the-prime-minister/the-prime-minister-s-speeches/speech-of-viktor-orban-at-the-epp-congress20151024
Orban se lanzó tambien abiertamente contra Soros acusandolo de financiar la destrucción de Europa mediante inmigración y cambios de gobiernos (las llamadas revoluciones de color).
Comparto y me parece buerno recordar lo que Hilarie Belloc en forma clara y premonitoria decía en el epilogo de su libro «Las Cruzadas» en ese, para nosotros tan lejano 1937
«…La Europa moderna, y en particular la Europa occidental, ha perdido poco a poco su religión, y especialmente esa doctrina religiosa unida que se hacían sentir en todo la comunidad; ha perdido esa unidad que presta una fuerza espiritual invencible. Hay entre nosotros un caos absoluto en cuanto a doctrina religiosa, allí donde la doctrina religiosa aun se conserva. Y hasta en aquella parte de la población europea en que la doctrina unida y la definición del catolicismo subsisten, sobreviven como algo a que se apega mas el individuo que la comunidad. Como naciones tenemos el culto de nosotros mismos; adoramos la nación, o adoramos un sistema económico determinado que creemos constituye la satisfacción de la justicia social. Aquellos que nos dirigen, y que dan el tono a nuestra política, no tienen mayores intereses espirituales. Su interés personal mayor es la ganancia particular, y esa modalidad se refleja en las formas exteriores de gobierno por el establecimiento de la plutocracia. El islamismo no ha sufrido esta decadencia espiritual; y el peligro para nosotros reside en el contraste entre las certidumbres religiosas aún firmes en todo el mundo mahometano – tan vívidas en la India como en Marruecos, activas en todo África del Norte y el Egipto y hasta enardecidas por la reacción al sentirse reprimidas en Siria y más aún en Palestina – y nuestra indiferencia. Hemos vuelto al Levante; en apariencia hemos vuelto más amo de lo que nunca fuimos durante la lucha de las Cruzadas; pero hemos vuelto en bancarrota en lo que respecta a esa riqueza espiritual que fue la gloria de las Cruzadas. El Santo Sepulcro se ha convertido en un accesorio subalterno, y hasta su situación es dudosa a los ojos de la masa inculta de cristianos. Belén y Nazaret están ocupadas, pero no por por haber sido ambas la cuna de la Divinidad. Damasco está ocupada, pero no como piedra angular del dominio cristiano; y el Levante no está ocupado como un todo, sino dividido entre naciones diversas, para las cuales la unidad de Europa ha dejado de ser algo sagrado. Estamos divididos en toda forma – por rivalidades nacionales independientes y aisladas, por intereses encontrados de poseedores y desposeidos – y esa división no puede remediarse, porque el vínculo que una vez uniera a nuestra civilización, el vínculo cristiano, se ha roto. Esta líneas han sido escritas en el mes de enero de 1937; antes quizá de que aparezcan impresas, la situación en el Cercano Oriente, que se desarrolla con rapidez, habrá acusado algún cambio notable. Tal vez ese cambio se postergue, pero cambio habrá grande y continuo. Y no parece probable que, al final de semejante cambio, y en particular si el proceso se prolonga, el islamismo sea el perdedor…»